Gordos
en acción punto com/Alex Álvarez. Cuento
La
acera estaba mojada por la lluvia intermitente de aquél día, mi cuerpo se
encontraba adolorido por las reacciones secundarias de la operación, en mi
rostro se dibujaba un par de rasponazos y mis labios entreabiertos manchaban de
rojo el piso dejando salir el vaho de la soledad.
Mi
humanidad descansaba sin fuerza bajo el eco de los pasos del peatón, sobre los
grises de mi ser resaltaba el naranja de mi pulsera en la que se leía con
letras verdes “Dr. Ríos Rosas, te cambiamos la vida”.
Esa
mañana desperté ahogándome en mi propio vómito. Había cenado muy tarde o
desayunado muy temprano, depende desde el punto en que se le vea, el reloj
sobre el buró se había quedado sin pila marcando las once y cuarto.
Me
pasé toda la noche viendo porno en mi computadora, amateurs, cuando te haces
experto del porno llega un momento en que ya no satisfacen los cuerpos
perfectos, es entonces cuando hay que pasar al siguiente nivel; gente real
cogiendo con gente real.
No
es que los que se dediquen al porno sean máquinas tipo androides, pero los
cuerpos que aparecen son trabajados hasta alcanzar la perfección, el tamaño de
las tetas difícilmente se encuentra en cualquier supermercado, así como los
culos enormes, no los tienen cualquier hija de vecino, antes de pasar al porno
amateur pasé por el porno de viejas con el culo grande.
Recuerdo
que una tarde llegué hasta el puesto de películas piratas… “deme todo lo que
diga culos grandes”.
Este
tipo de pelis se parecen un poco a las amateurs, particularmente en las carnes,
hay movimiento, están vivas, tienen grasa y algunas hasta celulitis, la
diferencia es la calidad y el tamaño de la riata de los tipos.
Ya
adentrado en el porno de gente “común” y “corriente” encontré diferentes
categorías; jovencitas, maduras, delgadas, gordas, casadas, solteronas y todas
las combinaciones posibles que de ahí pudieran surgir.
Pasé
por todas hasta que encontré gordosenaccion.com; gordas y gordos follando,
sobre todo gordos follando con cualquier tipo de mujeres. Ese día entre mi
computadora y yo nacía una nueva relación, por fin alguien entendía mi problema
y me decía que no estaba sólo en este mundo ruin y miserable.
Me
masturbaba día y noche, descansaba por las tardes en las que salía para comprar
algo de comida, de esa a la que el resto de la gente llama despectivamente
“chatarra”. Creé mi cuenta personal para tener acceso a todas las novedades de
la parte oscura del internet e incluso participaba en videos interactivos donde
todos éramos gordos menos la tipa que se desnudaba y cumplía nuestras
fantasías. Inicié otra cuenta para el chat y ahí conocí más tipos como yo.
Dentro
del chat había gordos con problemas de toda índole, lo más común era acné en la
cara, disfunción, gordos vergacorta, feos, guapos pero inseguros, estrías,
exceso de gases, colitis y un largo etcétera.
Por
increíble que parezca en el chatroom había mujeres, mujeres que tenían
fantasías con nosotros, el detalle era que sólo las cumplían a través de la
red, por momentos hacían que nuestra autoestima se elevara al pensar más de una
vez que aquellas mujeres estaban engañando a sus novios con alguno de nosotros,
nos negábamos a pensar que se tratara de algún patán burlándose de los miembros
del grupo.
Pocas
veces nos dejaban ver, o cuando menos a mí, el cuerpo de la mujer con la que
conectábamos, pedían ellas y pedía yo, así funcionaba. Un buen día me topé con
tetitas29, una rubia joven con un cuerpo que bien podría estar en cualquier
peli con las que inicié en el porno, pero por alguna extraña razón estaba en
aquella sala de chat y me eligió a mí.
Me
pidió que me desnudara de inmediato y que ella haría lo mismo, ya desnudos
quiso que comiera como cerdito de un plato cercano, pedí que se tocara con sus
dedos los labios de su vagina, accedió de inmediato, en respuesta me dijo que
me tocara el cuerpo, por primera vez quien estaba del otro lado de la
computadora parecía más prendida que yo, sin pedir nada comenzó a tocarse las
tetas, la observé por un par de minutos.
