Y aú cuando el papa Francico no considera cristiano a D. Trump, éste ganó las primarias de Carolina del Sur, anclada en pleno Bible Belt (cinturón bíblico que engloba estados sureños).
Trump ganó con el 32,5% de los votos, seguido por los senadores Marco Rubio (22,5%) y Ted Cruz (22,3%), prácticamente empatados. A mucha distancia, se situaba el cuarto más votado: el exgobernador de Florida Jeb Bush (7,8%). Tras ese mal resultado, Bush, suspendíó su campaña.
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Trump gana en Carolina del Sur y se afianza como el favorito republicano.
Trump ganó con el 32,5% de los votos, seguido por los senadores Marco Rubio (22,5%) y Ted Cruz (22,3%), prácticamente empatados. A mucha distancia, se situaba el cuarto más votado: el exgobernador de Florida Jeb Bush (7,8%). Tras ese mal resultado, Bush, suspendíó su campaña.
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Trump gana en Carolina del Sur y se afianza como el favorito republicano.
JOAN
FAUS/El País, Columbia
21 FEB 2016 - 02:58 CST
El
republicano Donald Trump ganó este sábado (20 de febrro) las elecciones primarias de Carolina
del Sur, las terceras en la carrera para designar al candidato conservador en
las elecciones presidenciales de noviembre. La victoria del magnate
inmobiliario, con una cómoda ventaja, le afianza como el favorito para hacerse
con la nominación republicana.
"Cuando
ganas es hermoso. Y vamos a empezar a ganar por nuestro país", dijo Trump
a sus seguidores tras su victoria electoral.
Carolina
del Sur es el primer Estado sureño que elige al candidato de cada partido. Es
un termómetro. Desde 1980, solo un candidato que ha ganado las primarias no ha
logrado la nominación republicana para las elecciones presidenciales. Y los
resultados aquí pueden anticipar el respaldo futuro a un aspirante en esta
región: siete de los doce Estados que votan el 1 de marzo, en el llamado
supermartes, son sureños.
El
buen resultado de Rubio —tras quedar quinto en New Hampshire— le refuerza en su
aspiración a erigirse en el candidato del establishment moderado, cada vez más
inquieto ante el inesperado éxito del outsider Trump. Con el abandono de Bush,
el senador de Florida pierde a un competidor: su antiguo mentor político era
inicialmente el favorito del establishment.
"Esta
se ha convertido en una carrera de tres personas, y vamos a ganar la
nominación", dijo Rubio. El legislador, de origen cubano, ha logrado un
resultado mejor del que anticipaban las encuestas. Un posible motivo es el
apoyo que recibió el miércoles de la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki
Haley, de origen indio, e igual que Rubio, una de las caras jóvenes y diversas
del Partido Republicano.
Pero,
a diferencia de Trump y Cruz, Rubio no ha ganado ninguna de las tres primarias.
Hay
poco tiempo para la reflexión. El martes, se celebran los caucus republicanos
de Nevada, en el Oeste del país. Allí, Trump también encabeza las encuestas.
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Donald Trump transforma al Partido Republicano
El favorito del 'Grand Old Party' conecta con la base conservadora reventando dogmas
MARC BASSETS/
El País, Washington 21 FEB 2016
Donald Trump, guste o no a los dirigentes de la derecha estadounidense y a sus líderes de opinión, es el nuevo referente del Partido Republicano. El Grand Old Party —el gran y viejo partido de Lincoln, Eisenhower, Reagan y los Bush— puede caer en manos de un magnate de la construcción y los casinos que ofrece una síntesis ideológica extraña: una mezcla de propuestas ultraconservadoras con otras asociadas en Estados Unidos a posiciones progresistas. Y un punto en común: la improvisación.
Ni de izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario: Trump, un político novato que en el pasado tuvo simpatías demócratas, redefine al Partido Republicano. Era el partido del big business, los intereses de las grandes corporaciones y los grupos de presión. Controlado por un establishment férreo, lograba imponer a un candidato pragmático y con experiencia para la nominación a las elecciones presidenciales.
