El
ajedrez papal en Tierra Santa/BEATRIZ
LECUMBERRI
Revista Proceso # 1954, 12 de abril de 2014
El
Papa Francisco enfrenta su primera gira de importancia. A 50 años del “regreso”
del Vaticano a Jerusalén, Jorge Bergoglio atravesará una prueba que los últimos
pontífices han aprobado con mención: visitar Palestina. Esta es una de las
zonas más convulsas del planeta, asiento de tres religiones que viven al filo
de la guerra –judíos, musulmanes y católicos– y donde hasta la logística de los
traslados papales crispa a la política y la diplomacia.
En
el viaje del Papa Francisco a Jordania, Palestina e Israel –programado para
finales de mayo próximo–, los caminos de la religión y la política se cruzan
inevitablemente. “Desde ahora os pido rezar por esta peregrinación”, dijo en
enero pasado el pontífice, consciente de las dificultades logísticas y
diplomáticas que entraña esta visita.
La
decisión de peregrinar por los lugares sagrados del cristianismo no es casual y
está cargada con un gran simbolismo. El también obispo de Roma quiere seguir
los pasos de Pablo VI, primer pontífice moderno que visitó la llamada Tierra
Santa hace exactamente 50 años y transmitir un mensaje a los fieles del mundo:
hay que buscar la unidad entre los cristianos.
Además
su presencia remarcará que el Vaticano quiere ser un actor importante en
Oriente Medio.
Así,
será difícil limitarse al aspecto religioso de la visita. La tierra que recibió
a Pablo VI en 1964 no es la que aguarda al argentino, quien se topará con un
momento sumamente complejo del conflicto palestino-israelí. Ese diferendo, de
hecho, convirtió en un rompecabezas la organización de su viaje.
“Ha
sido difícil, muy difícil, elaborar el programa. Pero el hecho de que el Papa
lo apoye significa que está contento”, resumió a finales de marzo ante
periodistas Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén y máxima autoridad católica
en esta ciudad.
Juan
Pablo II y Benedicto XVI también fueron a Tierra Santa en 2000 y 2009,
respectivamente, y en ambas ocasiones los analistas internacionales los
alabaron. Ahora la visita de Francisco despierta especial expectación debido al
carácter espontáneo y directo del latinoamericano.
El
segundo viaje al extranjero de Francisco –tras el realizado a Brasil en julio
de 2013– comenzará el 24 de mayo en Amán, Jordania. Al día siguiente visitará
Belén, en los territorios palestinos, y el 26 concluirá su visita en Jerusalén.
“Ha
habido mucha dificultad en acomodarlo (el plan de viaje), pero creo que
Francisco va a demostrar que es un hombre cercano, que va más allá del
protocolo y que se siente con la libertad para abrazar a alguien o tender la mano
a un niño. Creo que sus gestos serán clave y dejará una marca indeleble”,
explica el sacerdote argentino Ricardo Bustos, superior de los franciscanos de
Belén, amigo del Papa.
La
gira durará tres días y será a contrarreloj: Bergoglio aterrizará en Amán el 24
de mayo, donde celebrará una misa al aire libre, visitará el lugar del río
Jordán, donde se dice que Jesús fue bautizado, y se reunirá con refugiados,
sirios en su mayoría.
El
día 25 llegará a Belén en helicóptero, celebrará una gran misa a las puertas
del Templo de la Natividad, visitará la gruta donde supuestamente nació Jesús,
comerá con familias palestinas en un convento franciscano y acudirá a un campo
de refugiados palestinos a las afueras de la ciudad. Francisco planea llegar a
Tel Aviv en helicóptero. De ahí partirá a Jerusalén para ir después a la
Iglesia del Santo Sepulcro, donde participará en un encuentro ecuménico.
El
26 de mayo se reunirá con autoridades religiosas judías y musulmanas,
conversará con religiosos en el Monte de los Olivos y celebrará una misa ante
un pequeño número de personas en el Cenáculo, donde se dice que Jesús compartió
la última cena con sus discípulos.
