Policías
detenidos, chivos expiatorios/PATRICIA
DÁVILA
Revista Proceso No. 1995, 14 de enero de 2015
El
repudio nacional por el ataque contra los estudiantes de Ayotzinapa provocó una
respuesta gubernamental lenta y sumamente criticada. Ahora, nuevas voces se
suman al rechazo: familiares de policías municipales detenidos por el atentado
explican que los agentes acusados vacacionaban, tenían día de descanso o
estaban asignados a otras comisiones cuando ocurrieron los hechos. “La PGR está
tratando de que su supuesta investigación encaje”, acusa el abogado de cuatro
de los detenidos.
IGUALA,
GRO.- En su afán por acallar las protestas de los padres de familia de los
estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, desaparecidos
desde el 26 de septiembre, la Procuraduría General de la República (PGR)
“fabrica culpables”: Responsabilizó de homicidio, intento de homicidio,
secuestro y delincuencia organizada a policías municipales que estaban de
vacaciones, tenían descanso o que el día y a la hora de los hechos desempeñaban
comisiones lejos del lugar del ataque.
Los
policías escoltaron a la pareja a la alcaldía entre las ocho y nueve de la
mañana porque los Abarca querían supervisar personalmente los preparativos. Ya
por la noche, al empezar el informe, los escoltas se plantaron a un lado de la
tarima en donde la señora hablaba.
“Al
terminar, como a las nueve de la noche, el alcalde, su esposa y algunos
familiares se vinieron a cenar a los tacos Lili, a sólo una cuadra de mi casa.
La patrulla 017 la estacionaron frente a la taquería y los agentes se bajaron
para vigilar. Siempre que el matrimonio cenaba aquí les invitaban alambre a sus
escoltas. Mi esposo me habló para que el mayor de mis niños fuera por el
alambre y lo cenara con nosotros.
“La
tía de Osvaldo vende pozole afuera de la casa, por lo que algunos vecinos, como
la señora Marcela Rosa Morales Rea, quien cenaba ahí, vieron que mi hijo
regresó con el alambre.
“De
la taquería (los agentes) se fueron como a las 10:05 de la noche a dejar al
matrimonio a su casa, en la colonia Jacarandas. De ahí pasaron a la comandancia
a entregar la patrulla 017, las llaves y sus armas. En la camioneta de Jorge,
estacionada cerca de la comandancia, regresaron a casa. Llegaron como a las
10:25. La vecina Marcela Rosa aún estaba en el lugar.”
Osvaldo
Vázquez cenó, se bañó y se retiró a dormir. Al día siguiente y como de
costumbre, asienta su esposa, se fue a las siete de la mañana por la patrulla y
sus armas para trasladarse a la casa del alcalde. Mientras lo esperaba, le
hablaron para que se reportara en el Centro Regional de Adiestramiento Policial
en la Zona Norte (Crapol). Su primo Jorge García descansó el sábado 27 de
septiembre, pero al mediodía Osvaldo le habló por teléfono para que también
acudiera al Crapol.
Ese
día, además de Jorge García laboraron otros escoltas: Osvaldo Vázquez y
Guillermo Villalobos. De este último se desconoce el paradero.
Marisol
Mendoza continúa: “Al día siguiente mi esposo Jorge descansó, comíamos cuando
su primo Osvaldo habló, me pidió que le dijera que tenía que presentarse en el
cuartel de la policía. Se fue tarde, como a las dos, y cuando llegó ya habían
detenido a los 22, incluyendo a su primo Osvaldo. Horas después le avisó a
Zaira Estrada”.
El
día en que ocurrió el ataque a los normalistas el escolta Ubaldo Toral Vences
vacacionaba, asegura a Proceso su esposa, María Iris Román Ramírez: “El 26, mi
esposo estaba de vacaciones, salió desde el 25 de septiembre, un día antes de
los hechos. Esos días los pasamos en casa. Por la tele y el periódico nos
enteramos de la balacera. Mi esposo me dijo que la situación estaba difícil,
que nunca había pasado algo así”.
El
6 de octubre, un día antes de que se reincorporara, le habló Jorge García, su
compañero, para avisarle de un curso que deberían tomar en Tlaxcala a partir
del día siguiente. En ese curso permanecieron dos meses y medio, aunque
inicialmente sería de sólo mes y medio.
Cuando
regresaron, los acuartelaron en el 27 Batallón de Infantería, de Iguala. De ahí
podían salir después de que les daban instrucciones acerca del lugar al que
tenían que presentarse al día siguiente. Todos los días acudieron al cabildo a
firmar su asistencia, hasta que les notificaron que, por participar en el curso
en Tlaxcala, les darían vacaciones del 15 al 29 de diciembre. Al regresar el
29, empero, nueve policías fueron detenidos, incluido él.
“Me
entero de su captura porque una señora me habló para avisarme”, recuerda su
esposa.
