José Manuel Vidal | Madrid
El
Mundo, Domingo 18/11/2012
La Iglesia anglicana está de estreno. El pasado día 9 estrenaba nuevo
líder, Justin Welby, y el próximo día 20 puede
convertirse en la primera gran religión cristiana con mujeres obispos. La
elección del 105º arzobispo de Canterbury aglutinó a las distintas
sensibilidades en torno a la figura de un ex alto ejecutivo que abandonó el
sector del petróleo por Dios, cuando perdió a una hija de siete meses en un
accidente de tráfico en París. En cambio, la concesión de la mitra a las
mujeres puede erosionar todavía más la ya de por sí agrietada comunión de la
Iglesia de Inglaterra.
Y eso que se trata de un paso lógico dentro de la dinámica
eclesiástica anglicana. Las mujeres, en efecto, son sacerdotisas desde 1989,
con pleno reconocimiento de todos. Ése fue el momento determinante. Porque, una
vez abiertas las puertas del altar como diaconisas y sacerdotisas, lo normal es
que las mujeres acaben subiendo los demás escalones del sacramento del orden y
alcancen el episcopado.
Veinticuatro
obispos y al arzobispo de Canterbury tienen garantizado su escaño en la Cámara
de los Lores, aunque por acuerdo eclesiástico sólo acuden a
la Cámara en ocasiones protocolarias y se abstienen de intervenir en temas
relacionados con la política. Ninguna otra confesión religiosa está
representada de forma oficial en el Parlamento inglés.
Porque, como en casi todo en la vida, también en el
sacramento del orden hay escalafones. Una cosa es el sacerdocio común de los
fieles y otra el sacerdocio ministerial, reservado en la iglesia católica a los
hombres, un monopolio roto ya hace tiempo por las mujeres anglicanas. Pero
dentro del sacerdocio ministerial, el episcopado confiere la plenitud del
sacramento del orden. Y a esa plenitud, vedada hasta ahora a la otra mitad del
cielo, aspiran, con todas las de la ley, las mujeres en el anglicanismo.Justy
Welby, obispo de Durham. | Afp
Un paso lógico, pues, para el que los tiempos parecen
maduros en el seno de la comunión anglicana. La mayoría parece estar a favor de
la medida, pero el sector más conservador amenaza con nuevas rupturas y con
engrosar las filas de los que vuelven a Roma.
Sector conservador
El
todavía primado anglicano, Rowan Williams, del sector progresista, es
un firme partidario de la ordenación episcopal de las mujeres. Su sucesor, Justin
Welby, que tomará posesión de su cargo el próximo mes de marzo, pertenece, en
cambio, al sector conservador. Y, sin embargo, ya ha declarado que votará a
favor de las mitras femeninas.
En cambio, parece mucho menos dispuesto a apoyar el
derecho de los sacerdotes homosexuales a cohabitar con sus parejas o a que
accedan al episcopado. Eso sí, tiene claro que la homofobia no es de recibo en
la Iglesia anglicana: "No podemos tener trato con ningún tipo de homofobia
en ningún lugar de la Iglesia".
De
aprobarse, pues, el acceso de la mujer al episcopado, sería una decisión
histórica que, por un lado dejaría en evidencia (aún más) la
situación discriminatoria de la mujer en la Iglesia católica y, por el otro,
metería presión a Roma en este tema tan delicado. Ante él, una de dos. O la
Santa Sede se enroca en su 'no' al acceso de la mujer al altar, como está
haciendo hasta ahora. O bien, a medio plazo, no tendrá más remedio que seguir
el mismo camino.
Y es que ni el mismísimo Papado de Roma podría mantenerse
impertérrito ante la presión social y religiosa sincronizada. Una presión que
señala a la Iglesia católica como la única institución en la que se sigue
discriminando abiertamente a la mujer en su acceso al altar y a los ministerios
ordenados.
¿El episcopado de le mujer podría romper al anglicanismo?
