28 nov 2022

Excelente TOLVANERA Roberto Zamarripa

 Tumulto somos

TOLVANERA / Roberto Zamarripa

en REFORMA, 28 de noviembre de 2022


Tumulto somos y en el gobierno andamos. La megamanifestación de ayer domingo es un punto de inflexión en el país. Ni minimizar, ni caricaturizar. Tampoco es tiempo de fanfarrias.

Una multitudinaria y desordenada manifestación que apoya como si resistiera y que celebra como si fuese víctima, como si sufriera.

¿Puede compararse esta manifestación con las otras grandes movilizaciones que entonces fueron opositoras y rebeldes, cuestionadoras y exigentes, retadoras y determinantes? No desde el punto de vista de los recursos. Nunca como ahora ese movimiento (ahora gobierno) tuvo a la mano tanto dinero para disponer de camiones, del tránsito libre en carreteras, de viáticos y alimentos de manifestantes, de cierre de calles, de transmisión encadenada en televisoras oficiales y concesionadas. Del uso de vehículos oficiales (hasta el Metrobús), de facilidades con empresas privadas, de pagar pasajes de manifestantes en corridas completas de autobuses en las centrales camioneras, de boletos de avión para dirigentes y legisladores.

Nadie duda de lo evidente. Es la mayor manifestación que acaso puede superar los desfiles del Primero de Mayo en los mejores tiempos del poder del partido cuasiúnico del siglo pasado. Es una manifestación con una mayoría de marchistas convencidos, emocionados, comprometidos, acompañado de una cuota de participantes coaccionados (de cuándo acá, por ejemplo, el SNTE se volvió un sindicato libre e independiente), de trabajadores de gobierno palomeados (si apoyo al populista que me apunten en la lista), de comerciantes que caminan bajo presión.

Pero la movilización de Estado, no puede negarse, tiene un ingrediente sólido, activo, férreo, de fieles movilizados alrededor de una causa más allá de su pensión o de su bono legal. Hay devoción y afecto. Causa y efecto. Entonces, para qué tanto pullman estando el suelo tan parejo. Si no hay convicción, traeremos el camión.

De ahí que con esa cauda la defensa del acarreo ahora resulta sorprendente. No son acarreados, son apoyados, es lo que dicen quienes antaño cuestionaron el uso de los recursos públicos para aceitar la aplastante maquinaria del priismo. Ahora es el aventón desde el camión de la conciencia. Difícil congeniar el humanismo con la cosificación del asistente.

La marcha es un punto de inflexión. Dentro de Morena, zarandeado en sus disputas por la sucesión presidencial, y hacia el país. Para los morenistas es una advertencia, un trazo inequívoco de horizonte, de meta. No habrá líder que supere esa marca de la megamovilización y que además la aguante sin valla, entre empujones, sin guaruras. Pero es, sobre todo, el mensaje del legado más allá del término de "humanismo mexicano". Lo presumible es la descomunal transferencia de recursos para los apoyos sociales a diversos sectores que crecerán progresivamente hacia fin del sexenio.

No hay una autocrítica de los faltantes, de las carencias, de las deficiencias o las fallas. Una política de seguridad que se la comen los balazos, los desfondes en las instituciones de salud y la atención de las enfermedades mexicanas, por nombrar dos agobios nacionales.

Pero frente al país, a la ciudadanía y sobre todo frente a los antagonistas políticos del gobierno es el desplante: la movilización es el mensaje. No habrá límite en esta batalla declarada.

El pretexto era el INE. Pero efectivamente, el INE no se toca. No se tocó en ninguna referencia en el discurso presidencial de ayer. Y lo que presuntamente detonó la movilización de ayer fue la marcha el 13 de noviembre en defensa del instituto electoral a la que concurrieron centenas de miles de ciudadanos, muchos de ellos francos opositores al gobierno y otros tantos meros defensores de instituciones y reglas que consideran vigentes, necesarias e intocables.

Fue, la de ayer, al final de todo, una marcha de la alineación. Los que decidieron alinearse no solo en la caravana o en la presencia. Desde gobernadores y legisladores hasta empresarios. Los potentados que no marcharon pero que tuvieron reservado un lugar privilegiado en el Zócalo para, muy sonrientes, saludar y aplaudir al Presidente. Ellos no fueron en camión pero igual pasaron lista. Antes le llamaban abyección.

¿Ahora cómo le dicen?

La marcha va.

robertozamarripa2017@gmail.com

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