El secuestro de Álvarez Machain, ordenado por la Casa Blanca/J. JESÚS
ESQUIVEL
Revista Proceso # 1952, 29 de marzo de 2014
Continúan abriéndose las gavetas con los secretos del
asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki
Camarena, en 1985. En 1990 el doctor mexicano Humberto Álvarez Machain
fue secuestrado en Guadalajara y llevado a Estados Unidos, en una operación
ordenada directamente por el presidente George H. W. Bush, a fin de juzgar al
médico como cómplice del crimen. El encargado de la tarea fue el también agente
antinarcóticos Héctor Berrellez, quien ahora narra a Proceso paso a paso el
desarrollo de esa acción ilegal que, luego de causar un conflicto diplomático,
acabó en la exoneración del secuestrado.
CALIFORNIA.- El secuestro y traslado de México a Estados
Unidos del médico mexicano Humberto Álvarez Machain se ordenó desde la Casa
Blanca y la administración antidrogas estadunidense (DEA) le pagó 250 mil
dólares a una docena de exmilitares y policías mexicanos para que cumplieran
con la misión.
Quien sostiene lo anterior es Héctor Berrellez, el agente
que dirigió esa acción, clasificada como “top secret”. Adscrito entonces a la
DEA y encargado de supervisar la Operación Leyenda, cuyo propósito era
localizar a los autores del secuestro y asesinato del agente antinarcóticos
Enrique Kiki Camarena –hechos ocurridos en febrero de 1985–, cuenta por primera
vez los detalles del caso Álvarez Machain, respaldado con documentos. El plagio
del médico provocó una disputa entre los gobiernos de México y Estados Unidos.
A principios de febrero de 1990 Jack Lawn, quien cumplía
sus últimos días al frente de la DEA, recibió instrucciones confidenciales del
entonces presidente George H. W. Bush: a cualquier costo y sin importar las
consecuencias se tenía que llevar ante la justicia de Estados Unidos al
ginecólogo mexicano que mantuvo vivo a Camarena mientras lo sometían a tortura
Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo,
capos del Cártel de Guadalajara.
Lawn debía cumplir la orden. Además su jefe directo,
Richard Thornburgh, procurador general de Justicia, le pidió que buscara a sus
mejores hombres para llevar a cabo la operación y le exigió garantías de que el
gobierno mexicano no se enteraría de nada.
Un par de días después de recibir la orden, Lawn se
comunicó con Berrellez, quien desde Los Ángeles dirigía la Operación Leyenda.
Lo citó en su despacho en Washington.
Tres días después Berrellez acudió a la cita junto con el
subdirector de la Operación Leyenda, el agente Douglas Kuehl.
“Era un lunes por la mañana, nos presentamos en su
oficina y Lawn nos dijo que nos iba a pedir que hiciéramos un trabajo muy
especial. Que se trataba de sacar de México a una persona implicada en el
asesinato de Camarena”, recuerda Berrellez en entrevista con Proceso.
Todavía sin decirle quién era el objetivo, Lawn le
preguntó a Berrellez si tenía los contactos y las personas necesarias para
cumplir la misión. Berrellez le dijo que sí e incluso bromeó al decirle a su
jefe que si quería, tenía incluso a la gente necesaria para sacar al propio
presidente de México. “Le aclaré que todo dependía de cuánto estaría dispuesto
a pagar por el trabajo el gobierno de Estados Unidos”, anota.
Lawn le explicó que por el dinero no se preocupara:
tendría todo el necesario. Hasta entonces le reveló que el sujeto a secuestrar
era Álvarez Machain.
“Le respondí que eso era muy fácil; había pensado que se
planeaba secuestrar a un subsecretario o secretario de Estado. Lo de Álvarez
Machain era como quitarle un dulce a un niño”.
Lawn les explicó a Berrellez y a Kuehl que la orden de
secuestrar el ginecólogo salió de la Casa Blanca y por lo tanto tenía que ser
una operación secreta, de la cual ningún agente de la DEA en México debía
enterarse. Subrayó que eran instrucciones de Bush y de Thornburgh.
“¿Se puede hacer sin la cooperación de los agentes de la
DEA en México?”, volvió a preguntar Lawn. Berrellez respondió que sí.
