“Yo
no maté a Enrique Camarena”/ANABEL
HERNÁNDEZ
Revista Proceso # 2073, 24 de julio de 2016, pags 6-10
· Asegura Caro Quintero que estaba “en el lugar equivocado”
Revista Proceso # 2073, 24 de julio de 2016, pags 6-10
· Asegura Caro Quintero que estaba “en el lugar equivocado”
· “Pido perdón a
la sociedad mexicana, a la DEA, a Washington…”
· “No estoy en
guerra con nadie; El Chapo y El Mayo son mis amigos”
· “A los Beltrán
Leyva ni los conozco”
· Sembraba
mariguana: “De alguna manera había que sobrevivir”
· “Ya no soy
narco… quiero vivir en paz”
· En la
clandestinidad, entrevista videograbada para ProcesoTV
La
espera transcurre en algún lugar del norte de México. Es una tarde que anuncia
tormenta. De pronto, como fantasma, aparece caminando, con paso relajado, un
hombre de 63 años, erguido en su metro ochenta de estatura. Tiene la tez
bronceada y las manos encallecidas. Bajo la gorra azul asoma el cabello corto
teñido de oscuro. Muestra una dentadura perfecta y brillante y su cuerpo –delgado,
correoso– delata ejercicio.
Es
Rafael Caro Quintero, a quien apodan El Príncipe o El Narco de Narcos. Por su
captura, el gobierno de Estados Unidos ofrece una recompensa de 5 millones de
dólares. Y el de México lo acusa de haberse reincorporado al narcotráfico y
desatar una guerra contra el Cártel de Sinaloa.
Lleva
en el pecho al menos dos escapularios: uno de la Virgen de San Juan de los
Lagos, regalo de uno de sus hijos mayores, y otro con una bendición de su
madre. Viste camisa de manga larga, abotonada casi hasta el cuello, y pantalón
vaquero azul. En la muñeca izquierda porta un reloj de carátula negra. No hay
joyas, lujos ni armas a la vista; su escolta parece estar compuesta sólo por
dos hombres. Sus zapatos de goma son negros y están visiblemente desgastados.
Parecen la metáfora exacta de alguien que huye de la justicia desde hace casi
tres años.
Luego
de 28 años de prisión, en agosto de 2013 fue excarcelado del Reclusorio
Preventivo de Guadalajara por órdenes de un tribunal colegiado. Pero días después
la Procuraduría General de la República (PGR) obtuvo dos órdenes de aprehensión
en su contra: una para extraditarlo a Estados Unidos y otra para que pague 12
años más de prisión que, según la PGR, le quedan pendientes en México.
Caro
Quintero, hijo de Emilio Caro Payán y Hermelinda Quintero, nació en octubre de
1952 en el rancho La Noria, en Badiraguato, Sinaloa. Y fue considerado por el
gobierno mexicano como uno de los narcotraficantes más poderosos en los
ochenta. A raíz del brutal homicidio de Enrique Camarena (agente de la
Administración Antidrogas Estadunidense, DEA), en 1985, el gobierno de Estados
Unidos y el mundo volvieron la mirada para descubrir que en el Triángulo
Dorado, donde confluyen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, había
emergido una nueva casta de capos: señores de la droga que, 31 años después y
según Washington, se convirtieron en los más poderosos del mundo.
El
26 de junio pasado, este semanario (Proceso 2069) publicó las versiones
oficiales que aseguraron que Caro Quintero estuvo detrás del ataque perpetrado
por Alfredo Beltrán Guzmán, El Mochomito, a la casa de Consuelo Loera, madre de
Joaquín El Chapo Guzmán, en la ranchería de La Tuna, Badiraguato, localidad de
la que ambos capos son oriundos. Días después, el Ejército mexicano y el
gobierno de Chihuahua confirmaron dicha versión.
A
raíz de ese reportaje, firmado por la autora de esta entrevista, gente cercana
a Caro Quintero contactó con Proceso; el hombre accedió a dar su versión de los
hechos.
La
lógica indica que un prófugo no concede entrevistas y menos en video. Menos aun
cuando la DEA y las autoridades mexicanas le pisan los talones, al grado de
haber estado a punto de capturarlo al menos tres veces los últimos dos años.
Sin embargo, para Caro Quintero esta lógica no se aplicó y, desde la
clandestinidad y en uno de los momentos más agudos de la persecución, aceptó
responder todas las preguntas, ser fotografiado y que la conversación fuera
videograbada para ser transmitida en ProcesoTV. No hubo más condición que la de
no revelar el lugar donde fue realizada.
Frente
a la reportera y al fotógrafo, el apodado Príncipe habla sobre la presunta
guerra que, según fuentes gubernamentales mexicanas, él desató –en alianza con
los Beltrán Leyva y otras organizaciones criminales– contra el Cártel de
Sinaloa y en particular contra El Chapo Guzmán.
Por
primera vez cuenta cómo y por qué se inició en el narcotráfico y habla de los
homicidios de Enrique Camarena y del piloto Alfredo Zavala, que provocaron su
detención y encarcelamiento.
Narra
también su encuentro con El Chapo Guzmán durante un desayuno en 2013, cuando
ambos estaban prófugos, y su entrevista con el otro líder del Cártel de
Sinaloa, Ismael El Mayo Zambada.
“Antes
de caer yo preso nos conocimos, éramos buenos amigos”, afirma sobre los dos
actuales dirigentes del Cártel de Sinaloa. Tanto El Mayo como Caro Quintero
actualmente son fugitivos, mientras El Chapo está recluido en el Cefereso
número 9, en Ciudad Juárez, en espera de ser extraditado a Estados Unidos.
En
los ochenta Caro Quintero marcó un antes y un después en la historia del
narcotráfico en México. Habla de los gobiernos de Felipe Calderón y de Enrique
Peña Nieto, de la llamada “guerra contra las drogas” que ha dejado miles de
muertes, de la legalización de los estupefacientes, de Dios, el amor y la
muerte.
Éste
es Rafael Caro Quintero en sus propias palabras.
La
entrevista transcurre en un cuarto de paredes encaladas construido en medio de
la nada. Él se acomoda en una silla desvencijada. El mobiliario lo componen,
además, un par de camas y una mesa con una imagen de la Virgen de Guadalupe,
acompañada de unas veladoras encendidas.
Se
le nota ávido de conversar. Si estaba preocupado por el correr del tiempo, por
la caída de la noche o por la intensa lluvia que se desató al comenzar la
entrevista, nunca lo mostró. No hay alimentos ni bebidas de por medio. Ni un
vaso de agua.
En
la clandestinidad, tras 28 años de prisión y casi tres prófugo, rompe el
silencio.
La
presunta guerra contra
“El Chapo”
Tras
la información publicada por este semanario, el comandante de la Tercera Región
Militar, general Alfonso Duarte Múgica, y el fiscal de Chihuahua, Jorge
González, confirmaron que existen las sospechas de que Caro Quintero inició una
guerra contra el Cártel de Sinaloa.
