Misa criolla en
Roma en honor a la Virgen de Guadalupe/Fa
Publicado en La Silla Rota, a 11 de diciembre de 2014.
Publicado en La Silla Rota, a 11 de diciembre de 2014.
“Cuando escuché por primera vez la Misa
criolla era estudiante, creo que de teología, pero no recuerdo bien. Y me gustó
mucho. Me gustó mucho el Cordero de Dios, que es de una belleza impresionante.
De lo que no me olvido nunca es de que la escuché cantada por Mercedes Sosa“,
Francisco
La
tarde de este viernes 12 de diciembre, Jorge
Mario Bergoglio, más conocido como Francisco, junto con 750 sacerdotes y
cinco cardenales, presidirá la “Misa
Criolla” en el Vaticano por la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Con ellos
también se recordará los 50 años de la obra del músico argentino Ariel Ramírez (1921–2010) inspirada en la piedad de dos
monjas alemanas que socorrían prisioneros de un campo de concentración nazi,
cercano a su convento, en Würzburg.
El
papa jesuita presidirá la Eucaristía en la Basílica de San Pedro en honor de la
Patrona de América y de la Filipinas, “encomendando su intercesión para la
evangelización de sus pueblos, para su crecimiento en humanidad y para la
construcción de condiciones de paz, justicia y unidad entre sus naciones
hermanas”, reza un comunicado de los organizadores.
El
evento ha sido presentado este miércoles 10 de diciembre en la sede de Radio
Vaticano ante la presencia de las autoridades del Consulado de Argentina en
Roma y la Santa Sede.
Será
todo un acontecimiento al cual se antoja ir.
“Es
un evento especial porque además de ser un homenaje a la Virgen Morena, patrona
de América Latina, será también una ceremonia presidida por el primer papa de
origen latinoamericano, después de dos mil años de historia de la Iglesia”
afirmó el profesor Guzmán Carriquiry
Licor, secretario encargado de la vice-presidencia de la Comisión Pontificia
para América Latina (CAL) en la conferencia de presentación. Agregó que
“la misa no va a ser un concierto, será una celebración litúrgica
acompañada con música del folklore argentino”.
Asimismo
la cantante Patricia Sosa, amiga del
papa Francisco, confirmó la “gran emoción” que le invade por participar en el
evento conmemorativo de la primera “misa criolla” celebrada en 1964 y ejecutada
por el compositor argentino Ariel Ramírez. “Ariel era como un prócer de la
patria. La fineza de su música salía de su corazón…es una melodía que llega al
espíritu, y no es solamente música”, sostuvo.
Audiencia
privada
Por
lo pronto ayer miércoles 10 de diciembre Francisco recibió en audiencia privada
a los productores de la obra. “El papa Francisco me miró fijo a los ojos y me
dijo: Tú papá era un grande, pero también era un místico, cualquiera que hay
escuchado el “Cordero de Dios“ se da cuenta ”, recordó Facundo Ramírez,
primogénito de Ariel Ramírez, reconstruyendo el momento de la audiencia
Hay
que precisar que NO es la primera vez que un Pontífice celebra esta fiesta en
el Vaticano de modo especial, el 12 de diciembre de 2011, Benedicto XVI
conmemoró también esta Solemnidad litúrgica con una celebración Eucarística en
la Basílica Vaticana. Años antes, en 1988 la Misa criolla fue interpretada por
el tenor José Carreras, en el aula Pablo VI. Pero esta vez será histórico, lo
hará un papa latinoamericano, y con una gran presencia de cardenales y
sacerdotes.
El
servicio religioso comenzará a las 18
horas del viernes 12 de diciembre: antes a las 16:45 horas ingresará en la
Basílica de la imagen de la Patrona y las banderas de todos los países del
continente americano. Sucesivamente se precederá al rezo del “Rosario Guadalupano”
y a una oración de Adviento acompañada por los cánticos de la tradición popular
latinoamericana.
