Lo
que está en juego el próximo 9 de marzo/ ÓSCAR NARANJO Trujillo
El Tiempo, | 25 de Enero del 2014
Un
congreso plural, incluyente, diverso, innovador, sin miedo a las
transformaciones, que prepare el camino a la reconciliación, es lo que necesita
el país.
El
creciente sentimiento de indignación ciudadana contra los políticos, que se
refleja en los altos niveles de abstención y en el movimiento que invoca el
voto en blanco para expresar su inconformidad, es, en nuestra opinión, el más
grande desafío que enfrentan los partidos en la próxima elección que
determinará la composición del Congreso.
Razón
les asiste a miles de compatriotas que con desconfianza observan un proceso
electoral carente de propuestas, donde predominan la descalificación personal y
el odio por el contradictor. Todo parece señalar que los odios en la política
de hoy operarán como una especie de pegamento para buscar adhesiones y alianzas
que desdibujan las fronteras de las ideas y destruyen cualquier horizonte que
promueva la esperanza para construir un futuro mejor.
Pensando
en este año electoral, bien vale la pena recurrir a las reflexiones del
expresidente del gobierno español Felipe González, consignadas en su último
libro. En busca de respuestas, donde hablando sobre el liderazgo en tiempos de
crisis, cita la clásica sentencia de Otto von Bismarck: “El político piensa en
la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”. Lo mencionamos
porque lo que está en juego, y los candidatos al Congreso deberían entender que
el país ha entrado en un proceso de paz que, en contraposición al conflicto,
representa toda una oportunidad para producir un movimiento de convergencia
histórica que cure las heridas de muchas décadas de violencia, redima a las
víctimas y asegure el porvenir de las próximas generaciones.
Es,
justamente, la búsqueda de la paz donde el liderazgo político puede encontrar
una meta ambiciosa y realista, para superar su carácter dogmático o anacrónico
que materializa un discurso plano que describe apocalípticamente la realidad y
reitera con obstinación que nada le gusta. Pero también deberían los candidatos
capitalizar el punto de inflexión que representa el proceso que busca poner fin
al conflicto, para generar un clima de superación del enfrentamiento y la
politiquería. El reto no es ganar las elecciones a cualquier costo. Se trata de
reemplazar el apetito clientelista por la combinación de principios, ideas y
acciones que hagan posible el cambio.
Sin
una oferta seria de transformaciones que interprete el estado de ánimo de los
colombianos será imposible que los políticos logren movilizar a los ciudadanos.
Los discursos basados en falsas promesas solo le han hecho daño a la confianza
de los electores, llevándolos a concluir que su voto no asegura el cambio y,
por lo tanto, la respuesta es no votar y renegar de la política y de los
políticos.
Tomar
partido, elegir, salir a votar es la consigna. De lo contrario, estaremos
entregando el futuro a unas empresas electorales que reciclan ‘carruseles’ de
corrupción y se nutren de la abstención de una mayoría que luego se lamenta
impotente. Elegir parlamentarios comprometidos con los jóvenes, para renovar
unos liderazgos desgastados, seguramente abriría el camino para avanzar en la
modernización del Estado y de sus instituciones, pues mientras el desempeño
institucional sea tan mediocre es difícil confiar en la política.
Un
congreso plural, incluyente, diverso, innovador, sin miedo a las
transformaciones, que prepare el camino a la reconciliación, es lo que necesita
el país y, por lo tanto, elegir unos parlamentarios responsables, íntegros y
con convicciones es la tarea por cumplir el 9 de marzo. La manera de hacerlo
consiste en no renunciar al voto y elevar nuestra voz para exigirles a los
políticos que nos hablen claro, que no le huyan al debate y rindan cuentas.
General
Óscar Naranjo
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