"¿Existió
Renato Leduc?/Antonio
Saborit
Publicado en Nexos, 1 de enero de 1990,
Renato
Leduc: Cuando éramos menos. Cal y Arena, México, 1989, 174 pp.
A
finales de marzo de 1978 en México empezó a circular Interviú, una revista
semanal, ilustrada. Pedro Alvarez del Villar la dirigió durante los cincuenta y
tantos números iniciales, y entre su nómina de reporteros y colaboradores de
planta reunió todo tipo de buenas (más que malas) famas periodísticas.
Desde
el primer número, Renato Leduc le entregó a Interviú los capítulos que hoy
integran este libro de memorias. Leduc era parte sustancial de la oferta de la
revista, igual que Pedro Ocampo Ramírez, Helio Flores, Rius, Ricardo Garibay,
José Ramón Garmabella, Miguel Reyes Razo, Alejandro Rossi. En sus páginas se
hicieron un espacio los trabajos de dos dibujantes poco conocidos, Sergio Arau
y Efrén, así como las colaboraciones de Irma Serrano. La sección del novelista
Fernando del Paso, "Un mexicano en ultramar", de vida breve como pasa
con frecuencia en el periodismo, no obstante tuvo mejor suerte y mayor vida que
las colaboraciones prometidas de Ricardo Garibay y Alejandro Rossi. La
entrevista se dio a granel, de Nacho Trelles a Jorge Luis Borges, de Acerina a
Hank González, del arzobispo Obando y Bravo al Comandante Cero, en manos de
nuevos y no tan intactos reporteros.
En
el filo de la nota roja, de la nota social de cierto escándalo, de la
investigación reporteril sobre sujetos y asuntos políticos -digamos: de Eugenio
Méndez Docurro a Aldo Moro-, el éxito así como el perfil periodístico de la
revista también tuvo que ver con las imágenes de sus dieciséis páginas en
color, dedicadas casi por completo a ofrecer su propia, farandulesca Ronda de
las Generaciones en los subyacentes desnudos tras las fotos de Alma Muriel, Blanca
Guerra, Maritza Olivares, Arlette Pachecho, Angélica Chaín, Sasha Montenegro,
Isela Vega, Wanda Seux, Lina Michel, Amira Gruzat, Grace Renat, Ivonne Govea,
Kitty de Hoyos, Ana Luisa Peluffo y Silvia Pinal. Además, mucho alcance le
dieron a la revista las notas escritas bajo el signo de los baños sauna, los
dispensarios clandestinos, los camerinos del poder y los bares exclusivos;
buena aceptación tuvo una de sus secciones, tal vez la entrevista más buscada
en cada número, "Las mexicanas sin sostén". Cuando un año después, a
mediados de abril de 1979, se canceló el proyecto inicial de Alvarez del
Villar, el nombre y la sección de Leduc quedaron como una marca inexplicable en
las páginas de la nueva publicación, Interviú en lucha, a la que entregó una decena
más de sus colaboraciones bajo el mismo título,
CUANDO
ÉRAMOS MENOS.
Interviú,
a la distancia, la hacían muy pocas manos; y no siempre, por lo que parece, las
de un experimentado y responsable equipo editorial amplio. Su mesa de redacción
la imagino más bien como una literal agencia de colocaciones, la que en el
último instante decidía el número de fotografías, el tamaño de los balazos y de
las cabezas en las páginas interiores, los calados en la portada. Allí se
marcaban las tres cuartillas semanales de Leduc. Diez puntos Futura, columnas
de trece y medio cuadratines, diálogos y nombres propios en negras. Arriba, en
un recuadro, los nombres de la columna y de su autor; abajo, el título de la
entrega. Ilustración, de tantos por tantos, de un tal Pedro Pérez, admirador
hasta el plagio de Edward Gorey. Nadie en la revista tocó los originales de
Leduc para otra cosa. Por otra parte, Leduc escribía sus colaboraciones
sujetándose a las indicaciones formales y externas de la revista. Es mérito
suyo que un espacio tan reglamentado le bastara para tocar la esencia de la
representación y la memoria.
