Francisco: "Nunca vi un camión
de mudanza detrás de un cortejo fúnebre"
Reflexión
del papa en la misa diaria acerca de no acumular riquezas en la tierra
Roma,
21 de junio de 2013 (Zenit.org) Redacción |
Pedir
a Dios la gracia de un corazón que sepa amar y no se deje desviar por tesoros
inútiles. Es la sustancia de la homilía dicha esta mañana por el papa Francisco
en la Casa Santa Marta, durante la misa concelebrada con el cardenal Francisco
Coccopalmerio, el obispo Juan Ignacio Arrieta y el auxiliar José Aparecido
Gonzalves de Almeida, presidente, secretario y subsecretario del Pontificio
Consejo para los Textos Legislativos, respectivamente, acompañados por algunos
de los empleados del dicasterio. Estaba presente también el personal de la
Fábrica (Taller ndr) de la Basílica de San Juan de Letrán, guiados por monseñor
Santiago Ceretto, así como los empleados de la "Domus Sanctae
Marthae".
Atesorar
en el cielo
La
lucha por el único tesoro que se puede llevar consigo más allá de la vida es la
razón de ser de un cristiano. Es la razón de ser que Jesús explica a los
discípulos, en el pasaje que se lee hoy en el evangelio de Mateo: "Allí
donde está tu tesoro, también estará tu corazón". El problema, explica el
papa Francisco, está en el no confundir las riquezas. Hay “tesoros riesgosos”
que seducen “pero que debemos abandonar”, aquellos acumulados durante la vida y
que la muerte destruye. Observa con un toque de ironía el papa: "Nunca he
visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre, nunca". Pero sí
hay un tesoro que "podemos llevar con nosotros", un tesoro que nadie
nos puede robar, que no es –dice--, "lo que has estado guardando para
ti", sino "lo que has dado a los demás":
"Aquel
tesoro que hemos dado a los demás, eso es lo que llevamos. Y eso va a ser
nuestro mérito, entre comillas, ¡pero es nuestro ‘mérito’ de Jesucristo en
nosotros! Y eso es lo que tenemos que llevar. Y es aquello que el Señor nos
deja llevar. El amor, la caridad, el servicio, la paciencia, la bondad, la
ternura son hermosos tesoros: son los que llevamos. Los otros no".
Por
lo tanto, como afirma el evangelio, el tesoro que vale a los ojos de Dios es el
que ya se ha acumulado desde la tierra en el cielo. Pero Jesús, subraya el papa
Francisco, va un paso más allá: une el tesoro al "corazón", crea una
"relación" entre los dos términos. Esto --añade, porque el nuestro
"es un corazón inquieto", que el Señor "ha hecho así para
buscarlo a Él":
"El
Señor nos ha hecho inquietos para encontrarlo, para crecer. Pero si nuestro
tesoro es un tesoro que no está cerca al Señor, que no es del Señor, nuestro
corazón se inquieta por las cosas que no van, por esos tesoros... Así que mucha
gente, incluso nosotros andamos inquietos ... Para tener esto, para obtener
aquello, al final nuestro corazón se cansa, nunca está satisfecho: se cansa, se
vuelve perezoso, se convierte en un corazón sin amor. El cansancio del corazón.
Pensemos en eso. Yo qué cosa tengo: un corazón cansado que solo quiere
acomodarse, ¿tres o cuatro cosas, una buena cuenta bancaria, esto,
aquello? ¿O un corazón inquieto, que
siempre busca aún más cosas que no pudo tener, las cosas del Señor? Esta
inquietud del corazón hay que cuidarla siempre".
Un
corazón que brille
A
este punto, continúa el papa Francisco, Cristo también pone en tela de juicio
el "ojo", que es el símbolo “de la intención del corazón", y que
se refleja en el cuerpo: "un corazón lleno de amor" vuelve el cuerpo
"brillante", un "corazón malo" lo hace oscuro. Del
contraste luz-oscuridad, explica el papa, depende "nuestro juicio sobre
las cosas", como también lo demuestra el hecho de que un "corazón de
piedra", "pegado a un tesoro de la tierra", a "un tesoro
egoísta" --que puede también convertirse en un tesoro "del
odio", "vienen las guerras...". En cambio, y fue la oración
final del papa, que a través de la intercesión de san Luis Gonzaga que hoy la
Iglesia recuerda, le pedimos "la gracia de un corazón nuevo", un
"corazón de carne":
"Todas
estos pedazos del corazón que están hechos de piedra, el Señor los hace
humanos, con aquella inquietud, con aquella ansia buena de ir hacia adelante,
¡buscándolo a Él dejándose buscar por Èl! ¡Que el Señor nos cambie el corazón!
Y así nos salvará. Nos protegerá de los tesoros que no nos ayuden en el
encuentro con Èl, en el servicio a los demás, y también nos dará la luz para
ver y juzgar de acuerdo con el verdadero tesoro: su verdad. Que el Señor nos
cambie el corazón para buscar el verdadero tesoro y así convertirnos en
personas luminosas y no ser personas de las tinieblas".
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