“A
nivel nacional se ha establecido la posibilidad de una invasión que pudiera
tener en el estado de Chihuahua uno de los narcotraficantes más conocidos del
país, Rafael Caro Quintero”, afirmó González el pasado martes 5.
Según
el vocero de la fiscalía, Eduardo Esparza, esa información provenía de
“inteligencia tanto estatal como federal, en la coordinación que se tiene con
el Ejército”.
El
miércoles 6, Michael Vigil, exjefe de Operaciones Internacionales de la DEA,
dijo a Associated Press que el Ejército mexicano tiene información de que Caro
Quintero se alió con miembros de lo que queda del cártel de los hermanos
Beltrán Leyva para quitarle territorio al de Sinaloa.
La
primera pregunta a Caro Quintero versa sobre esta acusación:
–El
comandante de la Tercera Región Militar, el fiscal de Chihuahua y otras
autoridades señalan que usted ha entablado una guerra contra el Cártel de
Sinaloa…
–La
inquietud mía, la preocupación mía es muy grande. Yo me enteré por los medios
de comunicación de lo que dijo el fiscal de Chihuahua y lo que dijo el señor
general. Es falso lo que les están informando; que aclaren muy bien esta
situación, que no hagan declaraciones nomás a la ligera; son declaraciones muy
delicadas, muy fuertes para decirlas nomás así.
–¿Usted
tiene una guerra contra el Cártel de Sinaloa?
–En
primer lugar yo no tengo problemas con ningún cártel. No conozco a la familia
Beltrán Leyva y no tengo ningún problema con ellos. Y con la familia Guzmán
tampoco. Si ellos traen algún problema es de ellos, mis respetos tanto a los
Beltrán como a la familia Guzmán, mis respetos para ambas familias, y no sé
cuál fue el motivo, por qué me sacaron a mí ahí. Yo no estoy relacionado con
ningún problema de esta índole y menos estoy involucrado en una guerra. Si ando
batallando para arreglar mi problema… Imagínese, con casi 29 años que estuve
preso, ¿tendría ganas de más problemas?
–Habrá
quienes pudieran pensar que usted ambiciona el poder y el dinero que genera el
narcotráfico… ¿Podría ser ésa la razón que lo impulsara supuestamente a iniciar
esta guerra?
–A
mí no me impulsan ni me llaman la atención ningún poder y ninguna cantidad de
dinero, por grande que sea.
–¿Ya
no le interesa?
–No
me interesa salir en la fotografía, como luego dicen. Quiero paz, quiero vivir
en paz, quiero que mi familia viva en paz. Tanto lo que ustedes sacaron
(Proceso), como el fiscal de Chihuahua o el general, es falso; son mentiras. El
tiempo me va a dar la razón. Reitero: lo único que busco es paz y le pido
perdón a la sociedad de México por los errores que cometí; a la familia de
Camarena, a la DEA, al gobierno de Estados Unidos, les pido perdón. Ya pagué mi
culpa… Estuve casi 29 años en la cárcel.
–El
fiscal de Chihuahua, y perdone que insista en esto pero me gustaría aclararlo
de una vez, dijo a los medios de comunicación que supuestamente habían
interceptado llamadas telefónicas y mensajes donde efectivamente lo señalaban a
usted como parte de esta supuesta guerra y que pensaba incluso ir a pelear,
invadir Ciudad Juárez.
–Dígale
que usted ya tiene la voz mía, los centros federales tienen mi voz. Entonces
está muy sencillo, ya con mi voz usted dígale: ‘¿Ya tiene usted las llamadas?,
¿por qué no comparamos la voz que usted tiene y la voz que yo tengo?’. Desde el
momento en que salí yo no he hecho ninguna llamada, yo no le agarro un pin, yo
no le agarro un radio, no le agarro ningún teléfono. Si tiene la llamada y está
tan seguro, dígale que vayamos adonde él quiera para que me compruebe, y que si
la DEA o el Departamento del Tesoro de Estados Unidos están tan seguros de que
yo estoy traficando mariguana y cocaína y anfetaminas, que no las conozco, ¡las
pruebas! Pero que por favor no se dejen llevar por pícaros vividores. Esa
información que les están dando es falsa; por favor, verifiquen bien.
–¿Piensa
que el gobierno de México y el de Estados Unidos están siendo mal informados?
–Mal
informados.
–¿Por
quienes? ¿Quiénes pueden estar interesados en afectarlo, en involucrarlo en
estas nuevas actividades de narcotráfico o en esta llamada “nueva guerra”?
–Pues
no le sé decir, porque no estoy seguro.
–¿Tiene
usted enemigos?
–Pues
a la vista no, pero no podemos saber.
'–¿Qué
gana el gobierno de México o de Estados Unidos? ¿Cuál puede ser la intención de
volverlo a involucrar en una actividad que, según usted, ya no está
practicando?
–¡Y
estoy seguro! ¡Estoy seguro de que no la estoy practicando y no la voy a
practicar! –afirma con molestia.
“Yo
fui narcotraficante hace 31 años, y desde el momento que le estoy diciendo que
se me cayó lo de los sembradíos del (rancho El) Búfalo (Chihuahua, donde en
1984 el Ejército le decomisó 10 mil 900 toneladas de mariguana), ahí terminé la
actividad ésa, y nunca la he ejercido y no lo voy a hacer. Dejé de ser
narcotraficante y le vuelvo a repetir: de favor, que me dejen en paz.”
–Han
pasado algunas semanas de que esta noticia está circulando. Ha de haber tenido
tiempo de pensar, de asimilar, ¿por qué piensa que lo quieren acusar de esto?
–No
lo entiendo. Pues habrá algunos intereses, no lo sé, escondidos, que no los sé
yo.
–¿Si
usted no puede ser extraditado ya por el caso Camarena, piensa que esto es…?
–¿Que
están buscando para ver qué más encuentran? Pues no, para qué voy a inventar,
para qué voy a andar con mentiras, las mentiras no me gustan, yo hablo con la
verdad, no puedo asegurarle nada. Pero de lo que sí estoy seguro es de que no
tienen pruebas y no tienen nada con qué juzgarme, ni antes ni después.
“Ahora
este general dice que desde hace tres meses que le informaron que yo estoy reclutando
gente. ¡Ni para desmontar cerros, porque no tengo con qué pagarles! ¡Es una
injusticia, una tontería lo que están declarando, eh!
“Yo
salí por la puerta, yo no me fugué. ¿Usted cree que yo tengo ganas de regresar
a la cárcel con casi 29 años que estuve preso?
“Para
una guerra se necesita mucho dinero, una guerra se hace con dinero, ¿sí o no?,
y con armas”, señala.
–¿Usted
tiene dinero? –se le pregunta.
–Ando
mal económicamente, por desgracia.
–¿Usted
tiene hombres?
–Dos
muchachos, uno me maneja la moto.