Noté
su excitación cuando me exigió que me masturbara, con una mano, luego con la
otra y luego más rápido, me confesó que no había cosa que la pusiera más
caliente que ver a un gordo masturbándose.
Así
pasé más de un mes pegado a gordosenaccion.com todas las noches, desde las ocho
hasta entrada la madrugada, la primera hora era con la rubia, quien se
desconectaba sin despedirse una vez que había logrado su orgasmo, el resto del
tiempo pasaba entre conversaciones online, comida, refrescos, videos y
chaquetas.
Pasaron
quince días sin saber de la rubia, quince días en que perdía interés en los
videos, esperaba a que tetitas29 apareciera conectada, pero transcurrían las
horas y nunca llegaba. Cuando creía que ya no era posible un aumento, subí de
peso y empecé a tener complicaciones con la respiración.
Esa
noche bebí dos litros de gaseosa, dos bolsas familiares de cheetos, una ración
de nachos extraqueso, malteadas de fresa y de vainilla, después de un par de
veces en que me paré de mi silla para ir al baño recargué el estómago con una
hamburguesa con tocino extra y de postre pastelillos de chocolate y donas
glaseadas. A diferencia de las otras ocasiones, esta vez lo hacía por
depresión,
sentía
que nunca terminaba mi hambre, el apetito sexual fue lo único que reprimí con
la desaparición de la rubia.
El
sol golpeaba fuerte en mi cara enrojecida debido al esfuerzo por regresar el
exceso de alimento, por mi barbilla escurría un líquido café con trozos de
comida mal masticada en los que algunos podían distinguirse formas tal y como me
los había llevado a mi boca. Mi respiración era más agitada de lo común, corrí
al baño y continúe vomitando.
Tardé
veinte minutos en reponerme, regresé al cuarto impregnado de un olor a comida
en mal estado, con sudor escurriéndome sobre frente y mejillas me enjuagué la
boca con residuos de coca-cola depositados en un vaso desechable, me quité mi
camiseta blanca con manchas por todo el cuello y parte del pecho, quedé en
trusas, me puse de pie frente al espejo de cuerpo completo y por vez primera
sentí pena por mí, mis tetas eran más grandes que cualquier quinceañera y mi
enorme panza caía de tal manera que cubría mi pubis, ni siquiera dejaba verme
los huevos, el cuadro era patético.
Con
el adiós de la rubia y el vómito matutino pensé que era tiempo de mejorar la
situación, había tocado fondo, debía componer mi habitación, limpiar el
refrigerador, lavar mi ropa, usar ropa, zapatos, afeitarme y cortarme el
cabello, sin duda era necesario un extreme makeover.
Comencé
a buscar en la red estilitas profesionales, diseñadores, expertos en el tema,
mi trabajo de programador me dejaba dinero suficiente para pagar aquellos
servicios. Después de un buen rato googleando encontré uno que decía: “Cambio
total, serás otro Dr. Ríos Rosas”. Aparecía e-mail, teléfono, dirección del
consultorio y cerraba con la leyenda “profesional y muy discreto”.
*
Antes
de pasara con el doctor, su secretaria, una rubia de ojos verdes, me hizo una
serie de preguntas que contesté casi en automático mientras ella anotaba.
-¿Nombre?
-Germán
Rodríguez Montes.
-¿Edad?
-30
años.
-¿Estado
civil?
-Soltero.
-¿Alergias?
-Ninguna.
-¿Consume
algún tipo de droga?
-No.
-¿Fuma,
bebe?
-No.
Terminado
el cuestionario me subió a una báscula para pesarme y medirme.
-142kg
y 1.80m.-anotó mientras nombraba los números pausadamente-. -Pase-me dijo.
-¿A
ver mi gordis qué pedo traes?
El
doctor era un ruco de cabello rojizo con actitud ridículamente juvenil que no
tenía ningún tipo de respeto por los pacientes.
-Tengo
sobre peso.
-¡No
me digas! ¿Cuánto tienes de sobre peso según tus cuentas?
-No
sé, cincuenta, sesenta kilos-contesté algo inseguro después de su pregunta
inquisidora.
-Cincuenta
o sesenta, mira gordis aquí dice que pesas ciento cuarenta y dos kilos y mides
uno ochenta, y me dices que con cincuenta o sesenta que rebajes estás bien,
¿eh?
-Supongo.