Tres
jefes de Estado recibirán al Papa en igual número de días: el rey de Jordania,
Abdalá II; el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás,
y el presidente israelí, Shimon Peres.
Pero
la agenda no agradó a todos y despertó alguna queja entre israelíes y
palestinos. Para unos es una lástima que el Papa no tenga tiempo para visitar a
los cristianos de Galilea o no se interese por las aldeas partidas en dos por
el muro que Israel construye en Cisjordania.
Para
otros es criticable que se reúna con refugiados palestinos o pase tan poco
tiempo en Israel.
“Esperábamos
que pudiera ir a la zona de Cremisán (a unos 10 kilómetros de Jerusalén) y
acercarse a las 58 familias palestinas que van a perder sus tierras si Israel
sigue construyendo la barrera. El Papa ratificará sin duda la postura histórica
del Vaticano de apoyo a las reivindicaciones palestinas, pero la gente quiere
pasar de los homenajes a los actos. Los cristianos de Tierra Santa no quieren
caridad, buscan dignidad”, detalla a Xavier Abu Eid, portavoz de la Organización
para la Liberación de Palestina.
En
2002 Israel comenzó a erigir a lo largo de Cisjordania un muro de separación
para impedir ataques en su territorio. La Corte Internacional de Justicia,
máximo órgano judicial de la ONU, declaró desde 2004 que esa barrera es ilegal
y contraria al derecho internacional.
Desde
el ministerio israelí de Relaciones Exteriores se recalca que la agenda papal
fue preparada en concertación con el Vaticano y la visita mejorará las
relaciones entre la comunidad judía y la Iglesia católica. “Obviamente nos
gustaría que el viaje fuera un poco más largo y que hiciera una gran misa
también en Israel. Pero no hay frustración en Tel Aviv”, garantiza Lior Haiat,
diplomático de esa nación.
David
Neuhaus, vicario patriarcal para los católicos de lengua hebrea en Israel,
expresa la postura oficial de la Iglesia en ese país: “El Papa viene a la
tierra de Jesucristo y esto no incluye visitas a ciudades regulares en
Jordania, Palestina e Israel”.
Una
cosa es que el Papa visite Belén y Jerusalén y otra que los católicos del norte
de Israel o de la Franja de Gaza puedan acudir y participar en las ceremonias
religiosas.
La
Iglesia distribuirá 10 mil boletos a los feligreses para asistir a esa
celebración. Pero aún no obtiene los permisos para que decenas de personas
puedan sortear los retenes y puestos de control de los soldados israelíes.
Actualmente los cristianos representan entre 2% y 3% de la población en esa
zona de Oriente Medio, según datos eclesiásticos.
“La
Iglesia y el Papa quieren que esos cristianos, incluyendo las personas que
viven en Gaza, participen en la misa de Belén. Nosotros no controlamos los
retenes del ejército y confiamos en que los israelíes dejen pasar a la gente”,
matiza Neuhaus.
En
este momento, un palestino que vive en Gaza no puede salir de la Franja salvo
por contados motivos, como por ejemplo razones humanitarias. Para lograrlo debe
obtener un permiso del gobierno israelí, que controla los accesos a esta
región, donde viven prácticamente confinadas más de 1 millón de personas.
El
movimiento islámico de resistencia Hamas, cuyo brazo armado es responsable de
numerosos ataques contra Israel, ganó las elecciones en Gaza en 2006 y gestiona
la Franja sin tomar en cuenta a la ANP. Desde entonces Israel activó un férreo
bloqueo que aisló a esta paupérrima región del resto de los territorios
palestinos y del mundo.
“Una
generación entera de palestinos de Gaza no conoce Jerusalén. Es más fácil para
un japonés o un australiano visitar el Santo Sepulcro que para un cristiano de
Gaza que vive a poco más de 50 kilómetros”, lamenta Abu Eid.