El
encuentro con Guzmán
y Zambada
A
los pocos días de su liberación, Caro Quintero recibió dos visitas inesperadas:
Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, e Ismael Zambada García, El Mayo, los dos
líderes del Cártel de Sinaloa. En los ochenta, ellos comenzaban en el mundo del
narcotráfico cuando El Príncipe ya era una leyenda.
Caro
Quintero afirma que las dos reuniones fueron amistosas.
–En
su momento, Guzmán Loera comentó que se había reunido con usted después de su
liberación en 2013. ¿Usted se reunió con Joaquín Guzmán Loera? –se le inquiere.
–Sí
es cierto, sí.
–¿Cómo
fue este encuentro?
–Él
vino a saludarme, me dio gusto saludarlo, mis respetos para el señor, y
platicando le comenté que yo ya no quería saber nada de cuestiones ilícitas.
–¿Y
cómo fue este encuentro? ¿Fue amigable?
–Amigable,
nos conocemos desde chicos, desayunamos juntos y el señor se fue.
–Y
cuando usted le dijo “Yo ya no quiero participar en esto”, ¿él qué le
respondió?
–Que
estaba bien, que había sido muy caro lo que había pasado en la cárcel, mucho
tiempo, y terminó la plática.
–¿Se
despidieron en buenos términos?
–Sí,
sí, le dije adiós, y adiós: no nos volvimos a ver.
–¿Y
con Ismael, El Mayo, Zambada usted también se reunió?
–Una
vez lo vi. Una vez, e igual, lo mismo. Platicamos y le comenté lo mismo. Mis
respetos tanto para una familia como la otra, no tenemos ninguna relación,
ellos su vida y yo la mía.
–¿Él
le ofreció algún tipo de apoyo, de ayuda?
–No,
no, nada, pues él también estaba corriendo (huyendo).
“Ahora
que la DEA dice saber que yo siempre he estado en comunicación, desde la
cárcel, con narcotraficantes… Conozco mucha gente, me conoce mucha gente, me
mandaban saludos, les mandaba saludos, sus actividades no las sé, yo no las he
practicado, yo ya le repetí, nada más que ellos (los agentes de la DEA) tienen
informantes a quienes les están pagando, y por dinero la gente hace muchas
barbaridades.”
–¿Usted
piensa que ellos dos, Guzmán y Zambada, creen que usted tiene una guerra contra
ellos?
–No,
ellos están seguros que no, porque me conocen, nosotros nos conocemos desde
chicos. Ellos saben que no, saben que yo los respeto como amigos y como hombres
también, y a sus familias también; a todos ellos, y a mí no me interesa ninguna
guerra, a mí no me interesa ninguna plaza, a mí no me interesa ningún estado,
fronteras… ¿Por qué? Porque yo no trabajo, simplemente así.
–Usted
piensa que alguien pueda estar inventando de parte de…
–Mire,
lo pueden hacer, yo no digo que no lo pueden hacer, ¿pero sabe qué? El gobierno
yo creo que sabe hacer su trabajo y ellos… Puede hablar mucha gente, pero en
una detención tienen que decirles la verdad, y el gobierno sabe hacerlo. ¿Qué
tengo que ver yo?
–¿Qué
piensa usted de este ataque a la casa de la madre de Joaquín Guzmán Loera? Era
un punto muy sensible, es una cosa que nunca se había visto, incluso en los
peores años de guerra.
–Lo
vi en los periódicos. ¡Está mal! Es una señora ya grande, me pongo en el lugar
de Joaquín, él está preso. ¿Qué sentiría al saber esa noticia, que llegaron a
molestar a su mamá a su casa? Pero como le digo: mis respetos, yo no sé nada y
ellos sabrán sus cosas.
La
historia detrás de la leyenda
Durante
décadas, en Sinaloa han emergido los principales capos de México. En el
exuberante Triángulo Dorado se cultivan toneladas de mariguana y amapola para
abastecer el robusto mercado en Estados Unidos y otras partes del mundo.
Ahí
nacieron narcotraficantes como Ernesto Fonseca Carrillo, Joaquín Guzmán Loera,
Ismael Zambada García, los hermanos Beltrán Leyva y Caro Quintero, quien apenas
estudió hasta primero de primaria. Reconoce que el estudio no es lo suyo.
–¿Quién
era Rafael Caro Quintero hace más de 30 años? ¿Cómo se inicia en esa actividad
llamada narcotráfico?
–Pues
(era) una persona muy joven, vivía en la sierra, y pues ahí es muy normal la
siembra de mariguana y amapola, así fue.
–¿Tenía
usted necesidad económica? ¿Qué es lo que lo impulsa a dedicarse a esto?
–Era
huérfano, murió mi papá. Éramos 12 hermanos, yo tenía 14 años y pues había que
darles de comer a mis hermanos entre mi madre y yo, y así empezó todo.
–¿Alguien
de su familia se había dedicado a esto?
–No,
nadie.
–¿Su
padre se había dedicado a esto?
–No,
tampoco.
–¿Qué
hacía su familia antes de esto?
–Sembraba
maíz, frijol y tenía un poquito de ganado mi papá. Hasta la fecha mi mamá lo
tiene.
–¿Cómo
vivían?
–Muy
pobres.
–¿Podría
describir cómo era esa pobreza?
–Había
una casa y, pues ya le comenté, éramos 12 hermanos, todos más chicos menos una
hermana más grande que yo, que murió antecito de salir de la cárcel. Nos las
mirábamos un poco duras, y en ese tiempo no entraban carros, no entraba nadie
por ahí por donde yo vivía.
–¿No
había otra fuente de empleo?
–No,
no había ninguna. Había que trabajar de siete de la mañana a cinco de la tarde.
–¿Y
a su alrededor todo era igual? Me refiero, ¿las demás familias, los demás
muchachos se dedicaban a lo mismo?
–Sí,
pues la mayoría, en pequeña escala, ¿me entiende?
–¿No
había otro camino?
–No,
había que vestir, había que comer de alguna manera. No nos alcanzaba con lo
poco que hacíamos.
–¿Usted
a qué se dedicaba? ¿Siembra de mariguana, amapola, traficaba cocaína?
¿Exactamente cuáles eran sus actividades?
–Yo
no sé nada de cocaína. Yo hacía mis siembritas de mariguana nada más.
–¿Amapola?
–No.
–¿Heroína?
–No.
–¿Y
qué pasaba con esa producción?
–Se
vendía ahí mismo, en los ranchos.
–¿Usted
traficaba a Estados Unidos?
–No.
–¿Nunca
traficó a Estados Unidos?
–No,
nunca trafiqué.
–¿Nunca
cruzó usted mismo o gente suya la droga a Estados Unidos?
–No,
yo vendía acá en México, yo nunca crucé a Estados Unidos, yo no conozco Estados
Unidos. Nunca fui, entonces… Yo la vendía barata en México pero yo no quería
más problemas, ¿me entiende?
–Lo
señalaban como el líder del Cártel de Guadalajara, como el gran capo de los
setenta y ochenta…
–Mire,
yo de cárteles y todo eso no me di cuenta hasta que estaba preso, antes yo no
oía mentar eso de cárteles en México.
