Revista Proceso # 2144, 3 de diciembre de 2017..
Estirpe panista, sello priista, ideología itamita/ÁLVARO DELGADO
Si se revisa la trayectoria de José Antonio Meade queda claro que el virtual candidato del PRI a la Presidencia de la República se ha valido de sus raíces protopanistas y de las relaciones establecidas, por ejemplo, en su alma mater, el ITAM, para escalar en la administración pública, al margen del partido que detente el poder. Al contrario de la imagen idolátrica que el aparato de Estado priista se empeña en construirle, no todo en Meade es acierto, gestión impoluta… Es más: su cara oculta muestra antecedentes que inquietan…
La biografía familiar, estudiantil, política y administrativa de José Antonio Meade Kuribreña tiene el sello del PRI, del que es aspirante presidencial, pero se sirvió de su remota estirpe panista y su perfil católico para trepar en la élite burocrática con Vicente Fox y sobre todo con Felipe Calderón.
En efecto, Daniel Kuri Breña Gordoa, tío abuelo de Meade, fue en 1939 uno de los fundadores del PAN. “Fue de los hombres más cercanos a Manuel Gómez Morin, quien lo envió a convencer a Efraín González Luna”, detalla Teresa Gómez Mont, historiadora de larga militancia e integrante de la Comisión de Doctrina de ese partido.
–¿Meade se ha desempeñado acorde con la historia y principios del PAN? –se le pregunta.
–No, Meade es un tecnócrata. Y los tecnócratas están por encima de todos los partidos políticos. Los ven para abajo.
Kuri Breña Gordoa fue también presidente de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), de 1936 a 1938, la que dos años después encabezó Luis Calderón Vega, padre de Felipe. El primero murió en 1989 siendo panista –cuando Meade tenía 20 años–, y el segundo renunció a su militancia en 1981, justo cuando su hijo la iniciaba.
“Daniel Kuri Breña fue el III presidente de la UNEC, elegido, como los anteriores, por aclamación, en el III Congreso Nacional celebrado en septiembre de 1936, con un lema central que reflejaba ciertas inquietudes del momento: ‘El Estado y el Derecho de Rebelión’”, escribe Calderón Vega en el libro Cuba 88, título que alude a la dirección de la sede de ese organismo semillero del PAN.
Integrante de la Fundación UNAM –que preside el priista Dionisio Meade García de León, padre de José Antonio–, Gómez Mont conoce de muchos años a esta familia y le atribuye rasgos asociados al panismo, como su fervor católico, pero es distante del PAN. “José Antonio se pudo acercar hace muchísimo tiempo y no lo hizo”.
–¿Meade tiene algo de panista?
–De plano, no tiene nada.
Kuri Breña Gordoa fue el primer rector del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), principal semillero de tecnócratas y que por primera vez en su historia de 71 años podría tener un presidente de la República surgido de sus aulas.
El ITAM –propiedad del magnate Alberto Bailleres González, el tercer hombre más rico de México– acoge el archivo de Gómez Morin y se ha convertido en una especie de suprapartido político formador de los cuadros que desde hace 35 años han aplicado en México el paradigma neoliberal.
El mejor amigo de Meade es Ernesto Cordero, el primer secretario de Hacienda del PAN que le heredó el cargo en el sexenio de Calderón, y el principal impulsor de su carrera política es Luis Videgaray, el priista que le legó la misma cartera en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Los tres, compañeros y egresados del ITAM.
Por su pertenencia al ITAM y su fidelidad al dogma neoliberal, Meade encarna lo que podría definirse como el “PRIAN itamita”.
Pero Meade es también amigo de Fernando Manzanilla, secretario de Gobierno de Puebla en los dos primeros años de administración del panista Rafael Moreno Valle, su cuñado; también es amigo de Mario di Costanzo Armenta, secretario de Hacienda del “gobierno legítimo” de Andrés Manuel López Obrador.
Manzanilla, quien ahora busca ser senador por Morena, fue compañero de Videgaray en el ITAM, y Di Costanzo, también egresado de esa institución, fue nombrado por el actual canciller director de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros y ya fue cooptado por Meade.
Calderón-Meade-Fobaproa
El grupo político que rodea a Meade se articuló en el gobierno hace casi dos décadas cuando, el 12 de diciembre de 1998, Calderón –entonces presidente del PAN– avaló convertir en deuda pública los saqueos de banqueros, empresarios y políticos rescatados por el Fobaproa, a través del Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB) que creó como diputado federal del PRI Dionisio Meade, padre del candidato priista.
