Fue
una masacre/FRANCISCO
CASTELLANOS J.
Revista Proceso No. 1994, 17 de enero de 2015
APATZINGÁN
DE LA CONSTITUCIÓN, MICH.– Hasta el viernes 16, el comisionado Alfredo Castillo
Cervantes no había dado una explicación convincente sobre la balacera de la
madrugada del martes 6, en la que hubo por lo menos 13 bajas. Fue una verdadera
masacre, comentan al corresponsal decenas de lugareños que observaron la
refriega desde los comercios aledaños a la plaza municipal.
Todo
fue “montado por el gobierno federal porque odia Apatzingán”, insisten, pues
ese día los uniformados se llevaron a todos los que pudieron. Es mentira que
haya habido un “enfrentamiento” o que las muertes se deban al fuego cruzado,
como sostiene el comisionado; tampoco, dicen, se trató de una emboscada a
policías federales.
Carlos
Vázquez, quien formó parte tanto de la Fuerza Rural como de los autodefensas e
incluso participó en el operativo del G250 –el grupo que se organizó el 15 mayo
de 2014 para buscar a La Tuta y sus sicarios en 81 municipios de la entidad–,
comenta al reportero:
“Nunca
se mató a tanta gente en un solo día como la madrugada del martes 6 en
Apatzingán; nunca hubo un camión con sicarios –como dice Castillo–. Eran
camionetas en las que los pobladores iban siguiendo a los federales para que
soltaran a la gente. En los últimos dos años, ¿cuándo han escuchado que los
comunitarios le disparamos al gobierno?
“Cuando
íbamos por Los Templarios usábamos de 30 a 60 camionetas; no 15, como dice el
gobierno en el caso de Apatzingán. Ellos afirman ahora que eran 60 y nos matan
a la gente.
“No
queremos problemas con el gobierno. Siempre hemos estado a su lado, pese a que
nos levantamos en armas. Si lo hicimos fue porque él no estaba con nosotros.
Con Mireles limpiamos 87 pueblos, cosa que no hizo el gobierno.”
Se
queja también de la falta de decisiones de las autoridades federales porque,
asegura, sólo han usado a sus compañeros para justificar la situación,
maquillando cifras; tampoco atacan a Los Templarios, aun cuando el comisionado
Castillo sabe dónde está La Tuta.
Pero
la culpa no es de los uniformados, puntualiza, sino de los altos mandos, pues
ellos son quienes dan las órdenes. Y se pregunta: ¿dónde estaba el principal
encargado de la seguridad en Michoacán ese martes 6? No en Apatzingán, por supuesto,
sino en la Ciudad de México. De ahí que hayan muerto 13 personas, todas ellas
del bando de “los malos”, según las autoridades.
E
insiste: “¿Quién estuvo a cargo del operativo: el gobierno del estado, el
Ejército o la Policía Federal?… No puedo olvidar ese martes 6 de enero; me
duele porque después de los reportes comenzaron a disparar. ¿A qué hora
dialogaron? ¿No se fijaron que había niños, mujeres, ancianos? No, ellos sólo
gritaban: ‘Maten a esos perros’; ‘ríndanse, perros’.
“Vimos
cuando los uniformados agarraron a uno y le dijeron: ‘Ya te llevó tu puta
madre’, y lo mataron. Fue frente a Telégrafos. Yo vi cuando se rindió, no me lo
contaron. Decidí huir.”
Días
de tensión
La
toma de Apatzingán se hizo el 22 de diciembre último. Si se observan las grabaciones
de las cámaras del Centro de Comunicación, Cómputo, Control y Comando se verán
las patrullas de la federal que resguardaban el lugar, comenta el entrevistado.
Y se pregunta: ¿No sabían que estábamos desarmados? ¿No lo vieron?
Según
él pasaron más de dos semanas y ni el Ejército, ni los policías federales ni el
alcalde Alejandro Villanueva del Río les pidieron desalojar el pueblo. Al final
se violentó la autonomía de Apatzingán, pero el comisionado Castillo no dice
nada de eso.
Cualquier
policía sabe que cuando hay un operativo para desalojar a gente armada no debe
llegar disparando; primero debe negociar con sus interlocutores. Pero en
Apatzingán nadie se apegó al protocolo de seguridad, subraya Vázquez.
