El
cardenal de Paolis concedió una entrevista a la Radio Vaticana (News.va) realizada por el
portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.
– Eminencia, el
próximo 8 de enero inicia el Capítulo de los Legionarios di Cristo; representa
un paso ulterior y fundamental del largo camino de renovación que usted ha
guiado por encargo del Santo Padre.
Quiere resumirnos brevemente los pasos y los eventos principales de este camino
de preparación, de su nombramiento hasta el Capítulo…
–
Quisiera ante todo especificar que este camino no es el inicio del asunto de la
Legión y del Regnum Christi, sino una etapa. La primera etapa es el asunto del
Fundador; la segunda la visita de los cinco obispos enviados por el Santo Padre
para darse cuenta de esta realidad; y la tercera etapa, precisamente, el
nombramiento del Delegado Pontificio.
Es
importante subrayar esto, ¿por qué? Porque la visita de los cinco Visitadores
aportó un resultado de reflexión, de evaluación y también de ponderación sobre
el futuro. Cuando el Santo Padre –Benedicto XVI- nombró al Delegado Pontificio
había ya emitido en el Boletín oficial un juicio severo sobre las acciones del
Fundador de la Legión, pero no de tal modo que destruyera la realidad misma de
la Legión: si el Papa nombra un
Delegado, implícitamente niega que se deba dar un juicio sustancialmente
negativo sobre la Legión misma.
Él,
al inicio de la Bula de nombramiento, dice: “Hay un gran número de sacerdotes
con celo y comprometidos en el camino de santidad”. Precisamente porque estaba
esta premisa de confianza, esta etapa – que comenzó con el nombramiento del
Delegado Pontificio – era más un nombramiento positivo, es decir, quería volver
a trazar el camino junto a los Legionarios para llevarlos, a través de un
periodo de reflexión, de renovación, también penitencial, a revisar el proprio
carisma, a reescribir las propias Constituciones y por tanto a retomar el
propio lugar positivo en el seno de la Iglesia.
Es
necesario decir esto porque se consideraba cerrado, de algún modo, el examen
sobre el Fundador; se consideraban también cerradas las visitas en los
distintos lugares. Era necesario entonces actuar en el interior del Instituto
para hacer reflexionar a las personas y ayudarlas a superar las dificultades.
Esta ha sido precisamente nuestra tarea.
El Papa dice
que, entre tantas tareas, la principal es la revisión de las Constituciones. Tenían unas
Constituciones que no habían sido redactadas según los criterios del
post-Concilio, sino que tenían aún los criterios tradicionales: un texto muy
largo, pesado, también farragoso, donde no se distinguían las normas
constitucionales de las otras y se reflejaba también una mentalidad que – a
nivel disciplinar - no distinguía tampoco la gradualidad de las leyes, la
importancia de las leyes y por lo tanto, tampoco la sustancia de la disciplina,
de otras leyes que son útiles, quizás también necesarias, pero no
características. Un mar de normas dentro del cual el mismo carisma se diluía, o
se hacía al menos difuso y era difícil concentrarlo. Esta era la tarea
principal.
-
¿Y cómo procedió con sus colaboradores para afrontar la situación?
–
Se comenzó precisamente recordando a los mismos Legionarios lo que dijeron los
Visitadores, porque debíamos empezar desde ahí. De hecho presentamos en varias
conferencias a todos los que se encontraban en Roma – en Roma había 400-500,
entre estudiantes y sacerdotes – las observaciones que habían hecho los
Visitadores. Ellos grababan estas conferencias, que luego eran enviadas a toda
la Legión. Cuando empezamos, hubo –podemos decir- una división en dos grupos:
uno que acentuaba el hecho de que se había contaminado el gobierno del
Instituto, por lo cual –de algún modo–, no se podía esperar nada nuevo; y otro
grupo, en cambio, que no lograba captar la novedad porque veían casi todo
positivamente, es más, pensaban que su característica que les había impedido
caer en los defectos de otros Institutos religiosos, era precisamente la de ser
un realidad bien unida. En realidad
ellos habían caído en una trampa mucho más peligrosa, que era la del Fundador
mismo. Recorrimos este camino encontrando los problemas relativos a las
consecuencias del comportamiento del Fundador respecto a las víctimas.
Encontramos
problemas de orden económico, porque los Legionarios no son tan ricos como se
piensa:
la situación económica había empeorado, tanto a nivel mundial por la crisis
financiera como a nivel institucional para ellos, porque la fama perdida había
disminuido los estudiantes en sus colegios y por tanto sus ingresos económicos.