Las
dificultades también serán enormes para los cristianos de Galilea, al norte de
Israel, que no ocultan su decepción al ver que el viaje papal no incluye
Nazaret, donde según el Nuevo Testamento transcurrieron varios años de la vida
de Jesús. Un tercio de la población nazarena es cristiana, pero los ciudadanos
israelíes tienen restringido el paso a los territorios controlados al 100% por
la ANP, como Belén.
“Entiendo
y comparto su decepción. A nosotros también nos hubiera gustado ver al Papa en
Galilea, pero la visita es corta. Esperemos que no sea la última y pueda
volver”, confía Twal.
Desde
que se hizo pública la peregrinación de Francisco, el 5 de enero pasado, la
Iglesia ha subrayado que la prioridad del viaje son los cristianos de la
región.
“Todo
el mundo es bienvenido, pero hay que dar espacio a la gente local que no tiene
la libertad de moverse e ir a Roma, sea porque carece de los medios o no tiene
los permisos necesarios. Este es el tiempo de ellos y el Papa viene para
encontrarse con las comunidades de Tierra Santa”, considera el sacerdote
Ricardo Bustos.
La
Iglesia local espera con emoción un momento: el encuentro del Papa con el
patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, y los dirigentes de las
diferentes Iglesias cristianas de Jerusalén en el templo del Santo Sepulcro,
donde, según la tradición, Jesucristo fue crucificado y sepultado.
Para
los responsables católicos de Jerusalén, el abrazo entre Francisco y Bartolomé
será lo más importante de la visita, por la imagen de unidad ecuménica que
lanzará. El encuentro se producirá en el mismo lugar y 50 años después del
encuentro entre Pablo VI y el patriarca Atenágoras.
El
Papa también ha dicho que buscará acercarse a los más pobres. En Jordania
conversará con refugiados que huyeron de la guerra siria y con jóvenes
discapacitados. En Israel visitará Yad Vashem, el museo construido en memoria
de las víctimas del Holocausto, y en los territorios palestinos se reunirá con
habitantes de tres campos de refugiados y comerá con familias árabes que han
sufrido la muerte o el encarcelamiento de allegados, padecen el asedio en Gaza
o las dificultades de movimiento debido al muro de separación.
“Viendo
el programa recuerdo que en Buenos Aires, cuando lo invitaban a eventos,
Francisco iba pero nunca se quedaba al agasajo o a la comida. No era su estilo.
Pero los fines de semana, cuando iba a servir a los pobres, sí comía con ellos.
A él le interesa y preocupa la cercanía con el otro, sobre todo con el otro que
no tiene nada”, asienta Bustos.
El
Papa deberá respetar un protocolo que complicará sus desplazamientos. Por
ejemplo, una vez que finalice su visita a Belén, a unos 10 kilómetros de
Jerusalén, deberá “retroceder” hasta el aeropuerto internacional de Tel Aviv, a
unos 60 kilómetros, para recibir honores de las autoridades israelíes, y sólo
entonces podrá dirigirse a Jerusalén.
Israel
se anexó la parte este de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días, pero la
comunidad internacional no ha reconocido esa ocupación y los palestinos esperan
que Jerusalén oriental sea un día la capital de su futuro Estado.
“A
veces, la tentación de estar de una parte o de otra es grande, pero nosotros
estamos aquí para la gente y no tenemos bandera. Nuestra vocación es mediar y
acompañar a todos porque en un conflicto no hay sólo una parte que sufre. Tal
vez una parte sufra más que la otra, pero ninguna vive en paz”, asegura Bustos.
Las
dificultades logísticas de la visita no han hecho que el superior de los
franciscanos pierda la ilusión al hablar de la visita del Papa, a quien
recibirá en Belén: “He mandado a Francisco un mensaje diciéndole que ésta es su
casa. Confieso que a mí me hubiera gustado recibirlo de manera diferente. El 25
de mayo es una fiesta patria en Argentina y nosotros comemos empanadas y asado.
Me encantaría compartir algo así con él ese día, pero no estamos en Argentina,
estamos en Belén”.
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