La Santa Misa no será un concierto propiamente
dicho, sino una celebración litúrgica, eucarística, acompañada por los
hermosísimos cantos. Estará también el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina,
dando un adecuado mix. Los cantos de la “Misa criolla” estarán bajo la
dirección de Facundo Ramírez, con la colaboración de su grupo musical, la
cantante Patricia Sosa como invitada, el charanguista jujeño (de Jujuy) Jaime Torres y el coro romano “Musica
Nuova”.
También
se entonará el himno guadalupano y un par de villancicos del folclor popular
que acompañarán a una oración que rezará
Francisco. Por cierto, los villancicos, que tienen la letra del poeta Felix
Luna, van a interpretarlos dos músicos que acompañaron a Ariel Ramírez durante
muchos años.
Es
significativo que hace precisamente 50 años que Ariel Ramírez presentó al Beato
Pablo VI su obra recién compuesta, pero entonces no se llevo a Roma. Se grabó
en 1964 y se remasterizó años después. En un viaje a la capital bonaerense fui
en busca de los discos de la Misa criolla que conservo con cariño.
Por
cierto la Misa criolla hasta donde sé nunca la hemos escuchado en México, a
excepción quizá –no estoy tan seguro sólo me lo han comentado– de la diócesis
de Cuernavaca cuando era gobernada por don Sergio
Méndez Arceo (1907–1992).
La
grabación original estuvo a cargo del grupo Los Fronterizos (Eduardo Madeo, Gerardo López, Julio César Isella y
Juan Carlos Moreno) como solistas; Jaime Torres, en charango; Domingo Cura, en
percusión; Raúl Barboza, en acordeón; Luis Amaya, en guitarra; la Cantoría de
la Basílica del Socorro, dirigida por el padre Segade, y una orquesta integrada
por instrumentos regionales, dirigida por el propio Ramírez.
La
escuchamos a quienes nos gustaba el folclor latinoamericano.
Esta
es una versión.
“Cordero de Dios que quitas
los
pecados del mundo...
Ten
compasión de nosotros
Danos
la paz….“
El
servicio religioso en Roma
Será
celebrada por Francisco, lo acompañarán alrededor de 750 sacerdotes,
mayoritariamente latinoamericanos que estudian en Roma. La eucaristía será
concelebrada por cinco cardenales a saber: Norberto
Rivera Carrera, arzobispo Primado de México y custodio del ayate de la
Virgen Morena; Raymundo Damasceno,
presidente de la Conferencia episcopal de obispos de Brasil; Mons. Francisco Javier Errázuriz, de Chile; Marc Ouellet, presidente de la
Pontificia Comisión para América Latina, y el cardenal estadounidense Sean O'Malley. No estará por motivos de
fuerza mayor el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Mario Poli.
Se
espera una nutrida participación de sacerdotes, obispos, oficiales de
dicasterios de la Curia Romana, delegados de Gobiernos y miembros del Cuerpo
Diplomático de los diversos países del continente, incluyendo el embajador de
México ante la Santa Sede, Mariano Palacios.
Me
dicen que los boletos están agotados.
Debemos
precisar que la idea de hacer una misa criolla en Roma fue de la Pontificia
Comisión para América Latina, y de la presidenta Fernández.
Están
en Roma desde ayer una gran delegación de argentinos, entre ellos la ministra
de Cultura, Teresa Parodi; el secretario de Culto, Guillermo Oliveri; el
designado embajador ante la Santa Sede, Eduardo Valdés; el vicegobernador
bonaerense, Gabriel Mariotto, quien por cierto estuvo recientemente en México
en la feria del Libro de Guadalajara y con quien platicamos sobre el cardenal
Bergoglio.
Con
ellos asiste una delegación de diputados y senadores argentinos, además de
cientos de fieles.
No
sabemos si asista la Presidenta Cristina Fernández.
Para
Oliveri, la invitación del papa Francisco para que sea interpretada en la
Basílica de San Pedro "será una ocasión histórica" y mencionó la
figura del impulsor de la obra, Alejandro Mayol, un religioso con "fuerte
compromiso social y político que hoy parece perdido de la memoria
colectiva".
