El sultán, la historia y los generals/ Juan Carlos Sanz
La
intentona militar pretendía defenestrar al dirigente que más ha marcado con su
impronta a la Turquía moderna después de Atatürk
El País, 16
JUL 2016 - 09:12 CDT
Su
sueño declarado siempre ha sido convertirse en el gobernante turco que durante
más tiempo ha estado al frente del poder. Aspira a superar incluso al padre de
la Turquía moderna, Mustafá Kemal Atatürk, que presidió el país durante 15 años
a partir de su fundación en 1923. Como primer ministro en 2003 y 2014, primero,
y como presidente de la República con plena autoridad de facto, Recep Tayyip
Erdogan pretende seguir siendo el máximo líder político de los turcos al menos
hasta 2023, cuando se conmemorará el centenario de la Turquía moderna. En la
noche del viernes al sábado, rodeado de sus más estrechos colaboradores en
imágenes en claroscuro, el jefe del Estado llamaba a resistir a los tanques y
los helicópteros de los sublevados, mientras sus destino en los libros de
historia se sumía en la incertidumbre.
Nadie
parecía esperar en Turquía un golpe militar, sin caceroladas previas, ni
marchas de la oposición, ni siquiera ruido de sable audible en los cuarteles.
Tal vez tampoco Erdogan, un líder más pragmático que ideológico, que siempre ha
pretendido anticiparse a los movimientos de sus rivales. "Tayyip solo cree
en Alá... pero no se fía ni de Dios", le confesaba hace años al embajador
de Estados Unidos en Ankara un estrecho colaborador del primer ministro de
Turquía en un cable diplomático desvelado por Wikileaks. Erdogan, se crió en
Estambul, en el barrio de Kashim Pahsa, donde había que pelear para sobrevivir
en la calle. Hoy el estadio de fútbol del distrito lleva su nombre. Quien sabe
ahora si el nuevo gran aeropuerto internacional que se construye en la
actualidad al nororeste de Estambul será bautizado en homenaje a su memoria.
Nacido
en 1954 en Rice, a orillas del mar Negro, su familia pronto se trasladó a
Estambul, donde el joven Tayyip fue jugador de fútbol aficionado. La leyenda
urbana que se forjó en torno a su ascenso al poder asegura de vendía
"simit" (rosquillas con sésamo por las callejuelas de su barrio), en
la mejor tradición del hombre hecho a sí mismo. Hijo de una familia de
emigrantes sin demasiados recursos, estudió en un imam hatip, o liceo coránico,
antes de graduarse en Economía en la Universidad del Mármara. Sus detractores
cuestionaban hace poco que pudiera pasar del “seminario” a la facultad, lo que
la leyes educativas de su época no autorizaban.
Militante
del Partido del Bienestar de Necmettin Erbakan, el padre del islamismo político
en Turquía, fue elegido alcalde de Estambul en 1994, donde aplicó un programa
de reformas y modernización urbana y de lucha contra la corrupción. Pero su
militancia islamista acabó entonces con su carrera política. Erdogan fue
encarcelado y condenado a inhabilitación para ocupar cargos públicos por haber
leído un poema islamista que rezaba: "Nuestras bayonetas son los
minaretes". El partido de Erbakan fue ilegalizado después del llamado
golpe de Estado militar posmoderno (en el que los tanques no salieron a las
calles) de 1997.
Pero
el curtido político de Kashim Pasha sobrevivió también al ostracismo, y tras
moderar su mensaje, fundó el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), con
el que ha gobernado hasta ahora como primer ministro y como presidente cuasi
ejecutivo. Tras haber iniciado el proceso para la adhesión de su país a la
Unión Europea, se empeñó en apartar a los militares, que protagonizaron cuatro
golpes de Estado a partir de 1960, del poder civil.
Los
mandatos de Erdogan se han caracterizado por la polarización de la sociedad
turca, dividida entre sectores religiosos y laicos, que tuvo su máxima
expresión en los disturbios protagonizados por miles de jóvenes en el verano de
2013 que estallaron en el parque de Gezi de Estambul. Grupos como el que dirige
el influyente imán Fetulá Gülen —exiliado en Estados Unidos al frente del
equivalente a un Opus Dei Islámico, le apoyaron en su ascensión al poder, antes
de darle la espalda por su deriva autoritaria. Al enfrentrarse al mayor reto la
pasada madrugada al mayor reto como líder político, Erdogan no vacilaba en
acusar al "Estado paralelo", como suelo calificar a los gülenistas,
de estar detrás del pronunciamiento militar más importante en Turquía desde
1980.
MEDIO
SIGLO SEÑALANDO EL PASO AL PODER CIVIL
La
Turquía moderna nace de una insurrección contra las potencias ocupantes que
intentaban repartirse en 1918 las costas de Anatolia y los estratégicos
estrechos turcos. El general victorioso, Mustafá Kemal, Atatürk, se hizo con el
poder, y a su muerte lo legó a su lugarteniente, Ismet Inonu. Los mandos
militares se retiraron tras el telón, pero han seguido manejando los hilos del
poder durante décadas. En 1960 derribaron y enviaron a la horca al primer
ministro Adnan Menderes; en 1970, bastó un simple manifiesto para que dimitiera
el Gobierno, y en 1980 cientos de miles de políticos, sindicalistas e
intelectuales acabaron en la cárcel.
En
1997, el pío Necmettin Erbakan puso fin a toque de corneta a la primera
experiencia de poder islamista. Y en mayo de 2007 el Estado Mayor intentó vetar
la designación de Abdulá Gül como presidente. El entonces primer ministro,
Recep Tayyip Erdogan, plantó cara a la bota castrense y convocó elecciones
anticipadas. El AKP barrió en las urnas y Gül fue nombrado jefe de Estado. Los
generales no han dejado de ceder privilegios desde entonces. La pasada
madrugada tal vez hayan comprendido que su lugar está en los cuarteles.
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