Revista
Proceso # 2051, 20 de febrero de 2016....
El
precio del silencio/RODRIGO VERA
El
Papa Francisco se ajustó a los acuerdos previos, rehuyó los temas que más hieren
en México y pagó un precio: la crítica y aun el repudio de una parte de la
sociedad. A cambio, cobró por su
silencio su propio precio: vio al Estado laico doblegarse y volverse clerical.
Evitó referirse a dos gravísimos temas nacionales: los desaparecidos de
Ayotzinapa y las víctimas de la pederastia sacerdotal. Como nunca antes, la
clase política mexicana, empezando por Enrique Peña Nieto en su carácter de
jefe de un Estado laico, dejó ver sin tapujos qué poco le importan los
preceptos constitucionales más caros de la nación…
El
gobierno de Enrique Peña Nieto fue el gran beneficiario de la pasada visita a
México del Papa Francisco, pues logró que el pontífice no se reuniera con
grupos de familiares de desaparecidos, entre ellos los padres de los 43 normalistas,
y que omitiera ese espinoso tema de todos sus discursos, en los cuales no
mencionó las palabras “desaparecidos” ni mucho menos “Ayotzinapa”.
Limitado
por acuerdos previos entre la Secretaría de Estado del Vaticano y la
Cancillería mexicana, Jorge Bergoglio tuvo que asumir durante su visita su
condición de jefe de Estado, lo cual le impidió involucrarse en los candentes
asuntos internos de México; por ello no recibió en audiencia a las víctimas de
la violencia, quienes le hicieron esa petición desde meses antes de su viaje.
También
le pidieron audiencia las víctimas de sacerdotes pederastas mexicanos; no las
recibió, pese a que el tema es un asunto interno de la Iglesia y ajeno a
cuestiones diplomáticas.
El
sacerdote Alejandro Solalinde –quien siempre ha gestionado para que las
víctimas sean escuchadas por Bergoglio–, comenta decepcionado: “El Papa no
quiso reunirse con las víctimas porque asumió su identidad de Jefe de Estado,
de representante de le entidad política que es el Estado Vaticano. Y su
estancia en México se manejó como la visita pastoral de un jefe de Estado, lo
cual es una ambigüedad terrible que fue aprovechada por el gobierno mexicano”.
Señala
que desde los preparativos del viaje ya estaban formados “dos bloques” con una
visión muy distinta sobre lo que debería ser la visita:
Por
un lado –sostiene–, estaba el bloque integrado por el gobierno de Peña Nieto,
la cúpula de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), los Legionarios de
Cristo, Televisa y Televisión Azteca, cuya óptica es la del poder.
Mientras
que el otro bloque, dice, gestionaba el encuentro del Papa con las víctimas de
la violencia y tenía una perspectiva pastoral y de derechos humanos. Lo
integraban la Compañía de Jesús –congregación religiosa a la que pertenece
Bergoglio–, grupos eclesiásticos de base y múltiples organizaciones de la
sociedad civil que vienen denunciando las desapariciones forzadas, los
feminicidios o casos como los de Ayotzinapa o Tlatlaya, entre otros.
Asegura:
“Se impuso el primer bloque, el de la elite del poder”.
Y
agrega enfático: “Peña Nieto debe estar feliz y contento, pues se anotó un
éxito político y diplomático con la visita del Papa. Él y su esposa, Angélica
Rivera, La Gaviota, la supieron aprovechar al máximo”.
Indica
que desde el viernes 12, con la recepción de bienvenida que se le hizo a
Bergoglio en el aeropuerto, “la pareja presidencial empezó a administrar a su
antojo la visita del Papa”, al grado de que La Gaviota hasta llevó y le
presentó al Papa al grupo musical que le cantó la melodía “Luz”, que ella misma
le mandó componer y se convertiría en el fondo musical de la visita.
La
mañana del día siguiente, sábado 13, Peña acaparó reflectores al recibir al
Papa en Palacio Nacional. Y después al asistir por la tarde, junto con La
Gaviota, a la misa en la Basílica de Guadalupe.