Cristina asiste
al Tedeum
La
Misa Criolla hizo el milagro de que Cristina asistiera por primera vez en su
mandato al Tedeum del 25 de mayo en la catedral de Buenos Aires; ahí la recibió
el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, quien llamó a toda la dirigencia del
país a "apostar" al diálogo y la cultura del encuentro. La Presidenta
siguió con atención el tedeum y las palabras de Poli. Incluso, no pudo evitar
emocionarse cuando le acercaron el micrófono para recitar la Oración por la
Paz, de San Francisco de Asís, que comienza "Señor, haz de nosotros
instrumentos de tu paz". Su voz pareció quebrarse cuando leyó "dando
se recibe, perdonando se es perdonado y muriendo se resucita a la vida
eterna". El final del tedeum tuvo una nota final a pura música y color
cuando la artista Patricia Sosa cantó junto con Facundo Ramírez la Misa
criolla.
¡Todo
mundo se emocionó en la catedral de Buenos Aires!
Ahora
todo mundo nos emocionaremos con la Misa desde Roma “Urbi et orbi“
Al margen:
El
pasado 7 de diciembre la periodista Elisabetta
Piqué publicó en el periódico argentino "La Nación" una larga
charla con el papa Francisco, y entre otros temas hablaron de la Misa Criolla:
"cuando escuché por primera vez la Misa criolla era estudiante, creo que
de teología, pero no recuerdo bien. Y me gustó mucho. Me gustó mucho el Cordero
de Dios, que es de una belleza impresionante. De lo que no me olvido nunca es
de que la escuché cantada por Mercedes Sosa“, le confesó el Papa.
-Para América latina es fuente de orgullo
tener al primer papa no europeo. ¿Qué espera usted de la región?
-América latina viene recorriendo un camino
desde hace tiempo, desde la primera reunión del Consejo Episcopal
Latinoamericano (Celam ), desde la creación del Celam. Monseñor Larraín, el
primer presidente del Celam, le dio un gran impulso. Fue la conferencia de Río,
después Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Son hitos que el
episcopado latinoamericano fue haciendo, colegialmente, con metodologías
distintas, primero tímidamente. Pero este camino de 50 años no se puede ignorar
porque es un camino de toma de conciencia de una Iglesia en América latina y de
maduración en la fe. Junto con este camino, se desplegó también una gran
inquietud por estudiar el mensaje guadalupano. La cantidad de estudios sobre la
Virgen de Guadalupe, sobre la imagen, sobre el mestizaje, sobre el NicanMopoua,
es impresionante, es una teología de fondo. Por eso al celebrar el Día de la
Virgen de Guadalupe, patrona de América, el 12 de diciembre, y los 50 años de
la Misa criolla, estamos conmemorando un camino de la Iglesia latinoamericana.
∞∞∞
ACERCA DE LA CREACION DE MISA CRIOLLA
(Texto firmado por Ariel Ramírez)
En Roma había conocido al Padre Antuña, estudioso prelado de Argentina, quien me presentó al Padre Wenceslao van Lun, un holandés con quien nos entendíamos en un italiano básico pero eficaz, y al mismo tiempo bastante divertido. Van Lun me llevó a Holanda y desde allí me recomendó a un convento en Würzburg, una pequeña y hermosa localidad a unos 100 km. de Franckfurt. Todos los seminaristas hablaban alemán, salvo dos monjitas que estaban a cargo de la cocina y a quienes el Padre van Lun me presentó para ayudar a comunicarme, pues suponía que entendían español.
La realidad era que las hermanas Elizabeth y Regina Brückner habían vivido en Portugal, y algo de español entendían, lo cual fue para mí una salvación en todo sentido: por fin podía dialogar y, por añadidura, desde ese día, empecé a comer con ellas, directamente en la mesa de trabajo de la cocina.
Frecuentemente, desde la ventana de la cocina, contemplaba el magnífico paisaje semiboscoso, gloriosamente verde, con una enorme casona que a lo lejos se dibujaba de blanco con las últimas nieves de la primavera. Tanta belleza me producía sentimientos exultantes y, desde mis jóvenes años, me parecía estar un paso más arriba de la tierra.
