Nueva noche de bombas y
misiles en la Franja de Gaza.
La 'operación Pilar Defensivo' aumenta de intensidad y los ataques en
la zona se suceden. La Marina israelí ha entrado en acción atacando diversas
posiciones de las costa de Gaza y son ya 49 las personas que han muerto en
distintos puntos de la geografía palestina desde el inicio de los ataques.
Ashraf Al Qedra, portavoz del
Ministerio de Sanidad de Hamás en Gaza, señaló a los periodistas que un niño de
tres años llamado Tamer Abu Isefan y su hermana Yumana Isefan, de un año,
resultaron muertos en un ataque israelí en el norte de Gaza,
"La Marina ha atacado
objetivos de Hamás en el centro y norte de Gaza", confirmó un portavoz
militar israelí, que dijo "haber hecho blanco" y añadió que los
ataques en la zona son continuos.
La guerra anunciada/ SAMI NAÏR
El País, 16 NOV 2012
La “cohabitación” armada y
sangrienta entre palestinos e israelíes se está convirtiendo en un destino
implacable
De nuevo, los pueblos
palestino e israelí se convierten en rehenes y víctimas de la política
desastrosa de sus dirigentes. Más muertos, heridos, tragedias humanas. ¿Por qué
esta vez? Varias son las razones: por parte de Israel, la preparación de las
elecciones legislativas que el jefe de Gobierno, Benjamin Netanyahu, quiere
ganar en detrimento de la “extrema” derecha que forma parte de su coalición
gubernamental. En este caso, nada mejor que un enfrentamiento con los palestinos
para demostrar que es él quien puede “defender” mejor a los israelíes. Para
ello, asesina al jefe militar de Hamás, lo que provoca la reacción inmediata de
este movimiento con disparos de cohetes sobre Israel.
Los israelíes también han anunciado claramente su
intención de torpedear a la Autoridad Palestina, si ésta continua buscando la
proclamación del Estado palestino en la Asamblea General de la ONU. El 24 de octubre, el ministro de Asuntos Exteriores
de Israel, Avigdor Lieberman, político ultraderechista, afirmó en una charla
con la representante de la Unión Europea, Catherine Ashton, que, en el caso de
que la demanda palestina prosperase, no quedaría más remedio que “derribar” a
Abbas y destrozar la Autoridad Nacional Palestina. Quizá los bombardeos sobre
Gaza son el primer paso de dicha voluntad.
En la misma línea, la
estrategia israelí de asesinatos “planificados”, puesta en marcha con total
impunidad desde hace más de quince años, permite reanimar el conflicto cada vez
que surge una chispa de solución política. Este derecho de matar y de derribar
gobiernos, añadido a la sospecha de que
los servicios de seguridad de Israel envenenaron a Yasir Arafat, da una
idea de hasta dónde puede llegar el Estado hebreo. Finalmente, es también muy
probable que los dirigentes israelíes, de acuerdo con algunos sectores del
poder estadounidense, busquen, en caso de conflicto con los palestinos, probar
la reacción de los Hermanos Musulmanes ahora en el poder en Egipto.
Por otra parte, la Autoridad
Palestina y Hamás se encuentran también en una carrera electoral. Hamás tiene
interés en radicalizar el enfrentamiento militar con los ocupantes israelíes, y
la Autoridad, dirigida por Mahmud Abbas, necesita conseguir algo para poder
enfrentarse a sus adversarios religiosos, pues es evidente que la elección de
la paz negociada al amparo de la comunidad internacional ha fracasado. Un
Estado palestino al lado de Israel parece cada vez más una quimera; al revés,
la “cohabitación” armada y sangrienta entre los dos pueblos se está
convirtiendo en un destino implacable.
En realidad, estamos ante una
guerra de los cien años, que, con la diseminación de armas de destrucción
masiva, acabará en una conflagración destructora, no sólo para ambos
adversarios, sino para toda la región. No es una amenaza lejana. La
balcanización a la que estamos asistiendo, con la destrucción probable del
Estado-nación sirio después del de Irak; el auge de los movimientos radicales
religiosos, ahora directamente apoyados por las potencias occidentales; la posibilidad
de un bombardeo israelí sobre Irán; la reacción inevitable de este país
directamente sobre Israel y sobre los países proamericanos del Golfo, de hecho
aliados de Israel (especialmente Arabia Saudí); además de la intervención
inevitable de Hezbolá en el sur de Líbano son los ingredientes que están
hirviendo en la región. Con la guerra civil siria como telón de fondo, los
bombardeos israelíes en Gaza encienden la mecha del conflicto en la región.