A
su vez, Leccis Mayo Zúñiga, esposa del policía segundo Gerardo Delgado Mota,
rememora: “El 26 de septiembre mi esposo descansó. El 25 sí laboró, no me
acuerdo hasta qué hora porque yo tenía a mi mamá enferma. La mañana del día 26
se la pasó con nosotros en casa. Como a las tres de la tarde fuimos con mi mamá
y regresamos como a eso de las nueve o 10 de la noche. Agotados, no nos
enteramos de lo sucedido.
“Desde
el día 25 mi esposo pidió permiso de llegar tarde el sábado 27 porque
llevaríamos a mi hija a Huitzuco, al dentista. La cita era a las nueve y salimos
de casa a las ocho de la mañana”. Fue la odontóloga quien les informó de la
matanza del día anterior.
“En
días sucesivos mi esposo se siguió presentando a firmar. El día 29 de diciembre
se presentó al pase de lista. Me di cuenta de su detención porque llegó un
compañero a traerme el Tsuru de mi esposo. Ese es mi coraje, que nos engañan.
Tenemos lo poco gracias a mi marido, porque es el único que trabaja. Era el
comandante de los escoltas.”
Los
argumentos
Por
separado todas las mujeres muestran a la reportera incontables constancias y
diplomas de los cursos a los cuales asistieron sus esposos en 14 o 15 años de
laborar en la policía. También sus certificados de no antecedentes penales.
Ellas sonríen. Se muestran optimistas. Tienen la certeza de la inocencia de sus
parejas. Son amas de casa, viven de los salarios de sus esposos. Viven en
barrios y casas humildes. Ahora hacen rifas para sufragar las visitas y pagarle
al abogado.
“Pues
mire, ¿usted cree que si mi esposo anduviera en esa maña yo estaría rentando
casa? ¡No! Ya tuviera la mía”, señala la mujer de Gerardo Delgado Mota.
–¿Se
nota cuando alguien está involucrado? –se le pregunta.
–Claro.
Por los coches que traen. Por la noche andan en la calle tomando. Por lo mismo
de que nunca han tenido, cuando tienen lo demuestran, traen cadenas de oro,
relojes…
–¿Por
qué la intención de culparlos?
–El
gobierno los culpa de todo lo que sucede en Iguala. Están metiendo inocentes
con tal de lavarse las manos y de que los padres dejen de exigir resultados. No
investigan. Agarran al que caiga.
El
defensor de los cuatro escoltas –quien pidió omitir su nombre– señala las
irregularidades: “En el caso de Osvaldo, es una detención arbitraria porque no
fue mediante una orden proveniente de alguna autoridad jurisdiccional
competente, sino que fue detenido por la Procuraduría General de Justicia del
estado, a través de los policías ministeriales”.
Apoyado
en expedientes de las causas penales 212/14, 216/14 y 217/14, del caso de
Osvaldo Vázquez, así como en la 01/2015, abierta posteriormente sobre Jorge
García, Ubaldo Toral y Gerardo Moya, el letrado asegura que otra anomalía es
que la PGR no ha considerado la imposibilidad de que los acusados participaran
en el atentado porque sus funciones no eran operativas, estaban asignados como
escoltas del alcalde y hay documentos y testigos que lo confirman.
Otra
irregularidad es la debilidad del supuesto señalamiento directo por parte de
los agraviados. El abogado dice que los tres testigos coinciden en su
acusación, pero la coincidencia llega a tanto que sus declaraciones no difieren
ni en un solo punto ni en las faltas de ortografía.
Además
los denunciantes aluden a la patrulla, pero ninguno ubica a los acusados.
–Supuestamente,
¿qué armas disparó Osvaldo esa noche? –se le inquiere.
–En
el lugar de los hechos encontraron casquillos de distintos calibres, de R-15 y
AK-47. Pero los escoltas sólo portaban R-15.
Se
le hace notar que a Osvaldo Vázquez le resultó positiva la prueba de rodizonato
de sodio.
–Sí,
igual que a 19 de los 22 policías detenidos junto con él. Y los tres policías a
los que les dio negativa, están presos porque sus armas dieron positivo y
porque los agraviados los identifican como elementos que dispararon. Pero da la
casualidad de que, de los escoltas presos, Gerardo Delgado tenía día franco,
Ubaldo Toral estaba de vacaciones y aun así los señalan. No hay
correspondencia.
Acusa
que también existen problemas en los delitos por los cuales fueron consignados:
“Sabemos que la finalidad del secuestro es solicitar un rescate a cambio de la
libertad y éste no es el caso. Sin embargo, los consignan por esa situación.
“Lo
mismo sucede con delincuencia organizada. Tiene que haber un jefe jerárquico y
más de tres personas que se reúnan y se pongan de acuerdo en cómo delinquir.
No hay elementos. Pero en su afán de cuadrar su investigación, la PGR intenta
involucrarlos con los civiles detenidos, integrantes de Guerreros Unidos.
“La
PGR está tratando de que su supuesta investigación encaje. Bien o mal ya lo
hizo, pero hay muchos elementos que faltan. No hay elementos de vinculación
porque no existe un nexo causal entre los cuatro oficiales y los hechos o el
resultado de los mismos, y es que no existe esa supuesta participación”,
concluye el litigante.
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