Después
hubo, sobre todo, el problema de las Constituciones, sobre el cual se trabajó
más. La cuestión principal era revisarlas, principalmente en algunos puntos
centrales. ¿Cuáles eran? La distinción clara, más clara y precisa, del fuero
interno y fuero externo, fuero sacramental y fuero, -digamos- disciplinar,
externo. Era necesario, en modo particular, reafirmar que la autoridad no es
arbitraria, sino que debe actuar en el marco de un Consejo; tenían una cierta
constitución de autoridad muy difusa y fraccionada, con muchos elementos de
incertidumbre.
En
suma, recondujimos todo el problema a la elaboración de las Constituciones
según las indicaciones del Concilio, del post-Concilio y del Código de Derecho
Canónico. Y el trabajo más grande fue precisamente en torno a este tema.
Después hubo todo el trabajo para renovar a los superiores, que era muy
importante: al inicio dejamos que los superiores permanecieran en su puesto.
Esta era una exigencia necesaria, porque nosotros que entrábamos no podíamos
actuar ni gobernar sin conocer la realidad. Nos pareció más útil y más eficaz
dejar a los superiores, pero bajo el seguimiento de nuestra presencia; por ello
nos esforzamos por estar siempre presentes en las reuniones del Consejo
general. Ellos podían disponer de su gobierno, pero no podían decidir nada sin
nuestra presencia. Por lo tanto, se dio esta ósmosis de diálogo continuo; teníamos
al menos una vez a la semana la reunión de los dos Consejos; yo tenía mi
Consejo y ellos tenían su Consejo. Así iniciamos este diálogo, en el que
tratamos todos los grandes problemas: los problemas del Fundador, los problemas
de la formación, los problemas del Regnum Christi y también los problemas
disciplinares, porque si bien no eran muy numerosos los casos de sacerdotes que
se habían manchado con delitos en la Iglesia, también los había en la Legión,
como los hay también en otros Institutos. Este es el cuadro general de cómo
actuamos.
–
Creo que el Capítulo ahora tiene fundamentalmente dos tareas: renovar el
gobierno con elecciones y la aprobación de las Constituciones. Pero si el
trabajo de las Constituciones se ha ya llevado a cabo, ¿en qué cosa debe aún
intervenir el Capítulo en lo que a ellas se refiere?
– Hemos
distinguido tres grandes etapas en el Capítulo. La primera etapa es una
verificación del camino recorrido; un examen de conciencia –lo hemos
llamado así- hecho ante las acusaciones que han sido dirigidas, cómo las hemos
verificado y cuál es el compromiso que tenemos que asumir para superar estas
dificultades. Se reconoció también un compromiso penitencial, que debería
llevarnos a reconocer, también públicamente, estas responsabilidades, pero como
compromiso de cada uno a saber asumir el sufrimiento que deriva de esta
situación, como expiación para renovar la Legión y por lo tanto encontrar el
lugar adecuado dentro de la Iglesia. El segundo momento debería ser el
nombramiento de nuevos superiores que deberán después gobernar el Instituto. El
tercer momento es la revisión de las Constituciones, que debería ser sencillo,
precisamente porque hemos trabajado en ello durante estos tres años y medio.
Fue consultada toda la Congregación y presentamos a los capitulares un texto de
las Constituciones, con el auxilio de las fuentes y del camino recorrido. Es de
esperar que ahora no lleve mucho tiempo, aun si el camino –conociendo las
situaciones- podría presentar también obstáculos porque todos tienen un poco el
deseo de hacer propuestas adicionales. Pero también es cierto que el texto
emanado por el Capítulo no será el texto definitivo, porque deberá después
presentarse al Santo Padre para la revisión y por tanto, también para la
ulterior aprobación definitiva.
– Un punto que
es muy importante en este asunto es la relación entre el Fundador y el carisma.
Normalmente en los institutos religiosos
el carisma está vinculado estrechamente a la experiencia y a la figura del
Fundador; en cambio en este caso, se necesitaba separarlos radicalmente. A
su modo de ver, ¿se ha logrado esto, de tal modo que se pueda identificar un
carisma autónomo, distinto respecto a la figura del Fundador?
–
Este tema en sí nos tocaba solo en parte, porque implícitamente ya había sido
juzgado a partir de las conclusiones de los Visitadores y de los actos
efectuados sucesivamente. Si hubieran identificado una inseparabilidad entre
Fundador e Instituto, el tema se habría concluido; en cambio, el prever que la
Congregación continuara adelante su camino con el carisma, admitía
implícitamente que tal vez hubiera ya un carisma válido. Pero también es cierto
que el Santo Padre en la Bula de nombramiento habla de revisar en profundidad
el carisma, cosa que nosotros intentamos hacer. Insertamos este carisma dentro
de una realidad más grande que existía en torno al Fundador: el Regnum Christi.
