¿México toma la
buena senda?/ Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public
Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in
Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund
from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart,
is This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly.
Project
Syndicate | 6 de marzo de 2013
Para
tener una idea de cómo entiende la relación entre Estados Unidos y México el
norteamericano promedio, basta con mirar Breaking Bad, la serie de televisión
aclamada por la crítica. Ambientada en Albuquerque, Nueva México, a unos
cientos de kilómetros de la frontera, la serie da cuenta del ascenso y la caída
de Walter White, un profesor de química de escuela secundaria que se convierte
en un magnate de la metanfetamina.
La
mayoría de los personajes del lado estadounidense de la frontera son caracterizados
con piedad y profundidad. El descenso paso a paso del protagonista principal en
el submundo de la droga muestra con mucha sutileza que cada decisión individual
que toma en el camino parece casi razonable.
Desafortunadamente,
el otro lado de la frontera recibe un trato más superficial. En una escena, dos
sicarios mexicanos masacran sin piedad a una docena de compatriotas inocentes
que podían ser testigos de su cruce de la frontera. En otro episodio, se ve a
miembros de la Policía Federal mexicana atacando a un patrón de la droga en su
hacienda, dando a entender que sólo están cumpliendo órdenes de un
narcotraficante rival.
“Breaking
Bad” es televisión brillante, pero es lamentable que tantos norteamericanos
sólo vean este lado de las cosas. México tiene graves problemas de seguridad en
algunas regiones, pero también es un país que bien podría estar en el umbral de
una enorme transformación política y económica. De hecho, desde hace un par de
años, las tasas de crecimiento del PBI de México han estado casi al tope de la
OCDE, y recientemente superaron a las de Brasil.
En
lugar de seguir peleando (como en Estados Unidos) después de una encendida
elección presidencial, los principales partidos políticos de México parecen
dispuestos a cooperar en una cantidad de reformas estructurales críticas que
podrían energizar el crecimiento económico en las próximas décadas. La agenda
incluye una expansión de la base tributaria para reducir la dependencia del
petróleo, una iniciativa para aumentar la competencia en medios y
telecomunicaciones y un cambio constitucional que permitirá que la compañía
petrolera estatal Pemex se asocie en empresas conjuntas con firmas extranjeras.
Esta
última reforma es crítica, porque gran parte de la geología de México es muy
similar a la de la región sudoeste de Estados Unidos. En principio, la economía
de México debería beneficiarse de la misma revolución de gas de esquisto que le
está dando un enorme impulso a Estados Unidos, donde los precios del gas
natural hoy son menos de la cuarta parte de lo que pagan los europeos.
México
ya goza de un auge industrial que ha incrementado sus exportaciones a Estados
Unidos, luego de una larga caída secular. En un momento en que los salarios en
China se disparan y los crecientes precios del petróleo están haciendo aumentar
los costos del transporte, la producción en México de repente luce mucho más
atractiva, incluso teniendo en cuenta las cuestiones de seguridad.
Por
supuesto, muchas cosas pueden salir mal. Primero y principal, la élite política
podría repentinamente renunciar a implementar las reformas estructurales
esenciales, y el actual optimismo de la comunidad empresaria mexicana podría
colapsar. No sería la primera vez.
También
existe el riesgo de que los inversores extranjeros, a los que ya les está
empezando a gustar México, puedan llegar a quererlo tal vez demasiado. Un
enorme ingreso de capital podría derivar en una apreciación significativa del
tipo de cambio del peso, causando un alza en los costos laborales de México que
hoy resultan muy atractivos. O Estados Unidos podría caer en recesión (aunque
un crecimiento modesto ciertamente es el escenario central en la actualidad).
Luego
está la cuestión de la seguridad, que representa un enorme impuesto a las
empresas en muchas partes de México. Por ejemplo, un logro importante del
gobierno del ex presidente Felipe Calderón fue impulsar la construcción de una
autopista de unos 225 kilómetros que conecte la ciudad de Durango en el
interior del país con el puerto de Mazatlán en el Pacífico. Al atravesar un
terreno extremadamente irregular con 200 túneles y puentes, la autopista
promete reducir el tiempo de tránsito en tres o cuatro horas. Excepto por las
condiciones climáticas, la autopista tiene todo el aire de Suiza.
Sin
embargo, el nuevo camino planteó la preocupación, particularmente en Estados
Unidos, de que podría servir como una ruta de contrabando de drogas y
armamentos, de manera que el ejército se siente obligado a montar puntos de
control. Desafortunadamente, toda la evidencia anecdótica sugiere que estas
salvaguardas en definitiva pueden demorar el tráfico en aproximadamente la
misma cantidad de tiempo del que promete ahorrar el proyecto.
Los
líderes mexicanos reconocen los problemas internos del país, pero tres de ellos
se los adjudican a Estados Unidos. Primero y principal, Estados Unidos genera
la enorme demanda de drogas ilícitas que sustentan a toda la mafia
latinoamericana, de la misma manera que el experimento estadounidense con la
prohibición del alcohol en los años 1920 alimentó el aumento en la cantidad de
mafiosos como Al Capone. Nadie conoce con precisión las ganancias anuales de
los carteles de la droga mexicanos, pero ciertamente ascienden a miles de
millones de dólares.
Segundo,
Estados Unidos, con sus restricciones increíblemente laxas en materia de compra
de armas, sirve como un verdadero depósito de armamentos para los millonarios
lores de la droga mexicanos. Es verdad, ellos seguramente podrían adquirir
armas similares en otra parte, pero no necesariamente a precios tan bajos y de
manera tan conveniente.
Finalmente,
Estados Unidos podría tomar más medidas para frenar el lavado de dinero. Una
medida simple sería restringir la circulación de billetes de 100 dólares, que
principalmente se usan en la economía clandestina.
Muchos
de los problemas que caracterizan la compleja relación entre Estados Unidos y
México mejorarán si México puede sustentar un rápido crecimiento económico. La
inmigración neta a Estados Unidos, que ya está disminuyendo, podría revertirse.
Estados Unidos está en condiciones de beneficiarse tanto como México si las
condiciones al sur de la frontera empiezan a andar por la buena senda.
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