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de ACI
La
condena del Papa Francisco a la mafia
26.06.14
Para
quienes seguimos los discursos del Papa Francisco, somos testigos que una de
las características de su Pontificado es su gran sensibilidad a los dramas
humanos y sus fuertes llamados a los católicos y a la comunidad internacional a
enfrentar flagelos sociales como la trata de personas, las migraciones
forzadas, el desempleo y más
recientemente, la corrupción y la lucha contra las drogas.
Por
ello, no es de extrañar el discurso pronunciado el sábado pasado durante su
visita a la localidad italiana de Calabria, donde condenó y llamó a combatir a
la Ndranghetta, advirtiendo que por ser la mafia una consecuencia de la
“adoración del mal y desprecio del bien común”, sus integrantes no están en
comunión con Dios, sino que “están excomulgados”. Palabras duras para un
católico, pero si tenemos en cuenta lo que es la mafia –en este caso la
calabresa-, razón no le faltan al Santo Padre para expresar su indignación.
Para
tener una idea, debemos recordar que la Ndranghetta tiene desde los años 90 un
largo historial de asesinatos y extorsiones, siendo los más sonados la muerte
de Francesco Fortugno, vicepresidente del gobierno regional de Calabria en
2005; y de Cocó Campolongo, el niño de tres años que en enero de este año fue
quemado vivo junto a su abuelo y la pareja de éste. Este asesinato conmocionó a
toda Italia y habría sido una venganza contra la madre del pequeño, encarcelada
por sus vínculos con el tráfico de drogas.
También
hay que añadir que aunque no es tan conocida internacionalmente como la Camorra
o la Cosa Nostra, la Ndranghetta es más temida y controla la mayor parte del
tráfico de cocaína en Europa, además de lucrar con la extorsión, el comercio de
armas, prostitución, empresas de construcción, restaurantes y supermercados.
“Negocios” que en 2013 le dieron como ganancia 53 millones de euros, más del
3,5 por ciento del PIB de Italia.
Sin
embargo, la condena de Francisco no se queda solo en la mafia calabresa, sino
que se extiende al crimen organizado a nivel mundial, tales como los cárteles
de la droga nacidos en México o los grupos que trafican con menores de edad y
las convierten en “mercancía sexual” en países como Tailandia, Camboya,
Mongolia o en zonas remotas de Perú, Colombia y otros países, generando graves
atentados contra la dignidad humana y por tanto contra Cristo.
Es
por ello que en sus últimos discursos el Papa –quien hasta en los casos
extremos ha recordado la infinita misericordia de Dios-, les ha advertido que
si no se arrepienten y piden perdón, tendrán que asumir las consecuencias de
sus actos ante el Señor. En ese sentido, esta advertencia nos recuerda la
condena que San Juan Pablo II hizo el 9 de mayo de 1993 a la mafia siciliana.
“Tienen que entender que no se puede matar inocentes. Dios dijo una vez, ‘No
matarás’. ¡El hombre, cualquier organización humana, la mafia, no puede matar
ni pisotear este derecho santísimo de Dios!”, expresó el Papa polaco, que
advirtió a los mafiosos que tienen que convertirse porque “¡un día vendrá el
juicio de Dios!”.
Lamentablemente,
esta firmeza le ha costado a la Iglesia amenazas contra sus sacerdotes y
obispos, e incluso la vida de pastores como el Beato P. Giuseppe “Pino” Puglisi
y laicos como el magistrado Rosario Livatino, puesto por Francisco como ejemplo
para los jueces.
Pero
este discurso de Francisco es también un respaldo público para los laicos,
sacerdotes y religiosos que a pesar de las amenazas y dificultades siguen
haciendo frente a los estragos que las drogas hacen en jóvenes y adultos. Un
respaldo para seguir haciendo presente el Evangelio en esta dura realidad del
tráfico de estupefacientes, a pesar de la presión que algunos países y sectores
quieren ejercer sobre la comunidad internacional para que se legalice la
producción, venta y consumo de drogas, empezando por la marihuana.
Por
ello, oremos por el Papa y por todos aquellos que con valentía se enfrentan con
palabras y hechos a estos grupos, para que Dios los proteja y nos sigan
recordando que como católicos no podemos permanecer indiferentes a estos dramas
que día tras día siguen atentando contra la dignidad humana en cada uno de
nuestros países.
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