Otra
de encuestas/Jesús
Silva-Herzog Márquez
Reforma, 15
Ago. 2016
Mucho
agradezco los comentarios que Alejandro Moreno hizo en El Financiero a mi
artículo reciente sobre las encuestas. Puede leerse aquí: http://bitly.com/2aRFE7z,
Si alguien sabe sobre el asunto es él. Sus precisiones y correcciones ayudan a
tener esa conversación sobre las encuestas que proponía en mi nota del lunes
pasado.
Tiene
razón, en primer lugar, al advertir que las encuestas no solamente deben estar
bien hechas, deben leerse bien. Eso no es responsabilidad o, por lo menos no es
responsabilidad exclusiva, de quienes las hacen, sino de quienes las difunden,
quienes las interpretan y comentan en los espacios públicos. Responsabilidad de
medios, políticos, comentaristas, ciudadanos. Tenemos mucho que aprender.
Leemos las encuestas como predicciones, nos concentramos en aquella que se sale
de la regla, las leemos como propaganda. Hoy lo vemos con la encuesta reciente
de preferencias hacia el 2018 que ha publicado Reforma: si la encuesta me es
favorable es demostración ine-quívoca de mi respaldo; si me muestra a la baja
prueba la deshonestidad de quienes la hacen y quienes la publican. Sobre las
encuestas caen las miserias de nuestra discusión pública: las discrepancias se
convierten muy pronto en reprobaciones morales; las malas noticias son siempre
tretas de los conspiradores.
Aludiendo
estudios que sinceramente desconozco, Alejandro Moreno sugiere que las
encuestas son electoralmente irrelevantes. La gente no decide votar ni vota de
cierta manera porque la última encuesta los empujó a la casilla. No es la
encuesta lo que dirige al lápiz sobre la boleta. Su efecto en la orientación
del voto termina siendo trivial, en la medida en que los electores orientan su
voto por afinidades de partido y no por cálculos de utilidad. Pregunta si las
encuestas influirían en la decisión de un grupo importante de republicanos de
votar por Hillary Clinton en noviembre próximo. No tengo un estudio académico
para respaldar mi afirmación y me atrevo a esgrimir solamente el sentido común.
Quienes se identifican con un partido necesitan una justificación de peso para
votar por el partido al que han combatido habitualmente. A un republicano, aun
al que aborrezca a Trump y lo considere el mal mayor, debe costarle mucho
trabajo votar por el Partido Demócrata. ¿Puede pensarse que le sea irrelevante
la radiografía que le presenten los encuestadores antes del día de votar? Yo
supondría que no... Si Hillary Clinton llega a la elección con una ventaja
gigantesca, aquel republicano que aborrece a Trump bien puede ahorrarse el
fastidio de votar por Clinton. Pero si el peligro de Trump es real, el votante
conservador podría tragarse el sapo para tratar de impedir la victoria del
abominable millonario. Me resulta difícil aceptar esa noción de que las
encuestas son, al final del día, información electoralmente insignificante.
Acepto
que no debe inventarse una época de oro de las encuestas mexicanas. Seguramente
es cierto: nuestras encuestas no eran tan precisas antes ni son tan imprecisas
hoy. Pero, creo que vale la pena insistir en una percepción: las encuestas
están en crisis. No lo digo viendo solamente a nuestro país, lo advierto
leyendo lo que sucede en otras partes. Hace un año Cliff Zukin, presidente de
la Asociación Americana de Investigación en Opinión Pública, preguntaba en el
New York Times: ¿Qué pasa con las encuestas? Hacía el recuento de sus
"desastres espectaculares". Los culpables eran los celulares y la
indisposición de los encuestados a responder a los encuestadores. ¿Seremos
todavía confiables?, se preguntaba el encuestador con franqueza. La crisis es
seria, reconocía: se han roto los viejos paradigmas y no tenemos sustituto.
Hacer buenas encuestas será cada vez más difícil y, sobre todo, más caro. Su
conclusión no se quedaba en las nubes: "Las encuestas y los encuestadores
serán menos confiables". El mismo Nate Silver, a quien alguien llamó el
verdadero ganador de la elección norteamericana del 2012, por haber anticipado
correctamente el resultado de todos los estados del Colegio Electoral,
reconoció tras la reelección de David Cameron que el mundo tenía un problema
con las encuestas.
En
países como el nuestro donde la desconfianza reina, esa crisis no es una buena
noticia.
http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/
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