2 dic 2013

Política exterior: la incertidumbre/OLGA PELLICER


Política exterior: la incertidumbre/OLGA PELLICER
Proceso # 1935, 30 de noviembre de 2013
La actividad gubernamental durante el presente año ha estado dominada por intensas negociaciones para sacar adelante las iniciativas de ley –la mayoría de las cuales han requerido reformas constitucionales– presentadas por el  Ejecutivo al Poder Legislativo. En un panorama de luchas muy complejas que intentan preservar los acuerdos interpartidistas decididos en el Pacto por México al inicio del gobierno de Peña Nieto, la política exterior ha ocupado un lugar secundario, casi imperceptible. No es extraño que así sea, pues en los últimos años ha sido vista como poco redituable para la élite del país. Por formación, trayectoria y estilo personal, EPN pertenece a ese perfil. En efecto, para quienes están muy ocupados en decidir quién obtiene que, cuándo y cómo, la política exterior ofrece pocos atractivos tangibles.
Lo anterior no significa que no exista una agenda de política exterior: hay una larga lista de encuentros bilaterales, asistencia a cumbres de jefes de Estado o de Gobierno, visitas de Estado; participación en foros multilaterales, universales, regionales y subregionales. Se trata de una agenda que en ocasiones ha sido fijada con años de anticipación. Lograr que se cumpla y que la logística funcione bien es una de las responsabilidades principales de la Secretaría de Relaciones. Es una tarea que requiere profesionalismo, pero que no puede verse como la expresión de un proyecto de política exterior.

 Los 12 años de gobiernos del PAN dejaron un legado bastante pobre en la materia y omisiones muy costosas, como fue, por sólo dar un ejemplo, el descuido de no posicionar a México en las nuevas coordenadas del poder económico y político que se abrieron en Asia. Se esperaba, por lo tanto, que el nuevo gobierno diera un golpe de timón para reencauzar la política exterior de México por  avenidas que respondiesen mejor a los cambios ocurridos tanto en la vida interna del país como en la situación internacional.
 Ahora bien, las  novedades dignas de mencionar, en comparación con años anteriores, son pocas: un mejor acercamiento político y económico hacia China, un mayor sustento económico para la cooperación con Centroamérica y un empeño notable en profundizar la Alianza del Pacífico entre Chile, Perú, Colombia  y México. Aunque esta última despierta ciertas interrogantes sobre lo lejos que se pueda llegar, el hecho es que los medios internacionales, en especial la prensa especializada en cuestiones económicas, la han convertido en  referente obligado para ilustrar las vías a seguir para una integración latinoamericana más fructífera.
 Sin minimizar el potencial de los ejemplos anteriores, es obvio que no se han abordado los problemas de mayor influencia para la vida nacional, como son, por una parte, las relaciones con Estados Unidos, particularmente en cuestiones de seguridad y problemas fronterizos; por la otra, el ajuste de la política exterior al propósito central del proyecto de gobierno de Enrique Peña Nieto, que es convertir a la mayor explotación de hidrocarburos en el  motor fundamental del crecimiento económico.
 Tomando en cuenta la centralidad del problema de la seguridad interna en estos momentos, la preocupación sobre el destino que tendrá la cooperación con Estados Unidos al respecto es primordial. Sin embargo, aunque ha habido declaraciones aisladas en torno a la manera en que se reorientarán los acuerdos que se habían establecido bajo el paraguas de la Iniciativa Mérida, lo cierto es que no sabemos todavía cuál es el futuro de esa cooperación. Está abierta la interrogante de si la mencionada iniciativa todavía existe y, en caso afirmativo, cuáles son sus recursos, adónde van y cómo se ha reorganizado la actividad de las agencias estadunidenses de cooperación que operan en México.
 En el caso de la energía, a reserva de que no se conoce aún cuáles serán los términos de la reforma que eventualmente apruebe el Legislativo, ya están sobre la mesa problemas que conciernen a la política exterior. Entre ellos se puede citar la mayor cercanía con los países petroleros considerados modelos útiles para la experiencia mexicana, la revisión del diálogo con el exterior tomando en cuenta nuevas realidades, como son la disminución de importaciones petroleras por parte de Estados Unidos, la búsqueda de nuevos clientes y la pertenencia, o no, a organizaciones de países importadores, como la Agencia Internacional de Energía.
 Los ejemplos anteriores son muy útiles para ilustrar un problema fundamental para la existencia de un proyecto de política exterior en México: la indefinición sobre las responsabilidades que corresponden a diversas agencias de la administración pública en lo que toca a las relaciones exteriores. En el caso de la seguridad, esos asuntos los lleva la Secretaría de Gobernación; en el caso de lo energético, las decisiones estarían en manos de la Secretaría de Energía, Pemex o la Comisión Nacional de Hidrocarburos. En tales circunstancias, la Secretaría de Relaciones Exteriores sólo conduce la agenda y no existe la entidad con el peso político suficiente para fijar líneas de largo plazo que sirvan de guía para una compleja inserción de México en un mundo cambiante.
 México requiere de una reingeniería de la administración pública que permita una mejor gestión y coordinación de las actividades internacionales del gobierno. Para ello es necesario, al menos, un gabinete de política exterior que no sólo garantice la coordinación, sino que sea foro para un debate sustantivo acerca de los ajustes que reclama una política exterior que incorpore los cambios de prioridades e intereses que han tenido lugar.
 Sin estructuras administrativas y de gestión que permitan conducir el barco, sin conceptos claros sobre prioridades que deben establecerse y reajustes que deben hacerse a  la política exterior, México seguirá navegando sin rumbo. Un año después de haber regresado el PRI al poder, la incertidumbre sigue siendo el sentimiento dominante al preguntarse sobre el proyecto de política exterior.


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