Revista Semana,
2016/02/20
Ningún
escándalo frena a Donald Trump
A
pesar de tres matrimonios y múltiples aventuras, Donald Trump no cede en su
candidatura. Esto sorprende en un país en el que episodios de la vida privada
han acabado con muchas carreras políticas.
El
precandidato republicano está casado actualmente con Melania, una modelo eslovena cuya voz
nadie conoce.
Estados
Unidos mantiene con arraigo muchas de sus costumbres. Celebra el Día de Acción
de Gracias el último jueves de noviembre, su sistema electoral le rompe la
cabeza a los extranjeros y siempre que puede muestra sus aviones de guerra en
eventos deportivos. Pero a pesar de la creencia popular, el paso del tiempo ha
modificado algunas verdades incontestables en la política del país del norte.
Un ejemplo es que el puritanismo fanático, con el que los votantes medían a sus
candidatos, se ha ido aplacando al punto en el que hoy no es más que una nota
al pie de página.
Antes
un asunto así las definía. Por eso, Nelson Rockefeller, gobernador del estado
de Nueva York en los años sesenta, hubiera deseado haberse postulado hoy.
Rockefeller sufrió las inclemencias de un electorado que no le perdonó el
pecado de divorciarse de su esposa Mary luego de 31 años de matrimonio. En 1963
se casó con Margaretta Fitler Murphy, apodada Happy, una mujer 18 años menor
que él, también casada y con hijos, con la que había sostenido un affaire.
Los
detalles de ese romance salieron a la luz pública poco después de la boda y
causaron controversia en la sociedad de la época. Prescott Bush, entonces
senador y hasta ese momento partidario de la candidatura de Rockefeller,
expresó la indignación popular: “¿Hemos llegado al punto en el que un gobernador
puede dejar a su mujer y a sus niños y convencer a otra de abandonar a sus
cuatro hijos y su marido? ¿Hemos llegado al punto en el que uno de los dos
grandes partidos entregará su máximo honor a semejante personaje? Me arriesgo a
soñar que no será el caso”.
Las
tajantes declaraciones del padre de George H., y abuelo de George W. y de Jeb
Bush, acabaron de destruir la aspiración presidencial de Rockefeller. Solo una
década después este alcanzó la Vice-presidencia en un volátil contexto político
marcado por el escándalo de Watergate que tumbó a Richard Nixon. En ese marco,
subió a la Presidencia Gerald Ford, el único hombre que ha llegado a la Casa
Blanca y a la Vicepresidencia sin ser elegido. Este, a su vez, se había casado
con una bailarina divorciada, pero no sufrió las consecuencias porque no ganó
el voto popular.
En
definitiva, Rockefeller fue quien le dio alas a la creencia de que en Estados
Unidos la vida privada de los dirigentes tenía tanto peso como cualquiera de
sus propuestas. Fiel a su costumbre libertina, el exvicepresidente murió en
enero de 1979 mientras tenía relaciones sexuales extramatrimoniales con una
joven.
Joseph
Pika, profesor de la Universidad de Delaware y estudioso de las dinámicas entre
relaciones sentimentales, divorcios y política, aseguró a SEMANA que entre
Rockefeller y Trump varios casos ilustraron la evolución de los estadounidenses
ante el divorcio de sus candidatos. “Otro gran ejemplo es Ronald Reagan, cuyo
divorcio de Jane Wyman mojó prensa ampliamente entre los años cuarenta y
cincuenta. Cuando lanzó su candidatura ya llevaba casado décadas con Nancy y
eso lo diferencia mucho”. Reagan, de hecho, estuvo del otro lado de la
situación pues aseguró tajantemente y en varias ocasiones que fue ella quien lo
abandonó después de tener un affaire.
Los
demócratas siempre tendrán a cuestas el escándalo de Bill Clinton con la
becaria de la Casa Blanca Monica
Lewinsky.
Su esposa Hillary es la más probable candidata demócrata a la Presidencia en
2016, y en su momento tuvo que superar las burlas asociadas a la infidelidad de
su marido. Por su parte, y a pesar de ser un adúltero impenitente, Bill Clinton
acabó siendo uno de los hombres más populares de los Estados Unidos, un síntoma
de que en los años noventa la marea ya respondía a otros criterios.
Todo
indicaría que a los norteamericanos ya no les impresiona el estatus familiar de
los candidatos porque su propia situación ha cambiado. Las estadísticas revelan
que la mitad de los matrimonios en Estados Unidos terminan en divorcio y, como
aseguró a SEMANA Joseph Pika, “con tantas revelaciones sobre relaciones
extramaritales de los presidentes (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Clinton), el
hecho dejó de escandalizar. El público se acostumbró a saber que hombres
admirados eran infieles”.
La
verdadera prueba de que el puritanismo quedo atrás llegó con Donald Trump. No
solo se ha casado tres veces, sino que todas sus mujeres son lo que llaman en
Estados Unidos ‘trophy wives’. Esposas trofeos, mujeres espectaculares que
sirven más para salir en las páginas sociales de las revistas que para convivir
toda una vida con ellas. Primero se casó con la esquiadora checoslovaca Ivana
Trump, con quien tuvo tres hijos, pero la dejó por la exreina de belleza Marla
Maples. Esta última se inmortalizó cuando en medio del escándalo hizo una
declaración para el periódico New York Post sobre las aptitudes sexuales de su
entonces novio y futuro marido. Al día siguiente el titular que ocupó la
totalidad de la primera página fue: “The Best Sex I’ve Ever Had”, que en
español sería ‘El mejor sexo que he tenido en mi vida’. Hace apenas 20 años
nadie podría tener una carrera política en Estados Unidos tras ser mencionado
en ese sentido en un medio de comunicación. Hoy en día poco critican la
desordenada vida sentimental de Trump, y su espectacular tercera esposa,
Melania, una modelo eslovena, aparece siempre a su lado como una Barbie
silenciosa cuya voz nadie conoce.
Como
si eso fuera poco, el candidato puntero de los republicanos pronuncia frases
inauditas, casi incestuosas como “Si Ivanka no fuera mi hija, saldría con
ella”. Negar el atractivo de la muchacha sería necio, pues acaba de brillar en
el Fashion Week de Nueva York, pero solo basta imaginarse cómo recibiría
Prescott Bush una afirmación de esa talla para saber que definitivamente los
tiempos han cambiado.
Los
descarados
Varios
candidatos republicanos han transitado el camino del descaro. John McCain, el
héroe que sobrevivió al campo de prisioneros en Vietnam y ganó la candidatura
republicana en 2008, peló el cobre cruelmente. Su esposa Carol Shepp había
criado a sus tres hijos y mantuvo la fe de que su marido saldría con vida. Pero
tras su regreso, ella tuvo un accidente que la desfiguró y la condujo al
sobrepeso. No imaginó que McCain la ignoraría y la sacaría de su vida en 1980,
en su peor momento. Un mes después del divorcio se casó con Cindy Lou Hensley.
En la campaña poco o nada se habló el hecho.
Newt
Gingrich, postulado a la candidatura en 2012, se casó tres veces, se divorció
dos y le fue infiel a todas. Pero impacta, especialmente, que pidió el divorcio
a su primera esposa cuando esta se recuperaba de una cirugía contra el cáncer.
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