Sangre
fría/ editorial
Hay
que emplear todos los instrumentos de seguridad frente al terror
EL
PAÍS 14 NOV 2015
Un
grupo de personas, entre ellas un niño, colocan flores y velas cerca de la sala
Bataclan, de París, uno de los escenarios de los ataques yihadistas cometidos
en la noche del 13 de noviembre de 2015. / FRANCK FIFE (AFP)
Sin
llegar a la complejidad del ataque llevado a cabo contra Estados Unidos el 11
de septiembre de 2001, el yihadismo ha vuelto a emplear bombas humanas para
causar en París una de las matanzas más odiosas que se recuerdan. El alcance
mortífero de estos nuevos actos de barbarie es el mayor en suelo europeo desde
los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
Las
palabras de solidaridad con Francia y los llantos por las víctimas hacen falta
para llevar a cabo la necesaria tarea de duelo por los muertos. Cómo no
conmoverse ante los ciudadanos que han caído segados por las balas o
destrozados por las bombas humanas en París, entre ellos un español. Cómo no
horrorizarse ante las imágenes de cuerpos destruidos a ciegas, y cómo no sentir
la debilidad de creernos impotentes frente al terror.
Sin
embargo, la reciente historia de España demuestra precisamente lo contrario: se
puede vencer al terrorismo con las armas de la democracia, a costa de mucho dolor
y siempre que seamos capaces de mantener la sangre fría frente a los zarpazos
terroristas. Y esto vale no solo para los Gobiernos, sino para las sociedades
ante las que responden, sabiendo que el enemigo desborda las fronteras
tradicionales, usa los instrumentos comunicativos de la globalización y no duda
en enviar a los suyos a una muerte segura con tal de hacer más daño.
Esta
guerra insidiosa nos habla del fanatismo totalitario que se esconde en las
cabezas de los que dirigen el llamado Estado Islámico, sin duda decididos a
proseguir la escalada criminal. Las democracias tienen el derecho y la
legitimidad de emplear todos los instrumentos de seguridad que sean precisos
frente al terror —incluidos los militares— por más incomodidades y riesgos que
las medidas puedan causar a la vida cotidiana. Y las sociedades deben
comprenderlo y apoyarlo.
Francia
es un país muy comprometido en este combate, y los predicadores de la guerra
santa lo han elegido como objetivo a abatir. Solo en lo que va de año lo demuestran
los atentados llevados a cabo en la revista Charlie Hebdo y una tienda de
productos kosher en París, más la intentona posterior de provocar la explosión
de una planta de gases industriales en Lyon. En vísperas de una Cumbre del
Clima que reunirá en la capital francesa a numerosos jefes de Estado y de
Gobierno, y con la perspectiva de la celebración de la Eurocopa en 2016, no
cabe engañarse sobre la lógica que guía la locura asesina con la que se
comportan los fanáticos.
Que
esta vez haya sucedido en Francia no debe hacer olvidar la situación de España,
citada y amenazada frecuentemente en comunicaciones de los grupos terroristas.
La reacción de Mariano Rajoy y de los partidos políticos fue ayer la adecuada,
en general, incluida la buena noticia de que el líder de Ciudadanos, Albert
Rivera, desea adherirse al pacto antiterrorista existente entre PP y PSOE.
Los
métodos para ejecutar las matanzas son diferentes, pero cuentan con un
denominador común: provocar el máximo daño indiscriminado y hacerlo con la
mayor crueldad. Son tantos y tan graves los actos de Al Qaeda y del llamado
Estado Islámico que nadie puede cerrar los ojos ante los que inventan mil
maneras de mostrar la vulnerabilidad de las sociedades sometidas a sus
designios.
La
condición necesaria para enfrentarse a ellos es no dejarse llevar por arrebatos
que puedan confundir la defensa frente a los yihadistas con la convivencia de
las comunidades musulmanas allí donde existen, ni cuestionar las libertades
desde las que los europeos debemos diferenciarnos de los salvajes que nos
atacan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario