Revista
Proceso # 2051, 20 de febrero de 2016....
Grave e ilegal,
el sometimiento del Estado al clero/
ÁLVARO
DELGADO
El
Estado laico fue gravemente vulnerado durante la reciente visita a México del
jefe de la Iglesia Católica. De acuerdo con especialistas en derecho y en
asuntos religiosos –Elisur Arteaga, Bernardo Barranco y Raúl Carrancá y Rivas–,
los máximos exponentes de la clase política violaron la Constitución y la Ley
de Asociaciones Religiosas al someterse al pontífice con el endeble argumento
de que se estaba recibiendo a un jefe de Estado, no a un líder espiritual,
quien –por cierto– vino en una visita eminentemente pastoral.
“¡Son
unos desvergonzados!”, exclama el constitucionalista Elisur Arteaga sobre las
autoridades y políticos de los principales partidos que se “sometieron” al jefe
de la Iglesia católica, el Papa Francisco, y afirma que todos violaron el
Estado laico establecido en la Constitución.
“¡Priistas,
perredistas, panistas –acusa– son unos violadores de la Constitución y de la
ley! ¡Atentaron contra el Estado laico y, además de eso, dispusieron de fondos
y recursos públicos para fines netamente religiosos!”
Abogado
por la Escuela Libre de Derecho, licenciado en historia por la UNAM y doctorado
por la Universidad Iberoamericana, autor de una veintena de libros y profesor
invitado en más de 100 universidades de México y del extranjero, el
constitucionalista analiza, molesto, el comportamiento de autoridades y
políticos en la visita de Jorge Bergoglio a México, del presidente Enrique Peña
Nieto para abajo.
Desde
el fastuoso recibimiento del Papa en el aeropuerto de la Ciudad de México y la
recepción en el Palacio Nacional hasta las visitas que hizo a Michoacán,
Chiapas y Chihuahua, organizadas por los gobernadores –a un costo estimado en
160 millones de pesos–, servidores públicos y políticos se doblegaron ante el
jerarca de la Iglesia católica.
En
los seis días de la visita del Papa Francisco a México, afirma, autoridades y
políticos no respetaron el principio histórico de la separación del Estado y
las Iglesias, como lo establece el artículo 130 constitucional.
Pero
además transgredieron el artículo 24 de la Constitución que garantiza que toda
persona tiene derecho a la libertad de religión, pero ordena: “Nadie podrá
utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos,
de proselitismo o de propaganda política”.
Por
su parte, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto público plantea, en el
artículo 3, que “el Estado mexicano es laico”, y dispone: “El Estado no podrá
establecer ningún tipo de preferencia o privilegio en favor de religión alguna.
Tampoco a favor o en contra de ninguna Iglesia ni agrupación religiosa”.
Arteaga
Nava afirma sobre los servidores públicos y políticos que se le rindieron a
Bergoglio: “Se prestaron al juego esquizofrénico de considerar que una persona
en un momento habla como jefe de una Iglesia y en otro como jefe de Estado.
Esta dicotomía deriva en una hipocresía inaceptable”.
Juzga:
“Es indignante el comportamiento de todas las autoridades, sin importar el
sello partidista. Es, evidentemente, violatorio tanto del artículo 130
constitucional como de la Ley de Asociaciones Religiosas, ¡claro que sí!”
–¿Confía
en que habrá consecuencias por este comportamiento?
–¡No,
ninguna, porque todos están embarrados! ¡No se van a exigir los unos a los
otros! La verdad es que todos tratan de pescar en río revuelto, sin importar
partido político. No va a haber consecuencias.
“La
única consecuencia es que asistimos a una violación irresponsable de la
Constitución. Consecuencias para nadie, ni por la disposición indebida de
recursos públicos. ¡Estamos ante un Estado corrupto que permite toda clase de
violaciones!”
Otra
de las transgresiones claras a la Constitución y a la ley, ilustra Arteaga
Nava, fue la sustitución de los símbolos patrios en las páginas en internet de
la Presidencia de la República y de varias de las secretarías por los símbolos
religiosos: La figura del Papa y la Catedral Metropolitana.
