Prensa
acosada, estrangulada/RAFAEL
CRODA
Revista Proceso # 1954, 12 de abril de 2014
El
ambiente en el cual deben trabajar los periodistas independientes venezolanos
ha empeorado paulatinamente. Primero, censura y amenazas; ahora, control
oficial: empresarios cercanos al gobierno han adquirido grandes medios que
tradicionalmente estaban en la oposición. Por otra parte el gobierno estrangula
a algunos periódicos con el método de privarlos de papel. Y la cosa empeora:
Nairobi Pinto, jefa de corresponsales de la cadena Globovisión, fue
secuestrada… y se sospecha que se trató de una acción gubernamental de
amedrentamiento.
BOGOTÁ.-
Varias renuncias de periodistas de diferentes medios cuyos trabajos fueron
censurados por presiones del gobierno pusieron de relieve en los últimos días
la difícil situación de la prensa no oficialista de Venezuela.
“Las
restricciones a la libertad de expresión han aumentado en estas semanas de
conflictividad social como resultado de un gobierno que busca silenciar en los
medios las protestas y no respeta ni protege el derecho de informar. Por el
contrario, busca instalar una hegemonía comunicacional. Las últimas renuncias
de periodistas y el aumento de agresiones contra comunicadores así lo demuestran”,
dice a Proceso Andrea Garrido, oficial de Medios y Responsabilidad Social de la
organización no gubernamental Espacio Público.
“Con
estos obstáculos informativos la gente ha acudido a internet para conocer las
noticias. Esto ha causado un aumento de entre 15 y 45% del tráfico de datos en
la red y el gobierno aprovecha para generar acciones de saturación del
ciberespacio y para bloquear el acceso a los sitios web de información críticos
o independientes”, asegura.
Otra
forma de presión son los obstáculos a la importación de papel, lo cual ha
obligado a los diarios no oficialistas a cerrar o reducir su paginación. Los
funcionarios del régimen también han optado por un método más sutil y efectivo:
la cooptación.
Nathalie
Alvaray, periodista y vicepresidenta de medios de la Cadena Capriles, renunció
el pasado 7 de marzo a ese conglomerado de las comunicaciones, el mayor del
país, con el argumento de que el nuevo presidente-editor, David de Lima,
exgobernador chavista del estado Anzoátegui y muy cercano al presidente Nicolás
Maduro, llegó al cargo para imponer una línea oficialista.
La
cadena, que entre varios otros diarios publica Últimas Noticias, el de mayor
circulación en Venezuela, fue vendida el año anterior a la multinacional Latam
Media Group –con el presunto respaldo de un banquero cercano al gobierno– y
desde entonces se ha producido un viraje en su política editorial, que se
volvió “chavista” a juzgar por sus contenidos.
“El
periodismo primero”, escribió Alvaray en su cuenta de Twitter el día de su
renuncia, la cual fue secundada, el 17 de marzo, por la jefa de investigación
de Últimas Noticias, Tamoa Calzadilla, quien denunció la censura a un amplio
reportaje colectivo sobre las protestas sociales en Venezuela que documentaba
la violenta represión a los manifestantes.
Los
periodistas del diario colocaron ese día carteles en la redacción con la frase:
“El periodismo primero”.
El
pasado 28 de marzo los corresponsales de Globovisión en el interior del país
Madelyn Palmar, Doricier Alvarado y Jesús González renunciaron a ese canal –el
único de señal abierta que mantenía una postura crítica, hasta su venta el año
anterior a inversionistas afines al gobierno– luego que éste censuró varias de
sus informaciones relacionadas con las protestas, incluso imágenes en las
cuales se observa a efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB)
reprimiendo, junto con grupos de encapuchados conocidos como “colectivos”, a
manifestantes de la oposición.
Alvarado,
corresponsal en el estado Lara, dijo que una directriz editorial impuesta por
los nuevos propietarios del canal es suprimir de los despachos informativos las
palabras “protestas” y “sociedad civil”, reemplazadas por “manifestaciones” y
“colectividad”.
Y
lo peor: el domingo 6 fue secuestrada Nairobi Pinto, jefa de corresponsales de
Globovisión. El ministro del Interior, el general Miguel Rodríguez Torres,
insinuó que opositores al gobierno habrían realizado el secuestro. Pero el
martes 8 la dirigente estudiantil Gaby Arellano reveló que Pinto es su amiga
cercana, atribuyó su desaparición a motivaciones políticas y responsabilizó a
Rodríguez Torres.
Censura
y sometimiento
El
presidente del Colegio Nacional de Periodistas (CNP) de Venezuela, Tinedo Guía,
sostiene que las presiones gubernamentales contra los medios se han traducido
en la “autocensura” de un segmento importante de la prensa, lo cual “es
lamentable porque una parte muy importante de la población venezolana se siente
defraudada ante el silencio informativo”.