El director de la DEA les pidió a los agentes que se
prepararan y lo mantuvieran al tanto de todo, pues cuando cumplieran la misión
y la prensa se enterara, el gobierno de México seguramente protestaría de
manera muy escandalosa y severa “porque vamos a violar su soberanía y los
estatutos de los acuerdos de extradición”.
Lawn le preguntó a Berrellez cuánto calculaba que
costaría la operación. Éste respondió que como máximo podría ser 1 millón
dólares. Su jefe le dio luz verde.
Nacho Barragán
A su regreso a Los Ángeles, Berrellez se dio a la tarea
de ponerse en contacto con sus conocidos en México. “Hablé con varios generales
y comandantes de la Policía Federal, pero me dijeron que no porque iba a ser un
problema muy grande en México”, sostiene.
No recuerda con exactitud los nombres de todos los
militares y comandantes con quienes habló, pero dice estar seguro de habérselo
propuesto al general Jesús Gutiérrez Rebollo y al comandante de la Policía
Federal Jorge Castillo del Rey.
Ante la negativa de militares y policías, Berrellez se
puso en contacto con Ignacio Barragán Maldonado, exresguardo aduanal mexicano.
Sostiene que éste aceptó de inmediato la propuesta y
presumió de tener “contactos muy altos” para hacerlo sin que nadie se diera
cuenta, pues era sobrino del exsecretario de la Defensa y exgobernador de
Jalisco Marcelino García Barragán.
Berrellez fue a Ciudad Juárez, Chihuahua, donde vivía el
exfuncionario aduanal, para ultimar detalles de la operación secreta. Le
advirtió que nadie debía enterarse del caso y que la gente contratada para
efectuar el secuestro nunca debía saber que la orden venía de la DEA.
Entre la última semana de febrero y casi todo marzo de
1990 Berrellez viajó varias veces a Ciudad Juárez, hasta que Barragán le dijo
que ya tenía al grupo para el trabajo: 12 exmilitares y expolicías federales.
“Cuando me notificó esto viajé a Ciudad Juárez para
conocer los detalles. Me dijo que el trabajo me costaría 250 mil dólares.
Respondí que sí e inmediatamente le informé que cuando habláramos del grupo por
teléfono los mencionaríamos con el nombre clave de Los Gansos Salvajes”.
Otra petición del entonces agente de la DEA a Barragán
fue que “armara muy bien a Los Gansos”, que les diera el equipo de espionaje
necesario para vigilar a Álvarez Machain y le dio dinero para gastos.
Berrellez telefoneó a Lawn para decirle que la operación
estaba en marcha. El administrador de la DEA le recordó las condiciones y
además le aclaró que él dejaría su cargo el 23 de marzo, por lo cual a partir
de ese día se debería coordinar con Terrence Burke, quien sería su reemplazo
interino.
Barragán se reportaba todos los días con Berrellez para
darle detalles de la operación. Los Gansos Salvajes seguían al ginecólogo las
24 horas; ya conocían sus hábitos y rutinas, pese a que, comenta el exagente,
sabía que lo buscaba la DEA: “Dejó de ir a los clubes nocturnos de Guadalajara.
Sólo iba de su casa a la clínica, donde tenía su consultorio, y de su
consultorio a su casa. Pero tenía una debilidad: le gustaban mucho las
mujeres”.
Barragán le propuso a Berrellez que contrataran “a dos
viejas muy bonitas” para que se hicieran pasar como pacientes del doctor a fin
de “engatusarlo y poder agarrarlo”. Éste estuvo de acuerdo y contrataron a “dos
hermosas señoritas de Guadalajara”. Además Berrellez le advirtió a Barragán que
no querían a Álvarez Machain golpeado.
La trampa
Las dos mujeres contratadas por Barragán –quienes según
Berrellez tenían rostros muy bellos y cuerpos esculturales– fueron a la
clínica, dijeron que eran primas y por recomendación de amigos solicitaban una
cita “exclusivamente con el doctor Álvarez Machain”. La secretaria del médico
lo consultó con su jefe y éste, al verlas, inmediatamente respondió que sí. Les
dio cita para la mañana del miércoles 2 de abril de 1990.
