Sobre los autoelogios
de Peña Nieto/
Revista
Proceso
# 1918, 3 de agosto de 2013;
http://www.proceso.com.mx
PALABRA
DE LECTOR
De
Sergio Aguayo
Señor
director:
En
su columna para Proceso 1917 (“Guerra” indiscriminada, 28 de julio de 2013),
John Ackerman me degüella (metafóricamente) ante la opinión pública basándose
en una lectura apresurada de mi texto para Reforma titulado La inteligencia (24
de julio de 2013).
Asegura
que estoy entre los que celebran “los autoelogios de Peña Nieto con respecto a
su ‘nueva’ estrategia, supuestamente basada en la ‘inteligencia’ criminal”.
Ni
en ese texto ni en ningún otro escrito o comentario he celebrado la “‘nueva’
estrategia” del gobierno de Enrique Peña Nieto por una razón bastante
elemental: la desconozco. Por el contrario, he criticado en diversas ocasiones
la ausencia de un plan maestro e integral para combatir al crimen organizado.
Mis reflexiones no fueron sobre la estrategia, sino sobre los usos de la
inteligencia en las guerras, y aseguré, eso sí, que la detención del Z-40 es
otro indicio de que va mejorando la inteligencia de la Marina y de las Fuerzas
Armadas.
Siempre
he respetado y disfrutado la enjundia que John pone a sus textos. En este caso
su pasión lo hizo desdeñar el rigor en el análisis y la precisión en el uso de
la información.
Atentamente
Sergio
Aguayo
**
Respuesta
de John M. Ackerman
Señor
director:
A
pocas horas de que ocurriera la oprobiosa masacre de un grupo de ciudadanos que
protestaban a favor de la paz en Los Reyes, Michoacán, Sergio Aguayo escribió
una columna llamada La inteligencia, donde señala que “se justifica el
autoelogio lanzado por el presidente Enrique Peña Nieto”, ya que, “en efecto,
la inteligencia tiene cualidades terapéuticas: es un elíxir ideal para entender
lo que está pasando y para el diseño de estrategias bien enganchadas con la
realidad”.
En
lugar de solidarizarse con las víctimas de la “guerra” de Peña Nieto, el
analista avala la narrativa del nuevo presidente con respecto a su
supuestamente “inteligente” estrategia contra el crimen organizado a raíz de la
nada novedosa detención de otro líder de una banda criminal. El analista
complementa este juicio con un sorprendente e inmerecido reconocimiento de la
“bravura”, “valentía” y “determinación” de Felipe Calderón en su lucha contra
la inseguridad.
Expresar
mi disenso absoluto frente a tales juicios, elogios y autoelogios no implica un
ataque personal al distinguido columnista, y mucho menos un degollamiento
metafórico, sino una invitación a debatir seriamente el total fracaso de los
últimos dos gobiernos federales para resolver los problemas de fondo que
generan la violencia y la inseguridad. Pero en lugar de responder a los
argumentos que desarrollo en mi columna con respecto al acoso sistemático a los
disidentes políticos y la total exclusión de la sociedad civil que caracterizan
a la “estrategia” de Peña Nieto, así como a la esperanza que implica el
surgimiento de algunos de los grupos de autodefensa comunitaria, Aguayo
prefiere personalizar el debate y declararse víctima de un ataque público.
Habría
que recordar al columnista que las verdaderas víctimas son otras y que lo que
se encuentra en juego es mucho más importante que la reputación o el prestigio
de uno u otro comentarista. Líderes de opinión como Aguayo le hacen un flaco
favor a su propia causa de la “sociedad civil” aplaudiendo a un presidente de
la República que ha evidenciado una y otra vez su total desdén para las formas
democráticas de ejercicio del poder. Ojalá el doctor Aguayo rectifique y dirija
su mirada de nuevo hacia la sociedad en lugar de al gobierno y el poder.
Atentamente
John
M. Ackerman
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