Miles
de jóvenes venezolanos protagonizan desde febrero pasado protestas que hasta el
miércoles 9 han dejado 39 muertos, al menos 600 heridos y más de 600 detenidos,
en su mayoría estudiantes universitarios.
El
gobierno de Maduro afirma que en el país está en marcha un “plan de
desestabilización promovido por la oposición y el imperialismo yanqui”, y
sostiene que las protestas están focalizadas en los barrios de clase media y
alta del este de Caracas y el estado de Táchira, fronterizo con Colombia, un
tradicional bastión opositor.
“Cuando
un periodista, en ejercicio de su profesión, muestra hechos concretos de
represión, de autoritarismo del régimen, quedan desnudadas ante la opinión
pública las mentiras que han ido construyendo y el discurso oficial de
descalificación de la protesta. Por eso el interés en censurar, ocultar o
cooptar a los medios vía adquisiciones de empresarios allegados al gobierno”,
señala Guía.
Otro
instrumento de presión que utiliza el régimen es la aplicación discrecional de
regulaciones que organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, consideran restrictivas para la libertad de expresión.
Una
es la norma que autoriza al gobierno a revisar cada cinco años las concesiones
de los medios electrónicos, lo que sirve para premiar o castigar a los
concesionarios. La otra es la Ley de Responsabilidad Social en Radio,
Televisión y Medios Electrónicos, que prohíbe la divulgación de contenidos “que
hagan apología del odio y la violencia, los llamados al desconocimiento de las
autoridades y a alterar la paz pública”.
El
pasado 12 de febrero, mientras se desarrollaban en varias ciudades del país
masivas marchas que culminaron con tres muertos y marcaron el inicio de la ola
de protestas que vive Venezuela, el director del Consejo Nacional de
Telecomunicaciones, William Castillo, amenazó a los medios electrónicos que
cubrían las manifestaciones, incluidos los digitales, con aplicarles sanciones
severas –desde multas millonarias hasta el cierre– si divulgaban imágenes de
los enfrentamientos entre la policía y los estudiantes.
“El
gobierno aplica una estrategia que abarca una amplia gama de medidas para
apoderarse del sistema de comunicaciones de Venezuela, que ya controla en gran
parte. Con leyes que aplica en forma discrecional, con amenazas, con compras de
medios a través de empresarios afines, ha terminado por cooptar a la mayoría de
la prensa privada del país”, indica el secretario general del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), Marco Ruiz.
Según
el dirigente gremial y reportero de Últimas Noticias, en Venezuela quedan aún
medios no oficialistas, como los tradicionales diarios El Universal y El
Nacional de Caracas, ambos de circulación nacional, y varios de alcance
regional. “A la mayoría de medios independientes los doblegaron o acabaron
metiéndoles mano vía adquisiciones, y los que quedan están agobiados por la
falta de papel”, afirma.
Entre
los “doblegados” menciona a Venevisión, la cadena del Grupo Cisneros, cuyos
espacios informativos “denotan un claro sesgo para invisibilizar a amplios
sectores del país identificados con las protestas”.
Para
Ruiz lo ocurrido con Globovisión fue una “tragedia porque con su venta y cambio
de línea editorial se perdió una tribuna fundamental para conocer en un canal
abierto de televisión la otra parte de la historia, la que protagoniza un
sector de la población que no está con el gobierno”.
Tras
la adquisición de esa televisora por parte de empresarios cercanos al chavismo,
en mayo de 2013, unos 50 periodistas conocidos por sus posturas críticas al
gobierno han sido despedidos o renunciaron.
“Complot
mediático”
Sergio
Briseño García, periodista y profesor de filosofía de la educación de la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, es un simpatizante del chavismo
convencido de que Venezuela “es uno de los países del mundo donde hay más
libertades de expresión”.
Afirma
que basta revisar los diarios El Universal y El Nacional “para ver cómo en
ellos la oposición dice absolutamente todas las cosas que se le ocurren del
gobierno y nadie dice nada, nadie influye sobre eso.
Según
Briseño, los gremios de periodistas que critican la falta de libertad de
expresión en Venezuela, como el CNP y el SNTP, están “dominados por la
ultraderecha y por los dueños de los periódicos privados”.
Un
folleto electrónico del Ministerio para la Comunicación y la Información que
comenzó a circular hace unos días en español e inglés afirma que el gobierno es
víctima de un “complot mediático” en el cual “las tareas de propagación de
rumores y ejecución de operaciones de guerra psicológica incluidas en el manual
del golpe lento (un supuesto método del politólogo estadunidense Gene Sharp para
minar la estabilidad del poder establecido) han sido ejecutadas a cabalidad por
los medios de comunicación privados venezolanos, que no han tenido escrúpulos
para falsear la realidad a través de burdos mecanismos de manipulación haciendo
uso de métodos de desinformación, como la invención, tergiversación y omisión.