En esa fecha, Meade Kuribreña era director general de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro en el gobierno de Ernesto Zedillo, quien en agosto de 1999 lo designó secretario ejecutivo del IPAB.
En el sexenio de Fox, Meade se hizo cargo de Financiera Rural y su padre fue subsecretario de Gobernación con Carlos Abascal Carranza, unidos los cuatro por su catolicismo. Pero fue con Calderón que el actual candidato presidencial del PRI ascendió velozmente.
Aunque se inició como coordinador de asesores de Agustín Carstens, secretario de Hacienda y patriarca de los itamitas, pronto ascendió a subsecretario y luego titular de esa cartera, gracias a su amigo Cordero.
Carstens no sólo hizo a Meade su pupilo, sino que recientemente, antes de dejar de ser gobernador del Banco de México, se convirtió en benefactor de su padre: el 1 de noviembre, según información interna, avaló su jubilación con una pensión superior a 100 mil pesos mensuales.
La fascinación que por Meade siente Calderón, quien cursó la maestría en el ITAM, lo ha hecho unirse, en los hechos, a su proyecto de ser presidente de México, pese a que su mujer, Margarita Zavala, junta firmas para aspirar al mismo cargo, luego de renunciar al PAN, dirigido por el también presidenciable Ricardo Anaya.
“Calderón está tan resentido que, con tal de que no gane Anaya o quien quiera que sea el candidato del PAN, es capaz de ayudar al PRI”, acusa Teresa Gómez Mont, quien evoca las declaraciones de los senadores panistas que ya trabajan para Meade, entre ellos Cordero y el expriista Javier Lozano.
“Esos ya no tienen futuro en el PAN. Si quieren seguir en la política tienen que darle las gracias a Meade, en caso de que gane, y de eso no hay nada seguro”, dice la panista sobre las críticas de estos senadores a Anaya. “Lo que les preocupa es su carrera personal, no los principios panistas”.
–¿Cree que, por su perfil cercano al PAN, Meade atraiga votantes panistas?
–No. Los panistas de hueso colorado no se van a ir con Meade. Los panistas de hueso colorado están, de entrada, en contra del PRI, que es lo más rechazado en este país, y más en este sexenio.
En 2012, explica, ante la caída de Josefina Vázquez Mota y por el temor a López Obrador, muchos panistas votaron por Peña Nieto. “Se dieron cuenta de que la regaron. Fueron con mucho entusiasmo a votar por él porque creían que sí sabía hacerlo; pero ya nos dimos cuenta de que lo que sí saben hacer (los priistas) es robar. Son corruptos de primera”.
Fernando Gómez Mont, hermano de Teresa, fue secretario de Gobernación de Calderón, cuando, en 2009, fue testigo de un pacto secreto entre los presidentes del PAN, César Nava, y del PRI, Beatriz Paredes, para que el primero no se aliara con el PRD en el Estado de México en las elecciones de 2011.
El otro testigo fue Luis Miranda Nava, secretario de Gobierno en el mandato mexiquense de Peña Nieto, quien tenía como secretario de Finanzas y principal asesor a Luis Videgaray, artífice a su vez de un pacto previo con Calderón, en 2006, cuando se apoyó con 250 mil votos priistas para evitar el triunfo de López Obrador.
¡Complicidades PRIAN
En este esquema de complicidades han estado involucrados personajes clave del entorno de Meade, que vienen desde que eran estudiantes del ITAM, todos más bien proclives al PRI, como Meade y Videgaray.
Este grupo de amigos lo integraban, además, dos personajes que fueron consejeros del IFE en la controvertida elección de 2006: Luis Carlos Ugalde, quien fue presidente de ese instituto con el impulso de Elba Esther Gordillo y Calderón; y Virgilio Andrade, quien este sexenio fue secretario de la Función Pública y exoneró a Peña Nieto en el caso de la Casa Blanca de Las Lomas y a Videgaray por su mansión en Malinalco.
Pero del mismo grupo es Cordero, quien sólo se afilió al PAN el 15 de agosto de 2007, luego de que Calderón llegó a la Presidencia; lo mismo Roberto Gil Zuarth (afiliado el 3 de julio de 2008) y Javier Lozano –aunque éste, egresado de la Escuela Libre de Derecho–, afiliado el 19 de mayo de 2007.
Otro itamita del grupo de Meade, Cordero y Videgaray, es Fausto Barajas Cummings, afiliado al PAN el 29 de junio de 2008, subsecretario de Comunicaciones y Transportes de Calderón y quien ahora encabeza la Fundación Desarrollo Humano Sustentable de éste y es coordinador de la campaña de Margarita Zavala.
