Rajoy no es
Nixon (el influjo Bernstein)/ José Félix Pérez-Orive Carceller, abogado y
escritor.
Publicado
en ABC, 17 de julio de 2013;
Allá
por los años 90, acudí al Armory Show de Nueva York, una feria de antigüedades
que se celebra en un viejo cuartel del Ejército en Park Avenue y 66. En la
cafetería estaba Carl Bernstein, premio Pulitzer junto con Woodward por
destapar el escándalo de Watergate. Y me permití la broma de presentárselo a mi
mujer y a mis hijos como Dustin Hoffman, el actor que interpretaba su figura en
la película: «Todos los hombres del presidente». Bernstein, hombre encantador,
nos contó que había estado en España requerido por Cambio16 para dar una
conferencia y que le había sorprendido que hubiera tantos periodistas
interesados en su persona, y nombró a algunos de rabiosa actualidad.
Es
fácil entender que la hazaña de derribar un gobierno, como ocurrió con el de
Richard Nixon en el Watergate, tiene su morbo. Debió de ser un momento especial
en la formación de una generación de reporteros que ahora ocupan puestos de
dirección. Y, aunque no todos pudieron escuchar a Bernstein, es un hecho que
algunos bajo su influjo desearían convertir el caso Bárcenas en otro Watergate.
Un conocidísimo periodista lo confirmaba: «Por vender periódicos son capaces de
todo».
Pero
la libertad del periodista tiene un límite más allá de la ley, su límite es la
sensatez del lector. Y se cuente como se cuente, Rajoy no es Nixon. Una persona
que mide tanto sus palabras es que no quiere mentir. Nixon, al que apodaron de
siempre el «tricky», engañó con las cintas. Rajoy, con una trayectoria
impecable, en cambio, reconoció antes de ayer que los sms eran suyos. Pero,
cosas del cinismo, si algunos partidos se pueden permitir estar cada uno
campando por sus respetos, es porque saben que mañana la tienda la abrirá Rajoy.
Incluso creo que Llamazares le compraría un reloj a él antes que a Gordillo,
alcalde de Marinaleda.
Como
declaración de principios, vaya por delante que tengo la convicción de que en
la década de los 90 tanto el PP como el PSOE se financiaron durante un tiempo
ilegalmente. Lo primero lo imagino no por lo que dice el PP, sino por lo que
calla, y lo del PSOE por la condena en firme del caso Filesa. Pero aquel tiempo
pasó, e incluso para Hacienda sus ejercicios prescribieron. En cuanto a las
responsabilidades políticas, son inmediatas para los casos coetáneos, pero
cuando no es así ¿cómo podrían abordarse con garantías si no fuera en sede
judicial? Aquí ocurre que, lo mismo que nadie en el PSOE quiere saber nada de
la herencia recibida, en el PP no desean saber nada de Bárcenas, porque también
es un legado indeseado. A su modo filosofan: ¿qué es más grave, los tres puntos
de déficit con que mintió Zapatero hace poco a toda Europa o no reconocer las
listas de pagos de Bárcenas de hace quince años? Rubalcaba manifiesta que lo de
Zapatero no lo hizo él, y Rajoy, que él lo de Bárcenas tampoco. Probablemente
los dos tengan razón.
La
segunda consideración es que Rajoy entonces, desde su despacho de ministro, no
podía ser responsable de la organización del PP. ¿Aparece la firma de Rajoy por
alguna parte? Parece ser que no. Mientras no se acreditara este extremo, sería
injusto mezclar caprichosamente las cosas, como hace Izquierda Unida. Esto de
ponerse tiesitos y exigir con cursi solemnidad la dimisión del presidente es
patético cuando hay un cauce institucional para ello. Por cierto, qué ocasión
perdida por parte del PSOE de mostrar grandeza y personalidad.
La
tercera consideración es que Rajoy cuando llegó a la dirección eliminó
probablemente lo que pudo haber de irregular. A la pregunta, que todavía tiene
que contestar: ¿usted financió ilegalmente a su partido durante el tiempo que
ha estado bajo su responsabilidad?, la respuesta aparente por el momento es que
no. ¿Y en cuanto al contenido de los sms? Hombre, cualquiera que se hubiera
encontrado frente a alguien con una bomba en la mano, para distraerlo, no sólo
le habría mandado mensajitos a la gallega, sino que, llegado el caso, le habría
hecho la ola. Eso no es corrupción. Es prudencia. Lo fundamental, en cualquier
caso, es que no se puede afirmar con fundamento que Rajoy ganó su mayoría
absoluta haciendo trampas, y esa es la otra pregunta a despejar.
Rajoy
acierta cuando piensa que no se puede contentar al que no se va a contentar, y
eso le vale para la oposición; pero se equivoca si no repara en que hay que
contentar al que te votó y te puede abandonar. Dar tranquilidad a la ciudadanía
respondiendo esas preguntas, aunque sea a través de un portavoz del partido,
ayudará a todos.
¿Estamos
ante otro Watergate, como los aprendices de Bernstein desearían? No. Una cosa
es lo moral, y otra lo legal. Además, Bernstein no basó su éxito en un solo
informante, sino que entrevistó a varios centenares. Y presumo que, tan pronto
hubiera tenido dudas sobre su calidad, no habría arriesgado ni un titular. Más
curiosidad le merecería la reacción gallarda de Rajoy a no ceder ante la
extorsión. El porqué del enriquecimiento del extesorero. Las contundentes
reacciones de Aznar y Cospedal. La ínclita y temprana manifestación de que cada
palo aguante su vela. Los marcadísimos sesgos mediáticos alentados por
canonjías perdidas, etc. En su forma de indagar y contrastar, nuestros
periodistas en este caso no recuerdan a Bernstein; este, por trabajo e
imparcialidad, se parece más al juez. Un Pulitzer no se gana en veinticuatro
horas. Probablemente Bernstein hubiera concluido hace meses que Rajoy no
miente. Y que si calla es por una comprensible y discutible lealtad a la marca.
Una
verdad simplificada, y sin abordar lo que premeditadamente no interesa, no es
buen periodismo; puede vender periódicos, pero no hace lectores, ni clientes ni
país. La gente, además, está en eso tan importante como es el final de mes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario