- Los obispos y los sacerdotes no podemos posponer la defensa de la justicia
Entrevista
con Fray Raúl Vera López, obispo de la diócesis de Saltillo, México; Papa
Francisco está reavivando «el espíritu profético en la Iglesia»
Vatican Insider, 1 de agosto de 2013;
P.
LOM.
ROMA
El dominico Raúl Vera López, que
estudió química como Jorge Mario Bergoglio, es el obispo de la diócesis de
Saltillo, en México, una de las más afectadas por el flagelo del narcotráfico y
la violencia que provoca.
En
primera fila en contra de los abusos de los grupos criminales que operan en el
país, el prelado de Saltillo ha sido una de las voces más fuertes del
catolicismo mexicano en la denuncia de la violencia y la ayuda a los grupos de
migrantes.
En esta entrevista con Vatican Insider mons. Vera nos cuenta sus
impresiones sobre el viaje de Francisco a Brasil en ocasión de la XXVII Jornada Mundial de la Juventud.
-¿Cuál
es el mensaje más importante que está dando al mundo Francisco desde Brasil,
según su opinión?
-El
Papa Francisco está hablando de una Iglesia cuya mirada está puesta en el
mundo, especialmente en los sectores abandonados de la sociedad. Su
preocupación por las personas que viven en la pobreza –a quienes él llama carne
de Cristo-, y por quienes están padeciendo las consecuencias de la indolencia y
la indiferencia actuales, son su principal preocupación.
También
se está mostrando muy sensible a una de las principales limitaciones que
afectan a quienes formamos parte del ministerio ordenado dentro de la Iglesia,
me refiero a los obispos, los presbíteros y los diáconos. Está señalando
nuestro clericalismo, que nos separa del resto de los fieles y del mundo que
sufre, misma que nos provoca una mentalidad de príncipes que nos aleja de las
realidades humanas afectadas por el dolor, las guerras, la violencia, etc.
El
Santo Padre está mostrando una grande sensibilidad para que nos preocupemos, de
un modo especial, por entrar en diálogo con los sectores que han abandonado la
Iglesia, sea porque se encuentran desilusionados o escandalizados de quienes
formamos parte de ella, junto con estos. Tenemos que esforzarnos por valorar
ante ellos, mucho más el encuentro que el desencuentro, y actuar en busca del
diálogo antes que la condena.
Sus
gestos proféticos, muy coherentes con una posición evangélica sobresaliente,
como fueron la visita a las favelas, a los presos, a los enfermos, le hacen
mucho bien a la Iglesia brasileña, que ha sido una de las más golpeadas en
América Latina, por los mecanismos creados desde los ámbitos conservadores de
las estructuras oficiales de la Iglesia, para frenar la aplicación del Concilio
Vaticano II.
-¿Qué
es lo que hay que hacer para responder al llamado de Francisco? ¿Qué quiere
decir “hagan lío en las parroquias, en las diócesis”?
-El
Papa Francisco nos pide a todas y a todos volver a las fuentes del Evangelio
como nos lo indicó el Concilio Ecuménico Vaticano II. Retomar el espíritu
conciliar de construir una Iglesia dialogante, hacia el interior y en comunión
con el mundo.
Ser
una Iglesia preocupada por la situación de la humanidad, no encerrada en sí
misma, protegiéndose de los cambios culturales que está provocando la
intercomunicación facilitada por las nuevas tecnologías de la comunicación,
sino haciendo uso de ellas, para salir al encuentro de la otra y del otro,
incluso de los más alejados y en situaciones especialmente difíciles.
Los
obispos y los sacerdotes debemos abandonar el silencio que hemos guardado con
la intención de cuidar nuestra figura y nuestra carrera eclesiástica. Este
interés por nosotros mismos nos ha llevado a posponer la defensa de la justicia
y de la paz. Tenemos que marcar más las diferencias entre el bien y el mal para
iluminar con el Evangelio los caminos que nos conducen al amor y la armonía, a
la plenitud de la vida para todas y todos; y condenar todo lo que acrecienta la
miseria en el mundo; lo que alienta la injusticia, la violencia, la muerte y la
deshumanización en la tierra, y esta es tarea tanto de los pastores, como de
toda persona que forme parte de la Iglesia. Es el momento de que laicas y
laicos, religiosas y religiosos, junto con sacerdotes, fortalezcamos la
esperanza y actuemos conforme a la fe que hemos mantenido en nuestras
tradiciones, sin obras a favor de la justicia, e iniciemos un actuar por
nuestras hermanas y hermanos más vulnerables, y de nuevas estructuras que
busquen la vida digna para todas y todos, sin distinción.
Esta
claridad de criterios contenidos en el Evangelio, que llevan al ser humano a
distinguir lo justo de lo injusto, la verdad de la mentira, y la autenticidad
de la hipocresía, es lo que explica el motivo de lo que Jesús dijo un día:
"¿Creen que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, se los aseguro, sino
división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres
contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el
hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la
suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra."
Considero
que en este contexto pudo el Papa Francisco haber dicho esas palabras dirigidas
a los jóvenes de hacer lío en las parroquias y en las diócesis, es decir, que
les pide no perder su autenticidad, que expresen con toda claridad lo que ellas
y ellos, me refiero a las y a los jóvenes, consideren que no está bien, aún
cuando vayan a contracorriente.
Creo que en ellos el Papa deposita una grande
confianza en cuanto a su capacidad para distinguir lo bueno de lo malo, en lo
que ofrece la cultura emergente. Quizás también, porque así puede suceder, que
quienes no entiendan lo bueno que hay en la cultura postmoderna, y lo quieran
rechazar, solamente por el hecho de que es nuevo, que los jóvenes lo defiendan
a partir de su fe.
Salir y hacer lío, es dejar la pasividad de la fe, olvidar el
silencio y el temor, es tener una visión crítica, es confrontar y argumentar,
es tener un claro y fiel seguimiento al Señor Jesús, y estas actitudes son
propias de lo que las y los jóvenes católicos deben ser y hacer.
-Mientras
Francisco visita América Latina, el Prefecto de la Congragación para la
Doctrina de la Fe anunció que está cada vez más cerca la canonización de Mons.
Óscar Arnulfo Romero. ¿Qué le parece?
-Me
parece un signo excelente, que rompe con esos vergonzosos silencios que privan
en algunos círculos oficiales de la Iglesia, que se muestran condescendientes y
débiles ante el poder político y económico en el mundo.
Durante
el tiempo extraordinariamente amplio que transcurrió para que tuviéramos una
nueva elección papal, debido a la renuncia del Papa Benedicto XVI, cosa que
creaba muchas expectativas, cuando a mí me preguntaban acerca de las
características que deberían distinguir al nuevo Papa, entre otras, mencioné
muchas veces que me gustaría una persona con libertad evangélica, que reavivara
el espíritu profético en la Iglesia.
Y
no es que los papas anteriores no lo tuvieran, claro que lo tenían, pero no se
ha podido romper con el manejo prevalentemente diplomático que oficialmente ha
mantenido la Iglesia por años, ante el poder económico y político del mundo.
Esto ha bloqueado el impulso profético que Cristo necesita de su Iglesia. No
hay otra razón por la que la Causa de Mons. Romero estuviera detenida, este
manejo diplomático de las cosas ha impedido muchos procesos por todos los
continentes, y es un motivo de alegría enorme recibir la noticia de que se
acelera el proceso. Romero ya va más allá de ser una figura latinoamericana,
gracias al reconocimiento que Naciones Unidas hizo hace unos años al establecer
en la fecha del día de su asesinato, como el Día Internacional del Derecho a la
Verdad, en relación con violaciones graves de derechos humanos y de dignidad de
las víctimas. La claridad de mente y alma con que Romero hablaba y trabajaba
con las y los pobres, debe ser ejemplo para la Iglesia Universal.
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