· Una boda incómoda /Alfonso Navarro
El Universal, Viernes 06 de julio de 2001
COMO ladrón que entra por la
ventana, la unión civil de Vicente Fox y Marta Sahagún sorprendió a la
sociedad. Ni siquiera los rumores circunvolantes en torno de una relación sentimental
entre ellos, ampliamente sospechada, había preparado los ánimos para recibir el
impacto. De ahí en adelante, la cautela se ha instalado en los espacios de
opinión. Me parece que tanto el pensamiento laico como el católico han quedado
aturdidos, como si el uno y el otro hubiesen recibido un mazazo en la cabeza.
¿Cómo interpretar esta unión civil? ¿Qué significado político encierra? ¿Sus
múltiples implicaciones podrán rasgar una sociedad mayoritariamente católica a
la que pertenecen los esposados? Pienso que el tiempo develará el significado
político si es que lo tiene de esa unión civil. Por ahora no faltan los que
aventuran un torcimiento en la toma de decisiones del presidente Fox. Nada
indica, sin embargo, que ello vaya a ocurrir. El tiempo lo dirá. En cuanto al
pensamiento laico-jacobino, creo que poco tiene que decir más allá de señalar
una evidente incongruencia entre los principios religiosos de los recién
casados y su situación actual de carácter civil. Porque es claro que toda fe
debe sobrepasar el simple conocimiento de un credo; exige congruencia de vida,
implica una decisión libre y vital que muchas veces se nutre de sacrificio, en
ocasiones de martirio. Tomás Moro lo ejemplifica.
Se podrá comprender, entonces, que
el hecho se ha convertido en una incómoda realidad para la Iglesia católica y,
desde luego, para muchos católicos que tratan de vivir congruentemente su fe.
Me consta que muchos de ellos se sienten defraudados, sumidos en un amargo
desencanto. A mí, en lo personal, la boda me causó cierta tristeza, una muda e
inexplicable tristeza. A esa boda no le encuentro sentido desde ningún punto de
vista, menos aún desde la perspectiva religiosa. ¿Y qué sentido se puede
descubrir en las pasadas reiteraciones de fe por parte de ambos personajes,
especialmente de Fox? La evidencia obliga a concluir que sólo fueron
manipulaciones políticas de la fe católica. Ahora, por su privilegiada posición
pública, su unión civil puede ser vista como "ejemplo a seguir" o
como acto que merece total beneplácito según diversas encuestas. Total,
"lo que sabe Dios, que lo sepan los hombre". ¿Cinismo, pragmatismo,
sinceridad? Lo cierto es que la doctrina católica no se guía ni por encuestas
ni por sentimentalismos ni por favoritismos.
Basta leer las puntualizaciones de
la Congregación para la Doctrina de la Fe, difundidas por el Arzobispado de
México. La citada congregación de la santa sede reitera a los católicos que la
Iglesia, "fiel a la palabra de Jesucristo (`Quien repudie a su mujer y se
case con otra, comete adulterio; y si ella repudia a su marido y se casa con
otro, comete adulterio` en Mc. 10: 11-12) afirma que no puede reconocer como
válida esta nueva unión, si era válido el anterior matrimonio. Si los
divorciados (católicos) se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una
situación que contradice objetivamente la ley de Dios...". De lo anterior
se desprenden varias conclusiones: primera, la doctrina que enseña la Iglesia
católica no es un invento suyo o un as sacado de la manga. Se trata de un depósito
de fe, de una hacienda espiritual recibida de su fundador Jesucristo. La
Iglesia no puede mercar con ella ni despilfarrarla convenencieramente; debe
preservarla y ofrecerla incólume. Tal y como lo hace. Segunda conclusión: la
doctrina de la Iglesia no tiene carácter punitivo, castigador, ni
discriminatorio hacia los divorciados vueltos a casar. Son ellos, como señala
claramente el papa Juan Pablo II en su Familiaris
Consortio , los que se apartan de la comunión eucarística ya que su estado
y condición contradicen objetivamente la ley de Dios. En tercer lugar, es
presumible un estado de pecado en los divorciados vueltos a casar. Sin embargo,
como bien lo expresó el cardenal Rivera, ni el Papa ni la Congregación para la
Doctrina de la Fe utilizan el término de "pecado". "En este
sentido bien lo apunta el boletín del Arzobispado nadie puede juzgar o afirmar
categóricamente que una persona se encuentre en ese estado".
Teniendo claras las ideas
anteriores, no veo cómo o por qué los católicos podamos sentirnos defraudados,
traicionados o tristemente desencantados. La fe exige una respuesta libre,
generosa, independiente de los "ejemplos" provenientes del mundo de
la política, de la farándula o de cualquier otro. Porque los cielos y la tierra
pasarán, pero no las palabras de Cristo; sabemos que romper la indisolubilidad
del matrimonio por otro tálamo siempre constituirá situación objetiva de
adulterio. Al pan, pan; y al vino, vino. Cada cual asume libremente su fe o se
la pasa... negándola en los hechos. Pero el juicio sólo corresponde a Dios.
navarroa@infosel.com
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