Se identificó un carisma del Regnum Christi, vivido de modo diferente según
cada vocación: como laicos, como laicos consagrados y como religiosos sacerdotes.
Y nos parece que la identificación sea bastante precisa. Solo que nosotros
hemos preferido – yo principalmente – que más que hablar de “carisma”, que es
una palabra un poco problemática, se siga el Código que habla de “patrimonio”,
del “patrimonio del Instituto”, es decir, de los elementos institucionales,
porque si nos detenemos en el carisma en cuanto momento fontal y espiritual,
nos encontramos con dificultades. Pero si nosotros pensamos en los aspectos
institucionales, es decir, a un carisma entregado a la Iglesia y aprobado por
la Iglesia, se puede identificar: son los religiosos sacerdotes, los laicos,
los laicos consagrados quienes quieren vivir el Misterio de Jesús que anuncia
el Reino con la espiritualidad típica de la realeza de Cristo - realeza de
Cristo no bajo el aspecto triunfalista, sino bajo el aspecto de Jesús que
triunfa desde la Cruz – y con la piedad eucarística muy acentuada, con la
piedad mariana y con el apostolado – es decir, con el anuncio del Reino de
Cristo, particularmente a través de la inserción en las universidades y
estudios superiores. Si pensamos en todo esto, nos pareció que la fisonomía, la
espiritualidad de este Instituto es bastante clara y precisa.
– En todo este
camino, su evaluación es que el cuerpo de la Legión y del Movimiento Regnum
Christi en sus aspectos esenciales haya reaccionado positivamente, con
disponibilidad para este camino de renovación, de modo que ahora se pueda tener
confianza verdaderamente, o estamos aún un poco en camino…
.
– Quisiera dar como premisa que nuestro trabajo ha sido preponderantemente
sobre los superiores, porque este era el tema principal y sobre el cual se
había articulado toda la discusión sobre
la Legión misma, que se centró en su Fundador, que era superior y ¡superior
absoluto! Baste pensar que él –así afirman- que él hacía y deshacía y que ¡ni
siquiera se auxiliaba con el Consejo! Por lo tanto el problema era
precisamente educarlos en una forma de gobierno donde los superiores fueran
transparentes y los superiores fueran observantes del ordenamiento de la
Iglesia y respetuosos de las reglas. Bajo esta perspectiva, no pudiendo
nosotros tampoco estar en tan poco tiempo presentes en todos los territorios de
la Legión y estando ocupados en tantas cuestiones por afrontar, seguimos el
camino de cooperar con los superiores, o mejor, de buscar que los superiores
cooperaran con nosotros para la renovación, particularmente acerca del
ejercicio de la autoridad. Convencidos de que el camino estaría en marcha una
vez que la Legión estuviera dotada de superiores idóneos, y por lo tanto se
podría proseguir.
Me
parece que esto dice también lo que ha sucedido. Se superaron también tensiones
internas, que las hubo; ciertamente no han desaparecido, pero la gran mayoría
es compacta. Me parece que el Capítulo inicia bajo buenos auspicios, porque
habrá aún tendencias de apertura y de cerrazón de algunos, pero la tendencia
fundamental es de aceptación del esquema de las Constituciones que se presenta.
La característica que hay que subrayar es la de la absoluta obediencia a la
Iglesia. Yo recuerdo, desde el inicio, que escribí en una carta que si ellos
conservaban esta fidelidad y obediencia a la Iglesia, el camino no podía ser no
positivo. A mí me parece que efectivamente ha habido obediencia a la Iglesia:
no les he escuchado jamás quejarse contra la autoridad de la Iglesia ni contra
nosotros que fuimos puestos ahí. Ciertamente, alguno, pero es normal... Bajo
este aspecto podemos esperar que efectivamente estas Constituciones puedan ser
adecuadas a su objetivo, sigan la renovación y den buen fruto. Constituciones
que, por otro lado, deberán ser aprobadas por la Santa Sede cuando serán
emanadas por el Capítulo general.
–
¿Con este Capítulo se afrontan los problemas de la renovación de la Legión o
también del más amplio conjunto Regnum Christi, que es una muy grande realidad?