Ellas no compartían mi entusiasmo. No podían olvidar que esa casona y las tierras más distantes habían sido parte de un campo de concentración donde hubo alrededor de mil judíos prisioneros.
Desde la distancia, las monjitas me contaron, podían imaginar el horror y el miedo. Sólo en voz muy baja llegaban noticias acerca del frío y del hambre. Una estricta regla castigaba con la horca -sin más trámite- a cualquiera que ayudara o simplemente tomara contacto con aquellos que esperaban su trágico destino.
Pero Elizabeth y Regina habían elegido la misericordia y habían sido formadas para el valor, de modo que, noche tras noche, empaquetaban cuantos restos de comida podían y se acercaban sigilosamente al campo para dejar su ayuda en un hueco debajo del alambrado.
Durante ocho meses ese paquete desapareció cada día. Hasta que un día nadie retiró el paquete y tampoco los siguientes, que se fueron acumulando. La casa estaba vacía y los rumores esparcieron la noticia acerca del traslado de los prisioneros. El temido viaje se había iniciado una vez más.
Al finalizar el relato de mis queridas protectoras, sentí que tenía que escribir una obra, algo profundo, religioso, que honrara la vida, que involucrara a las personas más allá de sus creencias, de su raza, de su color u origen. Que se refiriera al hombre, a su dignidad, al valor, a la libertad, al respeto del hombre relacionado a Dios, como su Creador.
Un día de 1954, tal vez del mes de mayo, estando en Liverpool, no puede resistir la tentación de subir a un barco, el Highland Chefstein, que iba a Buenos Aires donde me esperaban mi hija Laura, de cinco años y mis viejos, que superaban los setenta. Me había convencido que en dos meses regresaría al lugar donde ya había decidido afincarme para siempre, pero el destino me reservaba otro rumbo. En aquel barco que atravesaba el Atlántico hacia el sur, empecé a rememorar el relato de las hermanitas Brückner y a pensar en toda la solidaridad humana, todo el amor que había recibido, de parte de gente extranjera con la que apenas podíamos comunicarnos por el desconocimiento mutuo de nuestras lenguas. Me conmovía pensar en que todo lo que recibí fue exclusivamente por amor a mi música y a mi persona, hasta que comprendí que sólo podía agradecerles escribiendo en su homenaje una obra religiosa, pero no sabía aún cómo realizarla.
Al regresar a Argentina, todo se transformó en mi vida, mi carrera había crecido y mis canciones comenzaron a ser muy populares, poco a poco comencé a ser Ariel Ramírez... con el tiempo Europa quedó muy lejos... pero mi pensamiento seguía centrado en la idea surgida en el Atlántico. En esta búsqueda comencé a reunir información, y es así que tiempo después me encontré con el Padre Antonio Osvaldo Catena , amigo de la juventud en Santa Fe, mi ciudad natal, quien fue realmente el que transformó la base de lo que yo había escrito pensando en una canción religiosa, en una idea increíble: la posibilidad de componer una misa con ritmos y formas musicales de esta tierra. El padre Osvaldo Catena era en 1963 Presidente de la Comisión Episcopal para Sudamérica encargada de realizar la traducción del texto latino de la misa al español, según el Concilio Vaticano de 1963 que presidió SS Pablo VI. Cuando ya tenía terminados los bocetos y formas del ordinario de la misa el mismo Catena me presentó a quien realizaría los arreglos corales de la obra: el Padre Segade.
∞∞∞
ACERCA DE LA CREACION DE MISA CRIOLLA
(Texto firmado por Ariel Ramírez)
En Roma había conocido al Padre Antuña, estudioso prelado de Argentina, quien me presentó al Padre Wenceslao van Lun, un holandés con quien nos entendíamos en un italiano básico pero eficaz, y al mismo tiempo bastante divertido. Van Lun me llevó a Holanda y desde allí me recomendó a un convento en Würzburg, una pequeña y hermosa localidad a unos 100 km. de Franckfurt. Todos los seminaristas hablaban alemán, salvo dos monjitas que estaban a cargo de la cocina y a quienes el Padre van Lun me presentó para ayudar a comunicarme, pues suponía que entendían español.