Si
alguien no hubiera tenido la precaución de guardar los número de Interviú -una
revista que no se consigue en los repositorios públicos importantes del país-,
hoy habría sido imposible hacer este libro. Fue uno de los títulos cuya
publicación le interesaba a Leduc más que nada. La Editorial Domés descartó
estas memorias hace años; en su lugar, Leduc le aceptó a la misma casa la
proposición de hacer otro libro de recuerdos, pero a base de entrevistas
colectivas, y el resultado se llamó Renato Leduc y sus amigos (1987). Del brazo
de Oralba Castillo Nájera, el viejo escritor se reunió con sus amigos de toda
la vida y lo dicho en estas pláticas es muestra de que Leduc no perdió en
ningún momento las ganas de ver en entre pastas Cuando éramos menos.
Para
editar este libro trabajamos con las copias al carbón de sus artículos y con
los ejemplares de Interviú que estaban entre los papeles de Leduc. El orden de
estos papeles, o bien su orden aparente, me llamó mucho la atención; habría
esperado, como la leyenda del autor exultante, andariego e imprevisible,
finísimo pero en perenne, majadero desbarajuste, un archivo por lo menos
caótico. O de plano habría esperado un descuido sin propósito, catastrófico,
total, hasta el límite de un autor privado quizá no de sus libros pero sí en
cambio de sus originales, que lo sobrepasan. Pero las cuartillas estaban con
sus cuartillas, las carpetas con los nombres de la columna o sección correspondiente,
bien localizados los sueltos o entregas de ocasión, las cajas de cartón en buen
estado. Sus papeles guardan una parte considerable de la historia del múltiple
trabajo periodístico de Leduc. Dicen lo que no nos dan las numerosas anécdotas
que sobre él contaron sus amigos, contemporáneos y evangelistas. Los mismos
papeles deben decir también la historia de su carrera poética, entre tanteos,
realizaciones y vértigos.
Cuando
éramos menos responde parcialmente la pregunta que se hizo alguna vez José
Alvarado: "¿Existe Renato Leduc?"; y tiene que ver con los primeros
episodios de su fama vitalista. Sin embargo, la leyenda ofrece sus violencias
con mesura, de tal forma que las memorias avanzan en su propia imbricación e
intensidad.
Un
juego de postales evoca el perfil de la Ciudad de México en los principios de
este siglo. Las imágenes recuperadas de la infancia en Tlalpan y en los ámbitos
de La Villa de Guadalupe, preceden y dan sentido al retrato del padre, el
escritor, periodista y traductor Alberto Leduc. La predilección del mayor de
los Leduc por esta parte de la ciudad llegó a ser uno de sus rasgos
característicos. La seña de su identidad avara. A tal punto lograda que vivir
en las orillas del orden urbano, en el retiro familiar, íntimo y callado de La
Villa, marcó con una señal duradera la relación de Renato Leduc con su ciudad a
partir de las miserias, adversidades y sorpresas de su orfandad temprana. Los
ritos de iniciación erótica y las curas con permanganato acompañan, y son
esencia, de sus aventuras adolescentes en la capital del porfiriato, de los
trabajos como aprendiz en la industria eléctrica, de sus días como telegrafista
y soldadesca anónima en la revolución. En los escenarios de la ciudad secreta
del porfiriato, la capital nocturna, crapulesca, de infatigables cantinas y
piqueras de todo tipo, salta a la vista una de las más queridas influencias y
amistades de Leduc, el poeta Miguel Othón Robledo. Las memorias terminan tan
abruptamente como el miedo y el sueño que las alentó, o acaban tan sólo como
acabó la colaboración de Leduc en Interviú en lucha. ¿O es que igual de
repentinamente se interrumpió la vida de esta revista? Las páginas de Cuando
éramos menos consignan una manera de ser periodista, si no exclusiva de Leduc
si en cambio personal; tan personal como su oficio de poeta.
Al
recibir la noticia de la muerte del amigo, en agosto de 1986, Andrés Henestrosa
-"Andreka" en El corsario Beige- señaló lo siguiente en su columna en
El Día: "Con Renato Leduc se van muchos mexicanos, algunos de sus amigos
de juventud, de su generación. Con él va un jirón de nuestra vida y alma, y de
México, al que él conoció y defendió lúcido y alerta. Una manera de ser poeta,
escritor, novelista y periodista se fue con Renato Leduc. Un modo de ser aquí,
también. Un satánico orgullo de resistir adversidades y tentaciones".
Tal
vez, que no otro era el propósito al salvar estos escritos de su abundancia.
Cuando éramos menos nos devuelva una parte de tanto que se fue con Leduc.
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