Un ‘Brexit’ mortal/David Mathieson es escritor. Entre 1996 y 2002 fue asesor de Robin Cook, ministro británico de Exteriores.
El País, Miércoles, 29/Mar/2017
“¡Que nos devuelvan nuestro país!”. El eslogan de la campaña del Brexit se repetía hasta la saciedad hace apenas un año. Ahora puede que lo recuperen, aunque hecho pedazos porque el reino de su majestad nunca ha estado menos cohesionado. Es una ironía que Reino Unido, una de las uniones políticas más poderosas en la historia moderna, pueda romperse a consecuencia de las tensiones desatadas por su salida de la Unión Europea. En dos partes del país, Escocia e Irlanda del Norte, la mayoría votó en contra del Brexit. En Inglaterra y Gales, otro tanto lo hizo a favor de romper el vínculo con la UE. Así, pues, si Irlanda del Norte y Escocia quieren permanecer en la UE se verán obligadas a abandonar Reino Unido.
Es otra ironía que cambios tan profundos tengan lugar bajo el mandato de Gobiernos tory, un partido cuyo nombre oficial —se remonta al siglo XIX— es Conservative and Unionist (conservador y unionista). Los Gobiernos de David Cameron y Theresa May no han sido ni una cosa ni otra. Lejos de conservar la unidad nacional y asegurar la continuidad de su política exterior, la estrategia temeraria de estos dos líderes tory ya amenaza los fundamentos históricos de Reino Unido y, posiblemente, de su propio partido.
Cuando David Cameron convocó un referéndum sobre el Brexit no lo hizo por el interés nacional, sino para resolver la brecha que había entre los euroescépticos y los demás en su propio partido. Lo cierto es que la jugada le ha salido mal, pues además de haber dividido Reino Unido es poco probable que cierre la brecha en el partido tory. Queda claro que los británicos han votado —por una mayoría estrecha— salir de la Unión Europea, pero no han dicho nada sobre los términos del Brexit. Es la señora May quien ha elegido interpretar el resultado como si los ciudadanos le diesen luz verde para un Brexit duro. Su prioridad es restringir los flujos migratorios de la UE a Reino Unido a costa del acceso al mercado único de bienes y servicios británicos. E, igual que Cameron, la primera ministra no lo hace por el interés nacional, sino para apaciguar la muy ruidosa ala euroescéptica de su propio partido.
Tal vez es una táctica que funcione a corto plazo, pero a largo plazo es una locura, como bien sabe May. ¿Y por qué sabemos que lo sabe? Porque durante la campaña del referéndum hizo un discurso excelente en el que detalló las razones por las que creía que Reino Unido debía permanecer dentro de la UE. Desde todos los puntos de vista —económico, político, histórico y cultural— argumentó que el país era más fuerte dentro de la UE. En concreto, señaló que esta es una herramienta clave en la lucha contra amenazas como el cambio climático y el terrorismo internacional. Ella sabe de lo que está hablando o, al menos, lo sabía: fue la ministra del Interior con más experiencia desde la II Guerra Mundial, siendo responsable de la seguridad y de los servicios de inteligencia de Reino Unido. May ya ha roto con sus propias creencias y el discurso que hizo hace un año ya no vale para nada. Es una voltereta intelectual que deja a uno sin aliento.
Nada de todo esto era inevitable. El camino elegido por la premier hará daño a Reino Unido sin cerrar las divisiones en el partido tory. Hace poco, May despidió a un antiguo vice primer ministro, Michael Heseltine, obligándole a abandonar su papel como consejero del departamento de Comercio después de que hiciera un discurso muy a favor de la Unión Europea en la Cámara de los Lores. La primera ministra echó al viejo estadista por haber sido fiel a sus principios mientras ella traicionaba los suyos. Y Heseltine no será un caso aislado.
El enfrentamiento entre May y Heseltine indica la clara elección de los diputados conservadores en el futuro. La columna vertebral del partido tory —si todavía la tiene— son los intereses comerciales de Reino Unido. La mayoría del grupo parlamentario hizo campaña contra el Brexit y estos mismos diputados bien saben que un Brexit duro tendrá consecuencias muy negativas para la economía británica y, por tanto, para sus intereses comerciales. Al final tendrán que romper con su partido o romper con sus intereses económicos. Será la ironía final de un proceso que podría tener consecuencias mortales tanto para el Partido Conservador y Unionista como para Reino Unido.
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