Petrobras,
ejemplo... de lo que no debe hacerse/Jenaro Villamil
Revista Proceso # 1932, 9 de noviembre de 2013
Cuando
un gobierno convoca a empresas extranjeras a compartir la producción o las
utilidades en el rubro energético, se está perdiendo el poder como nación,
sostiene Paulo Smith Metri, experto que trabajó para la brasileña Petrobras, en
entrevista realizada al mismo tiempo que el diario The Wall Street Journal
difundía la versión de las negociaciones privadas entre el PRI y el PAN para
que la reforma energética incluya “producción compartida”. Según el experto,
las autoridades de su país hicieron un “mal negocio” al entregar en bandeja a
las trasnacionales un campo petrolífero cuyas reservas seguras ascienden a 10
mil millones de barriles.
“No
somos ejemplo de lo que (México) debe hacer en materia petrolera. Por el
contrario, en Brasil existen fuertes protestas contra los contratos de
producción y de utilidad compartida recientes”, advierte el ingeniero Paulo
Smith Metri, quien trabajó para Petrobras y actualmente es consejero del Club
de Ingeniería de su país.
Experto
en exploración de campos profundos y en los modelos de contrato que se han
impulsado en esa nación, Smith Metri pone como ejemplo el caso reciente de las
protestas sociales generadas por la licitación del campo petrolífero de Libra
–zona de aguas ultraprofundas ubicada a 170 kilómetros de Río de Janeiro–
adjudicada el pasado 21 de octubre a un consorcio formado por Petrobras (40%),
la trasnacional holandesa-británica Shell y la francesa Total (20% cada una) y
las chinas CNPC y CNOCC (10% cada una).
La
concesión de Libra se considera la mayor licitación para extraer petróleo en la
historia de Brasil. Según la Agencia Nacional de Petróleo, sólo ese yacimiento
alberga entre 8 mil y 12 mil millones de barriles de reserva, lo que duplicaría
las reservas del país sudamericano, que ascienden a 18 mil millones de
barriles. Se prevé que produzca hasta 1.4 millones de barriles por día y el
consorcio se comprometió a pagarle al Estado brasileño 41.65% de las
utilidades.
“Es
un pésimo negocio para el Estado brasileño. No había necesidad de licitar un campo
con una reserva de 10 mil millones de barriles de petróleo en promedio, donde
la explotación no representa ningún riesgo de no encontrar petróleo. Fue un
manjar puesto para las trasnacionales”, advierte Smith Metri en entrevista con
Proceso poco antes de su participación en la XIV sesión del debate sobre la
reforma energética organizada por la bancada del PRD en el Senado.
El
caso referido, sentencia, “es un ejemplo de lo que no debe hacerse. Si un país
concesiona las reservas petroleras, pierde el poder estratégico que representa
el petróleo. No es un asunto de tecnología o de recursos, sino de soberanía.
“En
todo caso, Brasil es un ejemplo de cuánto perdemos de reservas, de ganancias,
de integración regional y de soberanía por abrir las licitaciones a compañías
privadas que van ya sobre seguro.”
La
reflexión de Smith Metri ocurrió la misma semana que el periódico estadunidense
The Wall Street Journal publicó la versión acerca de una supuesta negociación
entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y la cúpula del PAN para que la reforma
energética en México no se limite sólo a los contratos de utilidad compartida
(contenidos en la propuesta original del Ejecutivo federal), sino que incluya
los contratos de producción compartida y concesiones, tal como se aplicaron en
Brasil desde la reforma constitucional de 1995.
La
semana pasada los coordinadores de los grupos parlamentarios del PAN y del PRI
en el Senado negaron que tales negociaciones se hayan realizado, aunque el
representante de los panistas, Jorge Luis Preciado, admitió que fue él quien
explicó al diario estadunidense que la iniciativa de su partido prevé la figura
de las concesiones.
