Sobre
los derechos de gays y lesbianas/James Costos es embajador de Estados Unidos en España.
Publicado en El
Mundo | 23 de junio de 2014
El
día que recibí una llamada del presidente Barack Obama para pedirme que
sirviera como embajador de Estados Unidos en España y Andorra fue uno de los
días de más orgullo de mi vida. No sólo porque constituye un honor servir a un
presidente al que admiro de verdad o a un país que amo profundamente, sino
porque mi nominación, junto con la de otros cuatro embajadores abiertamente
gays, decía al mundo que Estados Unidos está comprometido con la defensa de la
plena igualdad para lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB).
Este
Gobierno ha dejado claro, en palabras de la ex secretaria de Estado Hillary
Clinton, que «los derechos de las personas LGTB son derechos humanos, y punto».
En 2014, el décimo Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia ha
coincidido con el 60º aniversario del caso Brown contra la Junta Nacional de
Educación, legendario caso judicial en el que se sentenció que si se separa a
los estudiantes de raza negra y blanca, no hay verdadera igualdad. Y en 2014 se
conmemoran también el 50º aniversario de la Ley de Derechos Civiles –hito en la
legislación de este tipo que impulsó John F. Kennedy– y el 45º aniversario de
los disturbios de Stonewall, que condujeron el inicio del movimiento por los
derechos de los homosexuales en todo el mundo. Esta confluencia resulta
poderosa y significativa.
Aunque
somos un país distinto al que éramos hace 50 o 60 años, tenemos mucho que
aprender si recordamos las luchas y la perseverancia que caracterizaron nuestro
movimiento por los derechos civiles. De hecho, el presidente Obama ha realizado
un paralelismo entre la histórica batalla de nuestra sociedad contra la
discriminación racial y de género, y el actual movimiento por la igualdad de
los matrimonios en Estados Unidos.
Éste
es un foco de la política interna de Estados Unidos, pero mientras trabajamos
con todas nuestras fuerzas para garantizar que los derechos de todos los
estadounidenses sean respetados dentro del país, nos esforzamos por incorporar
el mismo compromiso a nuestro trabajo fuera. Defender los derechos humanos de
las personas LGTB en todo el planeta constituye una parte fundamental de la
política exterior de Estados Unidos y un asunto en el que somos aliados de
socios que quieren hacer lo mismo. Y para hacerlo de manera eficaz, citando al
vicepresidente Joe Biden, debemos predicar «no meramente con el ejemplo de
nuestra fuerza, sino con la fuerza de nuestro ejemplo».
Por
eso, el presidente, el vicepresidente y el secretario de Estado, John Kerry, no
sólo se han convertido en voces destacadas del apoyo a los derechos de las personas
LGTB, sino que han destinado recursos y están fomentando políticas para
impulsarlas de manera tangible.
En
2011, el presidente Obama ordenó a todas las agencias federales que trabajan
fuera del país que garanticen que la labor diplomática y de ayuda en el
exterior estadounidense protege y promueve los derechos humanos de las personas
LGTB. Esto significa todo: desde más prestaciones para los empleados LGTB del
Gobierno y sus parejas (como plenos privilegios diplomáticos para las parejas
del mismo sexo), hasta nuevos programas para proteger a refugiados y
solicitantes de asilo, pasando por el lanzamiento del Global Equity Fund, una
alianza de gobiernos, empresas y fundaciones con ideas afines que ha
proporcionado más de 7,8 millones de dólares en más de 50 países para apoyar a
grupos que trabajan por la protección de los derechos de las personas LGTB.
Aunque para algunos esto puede parecer algo nuevo, se enmarca en la larga
tradición estadounidense de lucha por la libertad para todos.
Si
bien se ha avanzado mucho en los últimos años, queda trabajo por delante. En la
primera reunión ministerial de la Asamblea General de la ONU de promoción de
los derechos humanos de las personas LGTB, el secretario de Estado, Kerry,
señaló que «en demasiados lugares en el mundo siguen siendo castigadas sólo por
ejercer sus derechos y libertades fundamentales». Es una verdad trágica:
aproximadamente 80 países en el mundo criminalizan todavía hoy la
homosexualidad y cinco la definen como un delito punible con la muerte. En otros
muchos lugares, las personas lesbianas, gays, transexuales y bisexuales siguen
siendo vulnerables a la detención arbitraria, el acoso, la discriminación y la
violencia.
Sin
embargo, hay países que sirven de modelo para los demás. España es uno de
ellos, al haber ido a la vanguardia, por ejemplo, de la legalización del
matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción de niños por parte de
parejas homosexuales y el apoyo a las personas transexuales. Pero a menudo,
servir de ejemplo significa que es aún más importante seguir preguntando qué
otras cosas se pueden hacer. Por eso formamos alianzas no sólo con los
gobiernos, sino también con la gente.
Desde
que llegué a España en septiembre del año pasado, me he reunido en distintas
ocasiones con miembros de la comunidad LGTB. Ellos me han trasladado su
preocupación, por ejemplo, por el acoso que aún existe en los colegios, los
delitos de odio y la desigualdad en el lugar de trabajo. Me siento orgulloso de
ofrecerles apoyo moral, usar mis buenos oficios para ayudar a llamar la
atención sobre sus problemas y ponerles en contacto con el trabajo que realizan
grupos como Human Rights Campaign.
Aunque
Estados Unidos tiene mucho que aprender del ejemplo de España en muchos
sentidos, se pueden sacar fuerzas del intercambio de experiencias y del trabajo
conjunto para promover nuestros valores comunes en otros lugares del mundo y
así defender mejor los derechos de las personas. Como ha dicho el presidente
Barack Obama, «creemos en la dignidad humana: que todas las personas son
creadas iguales, no importa quiénes sean, o qué aspecto tengan, o a quién amen,
o de dónde procedan».
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