Según Berrellez las chicas ignoraban que el objetivo era
secuestrar al médico; pensaban que era una broma de amigos para divertir a
Álvarez Machain en su consultorio.
Cuando Barragán le informó a Berrellez de la cita, éste
notificó a Washington y envió a Guadalajara un “monedero con un dispositivo
especial”, para que cuando las dos jóvenes estuvieran con Álvarez Machain a
solas en su consultorio, una lo abriera y con eso se diera la señal a Los
Gansos Salvajes para que entraran a capturarlo.
Barragán también se puso a trabajar. Para el día de la
cita de las jóvenes con el doctor ya tenía contratado a un piloto con una
avioneta en una pista clandestina en las afueras de Guadalajara. La aeronave
tendría que viajar sin escalas a El Paso, Texas, en un vuelo de tres horas y
media.
La mañana de ese miércoles 2 de abril, Berrellez llegó a El
Paso con dos agentes de la DEA, Dal Salazar y Mario Martínez, para preparar el
terreno. Telefoneó a Burke para que desde Washington se ordenara a las
autoridades aduanales, portuarias, de inmigración y de la Administración
Federal de Aviación permitir el aterrizaje de la avioneta sin problemas y
también para dejarla despegar para volver a México. El administrador interino
de la DEA le notificó que ya estaba todo arreglado.
En Guadalajara Los Gansos Salvajes llevaron a las dos
jovencitas al consultorio y colocaron tres autos en la calle, uno en cada
esquina y otro al frente. La idea era bloquear la llegada de la policía, en
caso necesario.
“Nacho me había dicho que todos Los Gansos Salvajes
tenían charola de la Policía Federal y que eso evitaría problemas”, recuerda
Berrellez.
A poco de haber entrado al consultorio, una de las chicas
abrió el monedero y entonces irrumpieron Los Gansos Salvajes.
“En unos cuantos minutos entraron y agarraron a Álvarez
Machain; pero uno de los médicos que tenía consultorio en la misma clínica se
puso bravo y entonces los muchachos le tuvieron que poner una putiza para
calmarlo”, recuerda Berrellez.
Los Gansos Salvajes metieron a Álvarez Machain en uno de
los autos y, escoltado por los otros dos, lo llevaron a la pista clandestina:
“Cuando despegó la avioneta de las afueras de Guadalajara, Nacho me habló para
decirme que ya venía en camino mi regalo”.
En su informe a Berrellez, Barragán contó que cuando
subieron a Álvarez Machain a la avioneta, éste pensó que lo llevaban a la
Ciudad de México para ponerlo a disposición de la Procuraduría General de la
República. Pero cuando se dio cuenta de que volaban hacia el norte, se puso
nervioso y empezó a preguntar a dónde lo llevaban.
Berrellez hace hincapié en que ni los secuestradores ni
el piloto portaban documentos de identidad ni mucho menos pasaporte y además
iban “bien armados”, por lo que su ingreso a Estados Unidos también era una
violación a las leyes federales.
La entrega
“Cuando la avioneta llegó a El Paso y aterrizó, el piloto
no paró el motor. De pronto abrieron la puerta de la aeronave, de una patada
sacaron a Álvarez Machain y de inmediato despegaron para regresar a México. Yo
no alcancé a ver ni a Los Gansos ni al piloto”, asegura Berrellez.
Apoyado por los dos agentes con los cuales llegó de Los
Ángeles, más otros de la oficina local de la DEA, Berrellez corrió hacia donde
estaba Álvarez Machain. Éste se incorporó y quiso saludar de mano al supervisor
de la Operación Leyenda. “No le di la mano; le grité que (él) tenía las manos
llenas de la sangre de Kiki”, recapitula.
Los agentes de la DEA intentaron esposar a Álvarez
Machain, pero por ser tan corpulento (pesaba más de 150 kilos) las muñecas no
le cabían en las esposas metálicas, así que lo amarraron con esposas de
plástico. Lo sacaron del aeropuerto y lo llevaron a las oficinas de la agencia
en El Paso, donde le tomaron las huellas digitales, más de 50 fotografías y
video.