Su
tono era cada vez más acosador, abalanzaba la mitad de su cuerpo como si
intentara subirse al escritorio que nos separaba.
-Supones,
supones, tu índice de masa corporal es de cuarenta y tres punto ochenta y tres
¿sabes que significa eso?
-No
sé.
-Significa
que tienes obesidad tipo III, lo que implica riesgos para tu salud, te puede
llevar a un problema cardiaco, hipertensión, enfermedad de vesícula, ¿y esa
pinche respiración agitada?
-Me
empezó hace quince días más o menos.
-Más
o menos, más o menos, te va a llevar la chingada gordis si no hacemos algo.
De
pronto la actitud inquisidora del doc cambió por otra más amable y ahora me
hablaba como alguien que tomara el problema como propio, como si encontrara la
salvación del mundo al resolverlo.
-Has
estado comiendo en exceso mi gordo, es tiempo de que las cosas cambien.
-¿Me
va a poner a dieta?-pregunté en un tono simple.
-Estás
equivocado, te voy a meter cuchillo- sentenció como villano de película gringa.
*
-Cuenta
hasta cinco- me dijo coquetamente la rubia de ojos verdes antes de caer en un
profundo sueño.
Desperté
con una muñequera naranja en mi brazo izquierdo, estaba en una habitación
solitaria y blanca en la que se escuchaba como fondo la música de una estación
de radio en inglés, me sentía aporreado, me dolía todo el cuerpo nada más de
respirar, inspeccionaba con la vista hasta donde me permitía el cuello cuando
de pronto entró la rubia.
-Ya
despertaste dormilón.
Su
tono era de una sensualidad ardiente. Levantó la sábana delgada que me cubría
para revisar mi cuerpo envuelto en vendas, verificaba que no hubiera rastros de
sangre por alguna herida abierta.
-Enseguida
entra el doctor- me dijo mientras me entregaba un control remoto. –Si se te
ofrece algo sólo presiona el verde, si es emergencia presiona el rojo- salió
del cuarto meneando el culo explosivamente.
Estaba
a punto de llevarme una mano a mi cintura cuando entró el doc.
-¡Ey
ey ey ey! No te vayas a tocar nada, aquí el que toca soy yo. Mira gordo, te
acabo de hacer una cirugía donde te engrapé el estómago, te succioné grasa, te
hice unos cortes aquí, acá- indicaba con su dedo índice mientras hablaba -te
hice algo de estética por acá y qué crees.
Se
acercó a mi cara mientras ponía su mano extendida cerca de su boca para contarme
casi en secreto.
-Aproveché
para sacarte un poco de tripa que tenías escondida allá abajo.
-¿Cómo?
-¡Te
alargué el pito chingado!- me contestó decepcionado por no haber entendido sus
palabras.
-Estaba
revisando tus papeles y en vista de que estás más solo que un perro callejero
te voy a dejar internado mientras te recuperas, para proseguir con la siguiente
operación.
-¿Siguiente?
-¡A
huevo! Mírate nomás esa pinche jeta, necesito quitarte la papada y los
cachetes.
Una
vez que caí en manos del doctor Ríos Rosas no me soltó hasta verme como un
hombre diferente. No supe cuanto tiempo duré en su clínica, llegué a pensar que
no estaba matriculado o que su consultorio se encontraba en la clandestinidad,
imaginé que así se sentía quien va a practicarse un aborto o a conseguir
medicamento controlado con médicos baratos y corruptos.
-Como
nuevo gordito.
Por
alguna razón nunca dejó de decirme gordito, gordo o gordis.
-Estás
irreconocible, eres mi obra maestra, me cae que si no tuviera hijos que
mantener no te cobraba cabrón.
La
rubia de ojos verdes y culo explosivo instaló un espejo de cuerpo completo que
llevaba pegado a un par de tetas voluminoso, se acercó a mí para quitarme la
bata y encaminarme desnudo frente al espejo, de pronto apareció una figura que
no reconocía, era yo en otro cuerpo, tenía el abdomen plano, los pectorales
marcados, el cuello delgado y las piernas torneadas, volteé mi vista hacia
abajo y pude ver mi pito, algo que no había podido hacer en años, lo miraba más
grande, imponente, la rubia sonrió acompañada de un guiño, di media vuelta y
pude ver mis nalgas como eso, un par de nalgas y no una masa deforme con una
raya en medio.