Esto
no sólo viola la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, sino la Ley
sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, porque una infracción es
“agraviar a los símbolos patrios”, como en el caso de la sustitución del Escudo
Nacional por las imágenes religiosas del catolicismo.
“Pero
ya estamos acostumbrados a las violaciones constitucionales y legales”, lamenta
el jurista guerrerense, profesor de tiempo completo de la Universidad Autónoma
Metropolitana (UAM).
–¿Las
secretarías de Gobernación y de la Función Pública deben proceder?
–Sí,
pero también sus titulares estuvieron presentes. El subsecretario de Asuntos
Religiosos tendría que actuar, presentar las acusaciones correspondientes ante
la Procuraduría General de la República y la Secretaría de la Función Pública
respecto de esto, pero no va a pasar nada. Hemos llegado a un cinismo total, a
un oportunismo político corriente.
–Esta
conducta desplegada por los políticos casi sin excepción, ¿qué significado
tiene?
–Nos
regresa hasta julio de 1860, antes de las Leyes de Reforma. Es un retroceso no
sólo político, sino ideológico: Hemos arriado nuestras banderas liberales, de
Estado laico, para sacar las banderas confesionales.
Advierte:
“Es grave y peligroso el sometimiento del Estado mexicano al clero católico, a
una religión. Esperemos que tengan igual comportamiento cuando venga el líder
de otra religión y que sean igual de obsequiosos como lo fueron con este papa”.
–Habrá
quienes digan que esto es jacobinismo…
–Eso
van a decir, pero lo cierto es que mientras existan leyes, hay que respetarlas.
Clase
política, enemiga del laicismo
Esta
subordinación de servidores públicos, legisladores y políticos en general a la
jerarquía católica la describe el experto Bernardo Barranco en su libro Las
batallas del Estado laico, en el que acredita una hipótesis: “La clase política
mexicana es también una amenaza a la laicidad del Estado”.
El
libro, que está ya en circulación, es una investigación del proceso
legislativo, “cargado de vicios”, que derivó en las reformas a los artículos 24
y 40 de la Constitución, aprobadas en pleno proceso electoral de 2012, con el
impulso de Peña Nieto, aunque con el concurso de prácticamente toda la clase
política.
Hoy
–escribe–, la República laica en México está amenazada no sólo por el
clericalismo de las Iglesias o por el acecho del ultraconservadurismo
teocrático, sino también por el pragmatismo de una clase política que es capaz
de traicionar principios, descuidar tradiciones y desatender una visión de
Estado en pos de un dividendo político inmediato, en beneficio propio o de un
grupo cerrado de intereses.”
Al
respecto, Raúl Carrancá y Rivas, doctor en derecho y catedrático de la UNAM,
observó también, durante la visita del jerarca de la Iglesia católica a México,
que servidores públicos de los gobiernos federal y estatales “actuaron con
imprudencia, falta de delicadeza y hasta de forma poco política”.
Aunque
deja a salvo a Peña Nieto, pese a que comulgó en la Basílica de Guadalupe, el
jurista se refiere, específicamente, a la gobernadora de Sonora, Claudia
Pavlovich, y al gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, quienes besaron
el anillo papal en la ceremonia oficial de recepción del Papa Francisco, en
Palacio Nacional.
“Eso
me parece absolutamente improcedente. No es por ser jacobino, pero me parece
que violentaron tanto la forma como el espíritu de la Carta Magna. Es muy
lamentable, porque el propio jefe de Estado no llegó a eso. Debieron ser más
cautelosos y más cuidadosos, porque realmente se salieron de lo que debía ser.
Perdieron el control, quizá por la emoción. Eso me parece además oportunismo.”
También
considera violatorio de la Constitución y de la Ley de Asociaciones Religiosas
y Culto Público que las páginas electrónicas de la Presidencia de la República
y de varias secretarías de Estado hayan suprimido el Escudo Nacional y la
identidad institucional del gobierno de México, y hayan colocado en su lugar la
imagen del papa Francisco y la Catedral Metropolitana, símbolos de la Iglesia
católica.
