Lo
negro de “Mamá Rosa”/VERÓNICA
ESPINOSA
Revista Proceso # 1969, 26 de julio de 2014
Durante
meses, la Procuraduría General de la República acumuló quejas y testimonios
sobre los maltratos que recibían cientos de menores en el albergue La Gran
Familia, regenteado desde hace décadas por Rosa del Carmen Verduzco en Zamora,
Michoacán. Y el martes 15, en un operativo que exhibió la inmundicia, puso fin
al imperio de esa mujer que supo ganar para su causa a políticos de todos los
niveles y a empresarios locales. Ahora que la mayoría de los menores
recuperaron su libertad y regresaron a sus hogares, la “ejemplar” Mamá Rosa se
quedó sola, aunque no recibió castigo pues el procurador Jesús Murillo Karam la
considera inimputable.
Sin
embargo, desde la primera vez que Verónica visitó a Enrique observó que lo
habían golpeado y decidió sacarlo del lugar. Las visitas eran cada cuatro meses
al principio; luego comenzó a verlo con mayor frecuencia porque él le comentaba
que se iba a escapar.
Enrique
incluso le comentó a su madre que uno de los empleados del albergue, Miguel
Ángel Ibarra, El Maycon o El Orejón –uno de los consignados por la PGR–, además
de extorsionarlo y exigirle dinero y ropa lo amenazaba con dejarlo sin comer o
con “partirle su madre”.
Primeras
señales
En
abril de 2010 Verónica presentó en la Segunda Agencia Investigadora de esta
ciudad una denuncia contra la responsable del albergue por privación ilegal de
la libertad de su hijo. No prosperó. Meses después interpuso una queja en la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero cuando los visitadores del
organismo viajaron a Zamora, Verduzco no los recibió en el albergue, sino en
una de sus casas. Les dijo que Enrique no quería salir, “que estaba muy a
gusto”.
Verónica
insistió. Más aún, viajó al Distrito Federal junto con las madres de tres de
los menores cortazarenses internados en La Gran Familia. En diciembre de 2012
por fin pudieron presentar sus casos ante la Fevimtra y hablar con las nuevas
autoridades federales.
Poco
a poco corrió la voz entre otros padres de familia de Michoacán y de Jalisco
que acudían al albergue a ver a sus hijos. Las demandas sobre el maltrato a los
menores internados –testimonios grabados, fotografías tomadas por algunos de
los trabajadores con sus celulares– se acumularon en la PGR.
Algunos
agentes investigadores incluso llegaron al albergue haciéndose pasar por
familiares y recabaron grabaciones de los menores; también registraron las
llamadas del Maycon en las que extorsionaba a varias familias.
Sin
embargo, era imposible saber “qué había más allá del patio de visitas. Los
menores decían que (sus padres y las autoridades) tenían que entrar. Y yo le
dije a mi hijo: esto ya se va a acabar”, comenta Verónica a la reportera en
entrevista el jueves 24, ya en Cortazar, con Enrique a su lado.
Junto
a Verónica se encuentran Juana Cortés, recolectora de basura reciclable, y su
hijo Julio Francisco. Ella comenta que lo recuperó el 27 de febrero último tras
pagarle a Rosa Verduzco mil 500 pesos; también está Alicia Becerra, barrendera
sin empleo, y su hijo Jacobo, quien ingresó al albergue en 2009 a instancias
del DIF. Tenía nueve años y fue recuperado tras el operativo federal.
La
señora Isabel Pérez, casada con un electricista sin trabajo fijo, cuenta que su
hijo Luis estuvo seis años en la casa hogar, de donde se escapó en septiembre
del año pasado con un amigo cuya familia le ayudó a ganarse unos pesos para
regresar a su casa.
La
oficina de Hugo Estefanía, transportista cortazarense y presidente del PRD en
Guanajuato, y Baltazar Zamudio, secretario de ese partido, ayudaron a las
mujeres que en 2009 les pidieron asesoría jurídica para recuperar a sus hijos.
El diputado federal Miguel Alonso Raya también las apoyó.
En
2011, señala Estefanía, los perredistas viajaron a Michoacán acompañados por el
entonces senador Carlos Sotelo y la actual senadora Iris Mendoza para
entrevistarse con el procurador de Justicia, Miguel García Hurtado, después de
las denuncias penales presentadas en Zamora.
“Está
difícil –les dijo el procurador–. Mamá Rosa está muy protegida.”
Los
benefactores de “Mamá Rosa”
El
martes 15, el feudo surgido en la década de los sesenta como casa para “los
callejeros” –según lo describió Rosa Verduzco– se derrumbó.
El
patio de entrada, el comedor, el auditorio y las escuelas con niños
uniformados, limpios y contentos recibiendo los uniformes de manos del alcalde
en turno eran un montaje. Lo mismo que las visitas de artistas como Alberto
Cortez, quien tocaba el piano para que los menores cantaran, y las fotos de
Marta Sahagún de Fox –amiga y protectora de Mamá Rosa– rodeada de los menores.
Más
adentro, tras el portón negro de hierro, estaba la otra cara. Ahí se veían las
habitaciones con ventanas sin vidrios pero con barrotes, puertas con candados,
cubetas arrinconadas que servían como excusados, camas sin colchón, pasillos
cerrados con mallas, muros cubiertos con láminas para impedir las fugas,
cuartos de castigo, comida agusanada, fetidez provocada por el hacinamiento.