-Gracias
doctor me ha cambiado la vida.
-Todavía
no gordo- me dio una tarjeta- visita a mi cuate para que te diga cómo vestir,
qué corte de cabello hacerte y todas esas joterías.
La
rubia de ojos verdes, culo explosivo y tetas voluminosas me obsequió ropa de mi
nueva talla, lo hizo mientras paraba la trompa como si diera un beso al aire.
-¿Ya
me puedo quitar la pulsera?- Pregunté.
-Con
el tiempo se te caerá sola. Ya sabes donde está la salida, llégale pinche
marrano que esta güera ya me puso caliente.
Se
despidió de mí nalgueando a la rubia de ojos verdes, culo explosivo, tetas
voluminosas y labios besucones.
-Ese
doctor es una chingonería, no es por hacerte sentir mal pero a todos les dice
que son su obra maestra, ha reconstruido rostros, adelgazado gordos como tú,
alargado miembros-hizo una pausa para relamerse los labios -imagínate ha
cambiado sexos, juega a ser Dios el muy hijo de la chingada, yo por más que le
he pedido que me de una retocadita me dice que no.
Todo
aquello me lo decía en el tono más afeminado mientras buscaba combinaciones de
ropa para mí.
-¿Y
qué te dice?
-Que
no, que es muy profesional el joto, ¡tú crees!
Samy
hacía los ademanes que había aprendido de todas las jotas de todos los
programas de televisión que miraba, conocía los chismes de la farándula, quién
andaba con quien, los pleitos y por supuesto los que eran de ambiente. Pero su
carta fuerte eran las misses, sabía el nombre de cada una de las ganadoras de
cada año desde el noventa hasta la fecha.
Después
de una semana de visitas para asesoría de imagen no volvía a verlo en un largo
tiempo.
*
¡Cuando
uno es gordo no es feliz, quien dice vale más un gordito que dé risa a un flaco
que dé lástima miente! ¡¿Quién lo dice? Los gordos, porque no les queda de
otra, porque es más fácil buscar excusas que acciones, en algunos lugares se me
ha acusado de obesofobia, pero se equivocan, yo soy un luchador en contra de la
gordura que es diferente, saben por qué, porque aunque no lo crean yo fui
gordo!
¡Yo
siempre fui gordo, gordito dice la gente de cariño, tienen la creencia de que
los niños gorditos son sanos, que están llenos de vida pero no es así! ¡En mis
etapas de la vida se me dieron distintos apodos, de niño era simplemente el
Gordito o el Tomatito por mis mejillas redondas y rojas, en la primaria el
Mantecas, Botija, Ñoño, me cantaban la de “gordo panela pícate la muela con un
cuchillito que no te duela”, en la secu era el Gordo caradempanada, el Cebo, el
Cerdo, ya en la prepa fui el Culogordo, el Marrano, el Gordo livais, y por
último en la uni el Gordón o el Gordo Rodríguez!
¡No
me da pena decirlo, compartirlo con ustedes, porque lo logré, cambié porque esta
sociedad no es una sociedad para gordos, ustedes sufren, lo sé, pasé por ahí,
viví su situación, es lo que me da autoridad para pararme aquí y decirles que
el cambio está en ustedes, con amor y respeto por su cuerpo podrán hacerlo, que
la luz brille en cada uno de ustedes hermanos!
Bajé
del estrado entre aplausos y remolinos de gordos anónimos con respiración
entrecortada que se apretujaban llenos de sudor para poder saludarme “lo admiro
señor”, “es un ejemplo a seguir”, “Dios le conceda sabiduría y paz para guiar a
más hermanos”, “es una dicha estrechar su mano”, “me deja ver la pulsera que
lleva puesta señor”. Aquella cofradía de gordos estaba convencida de que había
bajado de peso con fuerza de voluntad, dietas y ejercicios, después de todo fue
en lo único que mentí en aquél discurso.
Socialmente
mi vida fue un éxito después de la cirugía y el cambio de imagen, empecé a
ganar dinero como conferencista de superación para gordos, me pagaban por
animar a personas con sobre peso, por permitirles un futuro distinto al
presente aunque sólo fuera en su imaginación.
Conseguí
un trabajo haciendo un comercial en televisión de shampoo para hombres debido a
mi abundante y tersa cabellera, en la calle las mujeres volteaban
a verme disimuladamente mientras que los hombres tímidamente ponían más
atención en mi cabello.