–
Pienso que nuestro camino, bajo este aspecto, haya sido un camino nuevo porque
antes el Regnum Christi era como un apéndice de la Legión: en cambio ha crecido
la conciencia de que cada grupo tiene su autonomía, su identidad y también su
disciplina, pero todos juntos forman –llamémoslo así porque hoy se habla de
“movimiento” - un Movimiento, aun cuando es difícil definirlo con la palabra
“movimiento”, porque se trata de un conjunto de personas que quieren dedicarse
al Regnum Christi en la Iglesia según la propia vocación. Por lo tanto esta
gran unidad entre laicos, laicos consagrados y religiosos sacerdotes
comprometidos en estrecha colaboración son cosas que hay que definir ulteriormente.
Es importante, sin embargo, subrayar que aquello que ha abrumado en cierto modo
a la Legión por los escándalos acaecidos no ha tocado a este gran Movimiento
del Regnum Christi. Por lo cual hay una gran porción, una gran realidad
eclesial que queda intacta y que está sirviendo a la Iglesia, particularmente
en el campo de la cultura religiosa, de las universidades católicas y
pontificias y que es prometedor.
–
Una última pregunta. Este asunto dio inicio con un mandato del Pontífice
Benedicto XVI; ahora bien, durante este tiempo, aconteció también un cambio de
Pontificado y ahora tenemos al Papa Francisco. El Papa Francisco ha entrado en
pleno conocimiento de este asunto: ¿os sentís acompañados por él? ¿está bien
informado de los que sucede?
–
En estos tres años y medio me referí varias veces al Santo Padre Benedicto XVI
e hice informes puntuales. El último informe, sin embargo, nos tomó fuera de
lugar porque el Papa renunció poco después de que yo lo entregara. Cuando fue
nombrado el nuevo Papa, sentí el deber de presentarle este informe a él, quien
me llamó inmediatamente y después de algunos días me escribió también una
carta, en la cual me confirmaba en mi trabajo, aprobaba el programa que le
presentaba, que era precisamente el programa del Capítulo General, y me pedía
que lo informara sobre el camino de preparación del Capítulo. Al final del mes
de noviembre, a inicios de diciembre, entregué al Santo Padre el material de
preparación. El Papa estuvo muy atento, muy cercano y quiere justamente seguir
el camino que estamos recorriendo, porque – estas son sus palabras – “siente la
gran responsabilidad, como Sucesor de Pedro, de dar seguimiento a la vida
religiosa y consagrada”.
–
Con el Capítulo se prevé que se elija un nuevo gobierno del Instituto. ¿Se
puede ya prever que si todo se desarrolla como se desea, se concluya después el
mandato del Delegado, o es posible que el Delegado deba acompañar ulteriormente
el camino?
–
El mandato del Delegado, dado por Benedicto XVI, no tenía tiempos, pero el
término estaba vinculado a la celebración del Capítulo extraordinario.
Celebrado el Capítulo extraordinario, el mandato habría terminado.
En
cuanto a los escándalos, sobre todo relacionados con los abusos sexuales del
mismo padre Marcial Maciel, el cardenal De Paolis comentó que los Legionarios
«habían caído en una trampa mucho más peligrosa, que era la del Fundador mismo.
Recorrimos este camino encontrando los problemas relativos a las consecuencias
del comportamiento del Fundador respecto a las víctimas».
El
delegado pontificio no dejó de referirse también a otros problemas «de orden
económico, porque los Legionarios no son tan ricos como se piensa: la situación
económica había empeorado, tanto a nivel mundial por la crisis financiera como
a nivel institucional para ellos, porque la fama perdida había disminuido los
estudiantes en sus colegios y por tanto sus ingresos económicos».
Por
lo demás, recodró De Paolis, el fundador de los Legionarios de Cristo «¡era
superior y ¡superior absoluto! Baste pensar que él –así afirman– que él hacía y
deshacía y que ¡ni siquiera se auxiliaba con el Consejo!». Ahora, en cambio,
«se superaron también tensiones internas, que las hubo; ciertamente no han
desaparecido, pero la gran mayoría es compacta. Me parece que el Capítulo
inicia bajo buenos auspicios, porque habrá aún tendencias de apertura y de
cerrazón de algunos, pero la tendencia fundamental es de aceptación del esquema
de las Constituciones que se presenta. La característica que hay que subrayar
es la de la absoluta obediencia a la Iglesia. Yo recuerdo, desde el inicio, que
escribí en una carta que si ellos conservaban esta fidelidad y obediencia a la
Iglesia, el camino no podía ser no positivo».
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