La Iglesia anglicana es como un junco. Parece a punto de caer, pero nunca se doblega
del todo. Por muchas crisis que viva. Porque a las crisis ya está acostumbrada
desde su fundación por Enrique VIII, aunque fue su hija, Isabel I, la que
separó radicalmente a la naciente Iglesia anglicana de Roma, se impuso como
"gobernador supremo" de la Iglesia nacional (Church of England) y,
sobre todo, convirtió el dogma oficial en una tercera vía que mezcla un ritual
casi totalmente católico con una teología casi protestante.
Y desde entonces, la Iglesia anglicana tiene un pie en el
pasado y sigue encadenada a los viejos esquemas de un Estado que interfiere en
todo lo religioso, y otro en el futuro por su afán de estar siempre al día y
hacer asequible la fe y el Evangelio, que es siempre buena noticia, al hombre
de hoy. El resultado es una crisis permanente y la apertura de un continuo
debate teológico sobre el papel de la Iglesia en la sociedad actual. Con la
adaptación de normas y formas a los tiempos actuales, pero también con la
revisión de algunos dogmas que, a juicio de muchos dirigentes anglicanos,
carecen de credibilidad y, por lo tanto, provocan el rechazo de la gente.
La batalla revisionista comenzó por la virginidad de María
que, a juicio de algunos obispos anglicanos, es "un dogma que aparece
tarde en la teología cristiana y no se puede seguir manteniendo, porque sólo se
ha utilizado para justificar las barreras que separan a las Iglesias de las
mujeres". Y no sólo eso. Los jerarcas anglicanos cuestionan la existencia
del infierno e, incluso, ponen en duda la resurrección de Cristo, punto
fundante del cristianismo. Y junto a la denuncia de "viejos mitos",
la jerarquía anglicana pretende aplicar hacia adentro los derechos humanos que
predica hacia fuera y abrir la puerta a dos colectivos secularmente rechazados
por las Iglesias: las mujeres y los homosexuales.
Las mujeres, desde 1989
Los
anglicanos aprobaron, en 1989, el acceso al altar de las mujeres. Desde
entonces, se han ordenado más de mil sacerdotisas de Su Majestad y,
como dice el actual arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, "a largo
plazo, todas las iglesias acabarán viendo que la ordenación de la mujer es un
beneficio. No hay Iglesia alguna que pueda eludir el reto de la ordenación de
la mujer".
Un año después, aprobaron la ordenación de sacerdotes
homosexuales, porque, como dice su máximo líder, "Dios ama a los hombres
y, por lo tanto, también a los homosexuales. Rechazamos cualquier tipo de
homofobia y no tenemos inconveniente en admitir clérigos homosexuales". De
hecho, la propia oficina del arzobispo de Canterbury confiesa que el 24% de los
sacerdotes anglicanos es homosexual, de ellos el 9,4% afirma ser "activo
En 2002, las autoridades anglicanas permitieron a los
divorciados volver a contraer matrimonio religioso e incluso accedieron a que
uno de sus sacerdotes cambiase de sexo y se convirtiese en mujer. Cuando tenía
cinco años, Peter Stone soñaba con despertarse por la mañana convertido en
niña. A sus 46 años, después de dos matrimonios y con una hija adolescente, su
deseo se convirtió en realidad y el reverendo Stone se convirtió en el primer
sacerdote en activo de la historia sometido a un cambio de sexo con el
beneplácito de sus obispos.
Una "Iglesia laboratorio"
Todos estos cambios convierten a la Iglesia anglicana en
una especie de Iglesia laboratorio, que va por delante de su "matriz"
romana, ensayando los cambios y abriendo camino en la mentalidad popular a la
Iglesia católica, mucho más lenta y conservadora y mucho más apegada a la
tradición y al poder. Y, aunque después de cada cambio anglicano, Roma advierte
que se trata de un obstáculo más en el camino de la eventual unión de ambas
confesiones, la verdad es que, tanto teológica como litúrgicamente, Roma y
Londres están a un paso de la unión. No hay nada dogmático que las separe. Sólo
la inercia de los siglos y algunas diferencias de matiz. Como la concepción del
papado. Los anglicanos admiten la figura del Papa, pero sólo como un
"primus inter pares".