Seguí
programando desde mi casa aunque menos que antes, conservé algunos clientes y
sin darme cuenta perdí otros, quedaban los suficientes para pagarle la última
parte que le debía al doc, socialicé con actrices que conocí en el set de
televisión, empecé una vida nocturna que incluía algunas copas, nunca me pasaba
de tres, visitaba lugares para bailar, por primera vez en mi vida me miraba
bailando.
Todas
mis relaciones sexuales habían sido con putas, tuve una novia en la prepa pero
nos separamos al entrar a la universidad, se casó y no supe más de ella, ahora,
con setenta kilos menos y vestido como modelo neoyorkino iniciaba una relación
con una actriz de telenovela. Era feliz, aunque el brazalete naranja con el
nombre del doctor me incomodaba, había intentado de todo pero no conseguía
quitarlo.
Un
día en que no pude ver a Mariela porque tenía llamado y no tuve evento con los
gordos, decidí pasarlo en mi departamento. Me encontré sentado en la habitación
bajo el silencio de los domingos por la tarde observando todo lo que había
cambiado desde aquél día en que toqué fondo.
Encendí
mi computadora para pasar algo de tiempo, pues los fines de semana no hacía
nada de programación, revisé fotos antiguas y el historial de páginas que
frecuentaba, encontré gordoseaccion.com, aquella que me había llevado a mi vida
actual, accedí y rápidamente aparecieron frente a mí hileras de pequeños videos
en los que se postraban cuerpos asquerosos de gente horrenda, no hice click en
ninguno, seguí observando la página, introduje mi nombre de usuario y mi
contraseña y entré al chat room.
Muchos
usuarios me hacían plática, “hace tiempo que no te veíamos”, “bienvenido de
nuevo”… las fotos de perfil eran espantosas, terminé ignorando a todos, de
pronto, apareció un recuadro en la esquina inferior derecha que decía
“tetitas29 se ha conectado”.
Tuve
un viejo sentimiento o mejor dicho una mezcla de viejos sentimientos entre los
que reconocía el miedo, la alegría y la angustia pero sobre todo el miedo.
Recordé mi nueva apariencia física y eso aminoró todo, sentí seguridad, por
primera vez me sentí como un hombre seguro frente a la sala de chat, hice
contacto con tetitas29.
-Hola.
-Hola.
-Hace
tiempo que no sabía de ti.
Activó
su web cam y apareció frente a mi pantalla la figura desnuda de la rubia un
poco más delgada que la última vez, lo que hacía que sus tetas se vieran más
grandes, pero lo que llamó más mi atención fue ver una pequeña marca morada al
lado de su ojo izquierdo que no tenía antes. Sin que yo se lo pidiera comenzó a
tocarse, se lamía los dedos y se los llevaba a su vagina.
Me
pidió que activara mi cámara y por un momento dude, a pesar de estar conforme
con mi cuerpo tuve una leve sensación de inseguridad, me quité mi camiseta y mi
short, la rubia seguía tocándose e insistía en que activara mi cámara, lo hice
y cuando me vio frente a su pantalla seguido de un gesto de confusión
rápidamente se llevó su brazo izquierdo sobre las tetas intentado cubrirse el
torso como quien es descubierto desnudo en la comodidad de su alcoba.
Desactivó
su cámara de inmediato a lo que reaccioné con una torpe explicación en un
intento porque reactivara su web cam, traté de aclarar que se trataba de mí
pero con ciertas cirugías, todo estaba perdido, me respondió con un irrebatible
“Tú no eres sexgordo, lárgate de aquí, enfermo”. Acto seguido apareció el
recuadro en la esquina inferior derecha “tetitas29 se ha desconectado”.
Había
pasado año y medio desde la cirugía y no había aparecido ninguna complicación,
pero una mañana con viento, en mi departamento, antes de bañarme, me desnudé
frente a mi espejo y miré una pequeña lonja sobre mi abdomen, me preocupé, pues
no había tocado exceso de carne en mi cintura en meses, al girar logré ver un
poco abultadas mis nalgas.
