Sorpresa
en los archivos del Vaticano/Claudia Peiró es periodista de Diario Infobae, Argentina. Twitter @PeiroClaudia
El País, 4
ABR 2016
ccediendo
a un pedido formulado desde hace mucho tiempo por los organismos de derechos
humanos de Argentina, el Papa Francisco anunció recientemente la decisión de
abrir al público los documentos del archivo vaticano de los años de la
dictadura militar, de 1976 a 1983.
El
proceso de desclasificación tomará varios meses, pero ya se ha filtrado una
comunicación muy interesante. Se trata de un informe elevado por el entonces
nuncio vaticano en la Argentina, monseñor Pío Laghi –fallecido en el año 2009-,
a las autoridades de la Santa Sede. Está clasificado con el n° 1510/76 y
fechado el 13 de julio de 1976, e incluye una lista de 60 personas detenidas
que el representante de la Santa Sede llevó a un encuentro que mantuvo con el
general Albano Harguindeguy, ministro del Interior de la dictadura presidida
entonces por Jorge Rafael Videla.
Lo
significativo es que una de las personas por cuya suerte Laghi se interesó e
intercedió ante los militares es Juan Martín Guevara de la Serna, el hermano
menor del Che Guevara, uno de los miles de presos políticos que poblaban por
entonces las cárceles argentinas.
El
pasado 24 de marzo se conmemoraron los 40 años de la dictadura y la fecha no
transcurrió sin debate porque aquel pasado está oscurecido por las rencillas
del presente. En ese marco, los documentos vaticanos son una doble
contribución: por un lado, restauran la figura de Pío Laghi que, como sucedió
con el mismísimo Jorge Bergoglio –hoy Francisco-, fue tildado de cómplice de la
represión o, como mínimo, de no haber hecho lo suficiente.
En
el fondo, muchos de los reclamos de desclasificaciones, antes que a averiguar
la verdad, apuntan a arrojar sospechas de connivencia sobre determinadas
personas o instituciones con los crímenes de la dictadura. Pero cabe señalar que,
en la Argentina del terror de los años setenta, el sólo hecho de pedir una
audiencia con una autoridad militar para reclamarle por un preso o por un
desaparecido era un acto de arrojo.
La
otra contribución de estos documentos es a la reconstrucción de la verdad sobre
el contexto geopolítico en el que se produjo el golpe de 1976. Mientras la
presencia del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en la Argentina
–su visita coincidió con el aniversario del golpe- era repudiada 40 años
después por sectores de izquierdas y organismos de derechos humanos, en ningún
momento fue evocada la complicidad del universo comunista soviético con la
dictadura argentina.
Por
eso es tan emblemática la presencia de Juan Martín Guevara en la lista de Pío
Laghi. La familia del hermano del Che vivía en Cuba durante la dictadura. Su
hijo, Martín Guevara, volcó en “A la sombra de un mito” sus vivencias en aquel
exilio cubano, recordando con dolor la indiferencia de Fidel Castro hacia la
suerte de su padre preso en la Argentina y el silencio cómplice del régimen
castrista ante la masacre de tantos militantes revolucionarios en la Patria del
Che. Sus amigos en la escuela cubana le preguntaban por qué estaba exiliado si
en su país no había dictadura, a tal punto llegaba la censura castrista sobre
la denuncia del terrorismo de Estado argentino.
Los
motivos de esta conducta hay que buscarlos en la absoluta dependencia
–económica, política y militar- en la cual Castro había colocado a Cuba
respecto de la Unión Soviética, por entonces principal compradora de granos de
la Argentina. Moscú fue el principal sostén internacional de la dictadura de
Videla. Estos hechos no son secretos. Han sido silenciados por quienes miran la
realidad con el prisma deformante de la ideología.
No
sólo Cuba, sino casi todo el Movimiento de Países No Alineados –contradiciendo
su denominación- se alinearon con la geopolítica soviética y protegieron a la
dictadura argentina de posibles condenas por parte de la Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas. En concreto, nunca fue posible enviar una misión de
ese organismo a la Argentina para verificar in situ las denuncias de torturas,
campos de concentración y ejecuciones secretas porque Videla y su régimen
contaron siempre con el voto de La Habana y demás satélites soviéticos.
Es
muy posible por lo tanto que, así como la desclasificación de documentos del
Departamento de Estado de los Estados Unidos mostró que, bajo la presidencia de
James Carter (1977-1981), aquel país se interesó e intercedió por muchas
víctimas de la dictadura argentina, también la apertura de archivos vaticanos
contribuya a reconstruir un cuadro mucho más cercano a la verdad en cuanto a
cuáles fueron los verdaderos apoyos internos y externos del régimen militar.
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