8 oct 2009

Peña Nieto a examen

Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Excélsior, 8 de octubre de 2009;
Peña Nieto: eso y más
Si Enrique Peña Nieto quiere ser Presidente, tiene que comenzar a tomarse más en serio la carrera presidencial. Debe entender que no todo el público lo adora. Que hay gente que lo está midiendo para ver si posee el tamaño que se requiere para ser el jefe del Estado mexicano.
La revista The Economist organizó ayer su acto anual para analizar la situación de México. Tradicionalmente participan representantes de las empresas nacionales e internacionales más importantes del país. Se trata de un foro de lujo para darse a conocer en una de las audiencias con mayor poder económico.
La última sesión del evento se dedicó a analizar el tema político. Comenzó con una entrevista que le hizo Justine Thody, directora de América Latina de la Unidad de Inteligencia de la revista británica, al gobernador del Estado de México. Peña Nieto dijo poco en muchas palabras. No llevaba notas ni presentó estadísticas para apoyar sus argumentos. Defendió la visión estatista del PRI. Criticó al gobierno de Calderón por falta de liderazgo. Mi opinión es que desperdició una excelente oportunidad de demostrar que está listo para suceder a Calderón; que tiene las ideas para sacar al país del marasmo en el que se encuentra.
Después, Denise Dresser, Alfonso Zárate y yo comentamos cómo veíamos la política en el país, además de la entrevista del gobernador, quien se quedó a escuchar en la primera fila. En lo personal, discrepé de Peña Nieto en un punto toral. Él cree que el PRI no es corresponsable del gobierno. Yo, por el contrario, pienso que sí porque dicho partido es la principal fuerza en el Congreso. Eso lo hace corresponsable de lo que pase y no pase en el país. También critiqué la postura que ve en el Estado la solución casi mágica a los problemas económicos de México.
Luego habló Dresser que, en su estilo directo, no tuvo reparos en criticar los usos y costumbres de los priistas incluida la tolerancia que tienen con la corrupción. Con valentía, mencionó, por ejemplo, las múltiples casas del ex gobernador Arturo Montiel. Peña Nieto escuchaba estoico. Cerró la ronda Zárate, quien dedicó su intervención para hablar del tema de la inseguridad. Se dieron
dos rondas más donde los comentaristas criticamos las relaciones de todos los partidos (no sólo el PRI) con los beneficiarios del statu quo. El gobernador oía impaciente. Me daba la impresión de que se estaba enojando. Al parecer no está acostumbrado a participar en actos donde no todo es miel sobre hojuelas para él y su partido.
La moderadora le dio una oportunidad de oro: la última palabra para responder a todo lo que quisiera. Peña Nieto subió al podio. Dijo que no entraría en una polémica que seguramente duraría hasta entrada la noche. Invitó a que cada quien hiciera por México lo que le correspondía. Él haría su parte. Su intervención duró poco. Parecía enojado. Inmediatamente se bajó del estrado sin despedirse de la moderadora y de los comentaristas.
A lo largo de mi carrera he estado en muchos actos donde se presentan candidatos a la presidencia de su respectivo país. He visto cómo tienen que soportar eso, y mucho más. Deben demostrar que están listos para pichar en las Grandes Ligas. Se nota quién sí lo está. Llegan preparadísimos, con argumentos y estadísticas, para hablarle a audiencias duras. Responden a cuestionamientos difíciles. No se toman las críticas de manera personal. Mucho menos se enojan. De buena gana entablan un debate civilizado. Pero ayer Peña Nieto demostró que todavía no está listo. Que le falta preparación y trabajo si de verdad quiere despachar en Los Pinos.

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