Muchos
de los ocupantes éramos autodefensas, algunos habían participado en el G250. Y
como la mayoría sabíamos que el gobierno nos quería desarmar, se fueron al
jardín para demostrar que no estaban armados.
“Los
habitantes comenzaron a solidarizarse, a pedir bajar costos de luz, del agua;
hasta unos maestros del Instituto Politécnico Nacional llegaron a apoyarnos. No
representábamos ningún peligro. ¿Por qué nos masacraron?”, reitera el
entrevistado.
–El
comisionado Castillo dice que había Viagras.
–Sí.
Hablan de los hermanos Sierra Santana… Nicolás, su presunto jefe, incluso dio
entrevistas. Se alzaba la camisa para mostrar que no portaba armas.
“Que
el gobierno no se haga pendejo. Hay fotos con Nicolás Sierra Santana, El
Americano, Papá Pitufo, Hipólito Mora, Fructuoso, de Aguililla, con Castillo.
¿Por qué no lo detenían (a Nicolás) en las reuniones donde tomaban café y
refrescos. Hay videos también, ¿por qué ahora lo quieren distorsionar?”
Y
sentencia: “Que pague quien tenga que pagar”.
Respecto
a la Policía Federal, “no la queremos en el estado”. Dice que el ayuntamiento
de Apatzingán, a través del Departamento Jurídico, instaló una mesa para
recibir denuncias que atiende el abogado José Trinidad Sapién.
Y
empezó la balacera
Eran
alrededor de las 2:30 de la madrugada del martes 6. Frente al ayuntamiento los
comerciantes vendían mercancías y juguetes cuando comenzó la balacera. Blanca,
de 28 años, corrió a refugiarse a la juguetería Novedades Jaqueline; su tío
José Matías, de 62 años y propietario de un puesto de tacos frente a la
alcaldía, también buscó protección.
Al
final, José Matías y su hijo Rodolfo Matías, de 21, así como Gustavo Enrique
Barón, de 49, y otras 40 personas fueron detenidas.
“De
los 13 muertos ninguno estaba armado, como muestran los videos. Fue un
asesinato vil. Los que cayeron en Avenida Constitución no estaban armados,
fueron acribillados por los federales”, sostiene Vázquez.
Una
mujer comenta al corresponsal que los federales entraron a la tienda Novedades
Jaqueline y sacaron a puros hombres y se los llevaron a la catedral. Ahí los
tiraron al piso a patadas, les amarraron las manos y les colocaron cinta canela
en los ojos.
Luego
se los llevaron a Morelia y de ahí al penal de Tepic, acusados de asociación
delictuosa y uso de armas de fuego. “Es una injusticia –dice la entrevistada–.
Ese señor Castillo sólo vino a masacrar al pueblo”.
Los
vecinos de Constitución de 1814 esquina con Plutarco Elías Calles relatan que
alrededor de las 7 de la mañana del martes 6 escucharon ráfagas y gritos de
“¡No disparen!, ¡No disparen!”, y el corredero de gente.
“Nosotros
nos metimos debajo de la cama, pero se nos hizo eterno, señor. Horas y horas de
balaceras”, cuenta uno de ellos. “Cuando salimos a la calle ya estaban los
muertitos”.
Un
trabajador de un taller mecánico relata que al filo de las 7:30 de la mañana
llegaron los federales. La gente corrió hacia los negocios que estaban
abiertos; todo era confusión. Detrás de los uniformados iba genta con garrotes
y golpearon una patrulla, mientras le decían a la gente que no corriera.
Entonces comenzaron los disparos.
Uno
de los integrantes de la Fuerza Rural de La Ruana comenta al corresponsal que
escuchó las llamadas de auxilio por las radios, pero como no pueden abandonar
la localidad, nada pudieron hacer.
El
jueves 15 el juez quinto de distrito Jorge Armando Wong, con sede en Uruapan,
ordenó liberar a 43 de los 44 detenidos por su presunta participación en la
balacera de martes 6 por falta de pruebas, lo que constituye un revés más a la
Procuraduría General de la República.
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