“Ahí también lo interrogué –comenta Berrellez–. Le
pregunté si había estado en el cuarto de la casa en Guadalajara cuando Kiki
estaba agonizando. Me dijo que sí, que fue a salvarle la vida.
“–Pero no se la salvaste.
“–Es que no pude, señor, porque no me dejaron la gente de
la DFS que lo tenía ahí. Yo pedí que me lo dejaran llevar a un hospital.
Camarena ya estaba muy mal y yo traté de darle auxilios, pero no tenía el
equipo necesario para salvarlo. Necesitaba llevarlo a un hospital.
“–Sí, pero tú también lo torturaste.
“–Yo no lo torturé.
“Niega todo lo que quieras, le respondí, y fue entonces
cuando comenzó a decir que se sentía mal; que sentía que le iba a dar un paro
cardiaco.”
Lo llevaron con un médico de El Paso. Ese doctor “nos
dijo que no tenía nada, que Álvarez Machain como médico sabía fingir muy bien
los síntomas de un paro cardiaco, pero estaba muy sano”, dice Berrellez.
De regreso en la oficina de la DEA, Berrellez volvió a
interrogarlo.
“–Cuando estuviste con Camarena tú lo inyectaste para que
no se muriera, después de que lo habían torturado.
“–Sí, pero le quería salvar la vida y no me dejaron.”
Berrellez afirma que luego de esta declaración pensó que
ya tenía al médico en sus manos. Era suficiente con lo que admitía –haber
inyectado a Camarena– porque además entre las evidencias recolectadas en la
casa donde torturaron a Kiki en Guadalajara había una bolsa de plástico con las
huellas del ginecólogo.
“Le pasé el documento con sus declaraciones para que lo
firmara y así lo hizo. Con eso tendrían los fiscales para enjuiciarlo por su
participación en el homicidio de Camarena”, relata.
Tras firmar su declaración, Álvarez Machain fue llevado a
un Centro de Detención en El Paso, a cargo de los alguaciles federales que
habrían de llevarlo a California el día que empezara su juicio.
Menos de una semana después de su secuestro y traslado a
Estados Unidos, Álvarez Machain fue llevado a California ante el juez federal
Ed Rafeedie, quien le leyó los cargos que se le imputaban por el secuestro,
tortura y asesinato de Camarena.
Ante el juez, Álvarez Machain gritó en la sala que lo habían
secuestrado los agentes de la DEA, que lo habían torturado, le habían dado
toques eléctricos y le habían quemado los pies, según el recuento de Berrellez.
Los reporteros tomaron nota, el escándalo de la operación secreta salió a la
luz y causó una disputa entre México y Estados Unidos.
El 8 de abril de 1990, con una nota diplomática el
gobierno de México solicitó a Washington información sobre la participación de
agentes de la DEA en el secuestro de Álvarez Machain. En otra nota, el
siguiente 16 de mayo, el gobierno mexicano denunciaba la violación del tratado
de extradición y pedía que Álvarez Machain fuera regresado a México. Y el 19 de
julio de 1990, en otra nota diplomática el gobierno mexicano solicitó la
extradición de Berrellez y los demás implicados en el secuestro.
Una vez desatado el escándalo, en México Los Gansos
Salvajes y las dos chicas que participaron en el secuestro fueron amenazados y
perseguidos. La DEA los ayudó a huir de México y hasta la fecha viven en
Estados Unidos acogidos al programa de testigos protegidos.
Poco después de conocerse el secuestro, cuenta Berrellez
a Proceso, sus contactos en México le notificaron que la Policía Federal ubicó
al piloto de la avioneta, quien fue torturado hasta la muerte. Además las
autoridades arrestaron a “amigos” de Los Gansos Salvajes bajo la acusación,
carente de veracidad, de ser los responsables del secuestro. El 8 de agosto de
1991 Barragán fue asesinado en el centro comercial Coloso Valle, en El Paso, y
la prensa reportó que había sido un ajuste de cuentas entre narcos.
El martes 16 de diciembre de 1992 Álvarez Machain fue
devuelto a México por un fallo favorable del juez Rafeedie.
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