Jacobo
entre dos épocas/Enrique
Krauze
En Reforma, 23
Jun. 13
La
Cámara de Diputados ha otorgado la Medalla Eduardo Neri a Jacobo Zabludovsky.
Pocos saben que Neri fue el valeroso diputado guerrerense que levantó su voz de
protesta tras los asesinatos de Serapio Rendón y Belisario Domínguez. Todos
sabemos quién es Zabludovsky y muchos, con buenas razones, nos hemos
congratulado de ese reconocimiento.
De
lunes a viernes, las cincuenta y dos semanas del año y a lo largo de al menos
cuatro décadas, Jacobo -como la gente, con familiaridad, le dice- apareció en
la pantalla del Canal 2. Su elegancia formal no comprendía sólo su vestimenta
sino su estilo serio y directo, y el uso correcto y llano del español. Aunque
con frecuencia se permitía la ironía, no rebajaba el micrófono al relajo. Leía
las noticias internacionales imprimiéndoles a veces -y sólo si lo ameritaba- el
leve matiz de su opinión, un guiño o un alzar de cejas. La información fluía,
sustentada en una cultura sólida y una inteligencia inquisitiva. Alentó la
incorporación de generaciones de comunicadores -algunos generosos, otros
ingratos- que lo tuvieron como maestro. Uno de sus méritos mayores fue tender
un puente informativo entre el mundo y México.
La cobertura internacional de su
noticiero -y la de ECO, el sistema mundial de noticias que presidió- fue
comparable a las buenas estaciones homólogas en Occidente, no sólo por la
objetividad y pertinencia de su contenido sino por sus reportajes y
entrevistas. "24 horas" nunca fue un noticiero provinciano (como hay
tantos en Estados Unidos) y dejó una escuela de horizontes amplios que
persiste. Fue testigo presencial de las grandes conmociones mundiales de la
segunda mitad del siglo XX, como la entrada de Castro y el Che a la Habana. Su
oficina de Chapultepec 18 era una alucinante galería de los personajes del
arte, la literatura, el cine, la política, la religión, el espectáculo, el
deporte, la ciencia, a los que entrevistó.
Nunca
olvidaré su generosidad con Octavio Paz. A fines de los setenta, cuando Paz era
blanco de la incomprensión, el ninguneo y aun el acoso de un sector de la
izquierda, Jacobo lo invitó a dar un comentario internacional en el noticiero.
Octavio aparecía leyendo un texto en su biblioteca. El mundo estaba cambiando.
Nuevos vientos de libertad soplaban desde Polonia y había que iluminar al
público sobre la naturaleza y alcances de esa mutación trascendental. Fue una
novedad y una revelación. Paz soportó con estoicismo las críticas que suscitó
su aparición en la pantalla, sin jamás comprometer su libertad de crítica y
creando series culturales que hicieron historia en la televisión ("México
en la obra de Octavio Paz", "Encuentro Vuelta: La experiencia de la
libertad").
Jacobo
cubría puntualmente los desastres naturales. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, su
dramático reportaje del 19 de septiembre de 1985, cuando con la voz quebrada
contemplaba las ruinas de su casa profesional? Pero Televisa -lo dijo Emilio
Azcárraga Milmo- era "Soldado del Presidente", y el noticiero no sólo
se apegaba a la verdad oficial: era la verdad oficial. Lamentablemente, esa
condición sesgó su tratamiento de hechos claves del pasado inmediato: la
matanza de Tlatelolco, el golpe a Excélsior de julio de 1976, los discutidas
elecciones de Chihuahua en 1986 y las turbias elecciones federales de 1988. Con
el movimiento zapatista de enero de 1994 y el asesinato de Colosio, el
terremoto político cuarteó el viejo edificio de la Presidencia Imperial, y Televisa
entró en un proceso de crisis: el noticiero dio cierto espacio a las
actividades de la oposición (sobre todo la panista) y se trasmitieron (con
representación plural) post-debates en las elecciones presidenciales de 1994.
Zabludovsky
salió de Televisa en 2000. Tiempo después se incorporó a la radio (donde se
había iniciado, en los años cuarenta). Desde entonces transmite su popular
programa "De 1 a 3" en Radio Red. Si bien a pocos sorprendió su
crítica -a menudo atinada- a los gobiernos panistas, su simpatía por la
corriente principal de la izquierda (representada por López Obrador) provocó
alguna extrañeza. No debió causarla. Frente al gobierno, Jacobo ahora dice
exactamente lo que piensa. Y la apertura a la izquierda es una forma genuina de
autocrítica, por haberla acallado durante largo tiempo.
En
una entrevista reciente concedida a El País, Zabludovsky describió así el
estado de la libertad de expresión en su época: "durante 70 años un
partido político lo dominaba todo... Todos estábamos sujetos a ese poder
omnívoro, absoluto". Lo cierto es que nunca faltaron estaciones de radio
(la propia Radio Red) y publicaciones (Proceso, La Jornada, Vuelta, y más tarde
Reforma) que se negaban a ser devoradas. ¿Qué es la libertad de expresión?, le
preguntó Luis Prados de la Escosura, el corresponsal de El País:
Tener
la posibilidad de decir que no. Negarse. Que si alguien presiona para que no se
publique algo, decidir publicarlo de todas formas. Decir: "Usted no me da
órdenes a mí". La autocensura es lo peor.
Ese
acto de negación faltó en aquel noticiero. Ahora en México no hay verdad
oficial, pero no basta ser libre: hay que saber usar la libertad. "De 1 a
3" la usa con responsabilidad y sentido crítico.
Los
padres de Zabludovsky (como mis abuelos maternos) emigraron de la ciudad de
Bialystok, en Polonia. Jacobo nació en México, en 1928, y pronto sintió esa
urgencia común a los hijos de inmigrantes (judíos, en este caso) de pertenecer
al país que les abría los brazos. En él, esa voluntad de integración se manifestó
desde los años cincuenta en su fecunda labor periodística al lado del
"Jefe Pagés" en la revista Siempre! y ahora en El Universal. Está
presente también en su amor por la Universidad y el eficaz trabajo que ha
desarrollado en favor del Centro Histórico, donde creció. Y la identificación
va más allá, tiene una dimensión ibérica: su gusto por el tango, la cultura
española y los toros. Esa rica experiencia vital da a su noticiero radiofónico
un toque festivo e íntimo que el público aprecia.
Hace
años, comiendo en "El Centro Castellano", una estudiantina irrumpió
en el salón con una vieja canción española. Jacobo marcó el celular y sin
pronunciar palabra dejó que la melodía transcurriera hasta el final. Era una
serenata virtual a Sarita, su mujer. Alrededor, los comensales lo celebraron.
Al margen de cualquier desavenencia, desde el año 2000 merecía un homenaje en
la casa que, por cinco décadas, fue suya y ayudó a construir. Lo merece aún.
Pero a sus 85 años, tan campante, se topa con un homenaje cada día: es el
cariño de la gente que lo conoce y reconoce.
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