Mientras
que el domingo 14 “fue La Gaviota la que manejó todo el acto realizado en el
Hospital Infantil Federico Gómez. Ella fue la que condujo al Papa de aquí para
allá”, dice Solalinde.
Y
en la ostentosa ceremonia de despedida, con alfombra roja –el miércoles 17 en
el aeropuerto de Ciudad Juárez–, “nuevamente la pareja presidencial permaneció
pegada al Papa y tuvo un papel protagónico”, apunta.
Entrevistado
en la sede de las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, una antigua casona de
la colonia Santa María La Ribera, donde suele ir a descansar, Solalinde indica
que también la clase política aliada al PRI aprovechó al máximo la visita
papal:
“Esta
‘mafiocracia’ y ‘cinicocracia’ tuvo que soportar las misas y comulgar desde sus
zonas VIP con tal de aparecer ante las cámaras. Algunos de estos políticos lo
hicieron para ganar terreno en la carrera presidencial para 2018, como el
gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien junto con su esposa, la cantante Anahí,
también le sacó mucho jugo a la visita, pues esta pareja intenta replicar a
Peña y La Gaviota.”
A
esta afanosa búsqueda de reflectores –comenta Solalinde–, no escaparon los
altos jerarcas eclesiásticos que, enfundados en sus vistosos trajes carnavalescos,
hacían fila para saludar al Papa en los estrados, junto con los funcionarios de
gobierno.
“En
estas ceremonias conjuntas, los obispos y cardenales mexicanos participaron
como funcionarios del Estado Vaticano”, aclara Solalinde.
Y
mientras tanto –contrasta– “la gente del pueblo sólo pudo ver al Papa atrás de
las vallas, arriba de las azoteas o desde las últimas filas de los actos
multitudinarios, ya que la gente bonita y pudiente los desplazó de los primeros
lugares”.
Acusó
“presión”
Durante
los seis días que duró la visita, el Papa encabezó actos dirigidos a obispos,
jóvenes, indígenas, niños, familias, presos, trabajadores y migrantes. Habló en
términos muy generales sobre los espinosos temas de inseguridad, violencia,
narcotráfico y corrupción, siendo muy cuidadoso para no aterrizar en la
realidad mexicana.
Había
grandes expectativas de que se reuniera con los padres de los normalistas de
Ayotzinapa, por lo que, durante la conferencia de prensa dada por el vocero del
Vaticano, Federico Lombardi, el lunes 15, se le preguntó sí habría esa reunión.
Éste
contestó, visiblemente molesto: “Se intenta presionar al Papa sobre el asunto
Ayotzinapa”.
Dejó
en claro que no se daría esa reunión porque el Papa no hace diferencias entre
las víctimas, y recordó que a la misa de Ciudad Juárez estaban invitados todos
los grupos de víctimas de las diferentes violencias.
Los
padres de Ayotzinapa tenían destinados tres asientos en la misa. Ese mismo día,
éstos anunciaron que declinaban la invitación.
Al
respecto, comenta Solalinde: “Es injusto que se les hayan destinado únicamente
tres lugares para irle a aplaudir al Papa, no para ser escuchados por él. ¡Es
una bofetada a Jesús! Además esta gente es tan pobre que no tiene dinero para
trasladarse hasta Juárez. ¡Es injusto!”
–¿Por
qué fracasarían incluso todas las gestiones de la Compañía de Jesús para que se
diera esta audiencia privada?
–Mire,
los jesuitas serán muy jesuitas, y el Papa será muy jesuita, pero finalmente se
impuso la estructura política del Vaticano que, en coordinación con el Estado
mexicano, impidió esa reunión. Así de sencillo.
En
efecto, la provincia mexicana de la Compañía de Jesús, encabezada por Francisco
Magaña, gestionó para que se diera esa reunión ante los dos canales formales:
el nuncio apostólico en México, Christophe Pierre, y el secretario general de
la CEM, Eugenio Lira Rugarcía.
En
entrevista con este semanario, uno de los principales gestores de los jesuitas,
el padre Sergio Cobo, director de la Fundación Loyola, dio algunos pormenores
sobre estas negociaciones y explicó que le daban énfasis al problema de los
desaparecidos por su “gran magnitud” de “nivel nacional”, pues ya alcanzaba la
cifra de 26 mil.
