El
Estado Islámico y la batalla del fin del mundo/Jaume Flaquer, jesuita, es responsable del área teológica de Cristianisme i Justícia.
El
País |22 de enero de 2015
La
capacidad del ser humano de pervertir el mensaje religioso es infinito. Si el
amor y perdón radical de Jesús no impidió la quema de brujas y de herejes del
s.XVI, no nos ha de extrañar que el mensaje de Muhammad cuyo reino sí era de
este mundo se vea transformado en la barbarie neo-fascista practicada por el
Estado Islámico.
Su
lógica se asienta en tres elementos fundamentales: la mitificación de los
orígenes del islam, la interpretación fundamentalista de los textos
escatológicos del fin de los tiempos, y la proclamación de que efectivamente
estamos viviendo estos tiempos finales. El éxito de la llamada a la yihad (por
más que represente solo a una ínfima minoría de los musulmanes) se basa en que
la mayor parte de éstos han sido educados en una mitificación de sus orígenes y
en una lectura fundamentalista de los textos. La invasión americana de Iraq y
la guerra siria han permitido el caos suficiente para que este grupo haya
podido interpretarlo como el preludio de la gran batalla final en la que
saldrán victoriosos los que vivan literalmente como los primeros musulmanes. La
última comunidad será como la primera, de ahí que en sus escritos se esfuercen
en ver paralelismos entre los sucesos del s.VII y los del s.XXI. Igual que los
primeros musulmanes crearon el primer Estado Islámico al emigrar hacia Medina
dejando atrás sus casas y sus familias infieles, también ahora se hace una
llamada obligatoria a todo musulmán para emigrar hacia el Estado Islámico
definitivo, localizado precisamente donde se espera que se produzca la gran
batalla final, Dábiq, en Siria, frente a la frontera turca. Esta reunión de
musulmanes de todas las razas y países no deja de resonar positivamente en un
anhelo común de la comunidad islámica: la superación de las divisiones
históricas para volver a la unidad originaria. De ahí que uno de los enemigos
del Estado Islámico sean los diversos nacionalismos árabes surgidos después de la
época colonial y alimentados por sus dictadores para mantenerse en el poder.
Por ello, su llamada enlaza con la crítica a la corrupción y división de los
países árabes y con la aspiración de volver a ser una gran comunidad
triunfadora. En los países Europeos, donde numerosos inmigrantes o hijos de
inmigrantes no consiguen sentirse ni de aquí ni del país de sus orígenes,
pueden dejarse tentar por esta llamada a la superación de fronteras que integra
la épica de toda ideología totalizante.
Esta
épica es la gran dinamizadora de los luchadores por Alá. La literatura
apocalíptica de todas las tradiciones, alcanzando también al cine actual, hace
volar la imaginación hacia una batalla definitiva entre el bien y el mal donde
toda creatura debe elegir entre un bando u otro. Su objetivo no es más que
ayudar a vivir las dificultades del presente. El error consiste en “historizar”
los miles de relatos medievales sobre el fin de los tiempos dándoles una
localización exacta precisamente en Siria: la batalla final, la aparición del
Mahdi, el descenso de Jesús y la aniquilación del Anticristo junto con la de
todos los infieles. Esa batalla será contra los cruzados y sus aliados, y
permitirá conquistar Roma, esclavizar a sus mujeres, y poner la bandera del
Estado Islámico sobre el Vaticano.
Ese
momento ha llegado, y hay que situarse bajo la bandera del bien, refundando el
Estado Islámico primitivo. Por ello este grupo considera como enemigos incluso
a otros yihadistas que luchan contra Israel o EEUU pero que no pretenden fundar
un Estado.
La
llamada a alistarse es universal, y por eso su revista de propaganda es en
inglés con una maquetación impecable. Se piden soldados pero también
ingenieros, médicos, informáticos, científicos, predicadores, etc., para poder
desarrollar el Estado.
No
debe quedar la duda a nadie de que el islam mayoritario condena a este grupo. Y
no puede ser de otro modo porque éste considera infiel a todo musulmán que viva
en Occidente o en cualquier país musulmán donde no impere la ley islámica
estricta. Pero no le vencerá ni con armas ni con condenas sino con una
desmitologización y un verdadero estudio crítico sobre sus orígenes. Mientras,
el islam seguirá engendrando hijos terroristas no deseados, y Occidente les
dará de comer con su nefasta política exterior.
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