Caso
Regina Martínez/LA
REDACCIÓN
Revista Proceso No. 1995, 24 de enero de 2015
Mil
días de impunidad
El
homicidio de Regina Martínez Pérez, la corresponsal de Proceso en Veracruz,
está lejos de ser esclarecido y se ve remota la posibilidad de castigar a los
verdaderos responsables.
El
viernes 23, cuando se cumplieron mil días del asesinato, seguía prófugo José
Adrián Hernández Domínguez, El Jarocho, principal acusado de ser el autor
material en la versión del gobierno de Javier Duarte. Y el único detenido, el
presunto copartícipe Jorge Antonio Silva Hernández, El Silva, recurrió a la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para que revise la resolución
judicial que anuló su libertad.
El
gobierno de Veracruz ya da el caso por resuelto, pero El Silva mantiene su
dicho: fue torturado por personal de la Procuraduría General de Justicia del
Estado (PGJE) para que se inculpara e hiciera suya la versión de que el móvil
del asesinato fue el robo, con características de crimen pasional.
A
través de su defensa legal, Silva Hernández presentó ante el máximo tribunal
del país un recurso de revisión de la sentencia dictada por el Cuarto Tribunal
Colegiado en Materia Penal y del Trabajo, del Séptimo Distrito.
Ese
tribunal federal, con jurisdicción en Veracruz, revocó el 19 de junio pasado el
amparo que le había concedido la justicia estatal por considerar que no había
pruebas directas en su contra y se habían violado sus garantías
constitucionales desde su detención y al momento de ser maltratado física y
moralmente para inculparse.
Su
defensora, María de los Ángeles Diana Coq Toscanini, presentó el recurso de
revisión firmado con las huellas digitales pues El Silva, de 40 años, es
analfabeto.
En
su solicitud de revisión, la defensa alega que la PGJE violó los derechos
humanos de Silva Hernández, protegidos por la Constitución, la Convención
Americana de Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales de los
cuales México forma parte.
El
Silva le dice a la SCJN que los agentes de la PGJE lo detuvieron sin orden de
aprehensión, lo retuvieron más tiempo del legal para presentarlo ante el
Ministerio Público (MP) y lo torturaron para que se inculpara.
Según
el Tribunal Colegiado, en el expediente no se acreditaron esos agravios, por lo
que le dio la razón a la juez de Primera Instancia, Beatriz Rivera Hernández,
quien en noviembre de 2012 condenó al acusado a 38 años y dos meses de prisión.
Esa
sentencia fue revisada por la Séptima Sala del Tribunal Superior de Justicia de
Veracruz y en agosto de 2013 decretó la libertad de Silva Hernández por
violaciones al debido proceso y a sus derechos humanos.
Quedó
libre hasta que el Tribunal Colegiado revirtió el amparo y se ordenó su
recaptura. El Silva fue localizado en Tlaxcala, en octubre pasado, y desde
entonces está recluido en el penal de Pacho Viejo, en Coatepec, en la zona conurbada
de Xalapa.
En
el recurso de revisión, el acusado afirma que la PGJE lo detuvo en octubre de
2012, medio año después del asesinato de Regina Martínez, y nunca tuvo una
defensa adecuada. Por eso, indica, impugnará la arbitrariedad de su detención,
pues se llevó a cabo sin orden judicial y en todo momento se violó el principio
de presunción de inocencia.
Explica
Silva Hernández: “Seis meses después de la muerte de Regina Martínez, sin que
mediara orden de aprehensión alguna, fui sometido y privado de mi libertad en
la población de Colipa, Veracruz, y trasladado a la ciudad de Xalapa, en donde
estuve incomunicado y puesto a disposición del MP, quien en contubernio con los
agentes de la Agencia Veracruzana de Investigación me retuvieron privándome de
mi libertad sin informarme tan siquiera cuál era el motivo de mi detención”.
Asegura
que durante su incomunicación y privación ilegal de la libertad, la
procuraduría le asignó a una defensora “que nunca realizó actos o acciones para
su defensa y se limitó a firmar lo que el MP del estado le ponía enfrente”.
Dice que al ser consignado ante el Juzgado de Primera Instancia, la defensora
de oficio no tuvo tiempo de leer las mil 400 páginas de la acusación.
“Además
de la inadecuada defensa, nunca se me respetó la presunción de inocencia,
mientras que la juez de Primera Instancia nunca tomó en cuenta que fui
torturado para confesarme culpable”, dice el recurso de revisión.
El
Tribunal Colegiado tampoco tomó en cuenta esos argumentos y en cambio validó la
prueba del Protocolo de Estambul, practicada medio año después de su
encarcelamiento, en la que se rechazó que Silva Hernández hubiera sido
torturado.
En
su solicitud a la SCJN, el detenido señala que desde su aprehensión manifestó
padecer VIH, como quedó certificado en la averiguación previa. Pero asegura que
desde su primer ingreso al Centro de Readaptación Social de Xalapa por el
homicidio de la periodista, no fue trasladado ninguna vez a un centro de salud
ni recibió tratamiento médico. “Por supuesto, nunca tuve la alimentación
adecuada”, comenta.
En
consecuencia, el detenido sostiene que fue sentenciado sin pruebas fehacientes
que acrediten su plena responsabilidad penal, violando el principio pro
persona, según el cual, en el caso de duda, se debe absolver al procesado por
insuficiencia probatoria.
Lagunas
en la versión oficial
Según
la conclusión del gobierno de Javier Duarte, Regina Martínez tenía una relación
sentimental con el principal inculpado, Hernández Domínguez (El Jarocho), un
joven delincuente adicto a las drogas y dedicado a la prostitución.
Según
la versión gubernamental, El Jarocho y El Silva llegaron a la casa de Regina
Martínez la noche del viernes 27 de abril y la periodista les fue a comprar
cervezas. En las primeras horas del siguiente día discutieron porque, según la
declaración ministerial firmada por Silva Hernández, ella le reclamó al Jarocho
que no la visitaba.
En
la averiguación previa de la PGJE se dice que Hernández Domínguez respondió con
golpes. Regina también, pero entre los dos la sometieron. Murió por asfixia.
Luego, ellos se llevaron de la casa una computadora, una cámara fotográfica y
otros objetos personales de la periodista.
Con
esa hipótesis de robo con elementos pasionales, la PGJE de Veracruz soslayó
investigar si el asesinato estuvo relacionado con el trabajo periodístico de
Martínez Pérez.
Las
peticiones a Duarte para que se avanzara en esa línea de investigación fueron
la coartada de su gobierno para intimidar a periodistas cercanos a Regina con
citatorios judiciales, registros dactilares y filtraciones periodísticas sobre
su supuesta participación en el crimen.
La
reaprehensión del Silva mantiene viva la versión del gobierno estatal. Pero el
caso no está cerrado; no sólo por el camino judicial que aún puede recorrer el
sentenciado, sino porque el principal asesino material –en la versión del
gobierno del estado– sigue prófugo. En su propia versión, el gobierno de Javier
Duarte está en falta.
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