El chavismo sin
Chávez/ Marco Vicenzino es analista político y director de Global
Strategy Project.
Publicado
en El
Mundo | 7 de marzo de 2013
Sin
su principal protagonista, el chavismo terminará a la larga por marchitarse con
el paso del tiempo. Sin embargo, hay varios factores que determinarán el ritmo
de la deschavezación. Es más, perdurará una cierta herencia, en concreto, los
programas destinados al sector social. Aún en el caso de que puedan
modificarse, se mantendrá en gran medida su continuidad. Incluso el candidato
opositor Henrique Capriles lo reconoció así durante las elecciones
presidenciales de 2012.
Al
igual que otras democracias de la región, como es el caso de Brasil, Venezuela
tiene la posibilidad de desarrollar un sector social responsable dentro de un
contexto de sociedad abierta sin represión, sin intimidación y sin polarización
políticas. Despolitizar el uso de los petrodólares mediante mayores niveles de
responsabilidad y transparencia puede garantizar prestaciones sociales con una
base mucho más amplia a lo ancho de todo el espectro socio-económico.
Si
las fuerzas chavistas ganan finalmente unas imprevistas elecciones post Chávez,
se incrementan las posibilidades de una transformación generacional. Al
principio se impondrá una exhibición de unidad, en particular durante el
período de luto que acaba de arrancar. Es más, se producirán intentos de poner
en práctica medidas más radicales. Sin embargo, el faccionalismo existente se
manifestará al final en diversas formas. En ausencia de su caudillo, su figura
unificadora, el chavismo se vendrá abajo con el tiempo.
La
ideología basada en el culto a la personalidad de un individuo ha agotado ya su
recorrido en gran medida. Está virando hacia la bancarrota, tanto ideológica
como económicamente. Buena parte de ella se basa en la actualidad en la
tradicional fuerza bruta y en el clientelismo político. Está pugnando por
mantener su generosidad a favor de sus simpatizantes en el país y en el resto
de la América Latina. A largo plazo, el chavismo es simplemente insostenible.
No sólo muerde la mano que alimenta Venezuela sino que la devora por completo.
Una
victoria de la oposición en las elecciones anticipadas post Chávez podría poner
en marcha una transformación. Tendría prioridad entonces una nueva política
exterior que reflejara los intereses nacionales de Venezuela, no las
convicciones ideológicas de una sola persona. Muchos de los que dependen de
Chávez en América Latina sufrirían un duro despertar.
En
el frente interno, sin embargo, sería un camino largo y arduo el que
caracterizaría el cambio. No se producirá de la noche a la mañana. Salvo que se
produzca un golpe chavista o una negativa a renunciar al poder, acabará por
sobrevenir una apertura política. El cese de las violaciones de los derechos
humanos, una disminución de la intimidación y de la represión y el
restablecimiento pleno de la libertad de prensa propiciarían mayores cambios.
Sin
embargo, de la misma manera que los chavistas son propensos al faccionalismo,
la oposición no es inmune a ese fenómeno. Durante el año pasado, Henrique
Capriles ha encabezado una unidad de la oposición que no tiene precedentes.
Sigue siendo indispensable para la deschavezación y para acelerar su declive.
La
mayor resistencia la planteará el chavismo institucionalizado que domina los
principales instrumentos de poder del Estado. Intentar una purga generalizada
mediante un proceso de desmontaje del partido al estilo de lo que se hizo en
Irak con el partido Baaz podría desencadenar una reacción radical y
desestabilizar aún más un entorno frágil. En términos generales, es necesario
un tratamiento más equilibrado, aunque firme, de acuerdo con las instituciones.
En
PDVSA, la compañía petrolera estatal de Venezuela, es necesario un cambio
rápido debido a la extrema incompetencia y a la deficiente administración.
PDVSA sigue siendo una columna vertebral de Venezuela. Deben recuperarse la
productividad y la eficacia recurriendo a tecnócratas apolíticos cualificados.
Debe inculcarse de arriba a abajo una práctica orientada a los resultados. Lo
exigen la realidad económica y la supervivencia nacional.
El
ejército de Venezuela goza de un estatus privilegiado con beneficios
considerables. Es imprescindible como ministro de Defensa una figura
políticamente neutral que inspire respeto en todo el espectro militar. Con el
tiempo se necesitará una reforma que devuelva una mayor responsabilidad a los
dirigentes civiles. En particular, va a ser necesaria una transformación
gradual del cuerpo de oficiales. Está plagado de acérrimos partidarios
chavistas.
En
ciertas instituciones se requerirá una ampliación y el nombramiento de nuevas
figuras para poner en práctica el cambio. El poder judicial, dominado por los
chavistas, tratará sin duda alguna de obstaculizar la deschavezación mediante
todo tipo de subterfugios legales. Modificar la composición de los tribunales y
aumentar el número de nombramientos de jueces apolíticos cualificados
garantizarían una mayor objetividad en el proceso legal.
Además,
introducir funcionarios no chavistas en las autoridades electorales a nivel
estatal asegurará un campo de juego más neutral en el proceso electoral.
Asimismo, el nombramiento de nuevos jefes de los medios estatales de
comunicación y la eliminación de restricciones a los medios privados también
acelerarían el proceso de cambio.
La
reconciliación nacional requerirá una sociedad integradora, un planteamiento de
cesiones mutuas para convencer a la mayoría mediante incentivos. Deben evitarse
las condenas, por merecidas que sean, excepto para los criminales más graves.
En general, se impondrá al final la transformación generacional pero se
necesitará más tiempo para que pueda prescindirse de determinados elementos
chavistas.
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