En
su discurso en el evento “México 2013”, organizado por la revista británica The
Economist, Peña Nieto no negó las versiones publicadas por The Wall Street
Journal; más aún, reafirmó que de no lograrse la reforma constitucional de los
artículos 27 y 28 este año, el país “perderá competitividad”. Y puso como
ejemplo a Brasil.
“Así
ocurrió en Brasil, así ocurrió en Colombia que, prácticamente, duplicaron la
exportación y, sobre todo, los niveles de producción petrolera, precisamente a
través de haber modificado su andamiaje jurídico. Y México se mantuvo frente a
esto pasivo y rezagado”, afirmó.
Presiones
de las trasnacionales
“En
Libra hubo una presión directa de los gobiernos estadunidense y británico
representando a las empresas privadas directamente, frente al gobierno de Dilma
Roussef”, especifica Smith Metri.
Desde
algunos días antes del 21 de octubre, más de mil militares acordonaron la zona
del hotel Windsor, en Barrada Tijuca, Río de Janeiro, donde se daría a conocer
el resultado de la licitación más grande en la historia de Brasil. Cientos de
personas protestaron por el “regalo” a las trasnacionales.
Ildu
Sauer, exdirectivo de Petrobras y actual secretario del Instituto de Energía y
Medio Ambiente de la Universidad de Sao Paulo, destacó que no se trataba de una
licitación, sino de “una entrega a manos privadas” de la soberanía petrolera
brasileña. Sauer encabezó un litigio ante tribunales para echar abajo la
licitación, con el argumento de que el Estado perderá miles de millones de
dólares.
“El
21 de octubre será recordado en Brasil como un gran delito contra la nación”,
declaró Sauer a la prensa especializada.
A
su vez, la directora de la Agencia Nacional de Petróleo, Magda Chaimbriard,
defendió la licitación al consorcio formado por Petrobras y cuatro
trasnacionales, pues, afirmó, era “una excelente oportunidad de acelerar el
desarrollo industrial del país y el crecimiento del empleo” porque aplicarían
75% de las utilidades del Presal (como se le denomina a los campos petroleros
brasileños que están en aguas profundas) a la educación y 25% al sector de la salud.
Smith
Metri rebate ese argumento: señala que Shell ya había tenido a su cargo ese
campo y lo devolvió a las autoridades, después de que abandonó su exploración.
Fue Petrobras, puntualiza, la que invirtió alrededor de 60 millones de dólares
para explorar los campos conocidos como Presal y garantizó que la explotación
sería rentable.
“No
hay necesidad de regalar así el petróleo”, indica. También recuerda que Shell,
Total y las dos compañías chinas son las mismas que operan la explotación de
campos petrolíferos en Nigeria, Gabón y Etiopía, donde han cometido “verdaderos
crímenes contra la población por el dominio del petróleo”.
“Los
técnicos conscientes de la riqueza que representa el campo de Libra y del valor
estratégico de tener el control sobre el petróleo respectivo saben que debió
ser entregado a Petrobras, mediante el contrato de repartir, sin previa
licitación, haciendo uso del artículo 12 de la ley 12.351.
“Además,
esta entrega no debió hacerse ahora, y sí en la época en que esta empresa ya estuviera
cosechando los ingresos de las varias inversiones hechas en el Presal y en
otras áreas. La sociedad brasileña tiene el abastecimiento seguro del petróleo
para los próximos 40 años gracias a Petrobras; entonces, no hay prisa para
explotar el Presal”, abunda el experto.
En
contraste con el caso Libra, Smith Metri pone como ejemplo las reservas del
campo Tupi (hoy rebautizado como Lula, en honor al expresidente), donde
Petrobras invirtió 260 millones de dólares para explotar en aguas profundas,
cantidad que ninguna empresa privada estuvo dispuesta e invertir. Tupi es
explotado por Petrobras.
“En
Brasil, las empresas extranjeras no pretenden descubrir nuevas reservas:
quieren desarrollar la explotación del petróleo ya descubierto por Petrobras,
que es el que sabe cómo llevar a cabo la exploración y determinar las nuevas
reservas”, argumenta.
