¿Existe
Renato Leduc?/ José Alvarado*
Publicado en Milenio Diario, 2011-09-17;
Hay
varias leyendas. Una refiere a un muchacho telegrafista en Chihuahua, entre los
hombres adictos a Pancho Villa; otra alude a un pasajero por las aulas de San
Ildefonso, en la vieja Universidad y cuenta de su ira por el asesinato de
Germán de Campo; una más habla de un andariego irremediable por las calles de
la ciudad de México y no falta la de quien hizo en siete días un viaje de
Nogales a Tlalnepantla en vagón sin vidrieras y expuesto a balazos de rebeldes
trashumantes. Una más: el residente en París, amigo de André Breton y Benjamin
Peret, dueño de secretos indios y comedor de vidrio; otra, por si faltara, la
del periodista solitario alojado en casa ruinosa, y no debe olvidarse la del
poeta renegado. Vio la invasión de Hitler a París, lo despertaron los bombazos
nazis sobre Ámsterdam; Victoriano Huerta bebió tequila en su presencia, junto a
un mostrador de tienda por la colonia Santa María; Álvaro Obregón tomó café a
su lado arrimado a la lumbre de un vivac; Plutarco Elías Calles le dictó
órdenes militares.
Hizo
de Moscú a Pekín un recorrido de nueve días en el Transiberiano, y un ingeniero
soviético le preguntó acerca de John Reed, justo al cruzar el Volga. Se dejó
perder en Shangai; se aburrió en Bruselas; pasó por Madrid; un caballereiro fue
su amigo en Portugal. Y antes, su estancia de burócrata en la Secretaría de
Hacienda, como experto en sucesiones y legados. ¿Cuál de estas consejas es
auténtica? Acaso ninguna. Cada cual corresponde a un personaje distinto, pero
todas llevan el mismo nombre: Renato Leduc.
Renato es periodista, fue gente de telégrafos, fue gente de telégrafos, viaja a pie, en el Metro, camión,
tranvía, ferrocarril, aeroplano o montado a caballo. Le llaman poeta, y él lo
niega; le dicen el Gran Jefe Pluma Blanca, como caudillo de una tribu extinta
de comanches; lo señalan como personaje impar de la Ciudad de México, fue
postulado como candidato a senador de la República. Se le ve por la calle de
Rosas Moreno y por la del Apartado. Suele comer en El Nardito; alguna vez va al
Prendes. Lo miran en la Plaza de Toros y no desdeña el ensabanado de Tezcoco ni
el mezcal de Tamazulapa. Pero, ¿es el mismo Renato o son varios fantasmas con
su nombre? Nadie lo ha podido averiguar hasta la fecha.
¿La
leyenda persigue a Renato Leduc? ¿Va éste en pos de ella? Hay, según dicen,
leyendas con pelo dorado y ojos azules; otras con faz bravía y ásperas palabras
en los labios. Ninguna es para este poeta enemigo de solemnidad y adverso a
estereotipia, verdugo de toda frase hecha y risueño asesino de almidonados
tropos y dicciones a modo de corbata. Cada mañana Leduc inaugura una leyenda,
cada noche la deja morir.
No
se ha logrado establecer, a ciencia exacta, si Renato figura en la imaginación
de inédito autor de novelas por cuyas páginas transitan corsarios, el Corsario
Beige, por ejemplo, o si cae en el mundo producido por delirio de versificador
maldito, aún desconocido. Y quizá fuera mejor no investigarlo. (este texto en azul fue colocado como cuarta de forros en el libro "Renato por Leduc", Ed. Oceano, 1982, del periodista José Ramón Garmabella).
Una
enciclopedia en lengua exótica y con tipografía indescifrable reúne los
siguientes datos: “Leduc López, Renato, nacido en Tlalpan, D.F., el 16 de
noviembre de 1897, hijo de Alberto Leduc, queretano, escritor conocido por su
relato ‘Fragatita’, un tratado acerca del dominó, un recetario de coctelería y
el primer diccionario histórico, geográfico y biográfico mexicano, en compañía
de Lara Pardo y Roumagnac. Su madre, doña Amalia López, nació en Calpulalpan,
sitio decisivo para la victoria de los liberales contra los conservadores. Su
abuelo paterno: soldado francés traído por las tropas invasoras; optó por
quedarse en México a la salida de sus compañeros de aventura, seducido no se
sabe si por las carnitas, los ópalos o los camotes de Querétaro. Amigo juvenil
de Miguel Othón Robledo, vate desdichado muerto en un hospital para indigentes;
enemigo de don José Ives Limantour y todo lo representado por él. Autor de
coplas, romances, madrigales, fábulas, ensiemplos, sonetos, corridos, elegías,
poemas deliberadamente románticos y versos desesperados sin remedio. No se sabe
si fue miembro de la Banda del Automóvil Gris, pero sí se le conocen muchos
compadres, algunos truculentos. Taurófilo, prefiere el estilo rondeño al
sevillano; socio de malandrines, tupamaros, rojillos y otra gente de baja
ralea; partidario de las clases económicamente débiles; viajero. El más
original entre todos los poetas de su tiempo. Lo admiran muchachas de mala
conducta y mujeres adultas con buenas intenciones. Ajeno a la parafernalia y
convencionalismos”.
Nadie
sabe, empero, quiénes son los autores de la enciclopedia citada. Tal vez sean
unos duendes escandinavos, acaso unos brujos del Polo Sur en vacaciones.
*José
Alvarado, Originario de Lampazos, Nuevo León donde ( 21 de septiembre de 1911 - Ciudad de México,
23 de septiembre de 1974), fue un destacado periodista, narrador y ensayista
mexicano. Durante la mayor parte de su vida llegó a escribir para varios
periódicos del país, llegando a ser reconocido a nivel nacional. A principios
de los 60, llegó a ser nombrado rector de la Universidad Autónoma de Nuevo
León, teniendo que renunciar a los pos pocos años después por motivos
políticos.
En
1941 se casó con Cándida Pérez Cotes, una de las jóvenes que acudían a su curso
de historia de la filosofía en San Ildefonso. Cinco años más tarde nació
Magdalena, única hija del matrimonio.
Confieso que no sé en donde se publicó por primera vez este texto..
Ya que también se publicó en 1983 en un cuadernilo.
Confieso que no sé en donde se publicó por primera vez este texto..
Ya que también se publicó en 1983 en un cuadernilo.
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