Crónica
censurada sobre un filme de Cantinflas */EFRAÍN
HUERTA
Revista Proceso # 1963, 14 de junio de 2014
El
siguiente es el texto completo de la crónica sobre la película El mago,
aparecida en el número del 15 de mayo del presente año (1949) en el Boletín
Cinevoz de la Comisión Nacional de Cinematografía. Esta crónica motivó las
protestas de la compañía productora e, inesperadamente, un cambio total en la
política de Cinevoz. Esto es: desaparecen las críticas llamadas “adversas” (aun
cuando la película comentada sea de lo más malo hecho en el cine nacional) y
hacen su aparición, probablemente, las crónicas anodinas, más perjudiciales al
cine que una apreciación adversa, pero justa. El productor que protestó,
Santiago Reachi, debe darse por satisfecho. No así el público mexicano, al que
Posa Films, Reachi y el propio Mario Moreno Cantinflas, han defraudado. No se
olvide el ridículo que hizo México cuando en Francia, por imposición del citado
señor Reachi, fue exhibido, en plan de gran concurso internacional, ese infame
filme, esa burda parodia cantinflesca llamada Los tres mosqueteros. Pero así
está el cine. Y así está la crítica de cine, sujeta a los caprichos de los
aventureros incultos.
El
filme de la semana: “El mago”
Una
película de Posa Films, S.A., distribuida por Columbia Picturs de México.
Director: Miguel M. Delgado. Principales intérpretes: Mario Moreno Cantinflas,
Leonora Amar, Ernesto Finance, José Baviera, Alejandro Cobo, Pepe Martínez,
Rudy del Moral, Julián de Meriche, Rafael Icardo, Miguel Manzano y Óscar
Pulido. Director de fotografía: Raúl Martínez Solares. Historia original de
Alex Joffe y Jean Levitte. Adaptación y diálogos de Jaime Salvador. Música de
Gonzalo Curiel. Longitud: 10 rollos. Duración: 106 minutos. Estrenada en los
cines Metropólitan, Cosmos e Insurgentes, el día 4 de mayo.
Comentario
general: Esta es la cuarta película de una serie que amenaza prolongarse
indefinidamente. Ignoramos, en realidad, cuántos temas adquirió Mario Moreno de
la sociedad Joffe-Levitte. No importa el número. Importa la calidad y la forma
de adaptar los argumentos, originalmente europeos, a la personalidad de nuestro
popular cómico. El resultado es negativo. Mario Moreno insiste en rodearse del
mismo equipo técnico y literario que tantas veces lo ha hecho fracasar. Y El
mago es un nuevo, un rotundo y significativo fracaso para Cantinflas.
Ahora
se trata de otra comedia de equivocaciones. Cantinflas, humilde empleado de la
compañía SOY (Su otro yo), se ve envuelto en una inacabable marejada de
confusiones, y se convierte, de buenas a primeras, en todo un príncipe
oriental. Los escenarios son fastuosos. La trama (pistoleros, hindúes asesinos,
cortesanas espías, danzarinas del vientre, etc.) confunde y apena por su
inocencia infantil. Todo ocurre en función de pretextos tontos. Por ejemplo: el
suplente original del auténtico mago, inventa que tiene que ir a esperar a su
novia. Cantinflas toma su lugar… Y de aquí, hacia toda clase de situaciones, en
las que el cómico intenta desarrollar a toda máquina su atropellada verborrea.
Pero
este ya no es el mismo Cantinflas de
hace cinco años. Poco a poco, a
fuerza de arrebatarle su ambiente, lo han ido despojando de su verdadera
personalidad. De su autenticidad de legítimo heredero del lépero capitalino.
Falla y se debilita la vigorosa raíz del clásico vocabulario que él arrancó del
pueblo. En algunos instantes de esta película llamada El mago, se siente que él
mismo desconfía de su poder interpretativo. Esto es, del arte de hablar sin
decir nada… diciéndolo todo. Y la risa viene forzada. Y es un fatigarse
siguiendo el relato. Seguirlo hasta llegar al final de cuento de hadas. En la
boca queda un sabor agrio, y el espectador se niega a aceptar la fórmula que,
conmiserativamente, se ha hecho de rigor al hablar de las películas que Posa
Films prepara para su estrella: “Toda la película es Cantinflas”.
Y
el cine no aspira a eso. Ninguna expresión cinematográfica, muchísimo menos las
comedias. El mago, triste es decirlo, adolece de todos los defectos. Defectos
imperdonables, ya que si una y otra vez y una docena de veces falló el equipo
técnico y literario contratado, parece, a perpetuidad, el camino a seguir no
puede ser otro que el de hacer cambios radicales. Allí están esa fraseología,
esos reprobables diálogos, esas frases de grueso doble sentido, esas
situaciones sicalípticas, ese deplorable y vergonzoso instante en que aparece
la reserva: aquella figura innoble, innoblemente incrustada como remate a una
faena verbal basada en la palabrería más baja que se pueda imaginar.
“Como
premio a sus locuras, el auténtico príncipe obsequia a Cantinflas con una carpa
y le cede los derechos sobre un grupo de bailarinas. Y es esa secuencia final,
con Cantinflas vendiendo boletos para las tandas nobles, la que más entristece.
Pues la carpa es justamente su mundo. Es su México, su clima, su autenticidad.
Sus películas El prófugo, A volar, joven, El supersabio y El mago son
indecorosos pastiches, indignos de un cómico que fue grande y que pudo haberse
mantenido en lo genial.
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· Publicado en
Revista Mexicana de Cultura del periódico El Nacional el 31 de junio de 1949.
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