–¿Cómo
trabajaba?, ¿usted cómo trabajaba?
–Pues
sembraba y vendía mariguana.
–¿Individualmente?
–Sí.
–¿Y
en qué momento conoce a Ernesto Fonseca Carrillo, a Miguel Ángel Félix
Gallardo? ¿Eran una asociación? ¿Cómo era esto?
–No,
al señor Fonseca lo conozco porque somos de ranchos vecinos.
“Yo
no secuestré a Camarena”
En
1984 la PGR hizo un operativo en Chihuahua, en un rancho llamado El Búfalo y
otras dos propiedades donde se destruyeron miles de toneladas de mariguana.
Según dijo el gobierno en aquella época, la yerba destruida tenía un valor de
más de 8 mil millones de dólares. La siembra era de Rafael Caro Quintero. Desde
ese momento pareció que la suerte le dio la espalda.
De
acuerdo con la versión oficial, en febrero de 1985 y supuestamente en
represalia por el operativo en sus ranchos, Caro Quintero se puso de acuerdo con
Fonseca Carrillo para secuestrar al agente de la DEA Enrique Camarena, quien
tenía su base de operaciones en el consulado de Estados Unidos en Guadalajara.
Presuntamente el objetivo era interrogarlo y conocer qué información tenía
acerca de sus actividades criminales. Con el mismo fin, y siempre según el
dicho gubernamental, ordenaron el secuestro del piloto Alfredo Zavala, de la
Secretaría de Agricultura, quien trabajaba con Camarena. Tanto Camarena como
Zavala fueron torturados y asesinados.
El
gobierno de México y el de Estados Unidos acusaron a Caro Quintero, a Fonseca
Carrillo y a Félix Gallardo de ser los autores intelectuales del múltiple
delito. Caro Quintero fue detenido en Costa Rica, en abril de 1985.
A
31 años del doble homicidio, Caro Quintero habla por primera vez del asesinato
de Camarena.
–En
1985 se da a conocer la muerte de Enrique Camarena, se informa que
supuestamente existe el Cártel de Guadalajara y que Caro Quintero, Fonseca
Carrillo y Félix Gallardo ordenaron secuestrar, torturar y asesinar a ese
agente de la DEA. ¿Usted ordenó secuestrar, torturar y asesinar a Camarena?
–No,
no, no, ni organicé ni secuestré ni maté al señor Camarena.
–¿Cuál
fue su papel, entonces?
–Estuve
en el lugar equivocado –dice, y aclara su garganta.
–¿Quería
que eso pasara?
–No,
yo no tenía por qué querer que eso pasara.
–El
argumento de la PGR era que, como hacía poco le habían destruido unos plantíos
importantes en el rancho de El Búfalo, usted en venganza ordenó esa ejecución.
–No,
no hay nada de todo eso. Si ya lo habían destruido, ¿para qué me iba a meter en
un problema tan serio como ése?
–Pues
es el gobierno de Estados Unidos.
–¿No
se hubiera metido con un agente gringo?
–No,
claro que no, mis respetos para ellos, y le pido perdón al gobierno de Estados
Unidos si en algo participé o si en algo estoy involucrado; le pido perdón al
gobierno de Estados Unidos, a la DEA y a la familia Camarena también, estoy muy
arrepentido, y si cometí algún error pido perdón. Yo ya pagué mi delito. A mí
nada me costaría decir “sí participé”, yo ya pagué, pero no, yo no participé.
–Es
la primera vez que usted lo dice.
–¡Nunca
había hablado! Nunca había hablado de este caso, es la primera vez. Se lo estoy
diciendo con la voz completa: no lo secuestré y no lo torturé y no lo maté. Sí
estuve en ese lugar, es mi participación, nada más.
–¿Usted
habló con él, lo interrogó?
–No,
para nada, porque yo no lo secuestré. Yo para qué iba a hablar con él, a mí no
me interesaba.
–No
tenía usted ningún interés… ¿No tenía interés de venganza?
–No,
nada.
–Hay
gente de la DEA –el propio exagente Héctor Berrellez– que dice que fue la CIA
la que mató a Camarena.
–¿Le
digo algo? ¡Miente Berrellez! ¡Miente!
–¿Usted
estuvo en el interrogatorio a Camarena?
–No.
–¿Cuando
lo golpearon?
–No,
yo estuve en esa casa (donde Camarena fue retenido y ultimado) porque me
mandaron llamar. Fonseca y yo teníamos un rancho en sociedad. Entonces, para ir
por un dinero para comprar algunas pasturas y un camión, por eso fui yo a ese
lugar. Es lo que le puedo decir de ese caso.
–Y
el gobierno de México… ¿cree usted que supo que usted no fue o sí pensaba que
usted había sido?
–El
gobierno sabe que yo no lo secuestré, ahí está en los libros, ahí está en el
expediente, y que yo no lo maté también ahí está, en el expediente.
–¿El
gobierno estadunidense cree que usted sí fue?
–Pues
por lo que estoy viendo sí, ahora sí ya pagamos, los que mataron a este señor
ya están muertos todos, los que no están muertos están presos. Hay mucha gente
presa inocente, en su momento todo eso va a salir a la luz.
Se
le pregunta entonces, de forma insistente, quién ordenó la ejecución del
llamado Kiki Camarena. Evasivo, asegura que eso lo dará a conocer en un libro.
–¿Usted
está preparando un libro sobre su vida o sobre el caso Camarena en particular?
–Hay
algo de eso, pero más delante, cuando termine todo mi caso.
Rafael
Caro Quintero afirma que, luego de ser detenido en Costa Rica y trasladado a
México, fue torturado con golpes, asfixia y toques eléctricos.
“Como
decía el comandante Florentino Ventura (de la Policía Judicial Federal); en los
interrogatorios me decía que él sabía que yo no lo había secuestrado y que yo
no lo había matado, pero que sí sabía que yo había estado ahí, y era la verdad.
“A
mí me sentenciaron por todas las agravantes que tiene la ley: secuestro,
homicidio y tortura, todo en lo cual yo no participé.”
–Si
lo hubieran juzgado sólo por esa presencia física, ¿cuánto le habrían dado (de
cárcel)?
–Diez
años, lo que era por encubrimiento.
“Ya
no soy narco”
Durante
la entrevista, Caro Quintero no se detiene ni para tomar agua. Afuera cae una
lluvia torrencial. No oculta sus emociones, igual sonríe que se enoja y levanta
la voz. Parece que entre todas las acusaciones que el gobierno de Estados
Unidos y el de México le hacen, una de las que más lo irrita es la de que
volvió al narcotráfico:
“El
gobierno de Estados Unidos, la DEA y el Departamento del Tesoro dicen que yo
sigo vendiendo mariguana y que vendo anfetaminas y cocaína. Yo fui
narcotraficante, pero yo no conozco la anfetamina, no conozco la cocaína
tampoco, entonces… la mariguana sí la conocí, porque era lo que yo hacía hace
31 años. Pero yo dejé de ser narcotraficante desde el 84. ¡Jamás lo voy a volver
a ser! ¡Yo no quiero saber absolutamente nada del narcotráfico!”