Bachar el Asad, entre la espada y la pared, también puede reaccionar provocando
el enfrentamiento directo con Israel. De modo que la primavera árabe en Oriente
Próximo podría desembocar en un infierno para todos.
Esta situación,
dramáticamente peligrosa, se está dando en un contexto geopolítico muy incierto.
Barack Obama acaba de ser reelegido,
pero Israel no confía mucho en él. El enfrentamiento actual en Gaza, el
apoyo incondicional de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU,
demuestra que, de momento, Israel se sigue beneficiando de la solidaridad del
presidente norteamericano. En Rusia,
Vladímir Putin afronta una situación interna agitada y, en China, Xi Jinping,
nombrado nuevo emperador comunista, necesitará tiempo para adaptarse a este
contexto. Con lo que la impotencia internacional está garantizada. Para
definir este tipo de situación, el filósofo Francis Herbert Bradley decía
amarga e irónicamente: “Cuando todo va mal, no debe ser tan malo probar lo
peor”. Así que los apóstoles de la guerra pueden prosperar libremente en
Oriente Próximo.
The Israel-Palestine Conflict Won’t Go Away
The New York Times |17-november
Yossi Alpher
The Israel-Hamas clash in and
around the Gaza Strip offers an important reminder to the second Obama
administration: You can ignore the Israeli-Palestinian conflict for only so
long.
You can, with wishful
thinking, derogate that conflict to a low priority on your list of Middle East
tasks — well below Iran, Syria, Afghanistan and the democratizing of political
Islam. But it will contrive to bounce right back up to the top of your list.
Currently, the administration
confronts two urgent developments related to the conflict: the Gaza fighting
and the determination of the Palestinian Authority leader, Mahmoud Abbas, to
seek U.N. General Assembly recognition of Palestine as a quasi-state.
Washington’s natural
inclination is to fall back on shopworn formulas for pushing these issues back
off the immediate agenda: another Egyptian-mediated cease-fire, however
temporary, in Gaza; and promises to Abbas that if he just backs away from the
U.N. the administration will sponsor yet again discussion of the Oslo-begotten
formula for a two-state solution.
These tactics might even work
for a while, at least until the new administration gets organized and Israel
gets through its Jan. 22 elections. But they are just that: tactics. They
reflect the prolonged absence in Washington, Jerusalem and Arab capitals of a
viable and realistic strategy for dealing with the Palestinian issue in all its
complexity.
Looking at the Gaza Strip,
five years of economic blockade failed to weaken or moderate Hamas, while
giving Israel a bad name. Military reoccupation is justifiably shunned by
Israel as counterproductive; every incursion into the Strip has a quick exit
plan. Hamas refuses to talk with Israel and Israel, backed by Washington,
refuses to talk with Hamas.
Now, with the support of
Egypt’s Muslim Brotherhood government and the deep pockets of the Qataris,
Hamas feels more confident than ever, despite the bashing it has received from
Israel. It confronts us with the specter, in a best-case scenario, of a
three-state solution. In a worst-case scenario, its provocations could bring
Egypt and Israel to the brink of dangerous armed tensions.
Turning to the West Bank,
where the Palestinian Authority is close to bankrupt and the P.L.O. still
pretends it can represent Gaza in the U.N. and in talks with Israel, the
absence of substantive negotiations for the past four years points to the
effective demise of the Oslo process, the strategy of the past 20 years.
The failure of the
Olmert-Abbas talks back in September 2008 was far more than a tactical setback.
In retrospect, it must be understood as a reflection of the parties’ true
inability to bridge their “narrative” gaps regarding refugee right of return
and the Temple Mount in Jerusalem. Under these sad circumstances, “Just get to
the damn table” (Leon Panetta, Dec. 2, 2011) is not a strategy for resolving
this conflict. These issues will not go away.
The coming months of
transition in Washington provide a unique opportunity to review failed
strategies in the Israeli-Palestinian context and examine new ones, even if the
objective is stabilization and limited progress rather than an elusive
end-of-conflict.
For starters? West Bank
unilateral-withdrawal proposals by the Israeli political center and strategic
think tanks deserve serious consideration.
The new Egyptian leadership
could be pressed by Washington to persuade Hamas to negotiate directly with
Israel, where many would welcome this opportunity.
And conceivably, Abbas’s U.N.
initiative could be leveraged into a useful “win-win” formula for partial
progress toward a two-state framework.
Yossi Alpher is former
director of the Jaffee Center for Strategic Studies at Tel Aviv University. He
is a contributor to the recently published book of essays, Pathways to Peace:
America and the Arab-Israeli Conflict.
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