De hecho, ya con Meade trabajan otros prominentes allegados a Calderón. Uno de ellos es Francisco Javier Conejo Cejudo, millonario empresario y financiero de Jalisco que fue coordinador de la precampaña presidencial de Cordero, en 2012, y que fue derrotado por Vázquez Mota.
En el rancho de Conejo en Jalisco ocurrió en 2004 el “destape” de Calderón; el empresario fue uno de los primeros recaudadores financieros en su campaña en 2006, cuando creó Coincidir Sociedad Financiera Popular, beneficiada desde entonces por Meade con cientos de millones de pesos de recursos públicos con manejos fraudulentos que han quedado impunes.
Y del lado del PRI pertenecen al grupo de Meade desde el ITAM los actuales senadores José Yunes y Roberto Albores Gleason, este último el principal organizador para que en 2015 el Senado entregara la Medalla Belisario Domínguez a Bailleres González, en una elección fraudulenta.
En la sesión presidida por Gil Zuarth, también itamita, por primera vez desde que el Senado creó la presea, hace seis décadas, se rompió la unanimidad y sólo el voto de un perredista evitó el rechazo al multimillonario; la ceremonia de la entrega fue desairada por la mitad de los legisladores.
Pero sucedió algo peor: se maquinó un fraude para alterar la votación y aumentar el número de senadores que se pronunciaron por honrar al empresario: los 65 votos computados –una raquítica mayoría de la mitad más uno– se convirtieron en 72. Siete sufragios de senadores aparecieron repentinamente en la versión estenográfica y en la votación oficial.
Ante las críticas, el senador panista Javier Lozano alegó que el magnate es un gran filántropo. “Dicho lo anterior, vayan mucho al carajo los que repudian la entrega de la Medalla Belisario Domínguez a Alberto Bailleres” (Proceso 2037).
Un año después, el ITAM de Bailleres correspondió a la Belisario Domínguez con un reconocimiento a Calderón por su contribución “al desarrollo de una sociedad más libre, más justa y más próspera”; el premio se lo entregó Peña Nieto.
Nunca en los 70 años de ese instituto había asistido un presidente de la República en funciones a entregar un reconocimiento como el que, ese 1 de noviembre, dio en mano a Calderón por ser “un modelo a seguir” para la comunidad del ITAM, cuya Asociación de Exalumnos es presidida por Lorenzo Meade Kuribreña, hermano de José Antonio, galardonado también esa noche del Día de Muertos…
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"A ver cómo reacciona" la sociedad/JOSÉ GIL OLMOS
Enrique Peña Nieto le allanó el camino a José Antonio Meade –aun antes de que empezara la contienda interna para elegir representante del PRI de cara a 2018– al hablar de un “primer candidato presidencial ciudadano” en la historia del priismo.
Tres días antes de que se diera a conocer la renuncia de Meade a la Secretaría de Hacienda para anunciar su aspiración a la candidatura del PRI, el presidente llamó a una reunión en Los Pinos a la exgobernadora yucateca Ivonne Ortega, la única que había anunciado desde hacía tiempo que pelearía dicha representación.
Una semana después Ortega declinó inscribirse en el proceso interno y se reunió con Meade para manifestarle su apoyo, “basada en mi lealtad y mi amor al partido” y, sobre todo, dijo, “por respeto a los principios priistas y empoderar a los militantes y a los ciudadanos”.
El camino de Meade fue planchado por Peña Nieto con otras acciones, como la reunión privada con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, donde le anunció que no sería el elegido. Fue el propio exgobernador de Hidalgo quien comentó esto a sus colaboradores más cercanos el 25 de noviembre.
Aunque Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones dijeron que no había ninguna operación “cicatriz”, el 29 de noviembre Meade y Osorio Chong comieron en un restaurante de la Ciudad de México, bajo la mirada de reporteros y fotógrafos que fueron avisados para registrar el encuentro. Lo mismo ocurrió al día siguiente, en otro restaurante, con Meade y el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, quien también había expresado su deseo por la candidatura.
Entrevistado por los medios el 30 de noviembre, luego de reunirse con los comités directivos estatales, Meade evitó hablar de asperezas dentro del PRI. “Nos estamos reuniendo como siempre. Tenemos muchos años trabajando juntos y todos los que participamos nos conocemos, nos queremos; les tengo a todos y cada uno de ellos mi agradecimiento, admiración, y estoy seguro de que su experiencia seguirá siendo valiosa para el país”, sostuvo.
Y en cuatro días el exsecretario de Hacienda reunió las firmas de apoyo de todos los sectores, la estructura territorial y la totalidad de los comités estatales para ser ungido candidato por la Comisión Política Permanente.
