El
papa Francisco inicia su revolución
Al
mes de llegar a Roma, el pontífice anuncia la creación de un consejo de ocho
cardenales de los cinco continentes para que le ayuden a reformar la Curia
PABLO
ORDAZ Roma
El País 13 ABR 2013
El día que Jorge Mario Bergoglio cumplía un
mes como papa Francisco, el día que tocaba hacer resumen sobre sus gestos, sus
zapatos negros gastados, su sencilla cruz de plata, su negativa a ocupar el
lujoso apartamento pontificio o esa manera tan suya de decir que Jesús nació y
murió pobre y que no es un ogro con pasajes al infierno sino un amigo siempre
dispuesto a echar un cable, justo ese día el obispo de Roma pasó de las
palabras a los hechos. El papa Francisco anunció la creación de un consejo
formado por ocho cardenales de los cinco continentes para que le ayude a
reformar la curia vaticana tras los escándalos que amargaron los últimos años
del pontificado de Benedicto XVI.
El
pontificado del primer papa latinoamericano empezó un 13 de marzo, pero el
inicio de su revolución hacia “una Iglesia pobre y de los pobres” tendrá fecha
de 13 de abril. Solo con leer los nombres que integran el consejo se puede
sospechar lo que está tramando el Papa. Para empezar, en la lista está el
arzobispo de Boston, el capuchino Sean Patrick O'Malley, uno de los cardenales
más comprometidos en la lucha contra la pederastia en el seno de la Iglesia.
Para continuar, solo hay un italiano, y no lo está por italiano —la
representación europea la ostenta el arzobispo de Munich, Reinhard Marx—, sino
porque Giuseppe Bertello es el presidente del Governatorato de la Ciudad del
Vaticano y representará a la curia. Bertello fue además nuncio de la Santa Sede
en México, donde marcó distancias con el corrupto Marcial Maciel, el fundador
de los Legionarios de Cristo, y su nombre suena como próximo secretario de
Estado en sustitución de Tarcisio Bertone.
Además
del estadounidense O'Malley, del alemán Marx y del italiano Bertello, los otros
cinco cardenales tienen en común con el argentino Bergoglio que también ellos
vienen del fin del mundo: el cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, cardenal
emérito de Santiago de Chile, el arzobispo de Bombay, Oswald Gracias, el
arzobispo de Kinshasa, Laurent Monsengwo Pasinya, el arzobispo de Sydney,
George Pell, y el de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez, que asumirá la
función de coordinador. El consejo, según una nota difundida por el Vaticano,
nace para ayudar al Papa “en el gobierno de la Iglesia universal y estudiar un
proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor bonus”, promulgada
por Juan Pablo II en 1988 y que regula la composición y competencias de los
dicasterios y demás organismos del Vaticano.
Jorge
Mario Bergoglio advirtió que la Iglesia debía huir de su "narcisismo
ideológico" y "salir hacia las periferias"
No
hay que olvidar que la reforma de la curia fue un tema recurrente de discusión
durante las reuniones de los cardenales previas al Cónclave —las Congregaciones
Generales—. Ya en aquellas reuniones llamaron la atención las palabras del
entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien
advirtió de que la Iglesia tenía que huir de su “narcisismo ideológico” y salir
“hacia las periferias”. Aquellas palabras de Bergoglio causaron tanta impresión
en el resto de los cardenales que el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, le
pidió sus notas manuscritas, que hoy se pueden consultar en la web de Palabra
Nueva, la revista de la diócesis habanera: “La Iglesia está llamada a salir de
sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las
periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la
injusticia, las de la ignorancia, las del pensamiento, las de toda miseria (…).
Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial
y entonces se enferma”.
Aquellas
palabras fueron pronunciadas en el Aula Pablo VI, el mismo sitio donde unos
días después —ya vestido de blanco— el papa Francisco se conmovió al confiar a
los miles de periodistas llegados de todo el mundo: “¡Cómo me gustaría una
Iglesia pobre y para los pobres!”. Desde entonces, apenas un mes, “el obispo de
Roma” —así se suele definir, casi nunca se refiere a sí mismo como “el Papa”—
no ha hecho más que enviar mensajes muy claros. En las postreras horas de su
pontificado, a Benedicto XVI, que ya no podía ni con su cuerpo ni con el
Vaticano, unos lumbreras lo pusieron artificialmente delante de un iPad e
hicieron como que mandaba mensajes a través de Twitter para así llegar a los
jóvenes…
Francisco
ha preferido el viejo método de meter los mensajes en la botella de los gestos.
Ha preferido predicar con el ejemplo. ¿Cómo iba a hablar de pobreza
instalándose en un apartamento donde —según exclamó cuando lo visitó— podían
vivir 300 personas? ¿Cómo iba a hablar de la sencillez de Jesús calzándose unos
zapatos rojos confeccionados a medida del lujo vaticano? ¿Cómo predicar
valentía desde el interior de un papamóvil blindado?
Nadie
sabe hasta dónde llegará la revolución de abril de un Papa llamado Francisco,
pero sí que los ocho cardenales elegidos para cambiar la Iglesia tienen cita en
Roma el 1 de octubre. Después de escucharlos, Bergoglio decidirá en qué
estancias del Vaticano se adora a Dios y en cuáles al becerro de oro.
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