Corrí
a mi escritorio buscando alguna tarjeta del doctor Ríos Rosas pero no encontré
nada, sólo el brazalete naranja sobre mi muñeca, encendí mi computadora para
buscar su página pero no aparecía nada al googlear su nombre, el historial ya
se había borrado automáticamente pues hacía mucho tiempo desde la última vez
que visité la página del doctor.
Después
del baño salí a la calle en busca del consultorio, era un día nublado,
no recordaba muy bien la dirección así que caminé por los alrededores que
venían a mi mente encontrando edificios viejos que servían de posada y los más
modernos de comercios. Ninguna clínica, no era zona de consultorios me decían
los vecinos, hubo una veterinaria pero hace mucho tiempo de eso, es lo más
cercano a un consultorio me dijo un vecino de enormes gafas mientras paseaba un
bulldog.
Sentí
desesperación, comencé a sudar como en mi época de gordo, sudaba mi frente y mi
espalda baja mojando mi camisa y mi ropa interior, los peatones me observaban con
asombro, ya no con el asombro que miraban al del comercial de shampoo, ahora
veían algo raro en mí, mi desespero tal vez, o es que acaso era mi gordura que
brotaba de mis adentros para transformarme en la bestia que fui.
Me
senté a descansar en una banca sin darme por vencido, pensaba tratando de
recordar alguna pista, un color de edificio, formas, letreros, cualquier cosa
que me refrescara la memoria, de pronto cuando el tráfico cesó por unos
segundos, del otro lado de la calle miré un letrero que lucía incompleto debido
a una
rama de árbol que lo cubría, “…Ríos Rosas”.
Crucé
la avenida esquivando automovilistas que me insultaban con sus claxons y gritos
que no atendí, caminé hasta aquél edificio y desde ahí levantando la cabeza y
con los ojos entrecerrados para evitar las pequeñas gotas de lluvia que caían
pude leer el letrero completo “Bar Ríos Rosas”, me invadió un sentimiento de
desencanto y furia, estaba seguro que el consultorio era por aquella zona, sin
embargo lo más cercano que encontré fue aquél bar al que desconsolado decidí
entrar.
El
ambiente estaba bajo una luz roja y la atmósfera era densa debido a las nubes
de humo de tabaco que ahí se formaban, una mesera de ojos verdes que encontré
con rasgos familiares me dio la bienvenida y me invitó a tomar asiento junto a
la barra, era imposible la comunicación debido al sonido ensordecedor de la
música que mandaba el Dj, aunque el sonido fuera tenue, con quién iba a
comunicarme y qué iba a preguntar.
Una
vez sentado la mesera me llevó una cerveza, intenté detenerla pero fue
imposible, di dos tragos a mi bebida y sentí un retortijón, parecía que algo
dentro de mi estomago se desdoblara, como queriendo escapar, no eran ganas de
cagar, era algo muy distinto que jamás había sentido, pasé el siguiente trago
con un poco de limón que estaba cercano a mí para aminorar el malestar.
La
música era una mezcla de vocablos y acordes indescifrables, en cada esquina
estaban empotrados televisores gigantes que transmitían videos pornográficos,
el lugar estaba atestado, todas las mesas llenas de mujeres y hombres, una mesa
en particular que estaba ocupada por un grupo de enanos llamó mi atención, se
besaban y se tocaban en distintas partes del cuerpo, una pareja estaba por
quitarse la ropa cuando la música fue interrumpida por una voz… ¡Bienvenidos a
Ríos Rosas, el bar de sus amigos, con ustedes nuestra bailarina de lujo
Samanta!
Sobre
la pista de baile apareció un travesti con cuerpo de mujer, cruzamos miradas y
me lanzó un beso, el público aplaudió para dar pie al espectáculo. Terminó
encuerado mostrando su diminuto cuerpo afeminado.
Mi
sudor aumentaba conteniendo el sobresalto de mi mirada en busca de algún
conocido o algún rasgo familiar, sólo encontraba gente divirtiéndose,
empinándose una botella, platicando en medio de aquella estruendosa música que
regresaba junto a la luz neón.
Al
terminar mi botella entre vasos alargados, ceniceros y envases de distintos
colores, apareció del otro lado de al barra el cantinero, su rostro era
inconfundible, era una especie de galán endemoniado, barba rojiza de candado,
cabello corto ondulado a tono con su barba, un ojo verde y el otro azul, los
labios delgados con la expresión permanente de saborear algo dulce, vestía una
camisa blanca sin abrochar los primeros dos botones, lo abordé con gritos de
desesperación.