“Un
ejemplo de ello –afirma– ha sido la presentación de multitud de fotos y videos
de hechos violentos ocurridos en otras partes del mundo como si hubieran
sucedido en Venezuela. Imágenes de Siria, Egipto, Brasil, España, Chile,
Colombia y otros países han servido a los periódicos y medios digitales para
ilustrar fraudulentamente la situación de Venezuela”, agrega el folleto de 47
páginas titulado Venezuela se respeta.
Para
el ministerio a cargo de la abogada Delcy Rodríguez, “igual función han
cumplido los medios internacionales, que se han unido en un compacto bloque
para describir a la Venezuela actual como un país al borde de la guerra civil
que requiere de una intervención internacional que proteja a los ciudadanos
venezolanos de una feroz dictadura que viola los derechos humanos
fundamentales”.
Sin
papel
Andrea
Garrido considera que la crisis del papel que viven los diarios venezolanos
desde agosto de 2013 constituye un elemento adicional de coacción contra la
prensa crítica, pues los rotativos oficialistas no tienen ese problema.
Dice
que por falta de papel y tinta han dejado de circular 10 diarios y una revista
en el país, otros 12 tienen serios problemas para mantener sus tirajes y
paginación habitual y 18 más están en riesgo de cerrar porque les resulta
imposible importar la materia prima. El Nacional circula con sólo 10 páginas
por ejemplar, la cuarta parte de las que tenía hace un año.
En
respuesta a esta crisis, la Asociación Colombiana de Editores de Diarios y
Medios Informativos envió el martes 1 a la vecina Venezuela un cargamento de 52
toneladas de papel periódico para otorgárselas en calidad de préstamo a El
Nacional (Caracas), El Impulso (Barquisimeto) y El Nuevo País (Maracaibo), a
fin de evitar su cierre por falta de suministro.
Sin
embargo hasta el jueves 10 el cargamento seguía varado en un puesto fronterizo
de la Guardia Nacional de Venezuela en el estado de Zulia.
El
diario El Tiempo de Colombia señaló en su editorial del pasado miércoles 2 que
con ese gesto la prensa colombiana “busca enviar el mensaje a nuestros colegas,
y en particular a los venezolanos, de que no están solos en este crucial
momento de su historia”. Lo que está en juego “es el derecho de 30 millones de
venezolanos a contar con una prensa libre”, agregó.
Garrido
sostiene que es “inaceptable” que el gobierno intente descalificar a los medios
críticos con el argumento de que tratan de desestabilizar al país, lo cual se
convirtió en un “discurso trillado”. La pluralidad de opiniones, señala, es
parte esencial de un sistema democrático y sólo con una prensa independiente se
garantiza ese ejercicio.
Agrega
que en Venezuela “el gobierno pretende establecer una línea de comunicación
única, alineada con su discurso, y mediante la descalificación pretende
justificar sus arremetidas y el hostigamiento judicial contra los medios
críticos”.
El
diario Tal Cual, que dirige el exguerrillero e intelectual opositor Teodoro
Petkoff, acumula ocho procesos judiciales en su contra, el último de ellos por
un artículo de Carlos Genatios en el cual atribuyó al presidente de la
unicameral Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, la frase: “Si no les gusta la
inseguridad, váyanse”.
Cabello,
segundo hombre más poderoso del país, demandó por “difamación agravada” a
Genatios, a Petkoff y a los miembros de la junta directiva de Tal Cual. El
pasado 6 de marzo un juzgado admitió la denuncia y prohibió a los acusados
salir del país. Ellos enfrentan la posibilidad de ser condenados a entre dos y
cuatro años de cárcel y a ser multados con hasta 100 mil 793 dólares.
Una
permanente forma de satanizar a los medios críticos en el discurso oficial es
que pertenecen a la ultraderecha acaudalada de Venezuela o que reproducen sus
intereses, lo cual, para Garrido, resulta una forma de desviar la atención del
problema de fondo: el respeto a la libertad de expresión.
“Más
allá de que los diarios no oficialistas sean manejados o no por grupos
económicos pudientes, son diarios que tienen una historia en el país y todo un
recorrido durante el cual se han forjado un lugar ante la opinión pública. Pero
en el caso de Globovisión, por ejemplo, vemos que este canal fue comprado por
gente allegada al gobierno que también tiene un poder económico impresionante,
así como el banquero (Víctor Vargas, presidente de Banco Occidental) que se
menciona que está atrás de la compra de la Cadena Capriles”, indica la
dirigente de Espacio Público.
Ruiz
dice que, en el marco de la ola de protestas, han proliferado los ataques a los
reporteros que cubren las manifestaciones. Hasta el pasado jueves 3 el
dirigente sindical tenía documentadas 120 agresiones a periodistas, de las
cuales más de las dos terceras partes fueron autoría de los cuerpos estatales
de seguridad, en especial la GNB, rama militar que desde hace dos meses asumió
el control del orden público.
“Además
los periodistas están siendo sometidos a procesos de investigación
(relacionados con las protestas) en los que están siendo llamados a declarar
como testigos y se les obliga a revelar sus fuentes, lo que es una violación
más a un derecho fundamental de los periodistas”, indica.
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