Y
añadió esperanzado: “A estas familias se les ha querido acallar y cansar con el
fin de que todo se olvide. Pero pese a todas las presiones en su contra, han
logrado que estos crímenes se mantengan en la luz pública. El Centro Pro (de la
Compañía), junto con otras organizaciones, logró que el caso Ayotzinapa fuera
tomado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, justamente para que
no quede impune.
“De
manera que un encuentro con el Papa iría en la misma línea de derechos humanos;
serviría para que el problema de los desaparecidos no se olvide. Él les podrá
dar ánimo a los familiares para que continúen en su lucha. El Papa quiere tocar
esa llaga durante su visita, más que convivir con políticos en recepciones
palaciegas” (Proceso 2047).
Sin
embargo, ya durante la visita papal, los jesuitas mexicanos se dieron cuenta de
que estos políticos acaparaban la visita y bloqueaban la audiencia con las
víctimas. Por eso, durante el encuentro privado que tuvieron con el Papa la
noche del domingo 14, en la nunciatura apostólica, ya ni siquiera tocaron el
espinoso asunto. Llegaron derrotados.
A
esa reunión –que duró poco más de media hora– asistieron los seis jesuitas
integrantes del equipo de gobierno de la provincia mexicana de la Compañía,
entre ellos Magaña. Al Papa lo acompañaban otros dos jesuitas: el vocero
Lombardi y Antonio Spadaro, quien en Roma dirige la revista de la Compañía
Civilitá Cattolica.
Hablaron
brevemente sobre el tema de los desaparecidos, entre ellos los de Ayotzinapa y
Tierra Blanca; de los mineros de Pasta de Conchos; de la canonización del Padre
Pro; del trabajo de la Compañía en parroquias, misiones y universidades; de las
impresiones del Papa sobre México, entre otros temas, según le relató el
jesuita Pedro Reyes –uno de los asistentes– a la reportera Marcela Turati, en
una entrevista para la agencia Apro.
Indica
Solalinde que esa noche ya era muy claro el triunfo del “bloque” que le daba
prioridad a la línea diplomática y le impedía a Bergoglio inmiscuirse en los
asuntos internos del Estado mexicano: “El Papa fue tan cuidadoso que no sólo
evitó reunirse con los familiares de las víctimas, sino que tampoco mencionó en
sus discursos la palabra ‘desaparecidos’, ni mucho menos la palabra
‘Ayotzinapa’.
“Esto
era precisamente lo que quería el gobierno de Peña Nieto, quien todavía pocos
días antes del viaje papal envió a Roma a su canciller, Claudia Ruiz Massieu,
para que negociara con la Secretaría de Estado del Vaticano y la visita se
diera bajo estas condiciones.”
Solalinde
alude al intempestivo encuentro entre Ruiz Massieu y el cardenal Pietro
Parolin, secretario de Estado del Vaticano, el pasado 22 de enero. De acuerdo
con fuentes confidenciales, la canciller incluso le entregó a Parolin
información sobre el probable involucramiento de los normalistas de Ayotzinapa
en el envío de drogas a Chicago (Proceso 2050).
El
embajador de México ante la Santa Sede, Mariano Palacios Alcocer, negó estas
versiones –en una entrevista con el diario La Jornada, publicada el lunes 8–,
señalando que “es ingenuo suponer o imaginar que alguien condicione lo que diga
o deje de decir el Papa”, aunque adelantó que sus mensajes los haría “a la luz
de la doctrina social de la Iglesia”, para alentar “la unidad, el encuentro, la
esperanza, la conciliación y la concordia”.
Esa
misma postura la externó Humberto Roque Villanueva, subsecretario de Población,
Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, quien adelantó
que el obispo de Roma solo haría “reflexiones de carácter general” sobre la
situación de violencia e inseguridad del país.
“Lo
que tengo apreciado, por conversaciones que hemos tenido con la Iglesia
católica, es que el Papa se va a referir a estos casos de forma general, que no
va a particularizar. Tengo la impresión de que serán reflexiones de carácter
general”, dijo Roque en una entrevista radiofónica transmitida el miércoles 3
en el programa La primera por Adela.