–¿Por
qué? –se le inquiere.
–Porque
fue muy cara la factura que pagué y no quiero más. Ya con lo que he vivido y
con lo que sigo viviendo es más que suficiente.
–¿Cómo
fue la factura que usted pagó?
–¡Muy
cara, muy cara! Entonces quiero vivir en paz lo poco o mucho que me quede de
vida. Lo quiero, si es que me dejan, porque llevo tres años… He dormido en cama
–en colchón– unas tres veces, y le estoy batallando mucho. Entonces, por humanidad,
yo creo que merezco que me dejen en paz, le pido al gobierno de Estados Unidos
perdón, a la familia Camarena también, a la DEA le pido perdón si algún delito
cometí con el señor Camarena. Pido perdón, pero no tengan la menor duda de que
yo ya dejé de ser narcotraficante.
“Yo
no soy un peligro ni para la sociedad de México ni para el gobierno, ni para la
sociedad de Estados Unidos. Yo no quiero saber nada de narcotráfico, yo quiero
vivir en paz y estar en paz, que me dejen en paz.”
–¿Cómo
fueron esos años de cárcel?
–Muy
duros, lo poquito o mucho que tenía me lo acabé; quedaron algunas cositas en el
divorcio con la señora Elizabeth (Elenes); lo poquito que quedaba era de ella y
lo que yo tenía lo gasté en la cárcel. Me quedaban dos ranchos y algún ganado y
lo gasté, lo vendí ahora que salí, ésa es la manera en que he sobrevivido, y
batallándole.
–¿Cuántas
cosas perdió en la cárcel? Es importante que la gente lo escuche: tal vez hay
jóvenes que quisieran seguir su leyenda, y sería bueno que escucharan la otra
parte de la historia.
–No
se dejen llevar por ilusiones nada más, por espejismos. Muchas veces escucho
decir en la televisión o en los medios de comunicación: “El dinero fácil”. En
mi caso llevo 31 años luchando hasta dormido, y mire cómo ando todavía. No se
imagina lo difícil que fue para mí vivir, prácticamente. Mi familia siempre ha
estado conmigo en la cárcel, mi madre, mis hermanas, mis hijos, la mamá de mis
hijos…
–¿No
lo abandonaron?
–No,
en los medios dicen que me abandonaron, pero nunca fue así. Ellos siempre
estuvieron fuera de todo. Mis hijos nunca han estado involucrados ni han pisado
una cárcel, ni por una borrachera. Mis hijos están muy aparte de drogas, de
todo eso, y sin embargo me los han involucrado.
–¿Convivían
con familias que se dedicaban al narcotráfico?
–Ellos
no han convivido con esa clase de gente, ellos tienen otra clase de vida, ellos
se manejan diferente.
–¿Por
qué?
–Porque
así los crió su mamá, porque yo nunca estuve de acuerdo con que hicieran lo
mismo que yo hice, y ellos estaban muy claros. Y tienen el espejo para que
ellos se estén viendo toda su vida y digan: “¡No, si nosotros nos metemos en
esto… mi papá mira lo caro que está pagando!”. Ahora nosotros somos una familia
muy unida, aunque los tres años que llevo afuera no los he visto.
Defiende
a su familia:
“No
son lavadores”
A
principios de los ochenta, la carrera de narcotraficante de Caro Quintero iba
en ascenso. A diferencia de otros capos, dice, él decidió mudarse a Guadalajara
para que sus cuatro hijos (Héctor Rafael, Henoch Emilio, Mario Yibrán y Roxana
Elizabeth, procreados con su primera esposa, María Elizabeth Elenes) se
mantuvieran apartados del mundo del narcotráfico y de las familias involucradas
en ese negocio. Pero ellos también son perseguidos por Estados Unidos, que los
acusa de lavado de dinero.
En
junio de 2013, antes de que Caro Quintero fuera liberado, la Oficina de Control
de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro del gobierno de Estados
Unidos reveló una lista de personas y empresas vinculadas con los negocios del
capo. Ahí aparecían su exesposa y sus cuatro hijos.
“Mis
hijos no son lavadores de dinero de nadie, ellos no. Los dejé chiquitos, de
siete años el más grande, ocho años. ¿Cuál lavado de dinero? Ahora en 30, 35
años que tenga una persona… si pone un cuartito de calabazas, de elotes, los
gringos ya dicen que es una empresa, y es lo que les está pasando a mis hijos.
“Mis
hijos no conocieron a El Azul (Juan José Esparragoza, otro líder del Cártel de
Sinaloa). Mis hijos, si acaso, lo vieron cuando iban a verme –el más grande y
la mamá de ellos– a la cárcel.”
–¿Qué
son esas empresas (las señaladas por el gobierno de Estados Unidos)?
–Mi
nuera tiene dos o tres changarritos de cuestiones de limpieza para mujer, no sé
exactamente qué es, y mi hija, en uno de los ranchos que teníamos, un ranchito,
puso por ahí –no sé si consiguieron un préstamo en el banco, no sé qué
hicieron–, el caso es que puso un spa, y ya lo pusieron como una empresa. O
sea, cualquier corral de puercos lo pone como “empresa” el gobierno de Estados
Unidos.
'–¿Pero
son pequeñas empresas o grandes empresas?
–¡N’ombre,
no llegan a empresas! Señorita, no llegan a empresas. Una empresa es algo
grande, una empresa es algo serio, éstos son puros changarros, no hay nada.
Ahora, “que me lavan el dinero” o que “yo tengo una fortuna de 500, 600
millones de dólares”… ¿Dónde está? ¡Háganmela buena, que los necesito!
–¿No
tiene usted esa fortuna?
–No,
no, ¿de dónde?, ¿dónde está?
En
2008, en el penal estatal de Puente Grande, Jalisco, Caro Quintero conoció a
Diana Espinosa Aguilar, quien tenía 38 años. Fue detenida en 2008 acusada de
delincuencia organizada. Se hicieron pareja.
Ella
fue absuelta y puesta en libertad en 2011. Espinosa Aguilar y Caro Quintero
procrearon a Agustín, hoy de tres años. Y desde mayo pasado ella también está
en la mira del gobierno estadunidense.
–También
quieren involucrar a su actual pareja, la están boletinando. Estados Unidos
asegura que ella también maneja sus activos y que, a través de eso, usted
también recibe dinero –se le comenta.
–¿Dónde
está? Que me digan dónde está. O que le comprueben a ella dónde está.
–¿Ella
recibe dinero de usted?
–No,
mi mamá es la que le da para mantener al niño y para que se maneje de alguna
manera con lo poquito que ella puede, los 20 o 30 mil pesos. No le digo que es
o que no es mi mujer, ¡claro que sí! Tenemos un hijo en común, pero ella y yo
nos conocimos en la cárcel.
