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claves para entender al papa Francisco / A key to understanding Pope Francis/
James Martin, sacerdote jesuita, es editor de la revista America y autor del libro Jesus: A Pilgrimage.
CNN
|13 de marzo de 2014..
Desde
el momento en que Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, los jesuitas de todo
el mundo hicieron la misma pregunta: “¿Aún es jesuita?”. Si alguien se
convierte en papa, y por lo tanto, en el líder de todas las órdenes religiosas
católicas -franciscanos, dominicos, benedictinos, jesuitas, etc.- ¿sigue siendo
miembro de su orden religiosa?
Desde
entonces, esa pregunta ha sido respondida varias veces por el papa Francisco,
quien en reuniones con sus hermanos jesuitas ha hablado de “nosotros los
jesuitas”.
Más
allá del juego jesuita de “¿es o no es?”, la identidad jesuita del Papa es una
clave para entender a este pontífice que ha sido un fenómeno mundial. De hecho,
muchas de las palabras y actos que han impactado al mundo de tal manera, fluyen
naturalmente de su origen jesuita. Consideremos cinco:
Humildad.
¿Hay alguien que no haya notado la humildad de Francisco? Su primer gesto
público como Papa no fue bendecir a la gran multitud en la Plaza de San Pedro,
sino pedir la bendición de la multitud. Días después, rechazó los tradicionales
aposentos papales en el gran Palacio Apostólico a cambio de una modesta
habitación en una casa de huéspedes del Vaticano.
Justo
esta semana, una foto tomada por miembros del personal del Vaticano en su
retiro anual, mostraba al Papa sentado en medio de ellos, junto a otros obispos
y cardenales, como una persona más en el retiro.
La
humildad, por supuesto, es una virtud cristiana, pero es también algo que San
Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas en el siglo XVI, específicamente
les pidió a los sacerdotes y hermanos jesuitas que adoptaran. Hay tres tipos de
humildad, decía San Ignacio. El primero es ejemplificado por la persona que no
hace nada inmoral. El segundo es la persona que, cuando se enfrenta con el
honor o deshonor, es “indiferente”. El tercero es quien elige el camino
humilde, para ser como Jesús. El papa Francisco ejemplifica este “Tercer grado
de humildad”.
Pobreza.
Francisco es el primer Papa jesuita y el primero de una orden religiosa desde
1831. Eso quiere decir que es el primer papa que ha vivido bajo un “voto de
pobreza” desde mediados del siglo XIX. Se supone que todos los sacerdotes deben
vivir con sencillez, pero los miembros de órdenes religiosas toman un voto
específico de pobreza. “Dios eterno y todopoderoso…” comienzan los votos jesuitas:
en otras palabras, los miembros de las órdenes religiosas le prometen a Dios
vivir con sencillez.
Por
lo tanto, durante la mayor parte de su vida adulta -hasta que se convirtió en
obispo y fue liberado de ese voto- Jorge Mario Bergoglio no tenía nada en
propiedad. Como todos los miembros de órdenes religiosas, tenía que vivir de
acuerdo a un estricto presupuesto. Tenía que darle a su comunidad todo lo que
ganaba y cualquier regalo que recibía. Tenía que pedir dinero para hacer
compras mayores, como un traje. Esto acostumbró a Bergoglio a vivir una vida
sencilla; muchas personas creen que éste es uno de sus aspectos más
interesantes. Esto también aumentó su compasión por las personas que no viven
en un estado de pobreza voluntaria, como él lo hacía, sino en pobreza
involuntaria, como lo hacen los pobres y marginados.
Gobernanza.
El papa Francisco causó desconcierto entre algunos expertos de muchos años en
el Vaticano cuando nombró a ocho cardenales para que lo asesoraran y apoyaran
en reformar la Curia Vaticana, o burocracia central. Los “G8”, como
inevitablemente se conoce a los cardenales, ya han implementado cambios en
áreas tan complejas como el Banco del Vaticano. Muchos se preguntaron por qué
el Papa no dependía más de los jefes de las oficinas específicas del Vaticano
para este tipo de consultoría cercana. ¿Por qué no eran los “G8” los prefectos
de las congregaciones más grandes del Vaticano?