“Me
parece muy desafortunado que ciertas dependencias oficiales hayan sustituido
groseramente, incluso políticamente se han equivocado, los emblemas, los
símbolos de la República Mexicana por la figura papal. Hicieron muy mal. Eso sí
me parece terriblemente criticable.”
–En
la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público se sancionan los agravios a
los símbolos patrios. ¿Se puede interpretar que es un agravio a los símbolos
patrios?
–Sí,
creo que es un agravio, si quiere usted por omisión, pero es un agravio. Y en
ese caso hay que atenerse a lo que dice la ley. Nos podrá gustar o no la ley,
pero hay que atenerse a la ley.
¿Podrá
haber consecuencias realmente si en la propia página de la Presidencia se hizo
esto?
–Pues
los responsables de la propia página están violentando la ley, sin la menor
discusión desde mi punto de vista. La actitud y el comportamiento del
presidente fue discreta, pero en la página del presidente, no sé por órdenes de
quién, evidentemente se violentó la ley. En eso no hay la menor discusión.
Hay
que tener cuidado con las formas porque, como decía Reyes Heroles, la forma es
fondo.
–¿Hay
una vulneración a la Constitución y a la ley?
–¡Absoluta
y totalmente!
Carrancá
y Rivas precisa, sin embargo, que no se puede hablar en general de que hubo una
ruptura del Estado laico, sino sólo en comportamientos como los de Pavlovich y
Velasco.
El
jurista afirma que el artículo 24 constitucional consagra la libertad de
creencias in extenso para cualquier persona, particular y servidor público, “y
creer implica actos de fe, por ejemplo ir a misa, confesarse, comulgar”, como
lo hizo Peña en la Basílica.
“Me
parece que lo hizo no en su carácter de presidente, sino de ciudadano. Alguien
diría: Es el presidente despierto, durmiendo, paseando. No le podemos prohibir
al presidente que se abstenga de creer, es un derecho humano fundamental
consagrado en la propia Carta Magna.”
Sobre
si se violó la separación de la Iglesia y el Estado, Carrancá y Rivas opina:
“Creo que esta separación en la actual visita no se ha visto lastimada, porque
se tuvo cuidado de distinguir entre el jefe de la Iglesia católica y el jefe de
un Estado que se llama Vaticano.
“Se
le dio la recepción oficial en el Palacio Nacional, como jefe de Estado.
Posteriormente se pasó a la Catedral, a la Basílica, de acuerdo. Es que es muy
difícil deslindar ambas cosas: Es el Papa y es jefe de Estado.”
Específicamente
sobre la conducta de Peña Nieto como jefe de Estado, opina que se condujo con
prudencia, lo mismo que el Papa Francisco, si bien en la ceremonia en Palacio
Nacional pensó, en un principio, que había una claudicación del Estado laico.
“Cuando
el presidente de la República recibió al Papa en Palacio Nacional, yo dije:
‘Válgame Dios, lo único que falta es que pase el Sumo Pontífice enfrente de un
retrato del Benemérito’”, recuerda el jurista en alusión a Benito Juárez, el
artífice de la separación del Estado y la Iglesia.
“Pero
luego recapitulé y me dije: ‘Bueno, hasta donde llegan mis conocimientos,
Juárez era creyente, pero fue un enemigo acérrimo, y lo aplaudimos, de una
Iglesia retardataria, caduca, reaccionaria e injusta, que estaba sacrificando
el Evangelio, que no seguía las palabras de Jesús. Ese Juárez, si oyera a ese
hombre, no estaría en contra de él, de su Iglesia vamos a ver, pero el Papa
quiere cambiar la Iglesia y eso es un problema tremendo por el conservadurismo
que impera en la propia Iglesia.”
Añade:
“Este Papa es liberal, progresista, dice cosas profundísimas, y todos los que
nos preguntamos, independientemente de nuestro quehacer en sociedad, quién soy,
de dónde vengo, a dónde voy, qué sé de la vida, encontramos en las palabras de
él un punto muy profundo de reflexión. No digo que nos convenza, pero al menos
nos orilla a la reflexión. Es un hombre que hace pensar”. l
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