La realidad era que las hermanas Elizabeth y Regina Brückner habían vivido en Portugal, y algo de español entendían, lo cual fue para mí una salvación en todo sentido: por fin podía dialogar y, por añadidura, desde ese día, empecé a comer con ellas, directamente en la mesa de trabajo de la cocina.
Frecuentemente, desde la ventana de la cocina, contemplaba el magnífico paisaje semiboscoso, gloriosamente verde, con una enorme casona que a lo lejos se dibujaba de blanco con las últimas nieves de la primavera. Tanta belleza me producía sentimientos exultantes y, desde mis jóvenes años, me parecía estar un paso más arriba de la tierra.
Ellas no compartían mi entusiasmo. No podían olvidar que esa casona y las tierras más distantes habían sido parte de un campo de concentración donde hubo alrededor de mil judíos prisioneros.
Desde la distancia, las monjitas me contaron, podían imaginar el horror y el miedo. Sólo en voz muy baja llegaban noticias acerca del frío y del hambre. Una estricta regla castigaba con la horca -sin más trámite- a cualquiera que ayudara o simplemente tomara contacto con aquellos que esperaban su trágico destino.
Pero Elizabeth y Regina habían elegido la misericordia y habían sido formadas para el valor, de modo que, noche tras noche, empaquetaban cuantos restos de comida podían y se acercaban sigilosamente al campo para dejar su ayuda en un hueco debajo del alambrado.
Durante ocho meses ese paquete desapareció cada día. Hasta que un día nadie retiró el paquete y tampoco los siguientes, que se fueron acumulando. La casa estaba vacía y los rumores esparcieron la noticia acerca del traslado de los prisioneros. El temido viaje se había iniciado una vez más.
Al finalizar el relato de mis queridas protectoras, sentí que tenía que escribir una obra, algo profundo, religioso, que honrara la vida, que involucrara a las personas más allá de sus creencias, de su raza, de su color u origen. Que se refiriera al hombre, a su dignidad, al valor, a la libertad, al respeto del hombre relacionado a Dios, como su Creador.
Un día de 1954, tal vez del mes de mayo, estando en Liverpool, no puede resistir la tentación de subir a un barco, el Highland Chefstein, que iba a Buenos Aires donde me esperaban mi hija Laura, de cinco años y mis viejos, que superaban los setenta. Me había convencido que en dos meses regresaría al lugar donde ya había decidido afincarme para siempre, pero el destino me reservaba otro rumbo. En aquel barco que atravesaba el Atlántico hacia el sur, empecé a rememorar el relato de las hermanitas Brückner y a pensar en toda la solidaridad humana, todo el amor que había recibido, de parte de gente extranjera con la que apenas podíamos comunicarnos por el desconocimiento mutuo de nuestras lenguas. Me conmovía pensar en que todo lo que recibí fue exclusivamente por amor a mi música y a mi persona, hasta que comprendí que sólo podía agradecerles escribiendo en su homenaje una obra religiosa, pero no sabía aún cómo realizarla.
Al regresar a Argentina, todo se transformó en mi vida, mi carrera había crecido y mis canciones comenzaron a ser muy populares, poco a poco comencé a ser Ariel Ramírez... con el tiempo Europa quedó muy lejos... pero mi pensamiento seguía centrado en la idea surgida en el Atlántico. En esta búsqueda comencé a reunir información, y es así que tiempo después me encontré con el Padre Antonio Osvaldo Catena , amigo de la juventud en Santa Fe, mi ciudad natal, quien fue realmente el que transformó la base de lo que yo había escrito pensando en una canción religiosa, en una idea increíble: la posibilidad de componer una misa con ritmos y formas musicales de esta tierra. El padre Osvaldo Catena era en 1963 Presidente de la Comisión Episcopal para Sudamérica encargada de realizar la traducción del texto latino de la misa al español, según el Concilio Vaticano de 1963 que presidió SS Pablo VI. Cuando ya tenía terminados los bocetos y formas del ordinario de la misa el mismo Catena me presentó a quien realizaría los arreglos corales de la obra: el Padre Segade.
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