Los
errores de una apertura
“México
no debe seguir el ejemplo del cambio constitucional que impuso Fernando
Henrique Cardoso en 1995”, indica Paulo Smith Metri en referencia al cambio que
abrió la industria petrolera de Brasil a las empresas privadas, en quebranto de
la ley que reservaba el monopolio de la producción petrolera a la compañía
estatal.
En
el país sudamericano, la industria petrolera quedó en el ámbito estatal desde
la ley de 1953, que estableció el monopolio de Petrobras, resultado del
movimiento social conocido como El Petróleo es Nuestro. Las presiones de las
trasnacionales, a las que el general Getulio Vargas llamó “aves de rapiña” en
su carta testamento, no se hicieron esperar.
Desde
1960, Petrobras logró la autosuficiencia en inversión, investigación científica
y tecnología, sobre todo en exploración en aguas profundas.
En
1995, el presidente Fernando Henrique Cardoso impulsó una reforma
constitucional para pasar del monopolio estatal al modelo de contratos con
entidades privadas, vía concesiones. Pero ninguna empresa privada, sostiene
Smith Metri, “descubrió reservas nuevas; todas fueron exploradas por
Petrobras”.
Añade:
“Cardoso agarró el peor modelo: el de las concesiones al ciento por ciento,
porque con éste se pierde todo el poder del Estado y no benefició en ninguna
tecnología”.
Petrobras
fue la única compañía que comenzó a desarrollar investigación y exploración en
aguas profundas, con una calidad superior a Shell y a otras firmas privadas. En
2006 se descubrió que los campos de Presal, de gran profundidad, pueden
contener entre 40 mil y 100 mil millones de barriles de petróleo de reserva,
colocando al país sudamericano entre las naciones con mayor volumen de
reservas.
Durante
el gobierno de Lula, ante la falta de inversión por parte del capital privado,
y a pesar de las enormes concesiones otorgadas, el Congreso aprobó un nuevo
marco regulatorio, la ley 12.351, mediante el cual se modificó el régimen de
concesiones y se añadió el de utilidad compartida.
Desde
entonces, Brasil tiene dos modelos: el de concesiones y el de utilidad
compartida.
Esa
reforma dispuso que con las utilidades de la explotación petrolera se
constituyera un fondo destinado a programas sociales. La nueva legislación
impulsada por Lula determinó que Petrobras fuera la operadora única de los
campos de Presal en aguas profundas, asociada a empresas extranjeras. Para
2012, las reservas probadas de petróleo y gas en Brasil ya ascendían a 17 mil
260 millones de barriles, de los cuales 15 mil 720 millones eran “suficientes
para el abastecimiento del país por 17 años”, argumenta Smith Metri.
Actualmente,
bajo el esquema de contratos de utilidad compartida existen en ese país cerca
de 12 pozos en perforación, de los cuales el más importante es el de Libra, que
se entregó en condiciones muy favorables a un consorcio en el que Petrobras no
tendrá el control más que de 40%.
Smith
Metri precisa que en su país no se ha explotado el shale gas o gas de lutitas
–que se plantea como modelo de negocio privado en México– porque la Sociedad
Brasileña del Progreso de la Ciencia (BPC) determinó que la explotación podría
afectar la cuenca acuífera del Guaraní.
–¿Cómo
se ha manifestado el fenómeno de la corrupción en Brasil desde la apertura? –se
le pregunta.
–La
corrupción no se dejó atrás. Al contrario, ahora tenemos una corrupción
legalizada, que es aquella que permite que el petróleo se vaya al extranjero y
no se quede en Brasil.
–¿Qué
es lo que no se debe hacer, de acuerdo con la experiencia brasileña?
–No
se debe cambiar de un monopolio estatal a un oligopolio privado.
–¿Por
qué?
–Porque
un monopolio estatal tiene más responsabilidad y más posibilidades de control
por parte del gobierno que un oligopolio privado. Además, se pierde algo muy
importante: el poder. Cuando tú llamas a empresas extranjeras a compartir la
producción o las utilidades, estás perdiendo el poder como nación.
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