El
fugitivo
El
9 de agosto de 2013 Caro Quintero fue puesto en libertad por orden de un
Tribunal Unitario, que resolvió que hace 29 años se le violó el derecho al
debido proceso.
Pese
a que la PGR supo del fallo, de acuerdo con documentos judiciales a los que
este semanario tuvo acceso, no advirtió de la inminente liberación al gobierno
de Estados Unidos, que se vio sorprendido cuando la excarcelación fue hecha
pública por los medios de comunicación.
El
caso tensó las relaciones entre ambos gobiernos y se giró una nueva orden de
captura con fines de extradición.
–Cuando
el Tribunal Colegiado le anuncia que usted ya es libre, ¿qué pensó?, ¿qué
sintió?, ¿cómo lo vivió? –se le pregunta a Caro Quintero.
–No
lo creía, no lo creía. Tuve muchos sentimientos encontrados y pensé que a lo
mejor no me dejaban salir de afuera: me iban a esperar afuera y me iban a
inventar cualquier otro proceso, pero como no había, no tenía (solicitud de)
extradición, entonces la persecución vino cuando ya salí. Al otro día en la
mañana fui a ver a mi mamá, que está enferma, y al otro día me vine para mi
tierra. Cuando ya me salió la orden de detención yo estaba en mi tierra
(Badiraguato, Sinaloa), y me he estado moviendo en diferentes lugares.
–En
el momento en que recibe la noticia de que hay una nueva orden de aprehensión
en su contra, ¿qué fue lo que pensó?
–No
lo podía creer ¿Entonces los 25 años los tiré a la basura? ¿No sirvieron de
nada? ¡Si es por el mismo delito! Yo salí porque el caso Camarena era del fuero
común y no del federal, pues Camarena no era un diplomático en aquel tiempo. Es
lo que abogados y todos me han dicho. Yo no soy abogado, ¿me entiende?, pero
durante tantos años preso tienes que agarrar los libros para que sepas qué está
pasando.
“Entonces
me tumbaron la sentencia porque no era del fuero federal. Pero a la misma gente
que me soltó la hicieron decir que siempre no, que sí era federal. Pues es
federal, lo que ellos digan. Y me dieron la máxima (pena), que fueron 40 años,
y que chequen los libros del año en que yo caí preso cuáles eran los beneficios
que había. Si los quitaron enseguida no es mi culpa. ¿Para qué hacen las
leyes?, ¿o nada más las hacen para algunos cuantos? Porque soy Rafael Caro
Quintero, ¿para mí no aplican? Entonces está grave la situación, ¿no cree?
–¿Cómo
ha vivido estos tres años?
–Muy
difícil.
Afirma
que duerme y come donde le dan cobijo, pero que la gente ha sido generosa con
él.
“Hubo
un operativo de 23 aviones, como a los ocho meses de que salí”, asegura.
–¿Dónde
fue ese operativo?
–Conseguí
una casita, ahí estaba viviendo y ahí llegaron, yo no estaba, afortunadamente,
ahí.
–¿Hubo
muertos? ¿Hubo detenidos?
–No,
no.
–¿Se
sigue defendiendo legalmente?
–¡Y
voy a seguir hasta el último día!
–¿Usted
qué vida esperaba tener cuando saliera de prisión?
–Tener
una familia, vivir en paz, no andar huyendo, no andarle corriendo.
–¿A
qué pensaba dedicarse?
–A
otras cosas totalmente diferentes a lo que había hecho en algún momento; el
rancho, el ganado, hay otras cosas que hacer, oiga, sin necesidad de poner en
peligro la vida.
–¿Pensó
que usted tenía una vida después de la cárcel?
–¡Y
pienso todavía que la voy a tener!, por eso le estoy pidiendo, por humanidad,
tanto al gobierno de Estados Unidos como al de México, que me dejen en paz, ya
pagué mis delitos.
La
guerra contra el narco
–¿Qué
piensa de la violencia que hay en México hoy en día? Usted estaba en la cárcel
cuando se desata la supuesta guerra contra el narcotráfico.
–Yo
vi venir 10 años antes esto… Se miraba, se miraba.
–Hubo
mucha guerra y mucha sangre, ¿qué piensa usted de esto?
–¡No,
pues que está mal! Pero yo soy muy respetuoso, no sé ni por qué ni cómo, mis
respetos para todos, tanto vivos como muertos, no soy nadie para juzgar a
nadie, ellos sabrán sus cosas.
–Antes
había otras reglas. ¿Para usted cuáles eran, hace 31 años, esas reglas que no
se podían romper? Ahora se mata a la familia, a las mujeres, se matan niños,
civiles…
–El
respeto a las familias y a la gente inocente. En aquellos tiempos no había
estas guerras, y le vuelvo a repetir: mis respetos, no sé nada ni me interesa
saber.
–¿No
era violento usted?
–No.
No le digo que fui un santo, no le digo que nunca hice nada, pero nada que ver,
nada que ver.
–Si
usted fuera presidente de la República, si usted tuviera algún tipo de poder
político…
–Nada
más tantito –sonríe, y junta su dedo pulgar e índice para hacer el signo de
“poquito”.
–Ya
con lo que usted vivió y está viendo ahora, ¿cómo resolvería esto?
–Con
las armas no se va a llegar a ningún lado. ¿O usted cree que Calderón hizo un
magnífico trabajo en los seis años? Porque sacó a todos los militares a las
calles… Estoy muy decepcionado también.
–Usted
dice: “Yo no estoy participando en una guerra”, pero en la región se ve una
guerra, hay violencia, hay quema de cuerpos. ¿Cómo acabar con esta violencia?
–Pues
necesitan meter la mano.
–¿De
qué manera?
–El
gobierno sabe cómo, tenemos un señor presidente muy inteligente, ¿me entiende?
–dice con una sonrisa que parece irónica.
–¿Y
debería resolverlo?
–¡Claro!
Tenemos a un secretario de Gobernación muy inteligente, también; un secretario
de la Defensa, de la Marina… –y se percibe de nuevo cierto tono irónico.
La
droga, el amor,
la
muerte y otros demonios
–Respecto
de la legalización de la droga, ¿qué piensa usted? –se le pregunta a Caro
Quintero.
–¿Que
van a legalizar?
–Hay
quienes dicen: “Se debe legalizar la mariguana”, hay quienes dicen: “Se debe
legalizar todo”…
–Abran
las puertas, si de por sí… Que abran las puertas, van a ver qué va a pasar
–dice sonriendo–. Que abran las puertas, a ver qué pasa. En su casa, con todo
respeto, en la mía, en la del joven, ahí los niños van a estar fumando
mariguana junto con los papás.
–Usted
piensa que la legalización no es una respuesta…
–No
es un camino. Yo sembraba la mariguana pero nunca la he fumado.
–¿Nunca
se drogó?