El
único refugio para los menores era la música; los ayudaba a evadirse de la
realidad y a soportar los maltratos.
Mamá
Rosa era intocable. Algunos de sus admiradores llegaron a compararla con la
madre Teresa de Calcuta. Supo granjearse la amistad de gobernantes y
empresarios para obtener becas y donativos económicos durante más de 20 años.
Pero
ahora el propio titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, le aplicó la
inimputabilidad; es decir, no se le puede inculpar de ningún delito en razón de
un posible retraso o trastorno mental, no obstante que la procuraduría comenzó
a investigar a Mamá Rosa hace 14 meses.
“Figura
líder. Madre de tiempo completo”, se lee en el portal del albergue
www.granfamilia.org.mx.
La
propia Mamá Rosa escribió la carta de presentación: “Mi familia se compone
principalmente por niños callejeros, el niño callejero es universal, no tiene
fronteras. Como no tiene hogar, su ámbito es el mundo entero, su colchón el
suelo y su techo el azul del cielo. Amanece aquí, anochece allá. Anda de la
seca a la meca, del tingo al tango. Con dificultad se liga emocionalmente o
arraiga en un lugar. Tiene espíritu aventurero. Se le conoce por apodos y niega
hasta su apellido. Manipula a todos con su cuento de la muerte de sus
familiares o agranda su problema para obtener comida, conmiseración, etc. Está
carente de normas o hábitos; no sabe obedecer y rechaza todo lo que es
autoridad, pues no ha tenido la de sus padres y evade con facilidad a la
policía. Es inconstante en sus esfuerzos ya que no tiene motivaciones de sus
necesidades futuras, sólo piensa en pasarla bien en el momento.
“Pese
a todo, el callejero sigue tratando de salir delante de la mejor forma posible.
La Gran Familia trata de poner un granito de arena desde 1950 como respuesta a
este problema y ustedes mismos lo comprobarán.”
La
institución tenía otras canonjías, pues no pagaba los servicios de agua
potable, energía eléctrica, predial, impuesto sobre la renta y derechos del
Registro Civil ante el que –según declaró el jueves 24 el secretario de
Gobierno del estado, Jaime Darío Oceguera– más de un centenar de los menores
albergados fueron registrados como hijos de Rosa Verduzco.
La
asociación que ella dirigía era depositaria de vehículos del Registro Federal
de Automóviles; además, recibía subsidios de la Secretaría de Educación Pública
y donativos de los que nadie sabe su origen. De acuerdo con la página de
transparencia “Fondos a la vista”, ella sólo reportó ingresos por 5.2 millones
de pesos entre 2008 y 2010.
Sin
embargo, las entradas eran mayores. El delegado de la Secretaría de Desarrollo
Social en Michoacán, Víctor Manuel Silva, comentó que la dependencia entregaba
a Mamá Rosa poco más de 200 mil pesos anuales.
La
presidenta municipal de Zamora, Hilda Abascal –quien incluso se tomó una foto
con Mamá Rosa en el patio de acceso al albergue en enero pasado–, pasó de una
débil defensa en las horas posteriores al operativo federal a una discreta
“sorpresa” por lo que se descubrió en el albergue.
El
ayuntamiento zamorano entregaba 14 mil pesos mensuales y 14 becas educativas
por 266 pesos a Mamá Rosa cada bimestre.
A
flote, más basura
Han
pasado casi dos semanas del operativo en el albergue La Gran Familia y las
cuadrillas de limpieza continúan sus faenas. “Llevamos 200 toneladas de
basura”, dice un joven voluntario.
Varios
vecinos se incorporaron a las brigadas para ayudar a los 277 niños y adultos
que el jueves 24 aún permanecían en el lugar. Ya no confían en Mamá Rosa, a
quien muchos zamoranos consideraban una mujer ejemplar.
Andrés,
uno de los voluntarios, escribió en facebook: “Una de las primeras impresiones
y que de inmediato me mostraron que ya no podría defender más lo indefendible
(lo que me desgarró) fue un par de niños que no pasaban de siete años. Otro
compañero les tranquilizó, incluso les hizo señal de la cruz. Pero (ellos)
insistieron que no nos fuéramos, que no les abandonáramos”.
Marisela,
una de las internas, parece una niña de 12 años pero tiene 21. Pesa 44 kilos y
mide metro y medio. Lo sabe porque los médicos enviados por el gobierno federal
le acaban de operar la muñeca para quitarle un quiste que le creció en siete
años. Una tía suya la llevó al albergue hace 14 años junto con su hermano
menor, para protegerla de su madre porque la quería prostituir.
Mamá
Rosa quiso registrarla como su hija, pero Marisela se negó. “Chinga tu madre,
le dije, yo no soy Verduzco”.
Refiere
que aunque Mamá Rosa la llevó al Instituto Electoral del estado para que sacara
su credencial de elector, no sabe dónde está la identificación porque la
administradora del albergue se la quitaba a todas las que la habían obtenido y
sólo se las daba el día de elecciones. Las reunía de 20 en 20 y les decía que
debían votar por los candidatos del PAN. “Luego nos llevaban a votar y nos
volvía a quitar la credencial en cuanto regresábamos”.
–¿Y
tú votaste por el PAN?
–¡Ni
madres!
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