Ya
con esta me despido: más bien me despiden/Epigmenio Ibarra
- Respuesta de Carlos Marín.
Milenio, 11 de abril de 2014
Este
es el último viernes que aquí nos encontramos. Esto no significa que cerraré la
boca, que cruzaré los brazos. Tiempos aciagos vive el país. No es momento de
callar, de rendirse.
Si
abrí los ojos para ver el rostro puro y terrible de mi patria; si abrí los
labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra: Blas de Otero
No
soy una víctima más de la represión. No soy una víctima punto. Otros hay que
pagan con su vida o con su libertad el haberse atrevido a contar lo que en este
país realmente sucede, el tener la osadía de desnudar, de enfrentar con su
pluma o con su cámara este régimen
corrupto y criminal que padecemos.
Hace
mucho que no estoy en el terreno al lado de esos que se juegan el pellejo todos
los días. Como no tengo el coraje para estar, hombro con hombro, con ellas y
ellos, no reclamo para mí solidaridad alguna, aunque agradezco de todo corazón
las muestras de respaldo que he recibido. Ofrezco, más bien, mi solidaridad a
quienes, realmente, corren peligro. Lo he hecho desde este espacio y en las
calles, mientras intentaba seguir sus pasos con la cámara al hombro; lo seguiré
haciendo mientras viva.
Yo
escribo, escribía más bien, para publicar todos los viernes en este espacio, y
desde hace once años, lo que de mi patria herida me lastima; lo que de este
régimen, que la ha masacrado, saqueado, traicionado me indigna, me encabrona.
Yo escribo, escribía más bien en este espacio, de las mujeres y los hombres, de
las causas y luchas que me han llenado de dolor y de rabia y también, es
preciso decirlo con todas sus letras, de alegría, de vigor y de esperanza.
Yo
escribo por las mismas razones por las que contamos historias en la pantalla de
tv o del cine: para exorcizar esa violencia a la que he mirado de frente a los
ojos. Escribo para combatir al odio y al miedo, las dos caras de la misma
moneda, con la que el poder paga para seguir dividiéndonos y dominándonos.
Escribo contra la intolerancia y contra la muerte. Contra la guerra y contra
esos imbéciles que disfrazados de general mandan a los jóvenes a matar y morir.
Escribo
por la vida y por la libertad. En homenaje a lo que nos hace dignos y plenos.
En reconocimiento a las mujeres y a los hombres que no claudican, que como las
madres y padres de guardería ABC, como Javier Sicilia, transforman su dolor en
fuerza. Escribo para contar la hazaña, todavía inconclusa, de quienes luchan
por la justicia y la democracia como los zapatistas, Andrés Manuel López
Obrador o los jóvenes de #YoSoy132. A ellas y ellos agradezco el aliento vital
que, emocionado, me hizo emborronar tantas cuartillas.
Soy
terco. Mantengo y mantendré el dedo siempre puesto en el mismo reglón, hurgando
la misma llaga. Aprendí a aprovechar hasta el más mínimo resquicio para decir
lo que pienso, lo que creo, lo que siento. Nada me avergüenza de este intento.
A nadie más que a usted que me lee debo agradecimiento. No puedo dar las
gracias por una libertad para expresarme que jamás puse sobre la mesa de
negociación para ganarme este espacio. Reconozco, eso sí, el que nunca se
tocara ni una sola coma de cuanto aquí publiqué. Hasta ahí habríamos llegado.
Reconozco
también que, por una relativa falta de asiduidad —muchas otras tareas me
hicieron difícil escribir todos los viernes a últimas fechas— facilité mi
despido; un despido anunciado, por otro lado, desde el primero de diciembre de
2012 cuando se consumó la imposición de Enrique Peña Nieto.
Es
cierto, como dice Carlos Marín en la carta en la que me anuncia su decisión de
ya no publicar mis artículos, que existe, de mi parte, “falta de compromiso con
MILENIO” y es que, desde mi punto de vista, hace mucho que este diario tiene un
compromiso con el régimen que no puedo ni debo compartir. Jamás, por otro lado,
consideré condición previa y necesaria ese compromiso corporativo al que alude
Marín y cuya falta hoy se me imputa. Jamás lo hubiera aceptado.
Ya
con esta me despido; más bien me despiden. No volveré a escribir en este
diario, es este el último viernes que aquí nos encontramos. Esto no significa
que cerraré la boca, que cruzaré los brazos. Tiempos aciagos vive el país. No
es momento de callar, de rendirse. Me queda, nos queda la palabra, para
empeñarla, para empeñarnos a fondo en la búsqueda de la paz, la justicia, la
democracia que por tanto tiempo nos han negado y con tanta urgencia
necesitamos.
**
EL ASALTO A LA
RAZÓN/Carlos Marín
Milenio.
Adiós,
Epigmenio
Celebro
el buen humor con que Epigmenio Ibarra publica en estas páginas la última de
sus colaboraciones bajo el título Ya con esta me despido: más bien me despiden.
Rechazo,
desde luego, la interpretación que hace del motivo que le argumenté para
prescindir de sus textos: “falta de compromiso con MILENIO”.
“Desde mi punto de vista, hace mucho que este
diario tiene un compromiso con el régimen que no puedo ni debo compartir…”,
afirma de manera por demás insidiosa.
No
asume que el compromiso con MILENIO era (como al menos, y qué bueno, reconoce)
escribir cada semana, pero incumplía su responsabilidad por dedicarse a “muchas
otras tareas”.
De
buen humor también le deseo mucha suerte, sin ilusionarme con que acepte que el
único compromiso con y de MILENIO son los lectores, a quienes les fallaba de
manera inopinada, alterando y haciendo más costosos nuestros horarios de
cierre.
Gracias,
Epigmenio, por dejar claro que aquí ejerciste sin restricción alguna tu libertad,
te deseo lo mejor hoy y siempre.
‘El asalto…’ retornará el lunes 21 de abril.
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