Revista Proceso #2126, 31 de julio de 2017
Para Xirau, filosofía y poesía eran una misma: Verónica Volkow/NIZA RIVERA
Ciudad de México, 28 de julio (apro).- Alumna, discípula y amiga de Ramón Xirau, la poeta y doctora en letras Verónica Volkow recordó a quien fuera su mentor como un “hombre de luz, cuya poesía fue conocimiento y la filosofía el medio de transmisión”.
Al velatorio del intelectual catalán nacionalizado mexicano efectuado en su domicilio de San Ángel un día después de su deceso, el miércoles pasado, llegaron personajes del gremio cultural, funcionarios y exfuncionarios públicos, familiares y amigos.
En el angosto pasillo situado al costado de las escaleras de la casona de dos pisos, Volkow –profesora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y nieta de León Trotsky–, externó que para Xirau la filosofía era, por sobre todo, de una visión humanista:
“Para mí Ramón fue el maestro, el guía humanista en el contexto de discursos hegemónicos tendientes a la ciencia y a una visión más deshumanizada. Siempre se conservó fiel a un pensamiento vivo, y no hacía separaciones tajantes entre el campo de la filosofía del pensamiento teórico y el de la poesía.
“Para él, el pensamiento tenía que nacer de una situación vivencial, se opuso a esos métodos críticos-teóricos que formulan su propia visión del mundo y donde se pierden las raíces de lo humano, ahí radica el valor de su trabajo filosófico.
“Lo considero un ‘filósofo caminante’, un poco recordando a los filósofos griegos, porque en el acto de vivir generaba el pensamiento, tenía una visión panorámica de toda la cultura, me parece que es el gran análogo de Octavio Paz.”
Y es que a Paz y a Xirau los unió el trabajo, la amistad y admiración mutua. El filósofo colaboró en las revistas Plural y Vuelta, y fue a la obra del Nobel de Literatura (1990) a quien le dedicó los libros Tres poetas de la soledad (1955) y Octavio Paz: el sentido de la palabra (1970). En respuesta, Paz contestó el discurso inaugural de Xirau como nuevo miembro de El Colegio Nacional en 1973, y un año después lo definió como “el hombre puente”, en relación a la visión creativa con la que relacionaba la poesía y la filosofía, y a México con Cataluña.
Sobre el trabajo poético de su maestro, Volkow lo definió como una labor paradisiaca y de luz:
“Su poesía es interesante, en ella se manifiesta la parte mística y espiritual de Xirau, nunca dejó de escribir en catalán, no pasó al castellano porque para él tenía que ver con los orígenes y raíces de su propia historia personal, pero también con los orígenes del mundo.”
Visiblemente conmovida, dijo:
“Su poesía es paradisiaca, recupera la luz que manifiestan los seres y los objetos, revela esta presencia luminosa y espiritual como una apoteosis.”
Por sobre las coronas y arreglos florales de las diversas instituciones culturales y académicas donde laboró o formó parte Xirau, que fueron acomodadas entre la sala, el patio trasero y el garaje, la de la FFyL se colocó en el vestíbulo, a un lado del cuadro de la Virgen de Guadalupe, lugar especial que recibía y despedía a quienes llegaron a dar el último adiós al filósofo. La facultad era la segunda “casa” de Xirau, de donde egresó y donde impartió cátedra a lo largo de medio siglo, Maestro Emérito y Doctor honoris causa.
Otro arreglo floral recibió sitio especial: el de la Embajada de España, colocado a la entrada de la sala. Ahí, entre las paredes, se destacaban fotos familiares, pinturas, pero sobre todo, algunos de los más importantes reconocimientos y distinciones conferidos al poeta: la Gran Cruz de la Orden Mérito Civil (2006), de España, el diploma del doctorado honoris causa de la UNAM, y el reconocimiento del PEN Club-México, entre otros.
–¿Qué se pierde con un maestro como Xirau?
–De todo. Esta visión panorámica e interesante que tenía por pensadores fundamentales que, ciertamente, no eran los de “moda”, como Giambattista Vico. Recuerdo haber tenido una clase con él y leer a Vico cuando todos los demás leían a los historiadores marxistas, o su enorme interés de la poesía provenzal y poetas místicos. Te acercaba a los textos más profundos.
Hijo de un destacadísimo filósofo, Joaquín Xirau Palau, y padre de otro, Joaquín Xirau Icaza (ambos fallecidos trágicamente), al poeta le sobrevive su esposa Ana María, de 95 años. Al término de la misa vespertina, se le oyó decir, con lágrimas en los ojos, a manera de pregunta, a una persona que se le acercó para darle el pésame:
“¿Verdad que Ramón fue un excelente hombre?”
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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