Pero como candidato en solitario, sin competencia interna, Meade no podría hacer uso de los recursos públicos ni de tiempo en los medios para difundir su precampaña. Así que en el PRI idearon una estrategia para utilizar los tiempos y recursos del partido para divulgar las reuniones de su candidato con la militancia en su gira nacional de proselitismo.
La popularidad de Meade está por debajo de las de otros aspirantes, como Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador. La estrategia del PRI es difundir su imagen destacando valores familiares, su preparación académica y su paso por las secretarías de Desarrollo Social, Relaciones Exteriores, Energía y Hacienda en los gobiernos de Felipe Calderón y de Peña Nieto. Pero sobre todo, que no es totalmente priista y no tiene manchas de corrupción, como los 22 gobernadores y funcionarios tricolores acusados de desvío de recursos y vínculos con el crimen organizado.
Desventajas y ventajas
José Antonio Meade enfrenta algunos problemas graves.
El primero es la marca del partido que lo cobija, ya que ninguno como el PRI tiene más puntos negativos, según distintos estudios, como el de Mitofsky, que registra que la mitad de la población lo rechaza.
Otro es la imagen negativa de Enrique Peña Nieto, cuya popularidad entre la sociedad está por debajo de 30% por temas que se perfilan como definitorios en las campañas: la inseguridad, la corrupción y la impunidad.
El gobierno de Peña Nieto es severamente criticado por el fracaso de sus políticas contra la delincuencia organizada y la creciente espiral de violencia. El año 2017 ha sido especialmente grave para México: octubre se convirtió en el mes con más homicidios de las últimas dos décadas, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Un problema más es la pobreza. El “Panorama Social 2014”, de la Cepal, señala que al comenzar el gobierno de Peña Nieto, la pobreza en México era de 37.1%; dos años después había aumentado a 42% en tanto que la indigencia también creció en 2.1 puntos en ese lapso y llegó a 16.3% en 2014.
Dulce María Sauri Riancho, expresidenta nacional del PRI, señala en entrevista que la desventaja fundamental de Meade es ser candidato del partido en el gobierno en un escenario nacional e internacional sumamente complejo, donde se han tenido que tomar medidas muy difíciles. La otra desventaja son las acusaciones de corrupción.
En cuanto a las ventajas destaca que el proceso interno de renovación partidista se dio en unidad, luego de escuchar las voces discordantes, para debatir y tomar una decisión de acuerdo con la mayoría. Llega también con la ventaja de haber sabido negociar internamente con las distintas fuerzas, expresiones y personas que habían manifestado el deseo de participar en la contienda hacia la Presidencia.
–¿No existe también el reto del enojo social? –se le pregunta.
–Claro que sí. Está en ese cajón de desventajas. Y la combinación de los factores que anoté generan enojo social.
¡Sauri considera que para resolver temores, resistencias y descalificaciones tiene que haber hechos contundentes de solución. Y si Meade es el candidato ciudadano que el PRI ofrece a la ciudadanía, ir paso a paso, tratando de remontar esas desventajas.
–¿Es un candidato ciudadano?
–Absolutamente. No tiene partido político y yo diría que es una decisión que el PRI le entrega a la sociedad mexicana para ver cómo reacciona.
Sauri considera que con la elección de Meade, el PRI hace un esfuerzo y genera condiciones para que un ciudadano sin partido sea su candidato, “porque Meade ha colaborado en el PAN y en el PRI, y no hay nadie que diga que perteneció a las juventudes de alguno de los dos partidos”.
Explica que en la historia del PRI no había habido un candidato ciudadano porque las condiciones del país y las exigencias de la sociedad y de los propios procesos democráticos no lo habían exigido.
–Usted tiene la experiencia de la elección de 2000 y presenció como militante la elección de 2006, en las que perdió el PRI. ¿Cuáles son los errores que cometió entonces y que no debe repetir?
–Creo que el más importante es la división interna. De eso se ha hablado mucho entre los militantes, simpatizantes y analistas. La división nos costó mucho. En la elección de 2000 hubo otras circunstancias también, pero en 2006 definitivamente fue por una división interna combinada con la persistencia de construir una candidatura desde la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional.
–En este caso, ¿qué ventajas tiene José Antonio Meade?
–Tiene la de ser una persona que sabe sumar, no tiene verdades absolutas en ningún tema, sabe escuchar y sabe hacer equipo. Este país no puede darse el lujo de que una sola persona crea que puede resolver todos los problemas. Es cuestión de formar equipos para ayudar a tomar buenas decisiones, aunque finalmente sea el Ejecutivo el responsable de tomarlas. l
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