–Mariguana,
no. Por ahí otra cosilla, pero poquito. Yo no soy vicioso, y le diría a la
juventud que no use la droga, ¿para qué?
–Y
lo dice alguien que se dedicó a eso…
–Que
se dedicó a eso –subraya–. Pues van a legalizar la mariguana pero van a sacar
otras (drogas) porque hay mucho vicioso.
–¿Piensa
que ésa es una solución para resolver el problema del narcotráfico en el mundo?
–No,
no. ¡Si México no era consumidor! Si la legalizan entonces van a abrir las
puertas, qué bueno que a mí no me gusta.
–¿Cuál
piensa que puede ser la mejor manera de combatir este problema?
–Le
tienen que invertir mucho dinero y mucho trabajo. Pero no a guerras, no con
armas, el gobierno sabe qué le estoy diciendo…
“Vamos
con la educación, yo hice una escuelita ahí en el rancho donde yo nací, ahora
que yo no estuve se fueron todas las familias, quedó casi solo. Hay unos 12, 14
niños. Entonces, si ahora no hay 16 niños en una escuela porque la cerraron ya,
¿qué pasa con esos niños? ¿Van a quedar analfabetos o quieren que se pongan a
sembrar mota y amapola? ¿Qué quieren que se pongan a hacer?
“Entonces
estoy queriendo meter un amparo con un abogado que me haga el favor para que no
me cierren la escuela. ¿De qué se trata? El presidente es lo primero que dice,
que ningún niño se debe quedar sin educación, las palabras son de él. ¿No las
respeta nadie o qué?”
–¿Usted
piensa que nuestro país tiene futuro?
–Sí,
¡y mucho! Es un país de los más ricos, pero no lo hemos aprovechado.
–¿Qué
piensa de la corrupción?
–No,
pues de eso yo no le puedo decir nada, llevo muchos años fuera del ambiente y
fuera de pantalla, como luego dicen.
–¿Rafael
Caro Quintero qué piensa de Dios?
–Pues
que sin Dios no viviéramos nadie. Yo creo mucho en Dios pero respeto a las
personas que no creen en él. Cada quien.
–¿Qué
piensa del amor?
–Pues
que sin amor no se vive, nada más, así de fácil, y la persona que no sienta
amor, ¿entonces qué está haciendo? ¿Está muerto o qué?
–¿Y
qué piensa de la muerte?
–Le
tengo mucho miedo.
Por
otra oportunidad
–¿Por
qué ha decidido dar esta entrevista? –se le inquiere.
–Porque
estoy siendo atacado en los medios. Dicen que estoy en guerra y que estoy
trabajando, y yo no estoy trabajando. Dejé de ser narcotraficante hace 31 años,
jamás lo voy a volver a ser.
–Usted
ha tomado un gran riesgo en estar aquí sentado durante todos estos minutos…
–Sí.
–¿Por
qué decidió tomar ese riesgo?
–Porque
ando desesperado, ando preocupado, están metiendo a mi familia y no estoy de
acuerdo con lo que está pasando. Porque les pido que me dejen en paz. ¡Que yo
no soy narcotraficante ni estoy en guerra, le vuelvo a repetir! El gobierno
sabe que no estoy en guerra.
–Teme
usted por su vida?
–Todos
tememos morirnos, todos, pero el día que nos muramos, que no sea cuando otro
quiera, que sea cuando nos toque. Quiero vivir en paz.
–¿Qué
le dice a la sociedad mexicana?
–Les
pido perdón por haber cometido algunos delitos, que ya los pagué. Le pido que
también me perdone.
–¿Qué
le dice al gobierno de Enrique Peña Nieto?
–Que
todos merecemos una segunda oportunidad, que me ayude, que quiero vivir en paz.
–¿Y
qué le dice al gobierno de Estados Unidos?
–Le
pido perdón a la DEA, al gobierno de Estados Unidos, no fue mi intención
hacerles daño, las cosas no estaban en mis manos. Si algo mal hice, ya lo
pagué, pero todos merecemos una segunda oportunidad.
#
Aquella famosa entrevista en Almoloya…*/JULIO SCHERER GARCÍA
Aquella famosa entrevista en Almoloya…*/JULIO SCHERER GARCÍA
Rafael Caro Quintero es un zombi. Dejó de vivir. Calada la gorra beige hasta las cejas, corre vueltas y vueltas alrededor del patio. No altera el paso, rítmicos los movimientos, perfectos. El cuello permanece inmóvil y el cuerpo carece de expresión. Nada lo detiene, nadie lo interrumpe.
Desde
los centímetros abiertos de una ventana horizontal de vidrios como acero, le
grito:
–¡Rafael!
Sé
que me escucha. Sigue.
De
nuevo.
–¡Rafael!
Sigue.
Otra
vez.
Apenas
se detiene. Me reconoce.
Hace
casi 20 años el país se asomó al escándalo del narco. Fue denunciado “El
Búfalo” como una extensión inmensa sembrada de mariguana. El capataz era Caro
Quintero con dominio sobre 7 mil jornaleros. Las crónicas de la época afirmaron
que se trataba de mano de obra envilecida. Sueldos ínfimos y vigilancia perruna
alrededor de sus barracas.
Los
tráileres con droga circulaban por la carretera al norte como un automóvil en
una vía desierta. Personas importantes estaban detrás del gran negocio. De otra
manera costaría trabajo explicarse la impunidad imperante en aquella región de
Chihuahua.
Se
supo entonces de la vanidad de Caro Quintero. Millonario, apuesto, personaje
inédito que rozó la leyenda, fue tema de corridos. Caro Quintero daba
entrevistas y se gozaba con sus fotografías en los periódicos. Su sonrisa,
anchos y fuertes los dientes, se correspondía con la de un actor.
–¿Qué
piensa del narco, Rafael?
–A
estas alturas no sé ni qué contestarle. Voy para 17 años preso. Es malo por
tanto vicio con la juventud. Creo que ahora está más arraigado con la gente. En
aquel tiempo no éramos viciosos. Yo no le pegaba a nada.
–¿Y
los demás?
–Pues
que yo haya visto, no. En aquel tiempo no era el desmadre que es ahora. No
había esos pleitos de hoy, eso de cártel contra cártel.
–¿Se
pensaba inocente?
–No
le voy a decir que era inocente. Tenía veintitantos años. La necesidad y la
falta de estudios me hicieron meterme. Era y soy muy pobre. A estas alturas ya
está uno acabado. Ahora ya no somos las personas que caímos.
–¿Perdió
todo?
–La
mayoría de mis cosas.
–¿Qué
tenía?
–Unos
ranchos, bastante ganado, todo me decomisaron.
–¿Cuántos
ranchos?
–Seis.
–¿Y
ganado?
–Como
5 mil cabezas. Era muy bueno. Tenía Do Brasil, Angus, Bravo.
–¿Para
quién trabajó?
–Para
nadie.
–¿Trabajó
para Arévalo Gardoqui, secretario de la Defensa? Miles de jornaleros estaban
bajo sus órdenes y había soldados en “El Búfalo”.