Ahí
también descartó la audiencia con los familiares de Ayotzinapa, quienes,
aseguró, sólo podrían participar como espectadores en “algunos de los eventos
de carácter litúrgico del Papa”, pero sin siquiera poder saludarlo.
Y
así fue.
Solalinde
concluye: “El Papa es un hombre bueno. Pero, por desgracia, su investidura como
jefe de Estado lo mantuvo maniatado. Él no es culpable de esta situación
estructural que incluso es antievangélica, pues Cristo no fundó ningún Estado”.
Tampoco
la pederastia
Sin
embargo, Joaquín Aguilar, dirigente en México de la Red de Sobrevivientes
Abusados por Sacerdotes (SNAP), sostiene: “Bergoglio también rechazó reunirse
con las víctimas mexicanas de sacerdotes pederastas a pesar de que éste no es
un asunto de Estado, sino interno de la Iglesia”.
–¿A
qué atribuye entonces este rechazo? –se le pregunta.
–Simplemente
a su desdén por nosotros. En sus viajes por otros países el Papa suele reunirse
con estas víctimas. Lo acaba de hacer ahora en su viaje a Estados Unidos, en
septiembre pasado. Para él, hasta en estas víctimas hay categorías. Y nosotros
fuimos discriminados. Ni siquiera nos mencionó en sus discursos.
“Esperábamos
que lo hiciera durante el encuentro que sostuvo en la Catedral Metropolitana
con los obispos mexicanos, entre los que se encontraban encubridores de
sacerdotes pederastas, como el cardenal Norberto Rivera, el obispo Rodrigo
Aguilar, o los arzobispos Jesús Carlos Cabrero y José Luis Chávez Botello. Pero
no. A los obispos los regañó por otras cosas.”
Fueron
ocho las víctimas mexicanas que formalmente le solicitaron una audiencia a
Bergoglio, mediante peticiones escritas que le hicieron al nuncio Pierre y al
presidente de la CEM, José Francisco Robles Ortega. Venían de Oaxaca, San Luis
Potosí y la Ciudad de México.
Entre
éstas figuraba la del mismo Joaquín Aguilar, quien siendo menor de edad fue
violado por el sacerdote Nicolás Aguilar, quien dependía del hoy cardenal
Rivera Carrera. Y también estaba Jesús Romero Colín, a quien incluso el mismo
Papa le envió una carta –de puño y letra– pidiéndole perdón porque fue violado
por otro sacerdote de Rivera Carrera.
“Los
nombres de las restantes seis víctimas de abusos se mantuvieron en reserva para
protegerlos, pues incluso dos de ellos todavía son menores de edad”, explica el
dirigente de SNAP.
En
sus misivas a Pierre y Robles Ortega, fechadas el 15 de enero, estas víctimas
les solicitan “su intervención” para que Bergoglio las pueda escuchar
directamente sobre “tan grave delito que tanto nos ha lastimado, así como a
nuestra Iglesia católica”.
Y
agregaban que “radicamos actualmente en tres estados de la República Mexicana y
estamos dispuestos a trasladarnos al lugar donde se nos indique para asistir a
dicha reunión”.
Relata
Aguilar: “Estuvimos telefoneando y enviando correos electrónicos tanto a la
nunciatura como al episcopado para preguntar cuándo tendríamos la audiencia.
Siempre nos decían que esperáramos, que el Papa probablemente nos recibiría muy
de mañana en la nunciatura, antes de salir a sus actividades. Pero nada. Jamás
nos recibió”.
Lamenta
que el Papa se haya referido tanto a las víctimas de abuso sexual como a los
familiares de Ayotzinapa ya cuando iba en el avión que lo regresaba a Roma.
“Nos mencionó lejos del territorio mexicano. ¡Qué decepción!”, dice.
En
efecto, Bergoglio les explicó a los periodistas en su vuelo de regreso que
rechazó reunirse con los grupos de familiares de desaparecidos porque “están
enfrentados entre ellos”. Y que no les dio audiencia a las víctimas mexicanas
de pederastia sacerdotal porque en otros países ya se ha reunido con ellos. l
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