Pero
para muchos jesuitas, su “manera de proceder”, como San Ignacio solía decir,
era conocida. Antes de convertirse en el arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio
fue el superior “provincial” o regional de los jesuitas de Argentina. Como lo
hacen todos los superiores provinciales de los jesuitas, eligió “consultores”
de provincias para que lo aconsejaran respecto a todas las decisiones. Debido a
que por lo general no trabaja en la gobernanza de provincias, el superior
provincial puede confiar en ellos para que hablen abiertamente y con
honestidad. Con los “G8”, el Papa está imitando el conocido modelo jesuita de
gobernanza.
Oración.
A menudo oirás al Papa Francisco decir algo similar a lo que dijo en una
homilía recientemente en una parroquia en Roma cuando pidió a los feligreses
que cerraran los ojos y se imaginaran encontrarse en una escena del Evangelio,
en este caso en el Río Jordan en el bautismo de Jesús. “Ahora hablen con
Jesús”, dijo.
La
Pascua pasada, pidió a sus oyentes que se imaginaran estar con las mujeres que
se acercaron a la tumba de Jesús el Domingo de Resurrección. Ésta es una
característica clave de la oración jesuita: pedirle a la persona que use su
imaginación y deje que Dios trabaje por medio de eso.
En
homilías, reflexiones y discursos, Francisco a menudo no les dice a sus oyentes
qué pensar, sino los invita a imaginarlo y pensar por ellos mismos. No es el
Jesús del Papa a quien estás invitado a conocer, sino a tener tu propia
relación con Él.
Apertura.
A los jesuitas les piden que “encuentren a Dios en todas las cosas”.
Nuevamente, ésta no es simplemente una virtud jesuita, sino una virtud
cristiana. Aun así, ese breve lema es el que más comúnmente se cita para
resumir la espiritualidad de los jesuitas. Y “todas las cosas” significa todas
las personas.
Esto
incluye a las personas que se han sentido excluidas, o no aceptadas, en la
iglesia. Así que aunque su mensaje se basa en la simple misericordia cristiana,
el mundo ha sido testigo de cómo el Papa repetidamente ha invitado a la iglesia
a experimentar a Dios en lugares que otros líderes católicos podrían haber
pasado por alto o incluso ignorado. Los ateos, los católicos divorciados y
vueltos a casar, homosexuales y lesbianas, todos ellos han visto al Papa
extender su mano hacia ellos.
Francisco
en realidad no está tratando de encontrar a Dios ahí -porque él sabe que ya
está ahí- sino que le está recordando a otros que deben buscar a Dios en las
vidas de todas estas personas.
Podríamos
agregar otros distintivos de los jesuitas a la lista, como flexibilidad,
libertad y el énfasis en la justicia social. Pero en general, cuando los
jesuitas observan al Papa, a menudo asentimos con la cabeza y decimos: “Eso es
muy jesuita”.
Durante
el último año, los jesuitas han sido acusados de estar demasiado orgullosos del
papa Francisco. Yo me declaro culpable de ello. Así que aunque me puedan tildar
de orgulloso, diré que creo que él es un gran Papa, un gran sacerdote y un gran
jesuita. Y apuesto a que San Ignacio estaría orgulloso, o tan orgulloso como él
se lo permitiría.
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It
was one year ago Thursday that Jorge Mario Bergoglio became Pope Francis. From
that moment, Jesuits around the world asked the same question: “Is he still a
Jesuit?” If someone becomes a pope, and therefore head of all Catholic
religious orders — Franciscans, Dominicans, Benedictines, Jesuits and so on —
is he still a member of his religious order?
Since
then, that question been answered several times by Pope Francis, who in
gatherings with his brother Jesuits has spoken of “We Jesuits.”
Beyond
the Jesuit parlor game of “Is he or isn’t he?” the Pope’s Jesuit identity is a
key way to understand this world phenomenon of a pontiff. In fact, many of the
words and deeds that have so shocked the world flow naturally from his Jesuit
background. Let’s look at five:
Humility.
Is there anyone who has not noticed Francis’ humility? His first public gesture
as Pope was not to bless the vast crowd in St. Peter’s Square but to request
the crowd’s blessing. A few days later, he turned down the traditional papal
digs in the grand Apostolic Palace in favor of a modest suite at a Vatican
guesthouse.