–Para
nada. Yo no tengo relación con toda esa gente.
–¿De
qué complicidades se valió para hacer tanto como hizo?
–A
puro valor. A puro valor tonto, porque no era otra cosa. Nada más ir por allí
para ver si pegaba, ¿me entiende?
–No,
no entiendo.
–A
ver si se podía. Pero yo no estaba bien con nadie, con ningún policía.
–¿Y
cómo pasaban los tráilers de un lado para otro?
–En
aquel tiempo no estaba tan duro como hoy. Y sobre cosas así no me gustaría
tocar el tema.
–Cuente.
–No
tengo que contar sobre eso. Yo empezaba.
–¿Y
hubiera seguido?
–No
sé qué habría pasado.
–¿Saldrá
de Almoloya?
–Pues
si Dios quiere. Tengo muchas esperanzas. Tengo que salir. Tengo una familia que
me está esperando. Tengo que ayudarle a mi esposa con mis hijos.
–¿Cuántos?
–Cuatro.
–¿Sólo
cuatro?
–Hay
otros cuatro por fuera.
–¿Reconoció
a los ocho?
–A
la mayoría. Aquí es complicado porque sólo pueden entrar 12 personas. Mi
esposa, mis cuatro hijos, mi mamá, mi suegra y mis cinco hermanas. A mis
hermanas les es difícil venir acá. Las atacan por la prensa, la tele, por todos
lados.
–¿Recuerda
a Julia Sabido? Trabajaba con el doctor Alfonso Quiroz Cuarón y a usted le hizo
el examen psiquiátrico cuando ingresó al Reclusorio Norte.
No
la recuerda.
–Yo
le pedí que me mostrara el estudio psiquiátrico que hizo sobre usted. Me
respondió que no. Era confidencial. Le pedí entonces que me dijera cómo es Caro
Quintero.
–Muy
bronco, le debió haber dicho.
–Es
un hombre muy sensual. Yo le diría que es un sexo que camina, duerme, sueña,
platica. ¿Es usted así?
–Pues
no le sé decir.
–Pues
dígame.
–Pues
yo no sé de esa palabra.
u
u u
Vuelve
al pasado.
“En
el Reclusorio Norte se nos dio la oportunidad de arreglar una ‘íntima’. En el
dormitorio donde estábamos metimos una sala y acondicionamos nuestro espacio.
Hacíamos talacha diaria y el piso relumbraba. Los muchachos y yo lavábamos con
jabón, con pino. Teníamos refri y tele. El módulo era precioso.”
–¿Tenían
botellas?
–No,
pero nosotros preparábamos la comida. Teníamos cocina.
–¿Invitaban
a las muchachas?
–Venían
algunas novias. Y una vez, cuando se casó uno de los muchachos, tuvimos música
que él llevó.
–¿Cuánto
le dieron al director para que permitiera la música?
–Era
una boda. El novio hizo los preparativos y habló con el director. Le dieron el
permiso. La música duró cinco o seis horas.
–Tenían
la cocina, la íntima, su propia celda. ¿Qué más tenían?
–La
íntima se compartía entre los seis que éramos. Un día cada quien. Un dormitorio
lo dividimos en dos partes. En una estaba mi compadre Fonseca y su gente y la
otra me tenía a mí con mi gente.
–Me
dijo que Fonseca está muy jodido.
–Así
estamos todos. Yo ando mal de la próstata, traigo una colitis que no me la
pueden quitar por los nervios.
“Ésta
es una cárcel que se hizo como un filtro. Una cárcel de pasada. Nos iban a
tener un tiempo y conforme fuéramos evolucionando nos iban a mandar a nuestro
lugar de origen o de donde viniéramos. Cuando llegamos nos aseguraron que
nuestra estancia sería por seis meses. Yo en tres días tengo nueve años aquí.
Ya no aguanto. Aquí no pueden venir mis sobrinos ni un amigo, nadie fuera de la
lista. Para incluir a uno nuevo hay que borrar un nombre de los originales.
“Mi
madre anda cerca de los 70 años, cansada de estar viniendo. Ésta es una cárcel
muy dura que te afecta mentalmente, te afecta la vista, los órganos, poco a
poco. Los medicamentos salen más caros que la comida. Padezco también de la
vista y tengo una hernia. Cuando llegué me dieron medicamentos controlados. No
los quería tomar. Nunca había tomado pastillas. ¿Cómo se llaman? Psicotrópicos
¿no?
“Los
psicotrópicos me dejaron una depresión que olvídese, una tristeza que no se la
deseo a nadie. Se pone uno totalmente triste, sin ánimos, no quiere ver a
nadie, sin ganas de nada.”
–¿Ni
de la esposa y los hijos?
–De
nada. Cuatro años estuve corriendo diario, diario. Hacía otros ejercicios.
Jugaba mucho volibol. Dije: ya nos van a cambiar, ya mero, espérate, tranquilo.
Y nada. Me puse a correr otra vez. El mes que entra tengo otros tres años
corriendo diariamente.
u
u u
–Me
dicen los choferes, allá afuera, que su señora es muy guapa.
De
pronto, Caro Quintero me desconcierta. Algo le da vueltas en la cabeza, se fue
lejos.
–¿Cómo
me dijo que se llamaba?
–¿Quién?
–Julia,
Julia qué.
–Julia
Sabido.
–¿Qué
le dijo? A ver ¿cómo? Me levantó el ánimo con eso.
–Julia,
usted le hizo el examen psiquiátrico a Caro Quintero. Por qué no me lo muestra.
Fue imposible. El estudio era confidencial. Bueno, Julia, ¿cómo es Caro
Quintero? No me dijo es un sexo. Me dijo: es una verga que camina, corre,
sueña, se alimenta, vive. Así más o menos. ¿De qué se ríe?
–De
eso que me está contando.
–¿Así
era usted?
–Yo
creo que sigo siendo igual.
–¿Igual,
igual?
–No
me gusta el pelo blanco.
–No
le queda mal. Es usted cobrizo, de una piel brillante.
–Desde
muy joven soy canoso. Decían los periódicos que me pintaba rayos. (También
decían que pagaba a un masajista en el reclusorio para que le limpiara la cara
de barros y espinillas).
–¿Cómo
era usted cuando era bronco?
–Era
rebelde. Se me hacía muy difícil acatar órdenes, hasta de mis padres. Me
cuereaban mucho de chiquito. Yo soy de una sierra. No entraban los carros, era
un barranco donde vivíamos. Cuando oíamos el ruido de las bestias o de los
perros era que iba a llegar gente. Mis hermanos y yo corríamos al monte.
–¿Por
qué?
–Le
teníamos miedo a la gente. Es mala comparación, pero éramos como animales
salvajes. l
*Extractos
de la entrevista a Rafael Caro Quintero, del libro Máxima seguridad. Almoloya y
Puente Grande (Aguilar/Nuevo Siglo, 2001), publicados en este semanario
(Proceso 1305).
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