Los
tentáculos del cartel de Sinaloa en Colombia
Reportaje de la revista colombiana Semana, 12 de bril de 2014
Para
las autoridades Héctor Coronel era el enviado del cartel de Sinaloa a Colombia.
En varias operaciones en su contra le decomisaron esta avioneta con 500 kilos
de drogas y armas que iban rumbo a México.
Lo
que comenzó como un rumor hace más de un año parece haberse confirmado. El
cartel de Sinaloa, una de las más fuertes y poderosas organizaciones del
narcotráfico de México ha empezado a tener una presencia más permanente y
decidida en Colombia. Liderado por décadas por el recién detenido Joaquín ‘
el
Chapo’ Guzmán, y ahora comandado por su sucesor Ismael ‘el Mayo’ Zambada, es
considerado el grupo de narcotráfico más poderoso del mundo.
El
pasado 7 de abril la Dijín y la DEA, tras una operación de varios meses,
capturaron en Cali a Héctor Coronel, mexicano de 43 años de edad conocido con
el alias de Rincón y originario de la ciudad de Culiacán. Un grupo especial de
la Policía venía siguiéndolo desde que autoridades antinarcóticos
internacionales alertaron de su presencia en el país. En tres oportunidades
logró escapar antes de ser arrestado. Los seguimientos permitieron establecer
que el mexicano tenía comunicación directa con Guzmán, y que era uno de sus
enviados a Colombia.
Su
labor, según contaron los investigadores del caso a SEMANA, consistía en hacer
una alianza con bandas criminales como Urabeños, Rastrojos y La Empresa, así
como con facciones de las Farc y el ELN. “Inicialmente lo que hacía era
verificar en los propios laboratorios que la calidad de la droga que les
enviaban no fuera reducida y que la cocaína fuera de alta pureza”, explicó un
oficial a SEMANA. Viajaba a Buenaventura, Tumaco y zonas del Cauca y Valle
donde estaban los laboratorios para ese fin.
Con
el paso del tiempo empezó a negociar la compra de ‘franquicias’ para que el
grupo de Sinaloa pudiera quedarse con todo el negocio, desde la producción y
procesamiento hasta la distribución. A cambio, pagaba a cada uno de los grupos
por la ‘franquicia’ y por prestarle seguridad a toda la operación. Era un buen
negocio para ambos. Los grupos colombianos no arriesgaban nada y no tenían que
hacer mayor inversión. Los de Sinaloa controlaban la calidad e incluso
empezaron a sacar base de coca reoxidada, que es el paso previo a la etapa
final del proceso para convertirla en cocaína, y la llevaban a México en donde
finalizaban el proceso en sus propios laboratorios. “De 1 kilo de coca
reoxidada, que en Buenaventura cuesta 1 millón de pesos, ellos pueden sacar 3
kilos. En esa misma zona 1 kilo de cocaína finalizada puede costar entre 2,5 y
3 millones de pesos”, dijo el oficial.
El
enviado del cartel de Sinaloa sacaba parte de la droga hacia Ecuador por vía
terrestre y desde allí la mandaba a México por el Pacífico. El 18 de enero
pasado logró una de sus fugas cuando las autoridades, gracias a los controles
técnicos que ejercían sobre él, detectaron que saldría de las costas de la selva
ecuatoriana un cargamento en un narcosumergible capaz de transportar 1,5
toneladas. Planearon el operativo en coordinación con las autoridades
ecuatorianas, pero aunque incautaron el artefacto el narco alcanzó a escapar.
El 30 de enero también eludió a las autoridades. En esa fecha detectaron una
avioneta proveniente de México que aterrizó en un horario nocturno, no
autorizado, en el aeropuerto de Ipiales. En menos de diez minutos los narcos
cargaron la aeronave con 500 kilos de coca reoxidada y varios lanzacohetes RPG
y 49 granadas de 40 milímetros para fusil, lo que llamó la atención de las
autoridades. “Ese decomiso de armamento nos dejó en evidencia que los grupos
colombianos también están vendiéndole material de guerra a Sinaloa para librar
la guerra entre carteles que enfrenta México”, afirmó un oficial de la Dijín.
La
avioneta Cessna regresaría a Centroamérica esa misma noche y su carga fue
decomisada, pero los dos pilotos y el narco alcanzaron a huir. Veinte días más
tarde el escurridizo mexicano logró evadirse de nuevo, esta vez en el municipio
de Villarrica, Cauca. Allí había llegado con 3.300 millones de pesos en
efectivo para pagar a sus socios colombianos. Al allanar una vivienda, las
autoridades encontraron el dinero pero el mexicano escapó.
Finalmente
su gusto por las apuestas, el licor y las mujeres permitió a los investigadores
dar con el enviado de Sinaloa hace dos semanas en Cali. Su captura, según las
autoridades, es un indicio sólido de que los narcos mexicanos están en
territorio colombiano.
Si
bien los vínculos entre la mafia colombiana y la de ese país tienen una larga
historia que se remonta a comienzos de los años ochenta, hasta ahora se habían
limitado a una relación simple y efectiva. Los narcos colombianos enviaban
toneladas de cocaína a sus socios en México y estos la introducían a Estados
Unidos. Sin embargo, las cosas han cambiado, especialmente en los últimos dos
años. La primera señal pública de esos nuevos vínculos apareció en febrero de
2012, cuando el presidente Juan Manuel Santos pidió a las autoridades
investigar las frecuentes denuncias según las cuales en diferentes regiones del
país habría presencia de miembros del cartel de Sinaloa, particularmente en
Norte de Santander, Antioquia, Buenaventura y Tumaco. Inicialmente las
autoridades locales negaron dichos vínculos
pero con el tiempo los hechos empezaron a demostrar lo contrario.
Uno
de esos primeros indicios ocurrió a mediados de ese año en Medellín cuando a
integrantes de la desarticulada oficina de Envigado les fueron encontradas
armas de una fallida operación de la DEA conocida como ‘Rápido y furioso’. Esta
consistió en infiltrar armas al cartel de Sinaloa en México para seguirlas y
buscar el arresto de sus líderes. La operación salió mal y el cartel envió parte
de esas armas a sus socios en Medellín. El arresto de varios de los integrantes
del clan de los Cifuentes Villa, su extradición y confesión sobre los negocios
con Sinaloa fue otra señal de alerta sobre la creciente penetración de los
mexicanos.
La
captura del enviado del Chapo en Cali, la primera de ese estilo en Colombia,
parece confirmar los temores. La explicación puede ser que en el país no existe
en la actualidad un cartel o grupo lo suficientemente fuerte para oponerse al
ingreso de competidores foráneos, sobre todo si son tan poderosos como los de
Sinaloa. “El negocio del narcotráfico está muy atomizado. No hay nadie con
capacidad militar para defender su territorio. Tampoco es fácil que un solo
grupo pueda exportar grandes cantidades y tenga la infraestructura para
hacerlo. Estos, entre otros factores, son los que Sinaloa han visto como una
oportunidad para apoderarse de todo el negocio”, explica un oficial
antinarcóticos. Evitar que esto siga
ocurriendo y se expanda es el nuevo reto que ahora enfrentan las autoridades
nacionales.
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