Just
this week, a photo taken of members of the Vatican staff on their annual
retreat showed the Pope seated in their midst, along with the other bishops and
cardinals, as just another person on retreat.
Humility
of course is a Christian virtue, but it is also something that St. Ignatius
Loyola, the 16th-century founder of the Jesuits, specifically asked Jesuit
priests and brothers to embrace. There are three kinds of humility, St.
Ignatius said. The first is exemplified by the person who does nothing immoral.
The second is the one who, when faced with honor or dishonor, is “indifferent.”
The third is the person who chooses the humbler path, to be more like Jesus.
Pope Francis exemplifies this “Third Degree of Humility.”
Poverty.
Francis is the first Jesuit Pope and the first from a religious order since
1831. That means he is the first Pope to have lived under a “vow of poverty”
since the mid-19th century. All priests are supposed to live simply, but
members of religious orders take a specific vow of poverty. “Almighty and
eternal God …” begins the Jesuit vows: In other words, members of religious
orders make a promise to God to live simply.
Thus,
for most of his adult life — until he became a bishop and was released from
that vow — Jorge Mario Bergoglio owned nothing of his own. As all members of
religious orders, he had to live on a strict budget. He had to turn into his
community anything he earned and any gifts. He had to ask for cash for large
purchases, such as a suit. This accustomed Bergoglio to a simple life, which
many find one of his most appealing aspects. It also heightened his compassion
for people who live not in voluntary poverty, as he did, but involuntary
poverty, as the poor and marginalized do.
Governance.
Pope Francis had some longtime Vaticanologists scratching their heads when he
appointed a group of eight cardinals to advise him and assist him in reforming
the Vatican Curia, or central bureaucracy. The “G8,” as the cardinals have
inevitably become known, have already implemented changes in such complex areas
as the Vatican Bank. Many wondered why the Pope didn’t rely more on the heads
of the specific Vatican offices for this kind of close consultation. Why
weren’t the “G8” the prefects of the largest Vatican congregations?
But
to most Jesuits his “way of proceeding,” as St. Ignatius liked to say, was
familiar. Before becoming archbishop of Buenos Aires, Bergoglio was the Jesuit
“provincial,” or regional superior, of Argentina. As all Jesuit provincials do,
he selected province “consultors” who advise the provincial on all manner of
decisions. Because they usually do not work directly in province governance,
the provincial can rely on them to speak openly and candidly. With the “G8,”
the Pope is replicating the familiar Jesuit model of governance.
Prayer.
Often you will hear Pope Francis say something similar to what he said in a
homily recently to a parish in Rome when he asked parishioners to close their
eyes and imagine themselves in a Gospel scene, in this case at the Jordan River
at the Baptism of Jesus. “Now speak to Jesus,” he said.
Last
Easter he asked listeners to picture themselves with the women disciples
approaching Jesus’ tomb on Easter Sunday. This is a key characteristic of
Jesuit prayer: asking the person to use their imagination and let God work
through that.
In
homilies, reflections and speeches, Francis most often does not tell his
listeners what to think, he invites them to imagine and think for themselves.
It is not the Pope’s Jesus whom you are invited to meet, but your own.
Openness.
Jesuits are asked to “Find God in all things.” Again, this is not simply a
Jesuit virtue but a Christian one. Yet that brief motto is the most commonly
cited way of summing up Jesuit spirituality. And “all things” means all people.
This
includes those people who have felt excluded, or unwelcome, in the church. So
although his message is based on simple Christian mercy, the world has
witnessed the Pope repeatedly inviting the church to experience God in places
that some other Catholic leaders may have overlooked or even ignored. Atheists,
divorced and remarried Catholics, and gay men and lesbians, have all seen the
Pope reach out to them.
Francis
is not so much trying to find God there — because he knows that God is already
there — as he is reminding others to look for God in the lives of all these
people.
Other
Jesuit hallmarks could be added to the list, such as flexibility, freedom and
an emphasis on social justice. But overall, when Jesuits watch the Pope, we
often nod our heads and say, “That’s very Jesuit.”
Over
the past year, Jesuits have been accused of being too proud of Pope Francis.
I’m guilty myself. So at the risk of pride, I’ll say that I think he’s a great
Pope, a great priest and a great Jesuit. And I’ll bet St. Ignatius would be
proud — or as proud as he would allow himself to be.
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