-Doc
tiene que atenderme tengo complicaciones.
-¿De
qué hablas?
-La
cirugía, me dijo que si no sucedía nada en un año todo había salido perfecto,
pero aparecieron unas manchas negras en mi piel y está saliéndome grasa
por todo el cuerpo.
-¿Qué
cirugía? ¿Quién eres?
-Soy
yo doc, Germán Rodríguez, el gordo, su obra maestra.
-No
conozco a ningún Germán Rodríguez.
La
música asquerosa del Dj, conversar a gritos y que el doc pusiera más atención
en las bebidas que preparaba que en lo que le decía comenzaba a desquiciarme.
-¿Qué
te sirvo?
-Nada
doc, necesito que me consulte, que me de su opinión, no quiero volver
a ser gordo.
-Deja
de llamarme doc, por qué habrías de ser gordo yo te veo muy bien.
-Es
lo que quisiera saber, qué pasó con mi cuerpo, estoy sudando y mi respiración
se agita, no quiero esa vida triste doc, usted lo sabe, ahora soy feliz, quiero
seguir así, escúcheme doc, escúcheme… entre gritos y llanto tomé el control
remoto de los enormes televisores y apunté hacia ellos en un intento por
cambiar de canal, era inútil, todos transmitían lo mismo; pornografía
noventera.
La
crisis fue mitigada por la mesera de ojos verdes y culo explosivo llevándome
hasta una mesa donde me regaló una bebida levantamuertos.
Estaba
confundido, el doc no era el doc, estaba convertido en un barman y por fin
descifré esos ojos verdes de la mesera, supuse que el travesti era Samy, pero
eso no me servía de mucho, no recibiría respuestas de parte de ninguno de los
que ahí estaban por lo que decidí investigar por mi cuenta, intenté ponerme de pie
sin poder lograrlo.
Todo
giraba y se veía con nubes, la música corría más lento y el sonido era como un
cassete al que le traga la cinta el aparato reproductor de sonido, sudaba a
chorros, la mesera me echaba el humo de su cigarro mientras sonreía, me
levantaron de los brazos, escoltado por el travesti y un enano caminé con
dificultad por un estrecho pasillo que contenía puertas de madera cerradas y
abiertas que guardaban pequeñas habitaciones, volteé a una y pude distinguir
una pareja desnuda; el hombre muy cerca de ella se masturbaba contemplando sus
encantos, ella lo ignoraba, estaba más atenta a lo que ocurría en la pantalla
de una computadora que tenía en frente, se tocaba los senos y la vagina, era
una rubia con una marca morada sobre su ojo izquierdo.
Percibí
el ruido de una puerta abriéndose, el enano y el travesti entregaron mi cuerpo
a un calvo gigante que me cargó para después azotarme contra la acera, un
pequeño charco formado por la lluvia amortiguó la caída, escuché el rechinido
de una puerta que se cerraba violentamente y perdí el conocimiento.
*
Pasaron
tres semanas para recuperarme del todo, recobré el sentido pleno recostado en
mi cama, comiendo frituras, pastelillos, donas, nachos, bebiendo gaseosas
directo de la botella de dos litros, pasé por tres tipos de diarreas, dolores
de cabeza, escalofríos, perdí la mayor parte de mis clientes, me quedé con una camiseta
blanca de mi nueva talla manchada con un ligero color café sobre el cuello y el
pecho, busqué en mi gaveta y encontré una enorme trusa blanca, era lo único que
me quedaba, eso y la pulsera naranja.
Encendí
la computadora para comenzar de nuevo con otros clientes y otras páginas,
sentado en una silla de oficina accedí a internet, busqué gordosenaccion.com,
introduje mi password e inicié sesión.
Todo
me pareció aburrido, me excitaba poco o casi nada, los videos me parecían
grotescos y las fotografías chuscas, cuando estaba por abandonar la página me
bombardearon ventanas publicitarias, las cerré una a una sin poner atención, al
final quedó una pequeñita que no pude eliminar, destellaba, en ella aparecía el
rostro rubio de un hombre viejo con aspecto jovial y barba de candado “Dr. Ríos
Rosas te cambiamos la vida”, de pronto, en la esquina inferior derecha apareció
un recuadro con un mensaje que decía “tetitas29 se ha conectado”.
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