Las tradiciones y las familias contaban. Su último presidente, George W. Bush, no era popular, tampoco en el partido, pero era un tabú, entre cualquier republicano con aspiraciones, cuestionar la invasión de Irak de 2003 y menos su papel en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Para los republicanos, el apoyo a Israel era incondicional. La ortodoxia prescribía asimismo promover el comercio internacional frente al proteccionismo asociado a la base sindical del Partido Demócrata. Era el partido que se oponía al intervencionismo estatal y defendió una reducción al mínimo del estado del bienestar.
Estos son algunos de los dogmas que Trump ha reventado. La victoria en Carolina del Sur, el sábado, llega después de acusar a Bush de mentir sobre la guerra de Irak y sugerir que no protegió a EE UU ante el 11-S, una declaración que bordea las teorías conspirativas de los truthers, los que ponen en duda la verdad de los atentados.
Trump ha dicho que, ante el conflicto entre israelíes y palestinos, se considera neutral. Elogia al presidente ruso, Vladímir Putin, señalado como uno de los peores rivales de EE UU por el establishment republicano. Y sostiene que programas públicos como las pensiones de jubilación y la sanidad para mayores de 65 años deben mantenerse intactos, sin las reformas irrenunciables para su partido.
Trump combina estas propuestas, algunas de las cuales desbordan por la izquierda al Partido Demócrata, con posiciones próximas a la extrema derecha. La propuesta de cerrar las fronteras a los musulmanes, la de expulsar a los once millones de inmigrantes sin papeles y la retórica ultranacionalista (“Debemos cuidad de nuestra gente”, dijo en el último debate) dinamitan los esfuerzos de las élites republicanas para atraer a las minorías, clave en las elecciones presidenciales del futuro.
Si Trump se convierte en el nominado para las presidenciales de noviembre, será el líder de facto del Partido Republicano. Su ideología será la línea oficial del Grand Old Party. ¿Cómo definirla?
“Es el ‘trumpismo’”, responde a EL PAÍS, David Frum, uno de los conservadores que en artículos y conferencias ha intentado entender el fenómeno Trump. A Frum se le atribuye la autoría de la famosa frase del eje del mal en un discurso de George W. Bush, para quien escribió discursos cuando Bush era presidente.
“El trumpismo”, continúa Frum, “es la creencia en que Donald Trump es maravilloso y tiene respuesta a todos nuestros problemas”.
Frum ve improvisación detrás de muchas de las posiciones de Trump, más que a una doctrina definida. Un ejemplo es su equidistancia ante Israel y Palestina.
“Si le digo a usted que hay una elección en el estado indio de Bihar y hay un partido comunista y un partido extremista hindú, y le preguntó a favor de quién está. ¿Qué dirá? 'No lo sé'", dice. "La respuesta no valdría mucho la pena porque no habría pensado en ello. Muchas de las respuestas [Trump] se le ocurren al momento. Sería un error decir: esto significa esto o aquello, porque mañana quizá dará otra respuesta”.
Frum cree que Trump ha sabido conectar con los votantes republicanos en un momento en que las élites del partido se habían desconectado. Las élites defendían una política exterior agresiva, una reducción del estado del bienestar y una reforma migratoria. Los votantes, todo lo contrario. Trump lo ha entendido mejor que nadie.
VERSIÓN EXAGERADA DE LA RETÓRICA MÁS CONSERVADORA
No es seguro que Donald Trump sea el nominado del Partido Republicano, pero su influencia se deja notar. La inmigración no era un tema de debate cuando él declaró su candidatura en junio: sus propuestas han obligado a la mayoría de republicanos a endurecer sus posiciones. A veces Trump va a contracorriente del partido, pero también es una versión desquiciada de los sectores más combativos —con la inmigración, por ejemplo— y dela retórica inflamada de la derecha en los años del presidente demócrata Barack Obama.
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Donald Trump transforma al Partido Republicano
El favorito del 'Grand Old Party' conecta con la base conservadora reventando dogmas
MARC BASSETS/
El País, Washington 21 FEB 2016
Donald Trump, guste o no a los dirigentes de la derecha estadounidense y a sus líderes de opinión, es el nuevo referente del Partido Republicano. El Grand Old Party —el gran y viejo partido de Lincoln, Eisenhower, Reagan y los Bush— puede caer en manos de un magnate de la construcción y los casinos que ofrece una síntesis ideológica extraña: una mezcla de propuestas ultraconservadoras con otras asociadas en Estados Unidos a posiciones progresistas. Y un punto en común: la improvisación.
