3 sept 2017

El demente y sus fieles/Isabel Turrent


 El demente y sus fieles/Isabel Turrent
Reforma, 03 Sep. 2017
"...era un tipo extraño, pero de esos que encontramos con frecuencia. Precisamente el tipo de hombre que no sólo no vale nada y es depravado, sino que tiene también una cabeza confusa y hueca". Fyodor Dostoievsky. Los Hermanos Karamazov
 Al gobierno de Peña Nieto le tocó una de las peores pesadillas de política exterior imaginables: lidiar con Donald Trump. Ha dado tumbos buscando el mejor medio para fortalecer la posición de México frente a un gobernante impredecible. Una generosa oferta de ayuda frente a los estragos del huracán Harvey en Texas incluida.
Ha sido inútil. En días pasados, después de visitar las zonas texanas más alejadas de la destrucción que paralizó a Houston y sin ver a un solo damnificado, volvió a atacar a nuestro país. En una reunión en Missouri amenazó de nuevo con abandonar las negociaciones del TLC. Días después, y para lograr un acuerdo favorable para Estados Unidos, tomó de rehenes a los Dreamers. Anunció que daría a conocer la decisión de abrogar o no la orden ejecutiva de Obama que protege de la deportación a casi un millón de jóvenes que llegaron al país en la infancia, el martes 5. Precisamente el día en que terminará la segunda ronda de las negociaciones del TLC.
Al parecer, el único camino para elaborar una estrategia coherente frente a Trump es entender qué es y por cuánto tiempo estará en la Casa Blanca.

Los rumores y la prensa aplican a Trump eufemismos que rozan apenas su estabilidad mental: incompetente o impreparado. Muchos psiquiatras estadounidenses han guardado silencio porque la llamada regla Goldwater, que nació de una demanda en los años sesenta, les prohíbe dar opiniones profesionales sobre figuras públicas sin un examen personal.
Los que se han atrevido a opinar, más psiquiatras mexicanos que no tienen esas reservas, han llegado a la misma conclusión. Su diagnóstico es devastador.
México enfrenta a un villano sacado de las páginas de Dostoievsky. Trump padece una combinación de narcisismo maligno (un ego frágil con una idea grandiosa de sí mismo, incapaz de la empatía, pero sí de hacer cualquier cosa para alimentar la pleitesía de otros, que ataca y humilla, es intolerante a la crítica, inestable, impulsivo y agresivo); hipomanía (verborragia, insomnio y déficit de atención); y paranoia (que imagina enemigos externos y los culpa de todos sus males).
Como presidente de Estados Unidos, Trump tiene un inmenso poder para desplegar su locura, llevarla a la práctica y alimentar un carisma populista cultivado por años de experiencia en los medios.
Ha construido un puente para compartir (dada su profunda ignorancia), o explotar (dada la irracionalidad de su electorado), la larga lista de los añejos prejuicios de los votantes que lo siguen. Una visión pesimista del presente y el futuro, sin amarres en la realidad, y una fe irracional en remedios que nunca han resuelto nada: el proteccionismo a ultranza (con todo y subsidios y aranceles), un fanatismo religioso excluyente y un racismo xenófobo que se pierde en la historia. Los mexicanos -inmigrantes o no, indocumentados o no- hemos sido los villanos "explotadores" desde el inicio de la campaña de Trump.
Muchos estadounidenses han comprado sus patrañas. Aunque la popularidad de Trump ha bajado, la base dura de votantes que lo llevó al poder sigue apoyándolo. 41% de norteamericanos aprueban su gobierno; 61 de ese 41% está dispuesto a apoyarlo haga lo que haga; uno de cada nueve opina que Trump hizo bien en defender a los neonazis y, para nuestra desgracia, a pesar de que solo un tercio de votantes aprueba la loca idea de construir un muro en la frontera, la mayoría de la base de Trump la apoya. Y, por supuesto, 45% cree a pie juntillas que los blancos son el grupo más discriminado en ese país.
Esos votantes inamovibles son el principal obstáculo a un juicio político que Trump se ha ganado a pulso: muchos de los legisladores republicanos que deberían haberlo iniciado dependen de esos electores para conservar su puesto.
Además de emprender una amplia labor de cabildeo y una campaña en los medios estadounidenses que subraye los beneficios de la relación con México, el gobierno tendrá que contratar nuevos asesores: psiquiatras especialistas en narcisistas malignos y paranoides. Tenemos Trump para rato

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