27 jun 2014

La condena del Papa Francisco a la mafia: oremos, dicen


Blog de ACI
La condena del Papa Francisco a la mafia
26.06.14
Para quienes seguimos los discursos del Papa Francisco, somos testigos que una de las características de su Pontificado es su gran sensibilidad a los dramas humanos y sus fuertes llamados a los católicos y a la comunidad internacional a enfrentar flagelos sociales como la trata de personas, las migraciones forzadas, el desempleo y  más recientemente, la corrupción y la lucha contra las drogas.
Por ello, no es de extrañar el discurso pronunciado el sábado pasado durante su visita a la localidad italiana de Calabria, donde condenó y llamó a combatir a la Ndranghetta, advirtiendo que por ser la mafia una consecuencia de la “adoración del mal y desprecio del bien común”, sus integrantes no están en comunión con Dios, sino que “están excomulgados”. Palabras duras para un católico, pero si tenemos en cuenta lo que es la mafia –en este caso la calabresa-, razón no le faltan al Santo Padre para expresar su indignación.

 Para tener una idea, debemos recordar que la Ndranghetta tiene desde los años 90 un largo historial de asesinatos y extorsiones, siendo los más sonados la muerte de Francesco Fortugno, vicepresidente del gobierno regional de Calabria en 2005; y de Cocó Campolongo, el niño de tres años que en enero de este año fue quemado vivo junto a su abuelo y la pareja de éste. Este asesinato conmocionó a toda Italia y habría sido una venganza contra la madre del pequeño, encarcelada por sus vínculos con el tráfico de drogas.
 También hay que añadir que aunque no es tan conocida internacionalmente como la Camorra o la Cosa Nostra, la Ndranghetta es más temida y controla la mayor parte del tráfico de cocaína en Europa, además de lucrar con la extorsión, el comercio de armas, prostitución, empresas de construcción, restaurantes y supermercados. “Negocios” que en 2013 le dieron como ganancia 53 millones de euros, más del 3,5 por ciento del PIB de Italia.
 Sin embargo, la condena de Francisco no se queda solo en la mafia calabresa, sino que se extiende al crimen organizado a nivel mundial, tales como los cárteles de la droga nacidos en México o los grupos que trafican con menores de edad y las convierten en “mercancía sexual” en países como Tailandia, Camboya, Mongolia o en zonas remotas de Perú, Colombia y otros países, generando graves atentados contra la dignidad humana y por tanto contra Cristo.
 Es por ello que en sus últimos discursos el Papa –quien hasta en los casos extremos ha recordado la infinita misericordia de Dios-, les ha advertido que si no se arrepienten y piden perdón, tendrán que asumir las consecuencias de sus actos ante el Señor. En ese sentido, esta advertencia nos recuerda la condena que San Juan Pablo II hizo el 9 de mayo de 1993 a la mafia siciliana. “Tienen que entender que no se puede matar inocentes. Dios dijo una vez, ‘No matarás’. ¡El hombre, cualquier organización humana, la mafia, no puede matar ni pisotear este derecho santísimo de Dios!”, expresó el Papa polaco, que advirtió a los mafiosos que tienen que convertirse porque “¡un día vendrá el juicio de Dios!”.
 Lamentablemente, esta firmeza le ha costado a la Iglesia amenazas contra sus sacerdotes y obispos, e incluso la vida de pastores como el Beato P. Giuseppe “Pino” Puglisi y laicos como el magistrado Rosario Livatino, puesto por Francisco como ejemplo para los jueces.
 Pero este discurso de Francisco es también un respaldo público para los laicos, sacerdotes y religiosos que a pesar de las amenazas y dificultades siguen haciendo frente a los estragos que las drogas hacen en jóvenes y adultos. Un respaldo para seguir haciendo presente el Evangelio en esta dura realidad del tráfico de estupefacientes, a pesar de la presión que algunos países y sectores quieren ejercer sobre la comunidad internacional para que se legalice la producción, venta y consumo de drogas, empezando por la marihuana.
 Por ello, oremos por el Papa y por todos aquellos que con valentía se enfrentan con palabras y hechos a estos grupos, para que Dios los proteja y nos sigan recordando que como católicos no podemos permanecer indiferentes a estos dramas que día tras día siguen atentando contra la dignidad humana en cada uno de nuestros países.

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