Ni de izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario: Trump, un político novato que en el pasado tuvo simpatías demócratas, redefine al Partido Republicano. Era el partido del big business, los intereses de las grandes corporaciones y los grupos de presión. Controlado por un establishment férreo, lograba imponer a un candidato pragmático y con experiencia para la nominación a las elecciones presidenciales.
Las tradiciones y las familias contaban. Su último presidente, George W. Bush, no era popular, tampoco en el partido, pero era un tabú, entre cualquier republicano con aspiraciones, cuestionar la invasión de Irak de 2003 y menos su papel en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Para los republicanos, el apoyo a Israel era incondicional. La ortodoxia prescribía asimismo promover el comercio internacional frente al proteccionismo asociado a la base sindical del Partido Demócrata. Era el partido que se oponía al intervencionismo estatal y defendió una reducción al mínimo del estado del bienestar.
Estos son algunos de los dogmas que Trump ha reventado. La victoria en Carolina del Sur, el sábado, llega después de acusar a Bush de mentir sobre la guerra de Irak y sugerir que no protegió a EE UU ante el 11-S, una declaración que bordea las teorías conspirativas de los truthers, los que ponen en duda la verdad de los atentados.
Trump ha dicho que, ante el conflicto entre israelíes y palestinos, se considera neutral. Elogia al presidente ruso, Vladímir Putin, señalado como uno de los peores rivales de EE UU por el establishment republicano. Y sostiene que programas públicos como las pensiones de jubilación y la sanidad para mayores de 65 años deben mantenerse intactos, sin las reformas irrenunciables para su partido.
Trump combina estas propuestas, algunas de las cuales desbordan por la izquierda al Partido Demócrata, con posiciones próximas a la extrema derecha. La propuesta de cerrar las fronteras a los musulmanes, la de expulsar a los once millones de inmigrantes sin papeles y la retórica ultranacionalista (“Debemos cuidad de nuestra gente”, dijo en el último debate) dinamitan los esfuerzos de las élites republicanas para atraer a las minorías, clave en las elecciones presidenciales del futuro.
Si Trump se convierte en el nominado para las presidenciales de noviembre, será el líder de facto del Partido Republicano. Su ideología será la línea oficial del Grand Old Party. ¿Cómo definirla?
“Es el ‘trumpismo’”, responde a EL PAÍS, David Frum, uno de los conservadores que en artículos y conferencias ha intentado entender el fenómeno Trump. A Frum se le atribuye la autoría de la famosa frase del eje del mal en un discurso de George W. Bush, para quien escribió discursos cuando Bush era presidente.
“El trumpismo”, continúa Frum, “es la creencia en que Donald Trump es maravilloso y tiene respuesta a todos nuestros problemas”.
Frum ve improvisación detrás de muchas de las posiciones de Trump, más que a una doctrina definida. Un ejemplo es su equidistancia ante Israel y Palestina.
“Si le digo a usted que hay una elección en el estado indio de Bihar y hay un partido comunista y un partido extremista hindú, y le preguntó a favor de quién está. ¿Qué dirá? 'No lo sé'", dice. "La respuesta no valdría mucho la pena porque no habría pensado en ello. Muchas de las respuestas [Trump] se le ocurren al momento. Sería un error decir: esto significa esto o aquello, porque mañana quizá dará otra respuesta”.
Frum cree que Trump ha sabido conectar con los votantes republicanos en un momento en que las élites del partido se habían desconectado. Las élites defendían una política exterior agresiva, una reducción del estado del bienestar y una reforma migratoria. Los votantes, todo lo contrario. Trump lo ha entendido mejor que nadie.
VERSIÓN EXAGERADA DE LA RETÓRICA MÁS CONSERVADORA
No es seguro que Donald Trump sea el nominado del Partido Republicano, pero su influencia se deja notar. La inmigración no era un tema de debate cuando él declaró su candidatura en junio: sus propuestas han obligado a la mayoría de republicanos a endurecer sus posiciones. A veces Trump va a contracorriente del partido, pero también es una versión desquiciada de los sectores más combativos —con la inmigración, por ejemplo— y dela retórica inflamada de la derecha en los años del presidente demócrata Barack Obama.
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