La
reconquista de los cuerpos/Najat El Hachmi, escritora.
El
Periódico | Najat El Hachmi
En
un viaje visto y no visto a Casablanca tengo la suerte de conocer a la
periodista Fedwa Minsk, conductora de espacios literarios y fundadora de la
webzine Qandisha.ma, que tiene como objetivo recoger el testimonio de las
mujeres marroquís y su malestar. Aicha Qandisha es una figura mítica en
Marruecos, conocida por hacer exactamente lo contrario de lo que hacía
Sherezade: parece que era una mujer de gran belleza que seducía a soldados
enemigos en el contexto de la lucha anticolonial, los invitaba a su casa y antes
de que despuntara el alba ya los había asesinado. La feminidad como peligro, la
astucia femenina como defecto, la sirena norteafricana. Quizá por eso en
algunas zonas Qandisha no es una mujer real sino un ser paranatural, un jinn
maléfico con quien mejor no tropezar a solas, menos aún si se es hombre.
El
nombre de la página web es así un acto de subversión simbólica. Las mujeres que
escriben serán juzgadas por sus relatos, sus quejas y sus reclamaciones como
mujeres en una sociedad patriarcal que impone este orden por medio de la ley.
Minsk me cuenta que ha sido pirateada veinte veces desde su creación, lo que
quizá quiere decir, dice riendo, que la leen más hombres que mujeres. Y es que
los testimonios que allí se cuelgan son de todo tipo pero tienen como principal
objetivo dar la palabra a las mujeres y que estas expresen, manifiesten,
denuncien públicamente las situaciones que viven.
Salen
cuestiones relacionadas con el derecho, el acoso sexual, la imposición del
matrimonio y la maternidad o la falta de libertad sexual. No faltan las
reflexiones sobre los cuerpos de las mujeres en un país que todavía prohíbe las
relaciones prematrimoniales o que restringe por ley la sexualidad al ámbito del
matrimonio. Esto en teoría, claro, porque en la práctica cualquiera que haya
visitado Marruecos, y sobre todo el Marruecos urbano, habrá descubierto que la
vida va muy por delante de las restricciones que se le han impuesto desde el
poder, siempre legitimándose con la religión.
Uno
de los fenómenos que más llama la atención, por ejemplo, es el de la
prostitución, legalmente prohibida pero bien presente. Una realidad que
atraviesa todas las ciudades y todas las clases sociales, a menudo la única
salida para muchas mujeres pobres. No en vano Marruecos es un conocido destino
de turismo sexual, por mucho que oficialmente esto no será admitido en ninguna
parte. El pasado verano, de hecho, la película Much Loved, del cineasta Nabil
Ayouch, causó una gran polémica al retratar, por lo visto con mucho realismo
(aquí todavía no ha llegado, esperemos que algún día lo haga), la prostitución
marroquí. El filme ha sido prohibido y la actriz que lo protagonizaba, Loubna
Abid, fue agredida en Casablanca hace unos meses y ha tenido que exiliarse a
Francia.
Es
curioso este fenómeno en el que provoca más la representación de una realidad
que la realidad misma, que resulte más ofensivo mostrar en pantalla lo que pasa
que ver en las calles lo mostrado. Quizá podemos llegar a la conclusión de que
la representación cultural es muy poderosa, pero también son hechos que ponen
sobre la mesa la hipocresía y la doble moral. Si no se habla de eso, todo está
bien. Además, no se puede olvidar que la prostitución mueve mucho dinero, y
parece que los mismos lobis proxenetas son los que habrían presionado para
perseguir el filme. Al poder tampoco le interesa hacer nada para acabar con la
prostitución porque, según me cuenta la periodista, es una vía para canalizar
las necesidades sexuales de muchos marroquís. Si se prohibiera, me cuenta,
tendríamos una revolución sexual, y la revolución en Marruecos debe ser sexual
o no será.
En
el aeropuerto aprovecho para comprar dos revistas femeninas, una publicada en
Marsella para mujeres marroquís y otra hecha en Casablanca. No sé qué
repercusión tendrán, qué influencia y si son representativas o no de las
mujeres del país, allí y en la emigración, pero ambas, a pesar de ser muy
diferentes, hablan de cuestiones que aparecen en la webzine. La sexualidad es
una cuestión central, el punto de conflicto que también manifiestan algunas
jóvenes de la inmigración con las que he podido hablar. Puedo atreverme a
afirmar que hay un movimiento muy importante en este sentido, que tiene como
principal objetivo una reformulación de los códigos tradicionales heredados y
que además están viviendo tanto las marroquís de allí como las de aquí. A
simple vista tal vez no se ve porque la mirada también se suele resistir al
cambio.
Es
muy probable que Minsk tenga la razón y la revolución sexual marroquí esté por
venir. Al menos todo apunta a una transformación en las conciencias de las
mujeres, muchas ya con estudios universitarios. Pienso que esta revolución no
solo debe comportar una libertad que permita a las personas relacionarse cómo,
cuándo y dónde quieran, sino que debe tener como objetivo una reapropiación del
cuerpo femenino, que las mujeres puedan ser las principales y únicas
propietarias y que su gozo, su deseo, sea tan lícito como el de un hombre.
Después ya vendrá el camino complicado de entender las complejidades, pero lo
urgente es que el cuerpo de las mujeres deje de ser del Estado, de la religión,
de los lobis, los padres, hermanos y maridos para convertirse en un cuerpo
reconquistado por sus legítimas amas.
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