El trasvase de fieles y clérigos entre la Iglesia católica
y la anglicana es constante
De hecho, las coincidencias son tantas que el trasvase de
fieles y clérigos entre ambas confesiones es constante. Por ejemplo, 239
sacerdotes se pasaron a la Iglesia católica tras la ordenación de las mujeres
y, según los datos de la Iglesia católica inglesa, en los últimos cinco años
25.000 anglicanos se han pasado al catolicismo. Con algunas personalidades
importantes entre ellos, como la duquesa de Kent, esposa de un primo hermano de
la reina de Inglaterra. Se llegó a rumorear insistentemente que la malograda
Diana de Gales también quería convertirse, como su madre. El que dio el paso
del retorno a Roma fue el ex primer ministro Tony Blair.
Pero si el "camino a Roma" es frecuente entre
los anglicanos, también funciona el "camino a Londres". Según datos
del arzobispado de Canterbury, en los últimos 10 años, unos 50 sacerdotes
católicos se han pasado a la iglesia anglicana por discrepar de la
obligatoriedad del celibato y para poder casarse y fundar una familia.
Y no sólo curas, sino también teólogos famosos. Como el ex
dominico Matthew Fox que se convirtió el anglicanismo para "introducir
algo del sentido común anglosajón en los veintiún siglos de catolicismo".
O el célebre sociólogo de la religión belga Karel Dobbelaere, catedrático de la
universidad católica de Lovaina, que se pasó al anglicanismo por estar en
desacuerdo con la carta apostólica de Juan Pablo II "Ordenatio
sacerdotalis", que cerraba la puerta del sacerdocio católico a las
mujeres. Un trasvase continuo entre dos confesiones religiosas realmente
"hermanas", la postmoderna Iglesia anglicana y la premoderna Iglesia
católica. Un camino de ida y vuelta entre Roma y Canterbury.
Setenta
millones de seguidores
Creada tras el cisma promovido por Enrique VIII, en 1530,
para salvaguardar su independencia frente a Roma, divorciarse de Catalina de
Aragón y casarse con Ana Bolena, la Iglesia de Inglaterra juega, desde
entonces, el papel de "primus inter pares" dentro de la Comunión
anglicana, que engloba a las Iglesias de País de Gales, Irlanda y Escocia. En
total, unos diez millones de fieles. En el resto del mundo, hay múltiples
iglesias que también forma parte de la comunión anglicana, hasta alcanzar un
total de unos 70 millones de fieles.
Los clérigos no reciben subvención alguna o ayuda
económica de las arcas estatales
La máxima autoridad de la comunión anglicana es la reina
de Inglaterra, que delega sus poderes eclesiásticos en el arzobispo de
Canterbury, cuyo nombramiento lo hace el Gobierno de una terna que le presenta
la propia Iglesia.
Descentralizada y democrática, la Iglesia anglicana tiene
una especie de Parlamento, el Sínodo, que se reúne cada 10 años. Las mociones
aprobadas por el Sínodo que signifiquen cambios en la Iglesia han de ser
refrendadas por el Parlamento inglés.
A pesar de esta fusión entre Iglesia y Estado, los
clérigos no reciben subvención alguna o ayuda económica de las arcas estatales.
La Iglesia anglicana se financia mediante los recursos que obtiene de sus
fieles. En los últimos años y ante la escasez de donativos procedentes de sus
fieles ha tenido que vender templos, obras de arte (varios cuadros de Zurbarán,
por ejemplo) o invertir en todo tipo de empresas como la que comercializa la
Viagra.
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