Colosio se topó con Salinas: Jesús González Schmal
Tras sus célebres
discursos, “el desenlace estaba marcado”
LA REDACCIÓN
Revista Proceso # 1952, 29 de marzo de 2014
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
Por la oportunidad del aniversario y la indignación que
me produjo la capitalización que del asesinato de Colosio hizo el PRI, me
permito enviarle el siguiente artículo o carta que quisiera titular Colosio se
topó con Salinas.
No es posible imaginar siquiera el grado de mezquindad y
vileza que tuvo que haberse dado por quien decidió aprovechar el vigésimo
aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio para lucrar partidariamente
con el proditorio crimen. Desde donde se le vea, aquí está el reinicio de la
línea de matones en la política y el pernicioso ejemplo para incitar a la
violencia a las nuevas generaciones con el imperio de “la ley del más fuerte”.
No pocos han reaccionado a ello señalando que, al fin y
al cabo, Colosio era uno de tantos priistas estándar y que, por su trágica
muerte, se le quiere idolatrar para, como siempre, poner “sobre el muerto las
coronas”, cuando en vida no se le tuvo respeto ni a su propio derecho a vivir.
Lo único cierto es que dentro de su partido nunca lo consideraron “como uno de
tantos”, capaz de acoplarse y someterse a la disciplina del sistema,
subordinándose a sus antecesores. Por el contrario, Colosio les significaba un
riesgo inminente de ruptura con la inercia abusiva y corrupta del poder, tal
como lo dijo en el discurso del 6 de marzo de 1994 en el Monumento a la
Revolución.
Colosio nunca fue de la simpatía de Salinas: la distancia
moral era abismal. En el segundo tercio del sexenio de De la Madrid, Salinas,
entonces secretario de Programación y Presupuesto, quiso imponer en la LIII
Legislatura (85-88) como presidente de la Comisión de Programación de la Cámara
de Diputados a su incondicional Sócrates Rizzo. Fue justamente a él a quien el
PRI registró como candidato por el XXXVIII Distrito Electoral del Distrito Federal,
por el que a mi vez fui postulado por el PAN en la fórmula de mayoría relativa
y, simultáneamente, como entonces era posible, por la vía plurinominal.
En el curso de la campaña Sócrates Rizzo incurrió en toda
clase de excesos, acarreos e incluso inauguró obras públicas con la complicidad
del delegado de Álvaro Obregón. El día de las elecciones sacó a votar por
compañías, sin credencial de elector, a los cadetes de la Academia de Policía
del Desierto de los Leones, llevándolos casilla por casilla a sufragar, con un
simple escrito del director de la institución dirigido a los presidentes de las
mismas, instruyéndolos para que recibieran el voto de los jóvenes, algunos de
los cuales no tenían edad para sufragar.
Al impugnar la validez de dicha elección, y ya en mi
calidad de diputado plurinominal, reconocido por la Comisión Federal Electoral
en virtud de la alta votación obtenida por encima del porcentaje necesario en
la circunscripción, fui nombrado coordinador de los diputados del PAN ante el
Colegio Electoral, que constituía la última instancia del proceso y en donde se
calificaban los distritos impugnados, como fue el caso del XXXVIII del DF.
En dichas sesiones exhibí fotografías de los grupos de
cadetes de la policía llevados por sus superiores con órdenes de votar por el
PRI. Aporté la fe notarial que daba cuenta de los hechos y del oficio que se
presentaba a los presidentes de casilla para consumar el ilícito. Al debatirse
el caso en el Colegio Electoral, fue contundente la comprobación de la maniobra
fraudulenta, y no obstante la aplanadora del PRI aprobó “el triunfo” de
Sócrates Rizzo. El desprestigio frente a lo ocurrido, que fue del dominio
público, le hizo imposible a Salinas imponerlo en la Presidencia de la Comisión
de Programación y Presupuesto, por lo que Luis Donaldo Colosio tuvo la
oportunidad de entrar como “emergente al bat”, ocupando la mencionada
presidencia de la que entonces era, sin duda, la comisión más importante del
Congreso.
Fue en ese cargo donde pude conocer a Luis Donaldo, y con
todo y las confrontaciones que tuve con él en materia legislativa y política,
su capacidad de interlocución y dialogo para llegar a decisiones democráticas
en el seno de la comisión y en el pleno me llevó a considerarlo como
parlamentario con visión y dominio en la materia económica y presupuestaria. A
Sócrates Rizzo, Salinas lo mandó a gobernar Nuevo León, donde no pudo acabar su
sexenio (fue relevado por corrupción).
Colosio, por su propio impulso, llegó a ser coordinador
de su bancada en la Cámara de Senadores, presidente del PRI y secretario de
Desarrollo Social para terminar en 1994 como candidato a la Presidencia de la
República. En la integración de la Cámara de Senadores (88-94) durante el
Colegio Electoral, competía yo con Porfirio Muñoz Ledo por el reconocimiento de
la mayoría. Luis Donaldo Colosio se abstuvo de votar a favor de mi
contrincante, al igual que más de una tercera parte del PRI, porque no se
aceptó reabrir las casillas para el recuento de votos que yo solicitaba.
La última vez que lo vi, cuando con un grupo de
destacados panistas abandonamos ese partido por su alineamiento con Salinas, el
apoyo al TLC y la aceptación del subsidio oficial, fue en el mes de enero de
1994, en su casa de campaña de la Ciudad de México. El día anterior había
pronunciado un discurso requiriendo el cambio generacional de los dinosaurios
sindicales (directo a Fidel Velázquez y Gamboa Pascoe); lo felicité y me
confesó su temor por la reacción dentro de su partido. El desenlace estaba
marcado.
Atentamente
Jesús González Schmal
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